PRÓLOGO
Cuando desperté, vi a la humanidad tal cual era, como mis protectores decían, a pesar de las décadas, ya no importaban las mentiras.
Al final, solo importaba una cosa, todo lo que creía conocer era una mentira.
El tiempo era lo de menos, Mitkel y Keila, quienes habían cuidado de mí, me hacía sentir que estaba en deuda con ellos, aunque eso no les exonera de sus errores, de todas sus promesas rotas.
El tiempo no podría borrar mi terrible realidad, no hace unas horas atrás estaba dispuesta a entregarle mi vida a un ser que amaba y me amaba también, Israel me llevó por un camino construido por las mismas mentiras o eso creía yo.
Y quizá no solo fue mi decisión terminar como estoy ahora, rodeada del viento helado, sintiendo el frío metal apretando mis muñecas, ese frío invernal que recorre mi columna erizándo el bello de la piel sintiendo ese llamado.
Todo lo demás dejaba de tener valor, no importaba por cuánto tiempo intentaron protegerme, no podía escapar, nada podría mantenerme a salvo, ni quienes intentaron apartarme de la humanidad, ni Israel que se involucró en sus mentiras, ya no podría esconderme más.
Cuando desperté. Al final. La realidad. Reclamo por mí. Y yo la abrace como a la luz en mi pecho.