"5306".
Sharon Hoffman le dio el número de su habitación a un hombre que no era su novio, Bennett Lambert.
Había tomado la decisión apenas media hora antes, justo después de descubrir el engaño de su novio.
El pie de una mujer se deslizaba con coquetería entre los muslos de él. Ninguno de los dos imaginó que alguien se hubiera percatado de su juego.
El timbre sonó, devolviéndola bruscamente a la realidad. Se ajustó de prisa la provocativa lencería que llevaba puesta. La había comprado para sorprender a Bennett en su cumpleaños.
Apenas abrió la puerta, un hombre la besó con una pasión que casi la dejó sin aliento. En ese instante, solo pudo percibir un par de ojos ardientes de deseo fijos en los suyos. Le tomó un momento reconocerlo: era Andrew Blakely.
Andrew no le dio oportunidad de reaccionar. Al ver la lencería bajo su bata, la empujó contra el espejo de cuerpo entero que estaba junto a la puerta y la sujetó con firmeza por la cintura, inmovilizándola.
De él emanaba un aroma amaderado a colonia. Tras un breve instante de sorpresa, Sharon cerró los ojos y se dejó llevar.
Quizás fue la iniciativa de ella lo que encendió un deseo oculto en Andrew, pues aquel arrebato reveló una faceta suya que contrastaba por completo con la imagen que Sharon tenía de él.
Sin que Sharon se diera cuenta, el sonido del ascensor anunció la llegada de Bennett, justo a tiempo para presenciar la escena.
Con una mano, Andrew le sujetó las muñecas por encima de la cabeza mientras con la otra le apartaba el cabello. Su cuerpo se interpuso de tal manera que bloqueaba por completo la visión que Bennett tenía de ella. Al notar que Bennett estaba a punto de abalanzarse sobre ellos, Andrew giró la cabeza. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios al cruzar su mirada con la de él, en una silenciosa afirmación de dominio.
El rostro de Bennett se tornó blanco como el papel. Con una patada rápida y potente, Andrew cerró la puerta de golpe, ocultando la escena a cualquier otra mirada. Un breve sonido electrónico confirmó que la puerta estaba cerrada, sellando la escena con una inquietante finalidad.
Probablemente, la imagen de esa escena perseguiría a Bennett por el resto de su vida. A Andrew, sin embargo, no pareció importarle.
"¿Es tu primera vez?". La voz de Andrew resonó en la oscuridad.
Sharon permaneció en silencio. En respuesta, los movimientos de él se volvieron mucho más suaves, en marcado contraste con su fervor inicial. Durante todo el encuentro, Sharon se aferró a la cintura de Andrew, un detalle que recordaría vívidamente de aquella noche.
De pronto, recordó que en una fiesta alguien había comentado sobre el físico impresionante de Andrew, sugiriendo que debía ser muy bueno en la cama. Ahora, se dio cuenta de que tenía una opinión basada en la experiencia.
Eran las 4:30 de la mañana.
Tras poner a cargar su teléfono, Sharon le echó un vistazo y descubrió una cantidad alarmante de llamadas perdidas: treinta en total, todas de números desconocidos.
No tenía interés en devolverlas; supuso que eran de Bennett, quien, al descubrir que lo había bloqueado, estaría usando otros números para intentar llamarla.
El cielo tras la ventana seguía teñido de un gris plomizo. Se dio cuenta de que estaba sola en la cama. Andrew, probablemente, ya se había ido.
La ropa, antes esparcida por el suelo, ahora estaba cuidadosamente doblada sobre el sofá. Además, el aire acondicionado estaba a una temperatura perfecta, creando un ambiente confortable en la habitación.
Mientras se incorporaba y apartaba la manta, no pudo evitar pensar que la gente juzgaba a Andrew con demasiada ligereza. El encuentro de la noche anterior había sido una experiencia extraordinariamente placentera, algo que trascendía cualquier juicio superficial.
Sin embargo, Sharon no pensaba quedarse más tiempo. Había venido para celebrar el cumpleaños de Bennett, pero ahora quedarse allí le parecía una pérdida de tiempo. Decidió que sería más productivo volver al trabajo y retomar su rutina.
Al menos, concentrarse en el trabajo complacería a su jefe, mientras que seguir dándole vueltas al asunto solo le traería más frustración.
Sharon nunca había sido de las que se buscan problemas. Mientras rebuscaba en su maleta para elegir la ropa del día, la puerta del baño se abrió de repente y su mirada se desvió hacia allí.
Andrew salió de la ducha y se detuvo, visiblemente sorprendido al encontrarla despierta. Ella tenía una figura envidiable; a pesar de ser delgada, sus curvas eran pronunciadas y seductoras. Su largo cabello caía en suaves ondas, acentuando la tersura de su piel. Quizás por el apasionado encuentro, un leve rubor persistía en sus mejillas, lo que la hacía aún más atractiva.
Desprendía un encanto irresistible.
"Como un súcubo", pensó Andrew.
Sharon se sorprendió por un momento, pero se recompuso rápidamente y lo miró.
No rehuyó su mirada, sino que lo observó abiertamente. La imagen que tenía de él era la de un hombre disciplinado, reservado y distante, pero la noche anterior le había revelado una faceta mucho más desinhibida y audaz.
Andrew le sostuvo la mirada, esperando con paciencia a que ella lo examinara de pies a cabeza.
Gotas de agua aún resbalaban por su piel, delineando sus músculos bien definidos antes de perderse entre sus muslos. Bajo la suave luz amarillenta, Sharon sintió el impulso travieso de silbarle con admiración.
"Señor Blakely", comenzó Sharon con la voz ligeramente ronca.
A Andrew se le escapó una leve risa divertida.
Al darse cuenta de que las circunstancias no daban para una conversación trivial, Sharon decidió ir directo al grano. "No creo que sea apropiado que me mire de esa forma", afirmó ella con firmeza.
Y era cierto. Andrew llevaba una toalla en la cintura, mientras que Sharon solo tenía su largo cabello como único y modesto velo.
Estaba completamente desnuda.
"¿Quieres repetir?".
Las palabras de Andrew resonaron en la habitación y la dejaron paralizada.
Su cuerpo se tensó mientras giraba la cabeza, preguntándose si había oído bien.
Con un suave clic, la última luz de la habitación se apagó. En la oscuridad, Andrew la levantó con facilidad por la cintura. Instintivamente, ella le rodeó el cuello con los brazos y se dejó llevar.
En la intimidad de su abrazo, la voz de Andrew le susurró al oído: "Lo siento, no pude resistirme".