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El escándalo preocupó a todos en ese barrio, principalmente a don Lorenzo, quien estaba acompañado de un hombre que por su forma de hablar se podía deducir que era extranjero, y se exaltó aún más por lo que su esposa Pepita parloteaba:
- ¡viejos es la policía!, vienen por nosotros, será mejor liberar a esa muchacha, yo no quiero terminar en una cárcel.
A lo que el extranjero les respondió tajantemente:
-ni se les ocurra que ya las tengo vendidas, tanto al bebe como a la mamá y a compradores distintos, si eso pasa ustedes me tendrán que pagar ese dinero.
Encerrada en su habitación, Viviana trataba de desamarrarse, pensaba solo en su hija, prometiendo que si salía de esta, la iba a querer muchísimo, por fortuna uno de los nudos se soltó, logrando liberarse, consideró armar un escándalo antes de escuchar lo que Lorenzo le objetaba al extranjero.
-es mejor eliminarlas a ambas a que nos acusen de secuestradores y que descubran que no es la primera vez que lo hacemos, se nos iría muy hondo
Viviana se llenó de terror por primera vez, no temía por lo que le pudieran a hacer a ella, sino a su pequeña hija, sintió que no podía respirar, la desesperación la invadió sentándose en un rincón del piso abrasando a su bebe, mientras seguía escuchando ruidos y a Pepita que le alegaba al extranjero:
-señor usted no está reflexionando bien las cosas, si nos llevan a la cárcel, será nuestro fin, allí tenemos muchos enemigos, lo mejor es perder esta carga, después podremos recuperarla, es muy fácil encontrar muchachas vulnerables que son abandonadas por sus familias o que se dejan engañar de un conquistador traicionero.
A lo que Lorenzo, tratando de calmarlo con las manos, le añadió:
-si es mejor, ya voy a preparar una caleta que tengo en el patio para guardar los restos, mientras nos podemos deshacer de ellos, igual no es la primera vez que nos toca hacer esto, mejores cargas se nos han perdido.
Viviana solo se le ocurrió rezar el padre nuestro, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas metiéndosele en la boca, cambiándole el sabor amargo por el saladito de ese líquido, recordó a su abuelo que le decía:
-"mis oraciones son oraciones llevadas por el espíritu santo y no pueden retornar vacías".
Al parecer sus rezos le funcionaron y sucedió un pequeño milagro, su pequeña hija le acaricio con una de sus manitas una mejilla y con la otra parecía señalarle una ventana que estaba cerca al techo:
- ¿Cómo no la vi antes?, -reflexionó Viviana recordando tantas veces que aseo ese cuarto.
Busco unas sillas para alcanzar a abrir la vieja ventana que por el paso de los años parecía estar cerrada herméticamente, trato de empujarla sin hacer ruido, pero por la resistencia de esta le toco forzarla, provocando que sonara alertando a sus captores quienes gritaron:
-Lorenzo, ya es tarde, tenemos que irnos, se nos metieron a la casa.
Ella salió por la ventana con su bebe; sin embargo, sé quedo sentada en el borde, calculando la manera de bajar sin que se lastimara su pequeña hija.
-está muy alto, solo nos queda saltar, por favor trata de caer encima de mí y si me parto las piernas me tendrás que cuidar y no avergonzarte de tu mamá minusválida. -le dijo a su bebe al tiempo que estaba a punto de saltar, al bajar la mirada para fijar su objetivo vio a tres hombres que venían corriendo.
-ellos deben de ser unos ángeles que viene a ayudarnos, hijita nos salvaremos, -le susurro a su hija y llamo a los misteriosos hombres:
-señores, por favor, aquí arriba, necesito su ayuda, es que nos quieren vender.
Enseguida solo dos hombres pararon, el otro siguió su veloz marcha, uno de ellos le formuló:
-señorita, espere, trate de descolgarse un poco más.
El otro le expuso:
-no Jon, de esa forma no lo va a lograr porque tiene a esa bebe, lo que tenemos que hacer es una escalera humana.
Y este le contesto, moviendo la cara de arriba abajo, colocándose de frente con la pared, diciendo muy rápido:
-tienes razón Juan, es lo mejor, yo te cargaré, ya que eres menos pesado por lo bajito, trata con mucho cuidado de no ensuciar mi traje.
-el famoso vestido gris, sabes de recién entre a trabajar con ustedes, yo creía que tenías un solo traje, que lo lavabas por la noche, ya después me fije que son varios, aunque todos son del mismo color, ¿Por qué? -le pregunto Juan a la vez que trepaba por su espalda y Jon le contesto:
-lo que pasa es que es mi estilo y todos son diferentes, tienen diferente tono de gris, es como un paisaje de luna llena.
Juan pudo alcanzar la ventana donde pudo ver la cara de Viviana, y con un suspiro declamo:
-pero si usted es una verdadera princesa de un cuento de hadas, que pena que yo no soy un príncipe, soy más la bestia.
Con una mano sostuvo al bebe mientras Viviana sonriendo bajo por sus espaldas, respondiéndoles:
-de verdad ustedes si son unos príncipes, ustedes son nuestros salvadores, les agradezco muchísimo que nos salvaran.
Juan con mucho cuidado bajo al bebe, quien parecía una cómplice más porque no pronunciaba ruido alguno, Jon se la recibió a Juan y al verle el rostro se llenó de una ternura infinita que por un momento se le olvidó sus problemas, hasta que unas voces los devolvieron a la realidad:
- ¿están detenidos, somos la policía?
Los hombres se quedaron petrificados del susto, Juan volvió a recordar los días que estuvo encerrado en la prisión, los cuales fueron un horror, -cada día en una cárcel es un infierno diferente, -era una de sus frases que decía con mayor frecuencia al igual que el juramento que hizo cuando salió en libertad, que fue: "no volveré a dejar que me encierren, primero me hago borrar".
Se le ocurrió atacar a los policías, pero miro a Jon quien alzaba al bebe en los brazos y tenía el semblante horrorizado, -no puede ser, estamos perdidos, -se mencionó a sí mismo agachando la mirada.
-señores policías, es que mi bebe está muy enferma, tenemos que llegar al hospital pronto. -Viviana les reveló a los policías, colocando sus manos a manera de rogar, un policía le replico:
-señorita, si quiere llamamos a una ambulancia, eso por aquí está muy peligroso, ahorita mismo estamos persiguiendo a tres sospechosos, ¿si desea les llamare una ambulancia?
Jon se adelantó contestando:
-oficiales no será necesario, una ambulancia nos puede llevar a un hospital lejano y preferimos ir al que queda a diez cuadras, en ese lugar siempre nos han atendido.
Y los dejaron marchar, mientras Lorenzo observo todo por una pequeña ventana en una pieza con la luz apagada y le recitó a su esposa:
-Pepita, se nos escapó la muchacha, no me explico la forma, porque yo soy un experto en hacer nudos.
Su esposa le pego una cachetada en la nuca reprochándole:
-es que esa cuerda estaba muy vieja, esa es la que siempre has utilizado para amarrar a las otras, debía de estar podrida por tantas lágrimas y sudor, ¿ahora que vamos a hacer?
-tranquila Pepita, todo no está perdido, por lo menos estamos vivos y libres, además reconocí a uno de los hombres que se la llevo, es el famoso Juan, un gánster de medio pelo que hace lo que sea por dinero, inclusive es capaz de vender a su propia madre, yo sé dónde vive, de seguro que les dará posada, tenemos que ir a buscarlos mañana en la mañana. No podemos perder todo lo que les invertimos a esas mujeres.