Mientras la ciudad de Ecatin cobraba vida bajo el cielo vespertino, Emma Cooper abordó su vuelo para volver a casa después de tres agotadores meses de filmación.
El viaje de cuatro horas se sintió eterno, pero finalmente el avión aterrizó.
Mientras la ciudad de Ecatin cobraba vida bajo el cielo vespertino, Emma Cooper abordó su vuelo para volver a casa después de tres agotadores meses de filmación.
El viaje de cuatro horas se sintió eterno, pero finalmente el avión aterrizó.
Una vez que tomó su maleta, la chica se dirigió hacia la salida, esperando ser recogida por un auto de la empresa, pero en el instante que las puertas se abrieron, vio una figura familiar; se trataba de Edwin Reid, quien desde hacía mucho tiempo trabajaba como el chofer particular de la familia Jenner. Él estaba de pie junto a un elegante Rolls-Royce negro, esperando con una postura rígida y respetuosa.
Arrastrando su maleta, Emma se acercó. El chófer de inmediato caminó hacia ella, tomó su maleta y le abrió la puerta del auto sin dirigirle una sola palabra.
Dentro, un hombre estaba sentado en silencio; su presencia era fría pero imponente, ataviado en un traje negro hecho a la medida. Con su rostro cincelado y desprovisto de cualquier expresión, él no levantó la vista y tampoco la miró de reojo.
Era Ricky Jenner, su marido desde hacía dos años. Su aparición inesperada la tomó por sorpresa, aunque la chica rápidamente recordó por qué estaba allí; hoy era el día en que finalizaba el acuerdo que ambos hicieron, por lo que tenía sentido que estuviera allí.
Emma se deslizó dentro del auto y procuró mantenerse lo más alejada posible de él, creando un espacio tan silencioso y tenso como siempre.
Durante dos años, Ricky se lo dejó bien en claro: no la quería cerca. Sin embargo, esta noche era la primera ocasión en la que iban sentados con tanta proximidad, una cercanía que les resultaba bastante inusual.
El leve aroma de la colonia del hombre flotaba entre ambos, familiar pero distante, propia de alguien como Ricky.
Edwin colocó silenciosamente el equipaje dentro del maletero y luego tomó asiento detrás del volante. A medida que el vehículo se alejaba del aeropuerto, el silencio en el interior se volvía sofocante.
La expresión de Ricky permaneció tan fría y distante como siempre, con su presencia proyectando un aura sombría que se extendía por todo el espacio. En cuanto a Emma, su corazón se aceleró y cada respiración llegaba en oleadas superficiales e inquietas.
Veinte minutos después, el Rolls-Royce se detuvo frente a la gran propiedad de la familia Jenner. Antes de que la chica pudiera ordenar sus pensamientos, el mayordomo salió corriendo, abriendo rápidamente la puerta. Ricky fue el primero en salir, avanzando hacia la residencia dando largas zancadas sin tomarse la molestia de mirarla una sola vez. "Vamos al estudio", murmuró con un tono cortante y sin disminuir el ritmo.
Emma se sintió nerviosa durante todo el viaje, consciente de la razón por la que la habían hecho venir aquí. En el momento que puso un pie dentro del estudio, vio a Ricky sacar una pila de papeles del cajón del escritorio, los cuales arrojó frente a ella.
"Vamos a divorciarnos", anunció.
El corazón de Emma se retorció dolorosamente en su pecho, pero logró mantener la compostura.
Ella había amado a este hombre durante diez años e incluso llevó el título de señora Jenner, pero nada de eso sirvió para acercarla más a su corazón; su cuerpo, su alma, nada de él le perteneció jamás.
"Parece que Nicola ya tiene edad suficiente para casarse, ¿verdad?", comentó Emma con una voz temblorosa a pesar de haberse esforzado por mantenerla firme.
La frente de Ricky se arrugó ligeramente y un destello de impaciencia cruzó por sus rasgos afilados. Sin tomarse la molestia de responderle, inmediatamente extendió el bolígrafo hacia ella, un gesto cargado de una demanda silenciosa.
La chica forzó una sonrisa, pero se sintió más como una grieta en su máscara estoica. Sin su maquillaje habitual, sus labios lucían pálidos y su rostro estaba desprovisto de vida; el agotamiento era palpable.
"Solo firma el documento", le ordenó Ricky en un tono firme y sin emoción.
Tras tomar el bolígrafo y, sin echar un vistazo al contenido del documento, Emma pasó a la última página y firmó con su nombre; el acto parecía definitivo y, al mismo tiempo, vacío.
Mientras dejaba el bolígrafo, ella miró al hombre que tenía enfrente. Sus ojos, tan impactantes como siempre, la atravesaban con un distanciamiento gélido que le provocó un escalofrío; era como si estuviera mirando a una desconocida y no a su esposa.
"Ya es tarde, así que podré mudarme mañana, ¿te parece bien?", preguntó Emma con voz frágil y sonrisa tensa, buscando en el rostro de Ricky alguna pizca de calidez. Sin embargo, la respuesta del hombre fue rápida y contundente, destrozando cualquier esperanza: "Edwin te llevará a un hotel".
¿Realmente pretendía enviarla lejos en ese preciso momento? ¿Ni siquiera iba a tener la amabilidad de permitirle pasar una última noche bajo este techo?
La sonrisa forzada de Emma vaciló y luego desapareció por completo. El silencio entre ambos se prolongó, haciéndose cada vez más sofocante. Sus miradas se cruzaron por un fugaz instante antes de que ella se diera la vuelta, con su corazón endureciéndose con cada paso que daba para salir de la habitación.
Una vez en su dormitorio, tomó la maleta que ni siquiera había tenido oportunidad de abrir. Mientras llevaba la maleta escaleras abajo, algunas sirvientas le ofrecieron su ayuda, pero ella las despidió con un gesto, esbozando una sonrisa cargada de fatiga: "Gracias, pero puedo llevarla sola".
Las mujeres intercambiaron miradas impotentes y permanecieron calladas mientras la observaban acercarse a la puerta.
Durante los dos años que vivió en esa casa, Emma se encariñó con la gente que trabajaba allí; todos, excepto Ricky, le correspondieron con la misma calidez. Una punzada de dolor la invadió, pero después de soportar dos años de aislamiento emocional, ya no tenía fuerzas para luchar.
Esta etapa de su vida había llegado a su fin; era hora de seguir con su vida y tomar su propio camino.
A pesar del dolor abrasador que le desgarraba el pecho, Emma no derramó ni una sola lágrima; era una muestra de lo bien que había aprendido a ocultar sus emociones. Mientras se deslizaba en el asiento trasero del auto, se obligó a parecer serena. Edwin manejó a través de las calles de la ciudad y la dejó en un hotel de cinco estrellas; sin dirigirle una sola palabra, se marchó.
Una vez dentro, la chica se registró y encendió su celular, el cual llevaba apagado varias horas; fue hasta ahí que descubrió que tenía una llamada perdida de su padre, Colby Cooper.
Ella inhaló profundamente, preparándose mientras marcaba su número; la persona al otro extremo de la línea contestó casi de inmediato.
"Emma, el estado de Nicola ha empeorado", le dijo con una voz ronca, agobiado por el cansancio y la preocupación.
El corazón de la chica dio un vuelco. "¿Qué? ¿Cuándo sucedió esto?".
"Desde hace aproximadamente una semana".
"¿Por qué no me lo dijiste antes?", le preguntó a su padre.
"Sabía que estabas ocupada con el rodaje. No quería que esta noticia fuera una carga para ti", explicó Colby.
Emma hizo una pausa, provocando que el silencio entre ellos se tornara más pesado. Su mente se remontó a dos años atrás, cuando donó su médula ósea para salvar a su media hermana. Gracias a esto, de inmediato supo por qué llamaba su padre.
"¿Ahora qué necesitas que haga?", le preguntó con una voz firme pero resignada.
"No te preocupes, ya no es necesario que hagas algo. Ricky ya se encargó de todo. Trajo a los mejores médicos y el hospital ha encontrado en el registro un donante de médula ósea compatible con Nicola. Solo queremos que nos visites en cuanto puedas", explicó Colby.
Emma permaneció callada mientras algo dentro de su pecho se estrujaba dolorosamente.
Al percibir su vacilación, Colby le dio el número de la habitación de Nicola y la instó a visitarla pronto, mencionando lo mucho que su media hermana la extrañaba.
Con un dolor agudo atravesando el corazón de la chica, logró pronunciar 'está bien' antes de finalizar abruptamente la llamada, incapaz de escuchar más.
Esa noche se sintió eterna; ella no dejaba de dar de vueltas en la desconocida cama del hotel, con su mente acelerándose con toda clase de pensamientos. A las dos de la madrugada, se dio por vencida y pidió una botella de vino tinto; bebió la mayor parte del contenido antes de finalmente caer en un sueño agitado.
A la mañana siguiente, cerca del mediodía, Emma se despertó sobresaltada cuando sonó su celular. La voz de su agente en el otro extremo llegó en un tono rápido y urgente; quería hablarle sobre la idea de unirse a un popular reality show que se filmaría en una zona rural, donde la mayoría de los participantes llegaban a ganar una gran popularidad.
"No me interesa. Necesito tomarme un descanso", respondió ella, con la voz aturdida por el cansancio.
Su agente replicó, visiblemente frustrada: "¿Vas a descansar? ¿Crees que puedes tomarte un descanso cada que te apetezca? Has estado en esta industria durante tres años, rechazando filmar escenas íntimas, negándote a participar en reality shows y evitando cualquier truco publicitario con celebridades masculinas. ¡La empresa ha hecho todo lo posible para complacerte! ¿Y cómo nos lo agradeces?". La voz de la mujer se hizo más aguda: "Han pasado tres años y todavía te falta ambición. Si continúas así, tu carrera estará acabada muy pronto".
"Bueno, entonces que así sea".
"Pero Emma, ¿qué...?".
La voz de la agente se cortó cuando Emma finalizó la llamada sin dudarlo. La frustración hervía en su interior, pero no se detuvo a pensar en ello; se dirigió directamente al baño, ignorando el incesante zumbido de su celular.
Después de una larga ducha, con la cual pudo sentirse un poco más lúcida, decidió comunicarse con Jenifer Howard, una amiga cercana a quien no había visto durante bastante tiempo. La chica le preguntó si podía quedarse en su casa por unos días; su amiga se emocionó y aceptó de inmediato, yendo a recogerla al hotel casi de inmediato.
Una vez instalada en casa de Jenifer, Emma desempacó sus cosas y compartió una comida tranquila con ella; luego, esa misma tarde, se dirigió al Hospital Ecatin.
De pie afuera de la sala de Nicola, observó a través del cristal cómo la cuidadora intentaba alimentar a la paciente. Nicola, frágil y pálida, solo pudo dar unos cuantos bocados antes de empezar a vomitar. La escena hizo que el pecho de Emma se retorciera con un dolor que no podía expresar con palabras.
Nicola era su media hermana, cinco años más joven y actualmente apenas tenía veinte años. En su infancia eran inseparables, con Nicola siempre admirándola y siguiéndola a todas partes, pero todo cambió cuando ambas se enamoraron de Ricky.
Dos años atrás, cuando le diagnosticaron leucemia por primera vez, el hombre se preocupó mucho. Debido a este suceso, Emma se dio cuenta de la dura realidad: Ricky no la amaba. Su corazón pertenecía a Nicola.
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