De Monja A Mafiosa
img img De Monja A Mafiosa img Capítulo 6 El mentado Alexis
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Capítulo 7 Perspectiva de Alexis Evans img
Capítulo 8 Perspectiva de Frank Diamond img
Capítulo 9 Rumbo al laboratorio img
Capítulo 10 En medio de una persecución img
Capítulo 11 Conociendo al detective img
Capítulo 12 Perspectiva de Ermac Hikari img
Capítulo 13 Vamos a encontrarlo img
Capítulo 14 No quería encontrarte, Dimitri img
Capítulo 15 De regreso a Kingston img
Capítulo 16 Interrogatorio en el restaurante img
Capítulo 17 El lado amable de Lottie img
Capítulo 18 La famosa chica pimienta img
Capítulo 19 El desayuno familia img
Capítulo 20 Perspectiva de Marisol Diamond img
Capítulo 21 De camino a Bentall Center img
Capítulo 22 Un Mall hasta el tope img
Capítulo 23 Jodidamente obsesionado img
Capítulo 24 Yo cuidaré de ti img
Capítulo 25 Abrázame solo un poco más img
Capítulo 26 Perspectiva de Delancis Hikari 1 img
Capítulo 27 Perspectiva de Delancis Hikari 2 img
Capítulo 28 Entre el caos y la felicidad img
Capítulo 29 La carta img
Capítulo 30 De monja a borracha img
Capítulo 31 La verdad sobre chica pimienta img
Capítulo 32 Amigo guardián img
Capítulo 33 Perspectiva de Mya Diamond img
Capítulo 34 No se confundan con Dimitri img
Capítulo 35 Noche buena en familia img
Capítulo 36 El plan de noche buena de Dimitri img
Capítulo 37 Debería odiarte img
Capítulo 38 Manzanas y frutos secos img
Capítulo 39 San Nicolás de Bari img
Capítulo 40 La llegada de Henry img
Capítulo 41 Rumbo a la casa hogar img
Capítulo 42 Los niños de la casa hogar img
Capítulo 43 Horneando un brazo gitano img
Capítulo 44 Perspectiva de doña Murgos img
Capítulo 45 La oscuridad img
Capítulo 46 La cascada del diablo img
Capítulo 47 Interrogatorio img
Capítulo 48 La oscuridad familiar img
Capítulo 49 La mujer que superó su oscuridad img
Capítulo 50 Charla de mafiosos img
Capítulo 51 La primera cita img
Capítulo 52 Mujer de armas tomar img
Capítulo 53 Menuda suerte img
Capítulo 54 Perspectiva de Yonel Hikari img
Capítulo 55 Un hogar solitario img
Capítulo 56 No debería estar pensando en él img
Capítulo 57 La empresa familiar img
Capítulo 58 La próxima vocación img
Capítulo 59 Rumbo a clases img
Capítulo 60 La próxima cita img
Capítulo 61 El rubio de ojos azules img
Capítulo 62 De vuelta a la cabaña img
Capítulo 63 Flor de jazmín img
Capítulo 64 Me has vuelto adicto a ti img
Capítulo 65 Manzana del Edén img
Capítulo 66 Aquel desgraciado img
Capítulo 67 Perspectiva de Richard Kross img
Capítulo 68 La que destruye y huye img
Capítulo 69 Conociendo la mansión Diamond img
Capítulo 70 Fumata img
Capítulo 71 De visita en el St. Dunstan img
Capítulo 72 Un año nuevo juntos img
Capítulo 73 En la suite img
Capítulo 74 En el restaurante con Alexis img
Capítulo 75 Dando la cara img
Capítulo 76 No estaré sola img
Capítulo 77 En el apartamento de Alexis img
Capítulo 78 Tenemos que pensar en un plan img
Capítulo 79 Libres img
Capítulo 80 Perspectiva de Dimitri Paussini 1 img
Capítulo 81 Perspectiva de Dimitri Paussini 2 img
Capítulo 82 Encuentro img
Capítulo 83 El final donde inicia todo img
Capítulo 84 Epílogo img
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Capítulo 6 El mentado Alexis

¿Qué tan difícil puede ser encajar en una nueva familia, especialmente cuando has pasado la mayor parte de tu vida en un entorno completamente distinto? A veces siento que soy una extraterrestre, una especie de Alf perdida entre los humanos. No es solo esta familia; siento que el mundo entero es ajeno a mí... pero, ¿cómo no sentirme así después de haber pasado treinta años en un monasterio? La vida de clausura es todo lo que he conocido, y ahora que convivo con estas personas, me parece que he salido de alguna dimensión desconocida.

-Ino, a ver qué has traído en esas maletas... No es que sea curiosa, es que soy bien vidajena -dice Lottie con una sonrisa pícara mientras arrastra una de mis maletas hacia la cama.

Al abrirla, ambas chicas comienzan a sacar mi ropa, tirándola sobre la cama en una especie de inspección improvisada.

-¡¿Qué es todo esto?! -exclama Lottie, arrugando la nariz con evidente desagrado-. ¿Acaso asaltaste un asilo?

-¡No! Para nada... -respondo, sintiendo un rubor subir a mis mejillas.

-Esto que tengo en la mano, ¿qué es? -pregunta Lottie, sosteniendo una prenda con una expresión de incredulidad-. ¿Un mantel de mesa o un faldón?

-Es un faldón -respondo, intentando no sonar a la defensiva.

-Es horrible. Demasiados cuadros para mi gusto.

-Bueno, Lottie, no esperes encontrar una minifalda aquí -interviene Florence con un tono conciliador-. Recuerda que estamos frente a una monja.

-Exmonja... -corrige Lottie con un toque de malicia en su voz-. No olvides que la han botado del convento por andar por ahí en modo pokebola.

-¿Pokebola? -pregunto, sorprendida-. Eso es de Pokémon, ¿verdad? De niña veía esa comiquita en el monasterio... Pero, ¿por qué dices que estuve en modo pokebola?

-Porque te lanzaron al suelo y enseguida te abriste -responde Lottie, acompañando sus palabras con un gesto burlón.

Florence intenta contener la risa, pero al final sucumbe.

-¡Lottie! ¡Qué falta de respeto! -exclama Florence, riendo y tratando de disimular el sonrojo en su rostro.

¿Y saben qué?, ese chiste sí lo entendí, y si lo pienso bien, tal vez sí soy una pokebola... por no haber puesto resistencia ante el abusador. Pero, ¿eso me convierte en una mujer fácil? Sacudo esos pensamientos de mi mente mientras me levanto de la cama y comienzo a guardar mi ropa en el clóset

-. Ok, ya. Lottie, deja de molestar a Ino. Ella es mayor que tú, podría ser tu hermana mayor -añade Florence, ahora más seria, mientras me ayuda a colgar la ropa con una sonrisa cómplice.

-¡¿Y qué?! Si ella quiere ser una Hikari, que aprenda a aguantarme -Lottie responde desafiante, levantando el mentón con orgullo.

-Veo que no te llevas bien con la familia, especialmente con Delancis y con tu madre -le digo a Lottie en un tono que refleja mi preocupación.

-¿Mi madre? -replica Lottie, frunciendo el ceño, visiblemente confundida.

-Debe referirse a Doña Murgos -interviene Florence, esbozando una suave sonrisa.

-¡¿Qué?! Esa vieja no es mi madre.

-¿Ah, no?... Entonces...

-Mi madre murió hace un año... -responde Lottie, su tono de voz bajando notablemente-. Murió de cáncer.

-Lo siento mucho -me disculpo, sintiendo un nudo en la garganta-. Mi madre también murió... pero yo nunca llegué a conocerla.

El ambiente se llena de un silencio incómodo, un vacío que ambas hemos creado y en el que Florence también queda atrapada mientras guarda la última prenda de ropa en el armario. Toda la energía que emanaba de Lottie se desvanece, o quizás se transforma en una tristeza profunda. De repente, me doy cuenta de que Charlotte y yo somos más parecidas de lo que pensaba; ella también es media hermana de Delancis y Ermac. La única diferencia es que ella sí llegó a conocer a sus padres.

-Lottie, ¿qué me puedes contar de Don Gabriel?

-Mi relación con mi padre siempre fue... complicada -responde Lottie tras soltar un largo suspiro-. Ino, odio a esta familia. De verdad no quiero estar aquí; quiero salir corriendo, pero no puedo.

-¿Odias a tu familia? -Su declaración me sorprende profundamente.

-¡Mejor cambiemos de tema! -exclama Florence, interrumpiendo abruptamente la conversación con una risita nerviosa. El cambio de tema parece demasiado forzado, como si intentaran ocultar algo.

«¿Qué habrá pasado entre Lottie y su familia?».

Observo a Lottie detenidamente, y lo que veo es una mujer vacía, despojada de cualquier chispa. Odio hacia la propia familia... eso es algo grave. Se supone que el amor nace en el hogar, y si ella no tiene una familia a quien amar, ¿cómo se supone que podría amar al mundo? ¿Qué sentido tiene la vida sin amor? ¿Cómo se puede caminar por la vida sabiendo que nadie espera tu regreso en casa? ¿Qué le ha hecho esta familia para ganarse su odio?

-¡Vaya, esta maleta pesa! -se queja Florence, interrumpiendo mis pensamientos mientras sube mi otra maleta sobre la cama.

Florence abre el zipper de la maleta, y al ver su contenido, su rostro se congela en una mezcla de sorpresa y desconcierto. Retrocede instintivamente, apartando las manos como si hubiera encontrado algo macabro.

-Ok, esto es demasiado para mí por hoy.

Lottie, al notar la reacción de Florence, fija su mirada en la maleta y, en cuestión de segundos, se levanta de la cama con una expresión de pánico en el rostro. Retrocede varios pasos, claramente asustada. No logro comprender qué les parece tan inquietante en esta muestra de devoción.

-¡¿Qué carajos, Ino?! No me digas que eres traficante de estatuillas y crucifijos. ¡Esto es aterrador!

-¡Pero qué cosas dices! -exclamo, incrédula-. Es mi colección de virgencitas y crucifijos. No tienes idea de cuánto vale cada uno de estos.

Miro con ternura cada pieza mientras las saco de la maleta. Estas niñas no entienden lo que es amar una estatuilla de la Virgen María. Cada detalle de su velo está pintado con una precisión exquisita, sin una sola imperfección. Los acabados son tan suaves que al tocarlos se siente la delicadeza con la que fueron pulidos. Su rostro, tan angelical y realista, transmite una sensación de amor profundo que es casi palpable.

Y el madero de la cruz de Jesús... Tallado y barnizado a la perfección. Pasar las manos sobre él es una experiencia casi espiritual, una conexión con la fe. La sangre que corre por sus rodillas, su pecho, y su rostro está pintada con una exactitud sorprendente. Es imposible no conmoverse al ver su expresión de sufrimiento, un recordatorio del sacrificio que invita a no pecar.

-Estas estatuillas me traen recuerdos de mi niñez -comento mientras coloco cuidadosamente cada una de ellas sobre las superficies planas de la habitación-. A la hora de comer, Sor Daiputah traía una enorme Virgen y la colocaba en el centro de la mesa. Nos hacía comer todo lo que teníamos en el plato, diciendo que si no lo hacíamos, la Virgen comenzaría a llorar. Veinte años después me enteré de que las lágrimas de la virgen eran controladas por un control remoto.

-Y ahora, por comer todos tus alimentos, eres una mujer grande y saludable -agrega Florence con una sonrisa cálida.

Le devuelvo la sonrisa, sintiendo un lazo de comprensión entre nosotras.

-Sí -respondo, sintiendo una mezcla de nostalgia y gratitud por esos recuerdos.

-¡Exijo que saques esas cosas de aquí! -Lottie dice con firmeza-. ¿Qué tal si una de esas bichas cobra vida a medianoche y se aparece en mi habitación solo para abofetearme? No sé si lo has notado, pero soy una pecadora de alto nivel; el mismo Lucifer debe tener un retrato mío en su oficina.

-Lo siento por ti, pero mis estatuillas se quedan. Tendrás que...

No alcanzo a terminar mi negativa cuando, de repente, se escuchan cerca unas explosiones. Parecen fuegos artificiales, pero es raro que los lancen en pleno día y, menos aún, durante un sepelio.

-¡Mierda! -exclama Charlotte, claramente más asustada que antes.

-¡Vamos con Delancis! -grita Florence, visiblemente aterrorizada.

No entiendo por qué tanto miedo a unos fuegos artificiales. Nuevas explosiones resuenan, y me recuerdan los que lanzaban en el monasterio durante la Semana Santa. Pero mis compañeras no parecen estar disfrutando. Todas salimos corriendo de la habitación, ellas con tal prisa que casi parece que las trompetas del apocalipsis estuvieran sonando. No solo nosotras estamos alteradas; toda la mansión parece sumida en un caos por las recientes detonaciones.

Empiezo a sospechar que soy la única aquí que no comprende la gravedad de la situación. Al llegar al vestíbulo, justo frente a la escalera, veo pasar junto a mí a un hombre alto y rubio, con el cuerpo de una escultura griega, como si Adonis estuviera entre los vivos. Sus ojos verdes están llenos de pánico.

-¡Alexis! ¿Qué está pasando? -Lottie lo ataja, agarrándolo del brazo.

Así que este es el mentado Alexis. Está tan asustado que parece que su corazón está a punto de salírsele del pecho.

-Es Don Frank -jadea Alexis, cubierto de sudor-. Quiere matarme.

-¿Qué?!... ¡¿Pero qué diablos hiciste?!

En ese momento, Delancis entra por la puerta principal del vestíbulo, fija su mirada en Alexis, y con un gesto de desaprobación en la cabeza, grita exaltada:

-¡¿Que qué hizo?! ¡Se tiró a la hija de Don Frank!

-¡¿Qué?! -Florence parece incapaz de creerlo. Su rostro refleja una mezcla de sorpresa e indignación.

-Sí, Florence. Tu hermano, el idiota, se dejó pillar -dice Delancis mientras sube las escaleras-. Acabo de hablar con Don Frank; el viejo está furioso. Acaba de disparar al aire frente a la puerta principal, exigiendo que le entreguemos a Alexis.

Lottie, que sostenía a Alexis, lo suelta solo para empezar a empujarlo con furia, descargando su ira con golpes en el pecho. Florence la detiene, y Delancis corre hacia ellas para intentar calmar a su hermana. La rabia de Lottie es tan intensa que puedo ver lágrimas acumulándose en sus ojos.

-¡¿Te picaba tanto la berenjena como para ir a restregarla con el melocotón de esa perra?!... ¡Idiota!

Ok... Hagamos un resumen de lo último que acabo de escuchar: «Tirarse a la hija de alguien», «berenjenas que pican» y «perros que comen melocotón». ¿De qué mundo vengo yo, o en qué extraño mundo he caído?

                         

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