La oscuridad envolvía la ciudad de Driyver como una inmensa cortina, con la luna atravesando las nubes y arrojando luz sobre los estrechos callejones. Corinna Hudson, cargada con un botiquín médico, salió de una casa del callejón a paso ligero. Al llegar a la entrada, una figura tropezó hacia ella y percibió el penetrante olor a sangre que desprendía.
Por instinto, retrocedió. La silueta se convirtió en un hombre que, con un ruido sordo, se desplomó en el piso y perdió el conocimiento antes de poder hablar.
Corinna se acercó con cautela, giró al hombre y reconoció su rostro. Era Andres Spencer, el conocido heredero de la familia más poderosa de Driyver. La joven consideró los riesgos tanto como las ventajas de intervenir, y los beneficios potenciales hicieron que su decisión fuera evidente.
Al comprobar su respiración, la encontró débil pero perceptible. Estaba vivo. Había esperanza.
Sujetó el brazo de Andres y consiguió levantarlo. Se dirigieron a una puerta oculta en el callejón, que ella abrió con una llave. Detrás había una de sus clínicas secretas.
En el interior, lo trasladó con rapidez a una mesa de operaciones.
Tras quitarse la bata ensangrentada y ponerse una blanca, esterilizó los instrumentos quirúrgicos y comenzó la operación. Pronto, una bala con sangre tintineó al chocar contra la bandeja metálica. Corinna soltó un suspiro de cansancio, la operación le estaba afectando mucho. Luego suturó la herida, asegurándose de que estaba bien curada. Pero justo cuando terminaba...
La puerta se abrió de golpe. De repente, un escuadrón de guardias armados y vestidos de negro irrumpió en la habitación. Algunos rodearon enseguida a Andres, que continuaba inconsciente en la mesa de operación, mientras otros se movían para asegurar el local.
Un guardia apretó el frío cañón de una pistola contra la sien de Corinna, con voz tensa mientras preguntaba: "¿Qué planeas hacer con el señor Spencer como rehén?".
A pesar de la amenaza, ella mantuvo la calma. Miró al joven y notó que sus dedos se movían, lo que indicaba que empezaba a recobrar el conocimiento. Esto hizo que su preocupación disminuyera, creyendo que alguien tan influyente como Andres no era una persona desagradecida.
El dolor sacudía el cuerpo de Andres, cada pequeño movimiento le producía una agonía intensa que lo hacía sudar.
"Suéltala". Aunque la voz del joven salió con debilidad, continuaba siendo autoritaria. "Todo el mundo fuera...".
Incluso en medio de aquella situación delicada, en la que era presa del dolor y la debilidad, se mantuvo decidido, por lo que los guardias no dudaron en obedecer. Se marcharon enseguida, dejando solos a Corinna y Andres.
Ella aprovechó el momento para sentarse en una silla cercana y cruzó las piernas de manera despreocupada. Contempló a Andres, manteniendo su silencio.
"¿Me salvaste?", le preguntó él, con sospecha. Corinna se limitó a tararear, manteniendo la compostura. Andres hizo una mueca mientras se tocaba la herida. "Como muestra de gratitud, estoy dispuesto a concederte un favor. ¿Qué... pedirías?".
La joven se echó hacia atrás, aparentando reflexionar.
"Digamos que pediré ese favor más tarde".
Si bien empleaba un tono indiferente, ya estaba pensando en las posibilidades que podría ofrecerle esta conexión. Andres era muy conocido en Driyver, una figura formidable a la que no se debía subestimar. Dados los retos a los que se enfrentaba Corinna, aliarse con alguien como él podría tener un valor incalculable.
"Llámame si me necesitas", dijo el chico, deslizándole una tarjeta de visita mientras se levantaba lentamente.
Corinna lo vio marcharse, con una sonrisa en los labios. Salvar a alguien de la categoría de Andres no había estado en sus planes, pero aquí se encontraba, quizás avanzando un paso gracias a ello.