Primavera, 2022
«¡MALDITO GRINDR!», mi mente grita a voces como si un coro se repitiera sin cesar. Este día no puede ir peor.
Resumiendo, los dinosaurios con quienes salí anteriormente deseaban una cosa y yo les cumplí sin bronca, me aseguré de dejarlos ansiosos por un próximo encuentro y ganarme su buena voluntad. Para muchos resultó la primera experiencia homo que tuvieron en su vida, lo cual sumó puntos extras por hacerlo bien y eso se convirtió en más cariñitos, agradecimientos y favores para mí.
No, no fui un prostituto, no repartí sexo a cambio de dinero; ¡qué horror! Yo le ofrecí al dinosaurio la mejor experiencia de su vida, todo con absoluta discreción y esa fue una de mis partes favoritas.
El mismo temor a ser descubiertos con el cual crecieron en su época arcaica y retrógrada benefició a mi negocio, porque eso fue: un simple negocio. Yo los hice sentir amados, aceptados y a cambio, el dino de turno, cumplió mis caprichos.
Lo que me permitió darme la gran vida -que merezco- y claro, me proveyó de una buena pasta que, ahora, empleo en compartir fantásticos momentos con la ratona más hermosa del planeta, mi bella novia.
Sí, tengo novia. No me juzguen, ese estilo de vida solo fue un trabajo como cualquier otro. Uno bastante lucrativo...
Sin embargo, las cosas se complicaron un día, gracias al maldito Grindr, jamás me cansaré de maldecirlo. Conocí a un bombón con mil cualidades: harta plata, dueño de una de las firmas de abogados más importantes... ¿Mencioné que tenía mucha plata?
Bien, lo admito, no me enganché solo por la pasta; también contaba con un cuerpazo de roca pura, un enorme diez entre las piernas que supo perfectamente cómo usar, sin mencionar la dulzura y amabilidad excepcionales que iban de la mano con su extrema inocencia, eso revolucionó todo dentro de mí en el dormitorio o donde nos atacaran las ganas. No debería recordar esa parte, pero es que el dino luce más caliente que el sol veraniego...
-¡Papi, qué bueno tenerte aquí! -La bienvenida que brinda mi novia a su padre me obliga a tragar con dificultad.
El día en que me propuso acompañarla a recibirlo supe que sería mala idea, aunque jamás imaginé a tal nivel. Como nada es perfecto en la vida, el hombre me mira, asombrado, y yo a él de la misma manera. Trago saliva como si se tratase de una enorme roca que me raspa la garganta al bajar mientras intento disimular, porque para mi magnífica suerte, descubrí horrorizado, días atrás, que el dino del gran diez es mi suegro.
Hubiese deseado saber con antelación cómo enfrentar esa situación. Ella me importa demasiado, y al verlo a él, ante mí, con ese par de zafiros en su mirada que no dejan de estudiarme, debo admitir que también.