Después de un rato, sacó el informe de embarazo del cajón del velador.
Había ido al hospital por un incesante dolor de estómago. Tras un análisis de orina, el médico le dio la noticia. ¡Tenía alrededor de cinco semanas de embarazo!
Era toda una sorpresa. Mitchel y ella usaban protección siempre que tenían relaciones sexuales.
Tras devanarse los sesos, recordó el día de la concepción. Había sido el mes pasado, después de una fiesta. Mitchel la llevó a casa y, de repente, le preguntó en la puerta si estaba en su período seguro.
¡Ahora se daba cuenta de que ese período estaba lejos de ser seguro!
Adentro del baño, se escuchaba correr el agua. Mitchel era su esposo y llevaban dos años casados en secreto. Era su jefe en el trabajo, el presidente del Grupo Dixon.
Todo había sucedido con suma rapidez. Recién la habían contratado en la empresa cuando accidentalmente tuvieron sexo por primera vez después de una fiesta.
Días más tarde, el abuelo de Mitchel enfermó de gravedad. Fue entonces cuando él propuso un matrimonio falso para cumplir el último deseo del anciano.
Ambos firmaron un acuerdo prenupcial y acordaron esconder su matrimonio al público. Era probable que su unión terminara en cualquier momento.
Era una ocasión poco convencional. Sin embargo, Raegan se consideraba afortunada.
Ni en un millón de años pensó que se casaría con el hombre del que estuvo enamorada durante ocho años, así que aceptó con entusiasmo.
Mitchel estuvo muy ocupado después de la boda, ya que trabajaba la mayor parte del tiempo.
Raegan deseaba estar más con él en casa. Pero se sentía tranquila porque no tenía rumores ni escándalos con otras mujeres.
A pesar de su leve indiferencia, Mitchel era el esposo perfecto.
Raegan tuvo sentimientos encontrados mientras observaba el resultado de la prueba de embarazo.
Finalmente decidió contarle la verdad a Mitchel.
También quería decirle que no lo había conocido hacía dos años, sino que lo había amado desde hacía muchos años.
De repente, la ducha del baño dejó de sonar.
En cuanto Mitchel salió, sonó su teléfono, así que salió al balcón con una toalla de baño para contestar la llamada.
Raegan comprobó la hora y vio que ya era medianoche.
No pudo evitar sentirse incómoda. ¿Quién lo llamaba a una hora tan intempestiva?
Mitchel estuvo unos minutos en el balcón. Luego, regresó a la habitación y se quitó la toalla.
Su cuerpo era un espectáculo digno de contemplar. Tenía voluminosos abdominales en su vientre. Sus nalgas eran duras; y sus piernas, largas y musculosas. ¡Era un excelente partido!
No era la primera vez que Raegan lo veía desnudo, pero aun así se sonrojó y su corazón comenzó a acelerarse.
Ajeno a sus miradas errantes, Mitchel agarró su camisa y sus pantalones de traje de la cama, se los puso y se anudó la corbata con sus delgados dedos. Su hermoso rostro tenía un contorno claro que lo hacía verse más digno esa noche.
Era toda una obra de arte.
"No me esperes despierta, buenas noches".
¿Qué? ¿Iba a salir? ¿A estas horas?
Raegan agarró con más fuerza la prueba de embarazo mientras le daba una mirada decepcionada. Inconscientemente retiró la mano. "Ya es muy tarde", soltó después de pensar un rato.
Los dedos de Mitchel se quedaron congelados sobre su corbata. Con una leve sonrisa, le pellizcó el lóbulo de la oreja. "¿Todavía estás cachonda?", preguntó. "¿Quieres que te haga correr de nuevo?".
Raegan se sonrojó hasta la raíz del cabello y su corazón latió más rápido contra su pecho. Estaba a punto de responder cuando Mitchel la soltó. "Pórtate bien, ¿sí? Necesito hacer algo. No me esperes despierta".
Tras esas palabras, se dirigió hacia la puerta.
"Mitchel".
Raegan corrió para alcanzarlo.
Mitchel se dio vuelta y la miró con seriedad.
"¿Qué pasa?".
Había un ápice de frialdad en su voz. Una nube negra descendió sobre ellos mientras se miraban fijamente.
Un poco angustiada, Raegan dijo en voz baja: "Me gustaría visitar mañana a mi abuela. ¿Puedes acompañarme?".
Su frágil y enferma abuela siempre quería verla. Por eso quería llevar a Mitchel y asegurarle que eran muy felices.
"Hablemos mañana al respecto, ¿de acuerdo?". Sin aceptar ni negarse, Mitchel se marchó apresuradamente.
Varios pensamientos rondaban la mente de Raegan mientras se duchaba y regresaba a la cama. No podía conciliar el sueño.
Tras dar vueltas y vueltas, se levantó de la cama y se preparó un vaso de leche caliente.
Algunas noticias en línea llegaron a su teléfono.
Pero, como no le interesaban, estaba a punto de eliminarlas cuando una llamó su atención. El conocido nombre la hizo abrir el artículo.
La noticia decía: "La famosa diseñadora Lauren Murray fue vista hoy en el aeropuerto con su misterioso novio".
Lauren llevaba un sombrero amplio. La figura del hombre se veía vaga, pero el contorno de su cuerpo bastaba para mostrar que era apuesto.
Raegan agrandó la imagen y su corazón dio un vuelco.
¡Era Mitchel!
¿Había cancelado la reunión de la tarde para recoger a su exnovia del aeropuerto?
Raegan se sintió molesta, como si tuviera una roca en el estómago.
Sus manos estaban temblando y marcó inconscientemente el número de Mitchel.
El tono de llamada la devolvió a sus sentidos. Estaba a punto de colgar cuando, de repente, se conectó la línea y se escuchó una voz desde el otro lado.
"¡Hola!".
Era una suave voz de mujer.
Raegan se quedó paralizada y tiró el teléfono.
Fue entonces cuando sintió náuseas y la bilis subió a su garganta.
Cubriéndose la boca, fue corriendo al baño y vomitó en la taza del váter.
A la mañana siguiente, Raegan llegó temprano al trabajo.
Mitchel le había insistido en que dejara de trabajar después de casarse, pero ella quería ganar su propio dinero.
A pesar de que no se opuso, Mitchel le pidió que trabajara como su asistente y lo ayudara con las tareas diarias.
Matteo Jenkins, el asistente principal, estaba a cargo de sus asuntos más importantes.
Era el único empleado de la empresa que sabía sobre su matrimonio.
Desde el principio, la oficina del presidente solo tenía asistentes hombres. Reagan era la primera y única mujer. Su contratación había roto el protocolo, así que otros trabajadores se preguntaban si estaba liada con Mitchel.
Pero luego se dieron cuenta de que él no le daba un trato especial. Curiosamente, eso hizo que la despreciaran más.
Después de todo, nadie duraba mucho en nada usando solo su apariencia. Era extraño que Raegan mantuviera tanto tiempo su trabajo.
En ese momento, uno de sus colegas le entregó un documento y le pidió que lo llevara a la oficina de Mitchel.
El hombre no había regresado a casa anoche. Raegan estaba tan preocupada que no pudo dormir.
No podía pensar en nada más que en la mujer que contestó su teléfono cuando ella había llamado. ¿Mitchel había pasado la noche con esa mujer?
Raegan ya sabía la respuesta, pero aún se negaba.
No podía aceptar ese hecho.
Pero intentó mantener la calma momentáneamente. Pasara lo que pasara, merecía un resultado gratificante por todos sus años amando a Mitchel. No podía ser en vano, ¿verdad?
Con mucha calma, presionó el botón del ascensor y subió a la oficina del presidente. Antes de salir, se alisó el cabello para asegurarse de tener buen aspecto.
Cuando llegó a la oficina, vio que la puerta estaba entreabierta. Adentro se escuchaba la voz de un hombre, así que se detuvo al instante.
"¡Vamos! ¿Sientes algo por Raegan o no?".
Era Luis Stevens, un amigo de la infancia de Mitchel.
"¿Qué quieres decir?", preguntó Mitchel fríamente.
"¡Sabes exactamente lo que quiero decir!". Luis chasqueó la lengua con impaciencia. "Raegan me parece una buena chica. ¿No es tu tipo?".
"¿Quieres que te la regale?", preguntó Mitchel descuidadamente.
"¿Sabes qué? ¡Olvídalo!".
La risa desdeñosa de Luis sonó bastante dura en los oídos de Raegan.
Hablaban de ella como si fuera una cosa.
Respirando hondo, agarró con más fuerza el documento.
Pronto volvió a escucharse la voz de Luis.
"Por cierto, esta mañana vi los rumores sobre el misterioso novio de Lauren. Eras tú, ¿verdad?".
"Sí".
"¡Vaya, vaya! Esa mujer todavía te tiene comiendo de la palma de su mano. Siempre la complaces".
Luis suspiró y siguió burlándose de Mitchel. "Pasaron la noche juntos. Como dice el refrán, la ausencia aumenta el cariño. Dime, ¿ustedes dos...?".
Su conversación explotó como un trueno sobre la cabeza de Raegan.
Su rostro palideció y su cuerpo se volvió tan frío como el hielo.
¡Lauren y Mitchel habían pasado la noche juntos!
Cada palabra se clavó en su corazón como un cuchillo.
De repente, varias voces susurrantes llenaron su mente. Estaba mareada. Su visión se puso borrosa.
Raegan se sostuvo de la pared y retrocedió un paso. Fue entonces cuando la puerta se abrió desde dentro.
"¿Raegan?".