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Skyscraper © - Parte III

Skyscraper © - Parte III

img Romance
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Acerca de

Parte III del primer libro de la duología ''Skyplaces''. Skyscraper - Parte III La ciudad de Nueva York: la Gran Manzana. Una ciudad donde los sueños y pesadillas se hacen realidad, pero esto puede variar. Valet Boone simplemente busca un sueño en la ciudad más poblada de Estados Unidos. Es por eso que dentro de esta ciudad su curiosidad hace un favor a su objetivo de ser una gran periodista. La incertidumbre y el misterio han sido aquellos títulos que siempre ha tratado de desmantelar cueste lo que cueste. Nathaniel Vaughan busca sobrevivir. Siendo uno de los mejores apostadores en la ciudad también es la pesadilla de muchos hombres que deciden jugar y piensan poder ganar. Siempre tiene un as bajo la manga y su astucia dentro del juego lo ha hecho vivir una vida de lujos dependiendo de sí mismo y de nadie más. Haciendo perder fortunas a hombres de poder, también oculta un misterio en su vida que alguien decidirá resolver. Sin olvidar lo guapo, encantador, apuesto y cierto peligro de por medio que puede llegar a poseer. La atracción que siente por Valet al momento de verla en aquel café aquella noche fría en 86th Street, no lo detiene hasta saber más de ella quizá hasta llegar al punto de ponerla en manos de alguien que puede destruirlo a él, metiéndola al mundo oscuro del que él vive. Y al ambos caer en un mutuo encanto, juntos tienen que enfrentar sus miedos, revelar sus secretos y ser fuertes para que el mundo de Nathaniel no termine con ellos. Todos los derechos reservados. ® Queda estrictamente prohibida cualquier copia o adaptación.

Capítulo 1 VALET

Desperté en un cuarto blanco. La luz del día traspasaba por los cristales de las ventanas que había a unos cuantos metros de donde yo estaba. Estaba recostada sobre una cama. Una camilla. Cubierta con una sábana azul muy claro. Quise mover mis piernas pero al intentarlo una en específico resultó pesarme que siquiera pude moverla del todo. Me dolió, gruñí arrepintiéndome al instante.

-Hey, no te muevas -escuché esa voz y al girar mi rostro vi a Nathaniel levantándose de un sofá que había en la esquina de aquella habitación. Caminó hasta donde yo estaba-. ¿Cómo te sientes?

Le miré por unos segundos, pestañeando y asegurándome de que fuera real lo que estaba pasando. Volví a mirar al frente, las ventanas, mis piernas y después de nuevo a Nate.

-Me duele la pierna -dije sin pensar.

Hizo una mueca y se acercó cruzándose de brazos.

-No intentes moverla, no tendrás que hacerlo en mucho tiempo -dijo apoyando una de sus manos en el respaldo de la camilla.

-¿Por qué? -pregunté mirándole con el ceño fruncido.

Me miró por unos segundos, apretó los labios como si quisiese darme tiempo a prepararme por lo que iba a decir.

-Probablemente no te vaya a gustar lo que voy a decir -dijo antes y después soltó un suspiro-. Te has roto la pierna derecha y tendrás que usar un yeso hasta que mejore.

-¡¿Qué?! -casi grité sin creerlo y de inmediato traté de incorporarme.

-Hey, quédate así -me dijo pero no le hice caso.

-¿Me he roto la pierna? -pregunté incorporándome con la ayuda de mis brazos pero luego sentí los de Nate ayudarme acomodando las almohadas detrás de mí.

Me deshice de las mantas descubriendo mi cuerpo. En efecto. Mi pierna derecha estaba cubierta por un yeso. Casi grito horrorizada. Llevaba una bata de hospital que me cubría hasta los muslos y en las piernas pequeños y leves moretones que para mañana seguro se verían terribles.

Pero en ese momento un pequeño flashback vino a mi mente. Justo el momento en el que grité en el auto antes de que perdiera la conciencia.

-Thiago -dije mirando mi pierna y después a Nate-. ¿Dónde está? ¿Está bien? -pregunté acelerada.

Se quedó callado. Me miró serio relamiendo sus labios y después mirando a otra parte por unos segundos. Pareció estar pensando con detenimiento las palabras exactas que iban a salir de su boca. Esos gestos me hicieron ponerme nerviosa y tratar de no pensar en lo peor.

-Está estable -dijo mirándome mientas notaba como tensaba la mandíbula haciendo más notoria aquella línea fina.

-Estás mintiendo -dije de inmediato.

Su silencio casi me hace entrar en pánico. Sus ojos me decían todo lo que me daba miedo que saliera de su boca.

-Quiero verlo -dije tratando de salir de la camilla.

-Estás loca, no puedes moverte -dijo deteniéndome, haciendo que volviera a la antigua posición en la camilla.

-Necesito verlo -dije casi al borde del colapso.

-Valet, escúchame -tomó mi rostro entre sus grandes manos haciendo que lo mirara-. Tuviste un accidente, te has roto la pierna porque saliste disparada del auto por no traer el maldito cinturón y por un momento pensaron que tenías hemorragia interna en la cabeza. Necesitas quedarte aquí y reposar todo lo que los doctores consideren hasta estar seguros de que no tienes nada más grave por lo que preocuparse. Thiago está en observación, ha perdido mucha sangre porque cuando el auto se volteó él estuvo dentro, pero están haciendo todo lo que pueden para que mejore. No me han dicho más porque no soy ni cercano ni familiar de él pero si te quedas aquí quieta te prometo que iré a investigar cómo está.

Probablemente las últimas palabras de él eran la únicas en las que no debí de haberme enfocado del tanto. Casi me echo a llorar cuando empezó a decir todo lo de Thiago, pero aquello último me hizo preguntarme, ¿qué había dicho para que le dejaran estar conmigo en esa habitación?

-Tú no eres familiar mío -dije mirándole atenta en espera de sus palabras.

De pronto sonrió, y mis manos quisieron subir a su rostro para tocarle los hoyuelos que se formaban en sus mejillas. Me encantaban.

-Pero eres mi chica -repuso y sentí mi corazón hincharse.

Oh Dios, acababa de decir que soy su chica. Nathaniel acababa de decir que era su chica. No sé si mi cara le había dicho lo que pensaba al respecto de eso porque sonrió y acercó su rostro al mío, lo suficiente para rozar su nariz con la mía y apenas nuestros labios.

-¿O no lo eres? Porque puedo ir a decirles que no, aunque la verdad sería una gran pena -alzó ambas de sus cejas mirándome y sonreí negando.

-Dejemos que se queden con esa idea entonces -le seguí el juego sintiendo como desplazaba una de sus manos a mi mentón tomándome de este.

Me acerqué lo suficiente para terminar con esa pequeña y diminuta distancia que había entre nuestras bocas. Pero antes de que pudiese terminarla este se alejó. Se cruzó de brazos y suspiró.

En mi cabaza lo maldije.

-Me has metido un gran susto -dijo serio de nuevo mirándome con los ojos ligeramente entrecerrados.

En sus ojos vi las preocupación y miedo, eso hizo que mi corazón se hiciera pequeño porque verlo así de alguna manera me hizo querer llorar.

-Es parte de mi persona -dije encogiéndome de hombros tratando de bromear un poco pero a este no le hizo gracia.

-Debería de regañarte por no haber traído el cinturón puesto porque en circunstancias aquello hace mucho peor las consecuencias del accidente, más cuando sales disparada del auto. En tu caso pareció favorecerte -siguió mirándome serio poco a poco frunciendo el ceño-. Es un milagro que lo único que te haya pasado sea tener una pierna rota y unos cuantos golpes con marcas pero que seguro se te quitaran pronto.

-Siempre lo llevo puesto, tú eres testigo de eso. Ponérmelo es lo primero que hago cada que subo a un auto -le dije mirándolo mientras apretaba la boca.

-¿Por qué no lo traías puesto esta vez? -preguntó ladeando la cabeza.

-Había tráfico, quise asomarme por la ventanilla para ver cuál era la razón por la que nos habíamos quedado atascados -me encogí de hombros haciendo una leve mueca-. El otro auto. Los otros dos autos, ¿hubo más heridos? -pregunté preocupada después recordando que las personas dentro de esos autos también pudieron haber sufrido algún tipo de lesión.

-Ambos se dieron a la fuga -de pronto se puso serio con el ceño ligeramente fruncido.

Últimamente ese gesto era bastante habitual en él que comenzaba a pensar que era parte de su personalidad igual.

-¿Cómo? -dije sin comprender-. ¿Se fueron? ¿No salieron heridos? -pregunté confundida y este negó.

-Al menos eso dijeron los oficiales y los que estuvieron alrededor -aclaró su garganta-. ¿Tienes hambre? -cambió repentinamente de tema, parecía que aquel tema le había molestado.

-Tengo sed -contesté mientras se acercaba a mí y me volvía a cubrir con las sábanas.

-Iré por agua y traeré comida porque necesitas comer -dijo mirándome mientras acomodaba la sábana a la altura de mi cintura, pues seguía sentada.

-Pero... -empecé a protestar, pero su boca se estampó en la mía, besándome.

Gracias al cielo que lo hizo, como deseaba que lo hiciera. Sentí su mano colarse entre mis cabellos justo en mi nuca haciendo del beso un poco más intenso, casi le agradezco en voz alta por ello. Le acaricié las mejillas sintiendo como sonreía en medio del beso y aquello me hizo sonreír igual.

Se separó lentamente, quedándose a centímetros de mi rostro mirándome la boca y después subiendo su mirada a mis ojos. Me sonrió.

-Ya vengo -dijo sonriendo después relamiendo sus labios al separarse para ir hasta la puerta y salir de ahí.

Me quedé embobada mirando la puerta con una estúpida sonrisa que seguro no podría borrar en horas.

Cuando Nathaniel volvió con el agua y la comida, mi estomago comenzó a rugir. Me había traído fruta y unos panqueques. Supe que no era del hospital cuando vi la bolsa en que traía todo, al parecer había ido a algún lugar cerca a comprarlo. Le agradecí pues la comida del hospital no solía ser la más deliciosa.

Buscó toda información posible que pudiese darme de Thiago. Estaba estable, pero en observación. El quedarse dentro del auto mientras este se había volteado le había lastimado bastante. Los cristales se rompieron y uno de estos se le clavó en la parte del abdomen, cosa por la cual había perdido bastante sangre, más considerando que estuvo de cabeza todo el tiempo que tardaron en sacarlo pues el auto había quedado muy mal.

Al parecer Olivia estaba ahí, mientras los padres de Thiago estaban en la habitación con él, pues Nate mencionó que en la sala de espera había una chica rubia de rizos que en cuanto escuchó a Nathaniel preguntar por Thiago Carman esta se levantó de inmediato en espera de escuchar todo lo que el doctor le dijo, pero no pudo decirle mucha información a Nate.

Los padres de Thiago habían venido a verme cuando supieron que yo iba junto a su hijo en el accidente. Vinieron a verme preocupados pero aliviados de que estuviese mejor de lo que podría haber salido de ese accidente considerando que no tenía el cinturón puesto. Me dijeron que cualquier cosa no dudara en llamarles, sabían que mis padres estaban en California y en cierta forma me apreciaban desde el momento en que los conocí meses atrás. Eran unas excelentes personas, al igual que su hijo. Les dije que por favor me tuvieran informada de cualquier cosa sobre Thiago, cosa que ellos me dijeron que harían en cuanto despertara pues aún no lo hacía.

Nathaniel me contó que había tenido que comunicarse con mis padres. Los médicos y oficiales le dijeron que tenía que hacerlo. Ellos se habían preocupado bastante y en cuanto Nate me había dicho de ellos no dudé en llamarles. Querían venir, insistían en hacerlo, pero no creí que fuera necesario, gracias al cielo solamente tenía una pierna rota de la cual podría ocuparme bien.

Casi después de la breve llamada que hice con mi madre en donde por fin la convencí de que no era necesario que viniera, miré a Nathaniel que me miraba divertido sentado en el sofá con un café en la mano.

-¿Qué? -le dije frunciendo el ceño apenas.

Sonrió de lado negando y rió bajo dando un sorbo al café.

-Sabes que no podrás arreglártelas tú sola con esa pierna -señaló a mi pierna enyesada con la cabeza y después me miró a los ojos.

-Claro que sí, una pierna rota no me va a detener a seguir con mi vida -fruncí el ceñó tomando un pedazo de sandía llevándola a mi boca.

-No podrás caminar -dijo mirándome mientas ladeaba la cabeza.

-No usaré una silla de ruedas, usaré muletas -repuse de inmediato.

-¿Y piensas ir así a la universidad? -preguntó enarcando una ceja.

-Pues sí, ¿cómo se supone que lo haré? -dije casi obvia y sonrió.

-Puedes no hacerlo -dio otro sorbo al café sin despegar su mirada de mí.

-Pero no lo haré, me perdería las clases.

-Realmente a los maestros nos les importa si asistes o no a las clases, ellos simplemente te califican con trabajos y exámenes. Si le pides a alguien los trabajos y lo visto en clase puedes hacerlo cómodamente desde la cama -se encogió de hombros apretando los labios y después pasando la lengua por encima de estos.

-No quiero quedarme encerrada en el apartamento -fruncí el ceño negando después mirando la poca fruta que quedaba sobre la pequeña mesita que Nate había colocado en mi regazo.

-Otra vez estás arrugando la nariz -lo escuché decir y no necesité mirarlo en ese momento para saber que estaba sonriendo. Cuando lo hice efectivamente, estaba sonriendo. Lo fulminé con la mirada y carcajeó-. A lo que me refiero es que, no puedes pensar que estos días puedes seguir tu vida rutinaria como si nada. Tienes que estar en reposo, ¿cómo piensas cocinar estando parada en un solo pie por minutos? Salir del edificio, subir al auto, ir a la universidad y andar por los pasillos, no puedes hacer eso, Val. Al menos no por las siguientes semanas o el próximo mes, no hasta que mejores un poco y te acostumbres.

-¿Qué sugieres que haga entonces? -bufé enfadada de que tuviese razón.

Mantuvo la mirada fija en mí. Se levantó del sofá dejando el café en la mesita a la par de la camilla, colocándose a la par mía mientras se cruzaba de brazos.

-Que te quedes conmigo en mi apartamento mientras aún tengas eso -apuntó al yeso con la mirada-. O puede ser en el tuyo, aunque preferiría que fuera en el mío para ser sinceros.

¿Acaso me estaba pidiendo que viviera con él por unos días? La recuperación iba a durar más que días, quizá semanas o meses. ¿Estaba consciente de eso? ¿Lo hacía por dar el siguiente paso a lo que teníamos? No creo, todo había sido muy rápido para que de pronto quisiese pedirme eso, pero era por la recuperación. Sí era por la recuperación, no seas tonta, Valet.

La idea de poder verlo todos los días me hizo querer sonreír, pero traté de disimularlo al mismo tiempo que asimilaba sus palabras.

-Pero, Nate -empecé a decir pero me interrumpió.

-Necesitas a alguien que te ayude, no podrás hacer todo sola. Sé que necesitas tu espacio y lo tendrás, lo prometo. La mayor parte del tiempo estoy en el apartamento a excepción de las mañanas que estoy en la universidad. Alguien que te ayude con las cosas de la universidad si necesitas ir a dejar a algún trabajo, alguien que te cocine, ¿qué mejor persona que el mejor cocinero de la ciudad? -alzó una de sus cejas mirándome divertido claramente haciendo referencia a él mismo.

Carcajee sin poder evitarlo, él sonrió. Le miré sonriendo con los ojos ligeramente entrecerrados mirándolo pensativa. ¿Era una buena idea? Bueno, no veía lo malo en aquella propuesta. Sí necesitaba ayuda, pero mi lado independiente se negaba a aceptarlo.

Pero una parte de mí se sentía asustada. Con miedo a lo que aquella propuesta se podría significar, la otra parte me gritaba que lo hiciera, pero la otra me frenaba.

-¿Y el trabajo? -pregunté mirándole y este sonrió.

-Sólo es en las noches, y a lo mucho es una vez a la semana -se encogió de hombros tratando de darle poca importancia a ese hecho.

-Ah es verdad, stripper de noche -suspiré asintiendo como si fuese algo con lo que tuviese que lidiar.

-Comienzo a pensar que te gustaría mirarme como uno -enarcó una de sus cejas sonriendo de lado formando aquel pequeño hoyuelo en su mejilla.

Bueno, tal vez.

-He visto cosas mejores -le mentí tomando otro cubito de sandía metiéndolo a mi boca.

Carcajeó y lo miré seria tratando de ocultar la sonrisa que me provocaba escucharlo reír.

-Entonces, ¿tu apartamento o el mío? -dijo acercándose a tomar un cubo de melón llevándoselo a la boca.

-Diría que el mío, pero tú tienes un piano -apreté los labios mirándole con ojos de ángel-. Y tienes una mejor vista que yo, así que me temo que será en el apartamento del peor cocinero de la ciudad.

-Pero hace las mejores enchiladas y tacos -se acercó acomodando un mechón detrás de mi oreja.

Seguramente en aquel momento lucía terrible y completamente demacrada.

-Quizá, tengo que volver a probarlas para comprobarlo -ladee mi cabeza y este sonrió.

Se acercó y me dio un beso en la comisura de los labios.

-Sé que muy dentro piensas que soy el mejor -susurro sonriendo sobre mi boca dejando un beso en mi mandíbula.

-Eres muy egocéntrico, a veces -le dije sonriendo-. Entonces, ¿cuándo me puedo ir de aquí? Detesto estos lugares.

-Iré por la doctora para ver qué nos dice -dijo separándose y asentí tomando un gajo de naranja metiéndolo a mi boca.

No tardó mucho en regresar con ella, cuando lo hizo se mantuvo frente a la camilla mirándome y escuchando las palabras de la doctora con atención. Decía que si ella decidía podía quedarme ahí por unas horas más, pero que la decisión quedaba en mí. Por supuesto la mirada de Nathaniel me decía que me quedara, pero lo ignoré y le dije a la doctora que ya me sentía bien para irme de ahí.

Mentí. Me sentía terrible, me dolía el cuerpo, pero sabía que también era por la tensión de estar en ese lugar.

La doctora me dio indicaciones, medicamentos que debía de tomar para los dolores y recomendaciones para que el proceso de recuperación fuera más eficacia y rápido. En cuanto di el consentimiento de que Nathaniel podía igual decidir por mí, este firmó para que me dieran de alta, casi a regañadientes queriéndome matar con la mirada, pero lo ignoré.

Nathaniel tuvo que ir a mi apartamento por un vestido pues no podría usar jeans debido al estúpido yeso. Cuando regresó también me trajo un zapatos aunque claramente solamente podría usar uno debido a que el otro estaba enyesado. En el proceso de cambiarme y levantarme de la cama me la pasé maldiciendo y Nathaniel riendo debido a eso. Me cambié mientras este se volteaba hacia otro lado para no mirar, cosa que agradecí pero a la vez no. Él tuvo que ayudarme a colocarme el zapato y tuve que ir en una silla de ruedas para salir del edificio del hospital. Cuando salimos pude apoyarme en las muletas, insistió en cargarme al auto pero lo fulminé con la mirada. Quería hacerlo sola.

Antes de ir a su apartamento pasamos al mío para que hiciera una maleta para las próximas semanas en el apartamento de Nathaniel. Me ayudó con todo y después fuimos a su apartamento en el que fue menos batalloso el bajar pues me dejó exactamente frente a la puerta trasera que estaba en el estacionamiento y por donde podía bajar con facilidad para entrar al edificio. Lo esperé junto al ascensor mientras este sacaba mi maleta y me alcanzaba.

Cuando entramos a su apartamento ni siquiera me avisó cuando me tomó en brazos alzándome en estos.

-¿Qué haces? Yo puedo sola -dije sacudiendo la única pierna que podía hacer porque la otra pesaba más de lo que podía soportar para sacudirla.

-Te la has pasado maldiciendo las muletas desde que salimos del hospital -rodeó los ojos y caminó por el pasillo de la entrada después entrando a la sala de estar donde el gran piano yacía en la esquina.

Rodee su cuello con mis brazos para sostenerme y bufé frunciendo el ceño.

-Aquí está cálido -dije de inmediato agradecida de que la calefacción estuviese encendida.

Abrió la puerta de la habitación donde había dormido la última vez que estuve ahí. Entró, me dejó en la cama y abrió las cortinas del ventanal que había ahí. Sonreí porque sabía que lo hacía por mí.

-No te muevas, voy por la maleta y las muletas -casi me advirtió.

-Bien, aquí me quedaré -bufé cruzándome de brazos sobre la cama mirando a otro lado. Cuando vi que este no se iba le miré y reí-. No me voy a ir, anda.

Pareció dudar y sonrió.

-Es que eres tan terca -soltó negando con una sonrisa y salió de la habitación yendo por la maleta.

De pronto comencé a ponerme nerviosa. La última vez que había estado ahí Nathaniel y yo no teníamos ningún tipo de relación, o al menos era totalmente diferente a al de ahora. Las cosas habían cambiado, me lo había confirmado hoy mismo cuando dijo que era su chica y aunque me hinchaba el corazón de lo feliz que eso me ponía, me era imposible no ponerme nerviosa y ansiosa de lo que pudiese pasar.

Iba a estar en el mismo piso que Nathaniel día, tarde y noche, todos los días. No supe si emocionarme o desmayarme ahí mismo.

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