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Fortuna inesperada: El imperio oculto de mi esposo cotidiano

Fortuna inesperada: El imperio oculto de mi esposo cotidiano

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img Felix Harper
5.0
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Acerca de

Tras ser traicionada por su prometido y echada a la calle por su familia, Adelina se casó por impulso con un trabajador hotelero, anhelando una existencia apacible y común. Ella resolvió vivir con sencillez, sin imaginar jamás que el supuesto empleado de hotel con quien se había unido era en realidad un multimillonario secreto que la colmó de devoción. Corrió como pólvora la noticia de que la falsa heredera de la familia Shaw, en realidad hija de una sirvienta, se había casado con un don nadie. La gente se mofó, diciendo que era la pareja perfecta, hasta que ambos develaron sus verdaderas identidades, dejando atónitos a todos sus detractores. ¿Acaso el director de un consorcio internacional? ¿La hermana del hombre más acaudalado de un país vecino? ¿Pero qué diablos estaba pasando?

Capítulo 1 La cama equivocada

"No..., no..., mmm..., ah...". La oscuridad de la habitación envolvía a Adelina Shaw, mientras un hombre la presionaba contra el colchón, sujetándole las muñecas por encima de la cabeza.

Un escalofrío la recorrió cuando los labios de él encontraron los suyos, y lo que siguió fue una ráfaga de besos febriles que le arrebató todo pensamiento coherente.

Permanecieron así, entrelazados, hasta que el cielo comenzó a palidecer con las primeras luces del alba.

Cuando la luz se filtró a través de las cortinas, por fin logró abrir sus pesados párpados.

La lujosa suite del hotel era un caos: ropa esparcida por el suelo y el aroma de su noche de pasión todavía impregnaba el aire.

El siseo de la ducha en el baño se detuvo y, un instante después, él salió envuelto en una nube de vapor.

Era un hombre alto, de al menos un metro noventa, que llevaba una bata de baño que colgaba holgadamente de sus hombros, revelando un pecho musculoso y bien definido. Las gotas de agua que se deslizaban por su piel reflejaban la tenue luz del amanecer, dándole un aire a la vez peligroso y magnético.

Sus rasgos parecían cincelados con precisión, cada ángulo severo pero refinado: una nariz recta, labios delgados y unos ojos tan oscuros como un abismo.

Su mirada, fría y calculadora, la traspasó.

Sin prisa, cruzó la habitación para recoger su ropa y se vistió con una camisa impecable, abotonándosela con una precisión deliberada. El aura de frialdad y contención que lo envolvía contrastaba bruscamente con la pasión desenfrenada de la noche anterior.

Ella permaneció inmóvil, con la mente en blanco, hasta que su voz, serena y firme, rompió el silencio. "Lo de anoche fue un accidente. Si necesitas algo, contáctame. Me haré responsable".

Dejó caer una tarjeta de presentación sobre la mesita de noche, que aterrizó con un golpe seco. Y sin mirar atrás, salió de la habitación con paso decidido.

La puerta se cerró con un clic, y solo entonces la lucidez comenzó a abrirse paso en su mente aturdida.

Como en trance, se vistió, guardó la tarjeta en el bolso y se masajeó las sienes palpitantes mientras intentaba reconstruir los fragmentos de la noche.

La fiesta de compromiso con Lorenzo Ward, su novio desde hacía cuatro años, había culminado en un exceso de alcohol y una pésima decisión que la llevó a la cama de un extraño.

El recuerdo le quemaba el pecho como ácido. Había sido su primera vez, y la amarga realidad de lo sucedido le revolvió el estómago.

Determinada, se lo confesaría todo a Lorenzo.

Tomó el celular y marcó su número, pero nadie respondió.

Frunció el ceño. Había estado incomunicada toda la noche y él no le había enviado ni un solo mensaje. ¿Y ahora tampoco respondía?

Una profunda inquietud comenzó a oprimirle el pecho. Algo no andaba bien. Tenía que encontrarlo.

Justo cuando se disponía a salir del hotel, un brillo sobre el lavamanos del baño le llamó la atención. Sobre el mármol descansaba una credencial de empleado.

Contuvo el aliento. ¿Acaso ese hombre era un empleado del hotel?

Se mordió el labio. La urgencia por encontrar a su prometido la obligó a desechar la idea por el momento. Tomó la credencial y salió de la habitación.

...

Urbanización Azure.

La villa que compartía con Lorenzo. Su supuesto hogar.

Al pie de la escalera, un par de tacones rojos y ropa de mujer tirada en el suelo hicieron añicos la poca calma que le quedaba.

Con el pulso retumbándole en los oídos, subió los escalones de dos en dos.

En el rellano, la puerta del dormitorio principal estaba entreabierta, y desde el interior se filtraban los gemidos de una mujer. "¡Ah, me vuelves loca! Lorenzo, ¿a la tonta de Adelina también la haces sentir así?".

A las palabras de la mujer le siguió una risa masculina, grave y burlona. "Ni menciones a esa inútil. Si hubiera sabido que no era más que la hija de una sirvienta haciéndose pasar por rica, jamás me habría acercado a ella. Esos cuatro años a su lado fueron una tortura. Ni siquiera me dejaba que la besara".

A través de la rendija de la puerta, vio dos cuerpos entrelazados en la cama.

El estómago se le revolvió al reconocerlo. Era su prometido, Lorenzo.

Y a su lado, inconfundible, estaba Lainey Shaw, la verdadera heredera de la familia.

Un frío le caló hasta los huesos y le dejó un vacío en el pecho. Su mundo se desmoronó, hundiéndose en un abismo de silencio y oscuridad.

"¿Así que la estúpida de Adelina sigue siendo virgen? Apuesto a que la noche que le preparamos con ese tal Nicolás Morgan fue un buen estreno para ella, ¿no crees?", ronroneó Lainey entre gemidos. "Nicolás es un hombre de estatus. Dejar que la hija de una sirvienta se acueste con él es más de lo que esa cualquiera se merece".

Cuando su risa cesó, Lorenzo aceleró el ritmo, con la voz grave y cargada de deseo. "Una vez que esté completamente arruinada, tendrás la excusa perfecta para echarla de la familia Shaw. Lainey, ¿no es eso exactamente lo que querías?".

Lainey soltó una risita entrecortada, su cuerpo arqueándose contra el de él. "Mmm..., Lorenzo, más despacio...".

La imagen de las dos personas en las que más confiaba, juntos en la cama, burlándose de ella y conspirando en su contra, la hizo pedazos. Su mente se quedó en blanco. Era como si todo su mundo le hubiera sido arrebatado en un instante. Las imágenes de la fiesta de compromiso parpadearon en su mente como crueles recordatorios.

Todo había sido planeado.

Lágrimas calientes anegaron sus ojos. Había creído de verdad que, aunque el mundo entero le diera la espalda, Lorenzo siempre estaría a su lado.

Años atrás, la madre de Adelina, una de las sirvientas de los Shaw, intercambió a su hija recién nacida con la verdadera heredera, Lainey. Fue un acto de retorcida venganza antes de desaparecer sin dejar rastro.

La familia no descubrió la verdad hasta hacía apenas unos meses, cuando una simple prueba de sangre desenmascaró el engaño.

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