-¡A que no me atrapas!- Vociferó muy alegre una pequeña de cabello rosa corriendo a gran velocidad.
-¡Voy por ti, hermanita! Pero más te vale no ir tan lejos, puede que nos pase algo- Respondió otra niña, algo preocupada.
Sara y Alma Herz, hermanas gemelas, adoraban estar juntas y les encantaba jugar por las noches iluminadas en el jardín de la institución de Luceat.
Las gemelas se divertían demasiado, pero de lo que no se dieron cuenta es que...fueron muy lejos.
Un lugar prohibido de la institución; los búhos y cuervos merodeaban por el oscuro cielo nublado; abedules secos decoraban el lugar, la neblina era muy visible y la temperatura estaba muy baja.
-¿Sara? Será mejor que ya nos vayamos de aquí; puede que la maestra Kanarya nos esté esperando para nuestras clases de recuperación- Habló Alma con mucho miedo, además su piel estaba totalmente pálida.
-¿Por qué quieres que nos vayamos? ¿Acaso tienes miedo?- Pronunció la pelirrosa con atrevimiento.
-¡Sí! ¡Tengo miedo! ¿Podemos regresar?- Sus ojos azules comenzaron a derramar unas cuantas lágrimas.
-¡Por supuesto! Pero, no sin antes de visitar ese lugar- Señaló a un salón muy deteriorado, cubierto de unas cuantas telarañas, y en su puerta tenía el escudo de la institución, pero también tenía una pequeña frase en Lucetiano que decía: «Nist gūxs lœp reversåshfts/No hay vuelta atrás»
-Pero...¡¿Estás loca Sara?! ¡Nos podría pasar algo!- Gritó Alma desesperada -Ahí dice que ¡No hay vuelta atrás! ¿Quieres morir?-
-¡Ay por favor! es sólo un cuarto, no nos pasará nada, ven conmigo- Habló su gemela tomándola de la mano, la cual estaba muy temblorosa y helada.
La pelimorada se quedó callada y sólo siguió a su hermana dando pasos temblorosos y con su piel de gallina.
Una vez llegaron a la vieja guarida; Sara, abrió la puerta...
-¡Basta Sara! ¡Quiero irme de aquí!- Su hermana ya estaba llorando.
-Oye ¡Cálmate! todo estará bien, estaremos a salvo, eso lo sé- Qué equivocada estaba.
Ambas gemelas entraron al lugar prohibido, este estaba cubierto de polvo, lleno de telarañas con algunos arácnidos encima, habían algunos vitrales, en su mayoría estaban destrozados, muebles rotos y una que otra rata pasando.
-¡Qué aterrador! ¡Me encanta!- Vociferó la pelirrosa de la emoción.
-No quiero estar aquí- Alma pensaba todo lo contrario y se cubría sus ojos.
Las gemelas continuaron su camino explorando el aterrador lugar; hasta que de repente cierta pelimorada sintió algo extraño.
-¿Sara? siento que nos observan, ¡Debemos irnos de aquí!- Estaba temblando y su piel estaba más pálida que nunca.
Su contraria no daba ninguna respuesta, sólo se dedicaba a mirar los alrededores; hasta que finalmente reaccionó...se escucharon risas misteriosas.
-Quizá sea el viento, ¿No lo crees Alma?- Nombró Sara con una risa nerviosa.
...Alma...ya no estaba....
-¿Alma?...¿Hermana?- Volteó y sintió cómo su sangre se congelaba poco a poco.
Tres personas encapuchadas con una máscara blanca, estaban sosteniendo a su hermana, Alma no gritó, sólo lloraba en silencio. Una de ellas, la más alta, se le acercó y le habló en Lucetiano:
-Dixi vobis: Nist gūxs lœp reversåshfts, nunc calıştırmak (Te dije que no hay vuelta atrás, ahora corre)-
-¡Devuélveme a mi hermana!- Gritó con lágrimas corriendo por sus mejillas.
-Oh...er ¡Nist! (Oh...ella ¡No!)- Se retiró mientras las dos chicas, fueron a perseguir a la pelirrosa.
-¡SARA! ¡Ayúdame!- Gritó Alma con todas sus fuerzas, hasta que se escondió entre las sombras.
Sara corrió, pues las dos encapuchadas la perseguían, su corazón latía mil por segundo, sus pequeñas piernas comenzaron a doler y su respiración estaba muy agotada. Por suerte ella fue veloz y logró escapar del lugar.
Cuando llegó al jardín, no podía ni caminar, pues hizo un esfuerzo sobrehumano para huir de ahí, sin embargo, sentía que algo le faltaba...Alma...lloraba y gritaba, pues se arrepentía de haber ido ahí, se sentía miserable, quería recuperarla y ser como las hermanas de antes.
Estaba en una posición fetal, derramando todos sus pesares y culpas; hasta que una joven de aproximadamente veinticinco años; de cabello rubio cenizo y ojos verde aceituna, la recogió, ella era la maestra Kanarya.
-¡Sara! ¿Qué ocurrió? ¡¿Dónde está Alma?!- Cuestionó muy preocupada.
-Soy una pésima hermana, soy una pésima hermana- Fue lo único que respondía, mientras abrazaba sus rodillas y se mecía lentamente.