Sujetó sus libros con fuerza y siguió su camino hacia los dormitorios pertenecientes al internado del colegio que estaba también unido al orfanato San Sebastián. Todo formaban parte de un sólo edificio.
Cruzó el patio el cual estaba decorado con unas petunias, tulipanes, rosas de varios colores y algunos geranios. Todos los aromas llegaban a sus fosas nasales brindándole una sensación de armonía.
Antes de llegar al otro extremo del patio, la voz de su amiga, Emily la detuvo.
-¡Sophie! -gritó su amiga, corriendo en su dirección- ¡Sophie!
-Emily, ¿Qué sucede? -preguntó apenas tuvo a su amiga en frente.
-La directora... -jadeó cansada, apoyando sus manos en sus rodillas- Ella, te está... buscando. -respiró profundo recuperando el oxígeno perdido.
-¿Me busca? ¿Por qué?
-La escuché hablar con el señor Osterfield, hablaban de ti y que al parecer te han conseguido un trabajo. -mencionó sonriente.
-¿Trabajo? ¿En serio? –preguntó y una leve sonrisa se asomó en su rostro.
Pues unas semanas antes le había pedido a la directora si podía conseguirle un empleo como maestra docente para los niños de primaria. Al parecer el sueño se le estaba por cumplir.
-Sí. Debes ir ahora a su oficina -anunció su amiga con premura.
-Iré ahora mismo -dijo manteniendo su sonrisa-. Llévame esto a nuestra habitación, por favor. -pidió entregándole los libros que llevaba en sus manos.
-De acuerdo, ahora ve. -alentó.
Sophi, asintió con la cabeza y se encaminó hacia la oficina de la directora.
Apresuró su paso en los pasillos en un ligero trote. Subió las escaleras a la segunda planta del edificio y se detuvo frente a la puerta de la dirección. Frotó sus manos nerviosa y respiró tratando de tranquilizarse, golpeó y entró cuando de adentro se lo autorizaron.
-Buenos días, Sophie. Pasa. -expresó la directora con una sonrisa.
-Buenos días, directora. -respondió Sophie animosamente.
-Ya conoces al señor Osterfield, ¿verdad? -señaló al susodicho.
-He oído hablar de él -respondió algo nerviosa, pues bien sabía a qué se dedicaba Osterfield-. Buenos días.
-Buenos días, Sophie.
Joshua Osterfiel, era el encargado de supervisar todo el instituto educativo, así cómo también el orfanato. Nada sucedía sin que él lo supiese. Era también el encargado de recaudar y recibir las donaciones que allí se hacían.
-Sabrás a qué te he llamado. Así que iré directo al grano, Sophie -Sophie, miró y escuchó atenta-. Me has pedido hace dos semanas que te consiguiera un trabajo como maestra -Sophie, asintió-. Pues te conseguí algo parecido. -señaló.
-¿Parecido? -preguntó frunciendo el ceño- ¿A qué se refiere con exactitud?
-Tienes grandes capacidades, Sophie y son admirables, créeme. Por eso sé que estás más que capacitada para lo que te propondré. -mencionó la directora, orgullosa.
-Según me contó la directora, Janice -habló, Osterfield-; tienes un talento innato con los niños, sabes cómo tratarlos y también tienes un gran talento con los idiomas. Me dijo que sabes dos idiomas, ¿Es así?
-Efectivamente. Francés e italiano. Bueno sin mencionar nuestra lengua materna, el inglés... aunque ahora me encuentro intentando dominar el alemán. -dijo sin sonar arrogantes sobre sus conocimientos.
-Asombroso -manifestó con una sonrisa-. También me ha mencionado que tienes amplio conocimiento sobre historia y matemáticas -Sophie, asintió nuevamente-. Y ¿Sabes tocar algún instrumento musical?
-El piano y el violín, aunque no tan bien cómo quisiera admitirlo -se sonrió por esa admisión suya-. Ambos son un pasatiempo para mí.
-Sophie, podrás enseñar -prestó atención a sus palabras, pues sabía que algo crucial diría-, pero lo harás mejor como institutriz.
-¿Institutriz? -no pudo Sophie, evitar fruncir sus cejas.
-Así es -confirmó nuevamente-. Serás institutriz de dos niños por el lapso necesario. Se te pagará mensualmente un salario y gozarás de vacaciones también.
Sophie, no podía creer lo que le decían. ¿Ser institutriz? No era lo que tuviera en mente, pero al menos podría enseñar como lo había deseado y tal vez, más adelante, el poder ser una maestra de primaria se le haría realidad.
-Y exactamente ¿Para quién trabajaría?
-¿Has escuchado hablar sobre los viñedos al norte, cerca de las montañas? -preguntó, Osterfield.
-Sí, sé qué por esos lados hay una plantación de vid -confirmó, Sophie-. Muchos de los del pueblo van a trabajar allí. Se dice que se les paga bien, pero no conozco al dueño.
-El señor Thomas Müller, es el dueño del lugar -mencionó, Osterfield-. Tiene dos hijos mellizos y una hermana a cargo, ella debe tener quizás tu edad. El señor Müller, es un hombre muy reservado y muy protector con sus hijos, por eso nos pidió que le consiguiéramos a alguien de confianza, reservado y que esté a la disposición de sus hijos y que pueda cuidarlos también.
-¿Seré niñera?
-No, Sophie, no serás niñera -Osterfield sonrió-. Pero, tendrás que suplir parte de esa categoría también. El señor Müller, debe estar seguro de que sus hijos estarán en buenas manos. Ellos ya tienen aparte su propia niñera.
-De ser así, aceptaré. ¿Cuándo empiezo? -preguntó emocionada.
-El lunes a primera hora deberás presentarte en su casa.
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Tomó sus libros de literatura romántica, los de historia y los de matemáticas y los guardó dentro de su maleta con cuidado, junto a sus otros libros de idiomas. Dobló sus prendas de vestir y guardó todo en otra maleta, incluyendo una foto con su mejor amiga, Emily. Recorrió con su mirada toda la habitación en la que compartió con su mejor amiga por diez largos años.
-Voy a echarte de menos, Sophie. -dijo su amiga con nostalgia sentada sobre la cama.
-Y yo a ti -Sophie, sonrió para reconfortar a su amiga-. Esta será la primera vez que nos separamos, pero hay que ver el lado bueno de todo, ¿no?
-Sí, claro que sí -Emily, sonrió cómplice-. Tienes un nuevo empleo, aunque no es exactamente lo que deseabas en un principio, pero aún así, enseñarás. -manifestó feliz por su amiga.
-Eso es lo que más deseo, enseñar. Sé que será un empleo de tiempo completo, pero Osterfield, me dijo que el señor Müller, paga muy bien. No tendré de qué quejarme. -dijo tranquila.
-Y tendrás el fin de semana libre y vacaciones, así que puedes visitarme o yo ir a visitarte -Sophie, volvió a sonreír a las palabras de su amiga-. No sé si podré estar lejos de ti por mucho tiempo, eres mi única amiga aquí.
-No te desanimes -Sophie, dejó lo que hacía y tomando las manos de su amiga, se sentó a su lado-. Tú también andas buscando un empleo, ¿por qué no le pides a la directora si puede conseguirte algo en la hacienda Müller? -el rostro de Emily, se iluminó- ¿Qué me dices?
-Sería una gran idea, Sophie.
Emily, saltó de emoción, ya que podría seguir cerca de su amiga de la cuál no se había separado desde que la conoció a los seis años. Ambas se habían vuelto carne y uña, inseparables.
-Ahora ayúdame a terminar de empacar. Mañana debo salir muy temprano para tomar el autobús.
-Sí, señora -hizo una posición militar hacia su amiga y ambas rieron con alegría-. Ey, he escuchado rumores de pasillo sobre el señor Müller.
Comenzó a decir Emily, con cierto dejo de preocupación.
-¿Qué tipo de rumores? -alzó la vista y miró a su amiga- No deberías guiarte por lo que dice la gente, Emm.
-Sí, lo sé. Pero, dicen que el señor Müller, tiene un mal carácter y que es muy altanero -señaló con preocupación-. Que todo debe hacerse cómo él ordena, es un mandón malhumorado.
Sophie, no pudo evitar reír ante las palabras de su amiga.
-No creo que sea así. Cómo tu misma has dicho son sólo rumores. -negó Sophie, con su cabeza.
-Pero creo qué deberías estar atenta a cualquier cosa. Eres la única persona que conozco que tiene una paciencia infinita, que él no te la quite -advirtió divertida.
-No lo hará. -aseguró.