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Neblina: Año Cero

Neblina: Año Cero

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Acerca de

Luego de que la Neblina llegara a cada rincón del mundo, los adolescentes cayeron en coma sin una explicación aparente. Luego de despertar se enteraron que ahora en sus cuerpos hay mutaciones y ahora tienen habilidades extrañas. Las Naciones Unidas por su parte deciden investigar el incidente y ponen al doctor Malcolm Gein, considerado por muchos en la comunidad médica como el mejor médico del mundo. Sin embargo, el doctor Gein oculta algo que podría matar a mucha gente o enseñarle al mundo lo que pasa cuando la maldad encuentra vía libre en una mente brillante dotada de gran poder.

Capítulo 1 La Neblina

Otro día más, el sol sale del horizonte iluminando las calles de una ciudad que está podrida, en un país aún más podrido, posado sobre un mundo podrido hasta la medula. Un joven muchacho de 16 años se levanta como siempre, él no es como los demás, él puede ver lo que los demás niegan cada día, él ve lo podrido de su mundo. Se levanta para ir a la escuela, lava su cara, desayuna, cepilla sus dientes, se viste y toda esa rutina común, para la mayoría, para él solo marcaba el comienzo de otro día en este podrido mundo.

Su madre era una buena persona, pero que no lo entendía del todo, su padre había muerto después de una dura batalla contra el cáncer pulmonar cuando él tenía solo tres años y medio, no podía recordar como era su rostro y apenas recordaba su voz, no sabía casi nada de su padre o cómo fue su vida con su madre cuando estaba embarazada y tampoco le importaba mucho, no quería saber nada del pasado solo quería enfocarse en el presente y en mirar hacia el futuro.

Se fue solo a su escuela, su madre era profesora de una escuela financiada por el gobierno, lo cual era a veces un fastidio para él, porque las personas con poder o involucradas con el gobierno lo enfurecían. Cuando esas personas dicen que quieren ayudar a otros, la mayoría de las veces es pura hipocresía, esos hombres y mujeres colaboraban con los criminales que juraron atrapar, aceptando sobornos, ayudándoles a cometer delitos, pagándoles por matar, incluso entregándoles a personas inocentes como si fueran simple mercancía, esto solo provocaba que el índice de delitos en todo el país aumentara con cada día que pasaba, sobre todo en los estados pequeños, él vivía en uno de esos estados por lo que ya era algo normal escuchar de asesinatos, violaciones, robos, crímenes racistas u homofóbicos, pedofilia, tráfico humano y una lista que solo seguía en aumento. Washington D.C. estaba podrido y el resto del país no estaba mejor, tal era la situación que muchas personas se fueron con algunos familiares que tenían en el extranjero, pero el mundo era un sitio aún peor, lleno de crímenes peores, el tráfico de personas y el crimen organizado, solo eran algunos ejemplos de la situación del mundo en el que se encontraba y del que no había salida, muchos dirían que es una suerte no sufrir, no ser la víctima, pero para John Reisler solo marca más su punto de vista, él vivía en un vecindario de clase media alta, gozaba de muchas comodidades y lujos, pero a él no le importaban esas cosas, él quería que todas las personas honradas del mundo pudieran gozar de lo mismo, pero sabía que eso era imposible.

Al llegar se encontró con varios muchachos en uniformes; camino en silencio y subió a su salón, se sentó y empezó a escuchar algo de música, él no escuchaba la típica música de adolescentes, más bien escuchaba una música diferente, una melodía algo melancólica, una letra que te hacía reflexionar y un mensaje que llegaba hasta lo más profundo de su alma, el matón de la escuela, Wilson Church, y su pandilla de imbéciles descerebrados lo molestaban por escuchar esa música. Marica, gay, estúpido, fracasado; entre otros más insultos eran los que se escuchaban todos los días en sus clases ¿Por qué? ¿Por qué siempre tenían que molestarlo solo por ser diferente? Nunca supo por qué lo hacían, pero con el tiempo había conseguido acostumbrarse a los insultos que salían de la boca de todos aquellos ignorantes. Su canción favorita era una que hablaba de la soledad, se sentía identificado con ella, a veces incluso sentía que la canción hablaba de él, su vida era muy solitaria, casi no tenía amigos y los pocos que tenía a veces eran unos tontos, pero él sabía que es mejor estar rodeado de gente estúpida pero sincera que estar rodeado por idiotas inteligentes; como todo chico de su edad estaba enamorado de una joven de su salón, pero nunca podía hablarle, ya que por sus estudios casi no tenía tiempo y las amigas de la chica siempre la alejaban de él, no era apropósito, pero le resultaba incomodo tener esa carga en el pecho, su vida era solitaria y su mundo estaba podrido ¿Qué más podía empeorar?

Ese día parecía ser un poco diferente, había algo que le daba un mal presentimiento, pero no sabía que era; entonces un muchacho que conocía muy bien se le acerca y lo saluda:

- Hola, John

- Mike – Contesta con algo de indiferencia.

- Viejo no sé por qué, pero algo me da mala espina – Dice un poco distraído.

- ¿Cómo? ¿Tú también? – Pregunta John sorprendido.

- Si – Contesta un poco más serio – Y por lo que veo no somos los únicos – Dice mientras voltea la cabeza mirando al resto de la clase.

- ¿Qué quieres decir? – Pregunta John mientras trata de averiguar a qué se refiere su amigo.

- ¿No crees que el salón está un poco más callado de lo normal? – Preguntó Mike mientras escaneaba el salón con la mirada.

John estaba confundido, pero en efecto Mike tenía razón, normalmente cuando no había ningún maestro el salón, como en ese momento, se volvía una fiesta sin decoración, se la pasaban gritando, jugando, y demás cosas que sus compañeros hacían para matar el rato, y para quedarse sordos en el proceso, pero ese día parecía más tranquilo de lo usual, incluso los más problemáticos estaban tranquilos en sus asientos, hablando con quienes tenían al lado:

- No puedo creer que lo notaras – Dijo John finalmente con genuino asombro.

- Cuando creces con un detective privado aprendes ciertas cosas – Responde Mike con orgullo y algo de vanidad.

La verdad era que Mike era uno de los chicos más listos de la escuela, sacando casi siempre las mejores notas, hasta donde John sabía su nota más baja había sido una B+, pero la mayoría de las veces sacaba A, además de siempre ganarle a casi toda la escuela en ajedrez:

- Como sea – Dijo John – Tal vez sea mejor así, está más tranquilo y no tendré a ese idiota de Wilson molestándome a cada maldito segundo – Continua con rabia en su voz.

- Si, en serio ¿Qué problema tiene contigo? – Pregunta Mike con curiosidad.

- Solo es un idiota de mierda – Responde John con desdén.

- Aun así me sorprende lo calmado que está todo, creo que hasta me asusta – Dice Mike mientras se ríe entre dientes.

- En eso tienes razón – Responde John, también riéndose entre dientes.

Pasaron las clases, pero las cosas parecían algo extrañas, algunos estudiantes que solían interrumpir la clase para molestar a los "perdedores" se mantuvieron tranquilos y escucharon atentamente a los maestros, pero John tenía una sensación extraña alrededor de su cuerpo, sentía más calor del que realmente hacía, sin mencionar esa sensación como de un nudo en el estómago que lo tenía con los nervios a flor de piel, pero no era el único, Jessica, la chica que lo tenía en las nubes, se frotaba las sienes y la frente como si tuviera una fuerte migraña, y Mike no paraba de rascarse los brazos como si de pronto una colonia de hormigas estuvieran caminándole encima, hasta estaba usando un lápiz para rascarse, de pronto John dejó de sentir calor y el nudo en el estómago se fue tan repentinamente como apareció, trató de prestar atención a la clase, pero algo seguía preocupándolo. Ya en el descanso las cosas eran todavía más raras, todos los estudiantes parecían nerviosos, pero ¿de qué?, Mike y John se sentaron a conversar en una banca ubicada en un lugar apartado del patio:

- Viejo, de verdad pasa algo muy raro – Dijo Mike mientras se sentaba – Están más nerviosos que mi papá cuando se toma diez tazas de café – Bromea Mike con algo de nerviosismo.

- Tienes razón – Responde John fríamente – Hasta me pone los pelos de punta.

- Mírale el lado bueno – Dice Mike con un poco más de energía – Wilson y su pandilla de idiotas no te han hablado en toda la mañana.

- Me preocupa más lo que le pasa a todos – Contesta John fríamente.

- Sí, sobre todo a Jessica ¿no? – Se burla Mike.

- Cállate – Responde John mientras su cara se vuelve roja.

- Sea como sea, me pregunto ¿Por qué solo nos afecta a los estudiantes? – Continúa Mike con seriedad.

- ¿Qué quieres decir? – Pregunta John confundido.

- Los maestros no parecían diferentes – Responde Mike con seriedad – Actuaban de forma normal no parecían nerviosos o preocupados.

- Mike, lamento decirte esto, pero... – Le dice mientras le pone la mano en el hombro y luego le da un golpe suave detrás de la cabeza – Son "adultos", ellos siempre están preocupados por algo, pero saben cómo ocultarlo de los demás – Sentencia John mofándose.

- Eso lo sé viejo, pero parece como si...

Antes de que Mike pudiera terminar alguien se paró enfrente de ellos:

- Vaya ¿Cómo le va pareja de novios más estúpidos? – Dijo la figura mientras John y Mike levantaban la mirada.

- ¡Lárgate Wilson! – Le grita John.

- Ah, miren, está defendiendo a su novio – Responde Wilson burlándose, mientras unas pequeñas risas resonaban por atrás de él.

- ¡Vete a la mierda! – Le grita John con ira mientras se para de golpe y lo mira a los ojos.

- ¿Qué vas a hacer? ¿Golpearme? No tienes las pelotas para hacerlo – Responde Wilson con un tono desafiante.

- ¿Quieres apostar? – Contesta John furioso.

Antes de que alguno de ellos pudiera lanzar el primer golpe se escucha un fuerte grito:

- ¡CORRAN!

- ¡ABRAN LA MALDITA PUERTA!

- ¡DÉJENNOS SALIR!

John, Mike, Wilson y sus matones fueron a ver qué ocurría, cuando llegaron vieron a una multitud de estudiantes tratando de salir del edificio, se notaba la desesperación en sus rostros, pero ¿Por qué estaban desesperados? ¿Qué estaba pasando? John vio que Jessica estaba reunida con otras estudiantes en un lugar apartado, fue corriendo al lugar y se acercó a ella:

- ¡JESSICA!

- Algo se acerca – Responde Jessica con miedo, ni siquiera lo miró.

- ¿Qué? – Pregunta John con desesperación, no se dio cuenta de que había agarrado a Jessica por los hombros.

Jessica no dijo nada solo bajo la cabeza y apunto hacia la montaña que estaba en el horizonte que debía reflejar el ascenso del sol durante la mañana, pero la gran estrella dorada estaba cubierta por una gran nube de color purpura que se dirigía hacia su escuela, cuando John volvió a mirar la cara de Jessica vio una lágrima deslizándose por su mejilla reflejando el auténtico terror, John finalmente lo entendió y se fue corriendo hacia la multitud, Mike, Wilson y todos los demás lo siguieron y se abrieron camino a base de empujones:

- ¡ABRAN LA PUERTA!

Sus gritos se ahogaron entre los muchos más que salían de las bocas de todos los estudiantes de entre la multitud, John cada vez se esforzaba más para pasar entre aquel tumulto de estudiantes desesperados. Mientras que la niebla devoraba todo a su paso, no se detenía, era como un tsunami que arrasaba con todo en su camino y no parecía querer frenar. John se desesperaba cada vez más a medida que pasaba a través de los empujones y jalones de la multitud de estudiantes cada vez más desesperados, mientras la niebla se acercaba cada vez más y más.

Los segundos pasaban lentamente, la desesperación se clavaba en el aire, se podía oler, sentir; saborear, los estudiantes se desesperaban como cerdos en el matadero, pero era inútil, las puertas de aquel edificio eran de metal y los maestros por alguna razón estaban bloqueando la salida y no decían nada, se mantenían callados y solo emitían gemidos de esfuerzo mientras empujaban la puerta manteniéndola cerrada, ahora eso no era una puerta sino un muro, un muro imposible de derribar. Después de unos segundos casi eternos John escucho una voz que le gritaba:

- ¡HÁGANSE A UN LADO!

John miro hacia atrás y vio que Mike, Wilson y los matones de este último estaban corriendo hacia a él con una de las muchas bancas que estaban en el patio y estaban usándola como un ariete y sus intenciones eran obvias. John se hizo a un lado justo a tiempo, los demás estudiantes hicieron lo mismo, dejando el camino libre para que el ariete golpeara la puerta, el sonido del metal de la puerta contra el metal de la banca fue ensordecedor, la fuerza con la que el ariete golpeo la puerta era sobrehumana, la fuerza del golpe fue tal que la puerta se abrió de golpe y cuatro de hombres adultos cayeron de espaldas al piso. Los estudiantes salieron corriendo en una estampida desenfrenada buscando escapar de aquella nube purpura, pero ya era muy tarde. La nube se posó sobre todos en esa calle, maestros, transeúntes, niños, estudiantes, de pronto todos los muchachos comenzaron a toser, algunos hasta vomitaron, los jóvenes se quedaban sin aire, tosían y el aire no llagaba a sus pulmones, cuando algo más comenzó a suceder, gritos, los gritos invadían toda la calle, el dolor, era el dolor de los cuerpos que se retorcían y se quedaban sin aire, John cayó de rodillas al suelo, agarrándose la garganta tosiendo, buscaba el aire que tanto le faltaba, pero era inútil, no había aire, alzo su mirada y miro a los maestros asustados <<¿Qué está pasando? ¿Por qué solo a nosotros?>> pensaba John mientras miraba a sus maestros quienes no estaban sufriendo lo mismo que ellos, sus maestros aún podían respirar. John hizo lo imposible para mantenerse de rodillas en el suelo, pero fue inútil, cayó en el suelo boca abajo. No entendía nada, no tenía sentido, <<¿Por qué solo a los estudiantes?>> Este pensamiento se volvía a cruzar en su cabeza, pero su mente y su cuerpo no pudieron más, lo último que vio fue a su maestra de matemáticas mirando los cuerpos de Jessica y Mike tirados en el suelo, luego todo se volvió negro.

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