Sin embargo, los perdió de vista en cuanto entraron al centro comercial.
Aceleró el paso, pero justo en ese momento, recibió un mensaje en el teléfono. Era una notificación de transacción de su tarjeta de crédito.
Santino había comprado una joya de 49.998 dólares.
Rhonda gritó asombrada. ¡Era casi la mitad de lo que ganaba en un año!
Corrió hasta la joyería y en ese momento, vio a una vendedora que deslizaba un llamativo anillo con diamante en el delgado dedo anular de Cristina.
Era un diamante grande y exquisito, el mismo con el que Rhonda había estado soñando durante mucho tiempo.
Su mente se quedó en blanco al ver la sonrisa de satisfacción en el rostro de su amiga.
Santino había sido despedido de su trabajo seis meses atrás. Se había estado quedando en la casa de Rhonda y usando su dinero para pagar sus gastos. Rhonda sintió que la bilis subía por su garganta. ¡Cómo se atrevía a usar su dinero para comprarle un anillo a otra mujer!
Pero Rhonda no era una pusilánime.
Corrió, arrancó el anillo de la mano de Cristina y se lo entregó a la vendedora.
"Lo siento, quiero devolver esto", dijo.
"¿Qué diablos estás haciendo? Acabamos de comprar este anillo. ¿Con qué derecho quieres devolverlo?", exclamó Cristina.
Rhonda perdió el control. Solo la miró y le dio una bofetada.
"¿Qué estás haciendo?", gritó Santino, que regresaba de la caja. Enseguida abrazó a Cristina de manera protectora.
"¿Cuál es tu problema? Solo gasté unos dólares de tu cuenta. ¿No te da vergüenza ser tan tacaña?", dijo mientras la miraba con evidente disgusto.
Rhonda lo miró incrédula mientras la traición, la furia y la humillación bullían en su interior.
"¡Tienes una relación con mi amiga y gastaste el dinero que tanto me costó ganar para comprarle una joya a ella! ¿Y me preguntas si no me avergüenzo de mí misma?".
"Sí, estoy con Cristina. ¿Qué vas a hacer? Solo mírate", dijo con la nariz arrugada de disgusto. "¡Ningún hombre te amará!".
Rhonda había estado ahorrando cada centavo durante los últimos seis meses para ayudar a su novio. Había dejado de comprarse ropa nueva y productos para cuidar su piel. Vestía ropa gastada y su piel había perdido su brillo, pero, a pesar de todos los sacrificios que hizo por él, ahora le pagaba con traición y dolor.
Mientras tanto, muchas personas curiosas comenzaron a agolparse a su alrededor. Con un gesto enojado, Santino le arrojó en la cara el recibo de compra y la tarjeta de crédito.
"¡Aquí tienes! ¡Tómalo! Es evidente que lo único que te importa es el dinero. ¡Ya he tenido suficiente de ti!".
Rhonda sintió dolor cuando la tarjeta rozó su rostro, pero no fue nada comparado con el dolor en su corazón.
"Una mujer como tú solo puede terminar muriendo sola. Ningún hombre puede soportarte". Dicho esto, Santino salió del centro comercial con Cristina de la mano.
Rhonda levantó la tarjeta y el recibo del piso, completó el procedimiento de reembolso y regresó directamente a casa.
El apartamento tenía dos dormitorios y habían estado viviendo en habitaciones separadas todo este tiempo.
Rhonda había creído que Santino era un caballero que la respetaba, pero pensándolo bien, se dio cuenta de que era ridículo.
Enseguida comenzó a empacar las cosas de Santino. Estaba decidida a echarlo hoy mismo.
Enfadada, tiró de las sábanas de la cama solo para encontrarse con dos condones usados. Parecían recientes.
Lo último que quedaba de amor y admiración por su novio se desvaneció en un instante.
Empacó todas sus pertenencias y las tiró fuera de la puerta.
En ese momento, Santino regresó al apartamento con Cristina.
Se puso furioso cuando vio todo amontonado en el suelo, junto a la puerta.
"¿Estás loca? ¿Cómo te atreves a tocar mis cosas?".
Rhonda lo ignoró y se sentó en el sofá de la sala. Antes, pensaba que Santino era el hombre más guapo del mundo, pero ahora, de solo verlo se sentía asqueada.
"Regresaste justo a tiempo. ¡Dame la llave y no vuelvas a poner tu sucio pie en mi casa!".
"Te pregunto de nuevo, ¿estás loca? Antes, pagaba el alquiler. ¿Cómo puedes pedirme que me mude?", rugió el hombre.
"Tienes razón. ¡Antes pagabas el alquiler!", escupió Rhonda, enfatizando la palabra 'antes'. "¿Y el alquiler de los últimos seis meses? ¿Y los gastos de manutención de los últimos dos años y medio? ¿Pagaste eso?".
Rhonda lo fulminó con la mirada y respiró hondo para calmarse.
Santino se sintió avergonzado al ver que muchos vecinos se habían reunido a su alrededor y chismorreaban sobre él. Quería resolver esta situación primero.
"¡Rhonda, todo lo que te importa es el dinero! Seis meses de alquiler es como máximo veinte o treinta mil dólares. Eso es justo lo que gano en dos meses. En cuanto encuentre trabajo, te devolveré el alquiler".
"No necesitas esperar hasta que encuentres un trabajo. Podemos darle el dinero ya mismo". Cristina sacó su teléfono y se acercó a Rhonda. "Te propongo un trato. Te devolveré el alquiler de seis meses, pero debes mudarte hoy".
Cristina calculó que el alquiler era pan comido en comparación con todo lo que Rhonda había gastado en Santino en estos dos años. Además, creyó que él le estaría agradecido de por vida si pagaba ese dinero ahora.
Santino se había graduado de una prestigiosa universidad y tenía un futuro prometedor. En el pasado, llegó a ganar treinta mil dólares al mes.
Al ver que Rhonda asentía satisfecha, Cristina le transfirió el dinero de inmediato.
Luego le señaló la puerta. "¡Date prisa! ¡Empaca todas tus cosas y vete!".
"No hay apuro", dijo Rhonda con calma. Enseguida se dio la vuelta y sacó un documento.
"Lee esto con cuidado", dijo y le extendió una escritura. Decía claramente que Rhonda Horton era la única propietaria.
"Soy dueña de este apartamento y no quiero alquilárselo".
"¡Rhonda, me has estafado!", estalló Santino en un ataque de ira. "¡Eres dueña de este apartamento, pero me hiciste pagar el alquiler todos estos años!".
"Estabas viviendo en mi casa. ¿No deberías pagar renta?", contestó encogiéndose de hombros con inocencia.
"¡Eres una bruja traicionera! Te subestimé", gruñó Santino, señalándola con el dedo.
"¡Eres despreciable!", exclamó Cristina. Se lamentaba de haber gastado el dinero en vano. ¡Además, ahora Santino no tenía dónde vivir!
"¡Oh, por favor! ¡No soy nada comparada contigo!".
Rhonda se paró en la puerta y ordenó: "¡Toma tus cosas y sal de mi casa!".
Cristina no estaba dispuesta a admitir la derrota, pero cuando Santino se dio cuenta de que se estaban reuniendo más vecinos para presenciar lo que estaba sucediendo, la arrastró apresuradamente.
Antes de irse, se volvió a mirar a Rhonda mientras pensaba en cómo quitarle el apartamento pronto.
Después de ahuyentar con éxito al dúo, Rhonda se apoyó contra la pared y suspiró cansada.
Lo único que pensaba en ese momento era en que ya no tendría que trabajar a medio tiempo para mantener a Santino.
En ese momento, sonó su teléfono. Lo sacó y vio que era una llamada de su hermano menor.
"Rhonda, a la abuela le han diagnosticado cáncer y la cirugía costará quinientos mil dólares. No tengo todo ese dinero. Yo...". Su hermano estalló en sollozos.