Políticos, estrellas de Hollywood, deportistas famosos, miembros de la realeza y multimillonarios de todo el mundo, conforman la extensa lista de mis socios más importantes; unos que están dispuestos a pagar mucho dinero para pertenecer a este grupo elitesco y tener el privilegio de disfrutar de inolvidables noches de placer y hacer realidad todas sus fantasías con las mujeres más hermosas del planeta.
Esta noche tendrán cualquier cosa que pidan, por muy excéntrica que esta sea. Soy como el genio de su lámpara, el amo y señor que pude convertir en realidad todos sus deseos. Este es un club muy exclusivo y, para disfrutar de sus servicios, tienes que poseer una membresía y estas valen un ojo de la cara. Protegemos la identidad de cada uno de nuestros clientes como un secreto de máxima seguridad. Esa es una de las poderosas razones que lo convierte en el sitio preferido de todos aquellos que quieren mantener a resguardo sus gustos más peculiares y sus pecados más oscuros.
Tocan a la puerta, detengo el baile del pequeño objeto y lo guardo en mi bolsillo.
―Adelante.
Autorizo la entrada y un par de segundos después aparece mi hombre de confianza con los gestos de su cara más endurecidos que de costumbre. Su actitud no augura buenas noticias y es lo último que esperaba recibir esta noche.
―Ludwig ―el tono de su voz es sombrío. Calla durante algunos segundos antes de continuar, cargando el ambiente de gran tensión―, Sheila, no podrá venir esta noche, está indispuesta ―anuncia Robert. Aquella noticia hace que mi sangre se caliente y que la luz de la habitación se torne de un momento a otro de un rojo muy intenso―. Es la segunda vez que falla en este mes ―espeta furioso― y en esta ocasión ni siquiera tuvo la decencia de comunicármelo ella misma, sino que envió una nota con una de las chicas.
Me levanto con un movimiento brusco y hago que la silla se estrelle contra el piso con gran estruendo. Cada una de ellas está clara con el contrato que firman y el hecho de que soy muy exigente con la puntualidad. A menos que haya una catástrofe mundial, les está prohibido faltar sin justificación, mucho menos, si alguno de mis clientes ha pagado una considerable suma de dinero para disfrutar de una noche de placer con alguna de mis chicas.
―¡Esa maldita zorra! ―exclamo furioso―. Sabía que esta noche era importante para el club. El senador Carrington fue más que considerado con su aporte con tal de tener una noche exclusiva y privada con ella ―aplasto el cigarrillo en el cenicero de cristal y aprieto el puente de mi nariz con ira―, encuentra una sustituta entre las chicas que recientemente se agregaron a la nómina, ninguna de las que él ya conoce ―aclaro―, quiere carne fresca, ha sido muy claro con su solicitud.
Sheila es una de las bailarinas más antiguas del club, una de las mejores que tenemos. Está entre las más solicitadas, sin embargo, es ella quien escoge a sus clientes. Pocos llegan a tener el honor de ser seleccionados y cuando tienen su oportunidad, deben dejar toda su fortuna para ganarse una noche de pasión inolvidable. Conozco en primera persona el dulce infierno que se esconde entre sus piernas.
―Sí, Lud, ahora mismo me pongo en ello.
Antes de que salga lo detengo.
―Llama a Vicky, sé que es su noche libre ―conozco el horario de cada una de mis bailarinas más destacadas, así que puedo efectuar control de daño en tiempo récord y disponer de cualquiera de ellas cada vez que sea necesario―, no quiero dejar esta situación en las manos de una novata, pídele que se presente y haga un dúo con la chica que escojas ―sé que a pesar del contratiempo mi cliente se dará por bien servido, recibirá un trato más que especial―, asegúrate de agregar una botella de la mejor champaña, cortesía de la casa, pero descuenta hasta el último centavo de la liquidación de esa irresponsable.
Voy a encargarme de cobrarle cada centavo que estuvo a punto de hacerme perder. Nadie que ponga mi nombre y reputación en entredicho, sale ileso de ello. Me encargaré de hacerle pagar con creces que haya puesto en riesgo todo mi imperio, cerraré todas las puertas para ella y no encontrará en ningún lugar de las Vegas a nadie que quiera contratarla... ni en ningún otro puto club de este país.
―Lo haré de inmediato y la iré a buscar en persona.
Me quedo en silencio y lo observo de manera inquisitiva. Hace tiempo que noto una actitud extraña en él, sobre todo en lo que se refiere a los asuntos que involucran a mi bailarina principal. Espero que no se haya dejado embrujar por los mismos encantos que hacen que mis clientes vuelvan una y otra vez y paguen altas sumas de dinero, solo para disfrutar de algunas horas con ella. Robert es mi amigo y la única persona que goza de mi entera confianza, sin embargo, no estoy dispuesto a aceptar que lo joda todo si termina enamorado de ella.
―Robert ―lo detengo antes de que salga de mi oficina―, ¿Vicky no significará un problema para nosotros?
Se mantiene de espaldas a mí, pero puedo notar la manera en que sus hombros se tensan y los dedos se aferran a la puerta de madera como si estuvieran a punto de perforarla. Lo conozco tan bien que difícilmente puede engañarme. La vida me ha enseñado lo suficiente como para leer a las personas, descifrar lo que piensan y sienten antes de que siquiera lo hagan y eso es lo que me permite estar un paso delante de todos y tomar ventaja de mi habilidad. El control y yo, somos como un par de siameses que no pueden funcionar el uno sin el otro. Es la única manera en la que puedo convivir conmigo mismo y con el resto: controlándolos, manejándolos a mi antojo, como si fueran mis marionetas, moviendo sus hilos de manera tan calculada y perfecta que cada tensión que ejecute los hará actuar de la manera en que yo quiera que lo hagan.
―No, Lud, en lo absoluto.
Su respuesta me satisface, pero no termina de convencerme. Me mantendré vigilante, no quiero que un coño me traiga más problemas que los que estoy dispuesto a soportar.
―Mantenme informado y avísame cuanto antes sobre cualquier contratiempo ―le indico mientras me levanto de la silla y aplasto la colilla de cigarrillo en el fondo del cenicero―, quiero tener otra opción en el caso de que Vicky, no esté disponible.
―En el caso de que haya algún inconveniente, te lo haré saber de inmediato.
Minutos después de que Robert sale de mi oficina, decido dar un recorrido por las instalaciones del club. Voy a asegurarme de que mis chicas vacíen los bolsillos de esos malditos arrogantes, destriparlos hasta que no quede nada de ellos, hacerlos tan adictos a mi club y a sus inigualables servicios, que estén dispuestos a hacer por mí todo lo que les pida.
Antes de abandonar la oficina, camino en dirección hacia librero que se encuentra al fondo de la habitación. Tiro de uno de los libros para accionar el mecanismo que la mueve hacia un lado y dejar al descubierto la caja fuerte que está oculta en la parte posterior. En su interior mantengo guardadas mis pertenencias más valiosas e información comprometedora sobre cada uno de mis socios que puede serme útil ante cualquier imprevisto. Río con satisfacción. Esos imbéciles ni siquiera se imaginan que, desde que se convirtieron en socios de este club, me ofrecieron sus vidas en bandeja de plata.
Marco la combinación y, una vez que la puerta se abre, busco el cofre de oro que está ubicado en el compartimiento inferior de la caja. Levanto la tapa y extraigo un par de sobres de cocaína que uso como anzuelo para engatusar a cualquiera de mis clientes a la hora que necesite conseguir algún favor de su parte. La droga, el licor y los coños, se convierten en una combinación infalible, sobre todo, en un lugar como este. Nadie se imagina la cantidad de puertas que pueden abrirte, ni el mundo de posibilidades que, juntas, son capaces de ofrecerte.
Guardo los paquetes en el bolsillo interno de mi chaqueta y emprendo mi viaje hacia el salón principal. El senador está por llegar y debo entretenerlo hasta que Vicky aparezca y se haga cargo de la situación. Hay demasiado en juego esta noche y no voy a permitir que por culpa de esa puta irresponsable todos mis planes se vayan a la mierda.
Dejo atrás la seguridad de mi despacho y me abro paso a través de los corredores del área administrativa para dirigirme hacia el salón principal. Roto mi cuello y trueno los dedos, antes de abrir las puertas que separa un ambiente silencioso y calmo de otro en el que las paredes insonorizadas impiden que el mundo exterior sea consciente de lo que pasa detrás de estas paredes.
―Buenas noches, señor.
Correspondo el saludo a Tony, uno de mis hombres de seguridad, con un asentimiento de cabeza. Planto las palmas sobre cada división y empujo con fuerza para darle cabida a un universo con el que me siento plenamente identificado. La música, las risas, el olor a humo de tabaco, las luces cenitales, las jaulas y las bailarinas; todo se conjuga para crear un mundo en que las más increíbles fantasías pueden hacerse realidad.
Me abro paso entre la multitud que dirigen sus miradas agradecidas en mi dirección, para hacerme saber que soy el único capaz de proveerlos de todo lo que necesitan, de aquello que en sus vidas perfectas y aburridas no pueden tener. Sus debilidades son mi fortaleza, sus secretos más oscuros son mi arma secreta contra ellos mismos. Sus honorables apellidos, esos que deben resguardar como un tesoro valioso y que les permite mantener un estatus privilegiado en la clase más alta de la sociedad, los obliga a ocultar ese otro lado de sus vidas que no puede quedar al descubierto. Aquí pueden ser ellos mismos, actuar con libertad y disfrutar a plenitud. Y es exactamente eso lo que los convierte en mis títeres, porque soy el único que puede ofrecerles la oportunidad de convertirse en esa persona que no pueden ser, fuera de estas instalaciones. Durante algunas horas pueden deslindarse de esa vida que los asfixia y dejar en libertad a la bestia que llevan dentro.
Unos minutos después, luego de haber saludado al resto de los socios, de escuchar sus halagos y agradecimientos, me dirijo hasta el lugar en el que se encuentra mi cliente más importante de la noche.
―Senador Carrington, es un honor para mí tenerlo esta noche de visita ―le tiendo mi mano para saludarlo―. Espero que su estadía en nuestras instalaciones sea de su completo agrado.
Suelto el botón de mi chaqueta y me siento en uno de los sillones. Me complace ver que la botella que pedí exclusivamente para él, esté hundida en la champañera para preservar su temperatura ideal, mientras que en sus piernas se encuentra sentada la chica que, esta noche, les dará rienda suelta a sus más exigentes fantasías.
―Por supuesto, Ludwig ―expresa sonriente―, y, aunque no es lo que solicité desde un principio, estoy más que satisfecho por la elección ―desplaza sus ojos con descaro y hambre sobre el cuerpo de mi bailarina―. Es más que perfecta y estoy seguro de que compensará con creces cualquier inconveniente que haya existido entre nosotros.
Nadina es una hermosa rusa que llegó hace pocos meses al país y que vino expresamente a trabajar para mi club. Rudy es una cazatalentos profesional que trabaja conmigo desde hace algunos años y, cuya función, además de conseguir a mis bailarinas, es la de entrenarlas y prepararlas para que se conviertan en un arma sexual en potencia. Fue quien dio con ella y la convenció para que trabajara con nosotros. No tengo dudas de que se convertirá en una de las mejores, sobre todo, con ese delicioso acento extranjero que hace vibrar la punta de mi verga. Es una espléndida amante, puedo dar fe de ello y estoy más que convencido que el senador quedará agradecido de por vida por mi gran generosidad.
―Tenga por seguro que cada una de mis chicas está más que capacitada para ofrecerle todo lo que usted necesita ―tomo una de las copas con champaña que acaba de servir la camarera y la alzo en honor al trato que acaba de cerrarse―. Salud por la mejor noche de su vida, senador, espero que en algún momento sepa retribuir nuestras bondades de la mejor manera ―le expreso con arrogancia―. De mi parte, quedo comprometido que en mi club usted siempre recibirá la atención que un miembro de su clase se merece.
Dee-Dee toma la copa por él, sorbe un trago y luego escupe el líquido dentro de su boca con una sensualidad que me pone la polla tan dura como una vara de acero. Es una maldita diosa de la provocación y, lo que más me complace, es que el senador no podrá desprenderse de ella. Una vez que pruebe un bocado de sus habilidades como amante, estará perdido para siempre.
―Serás bien recompensado, Ludwig ―suelta un gemido cuando Dee-Dee se sienta a horcajadas sobre sus piernas y comienza a hacer su trabajo―, no tengas duda de ello.
Bebo de mi copa, complacido de que todo marche sobre rueda. Esta será una noche prometedora para el club y para mi persona.
―Buenas noches, senador ―bajo la copa cuando escucho la voz de Vicky―. ¿Está preparado para recibir el mejor trato de su vida?
Sonrío cuando la veo aparecer con un hermoso traje de cuero rojo que solo deja al descubierto esas hermosas curvas que delinean su cuerpo perfecto y mantiene oculta aquellas partes por las que cualquiera de los hombres presentes estaría dispuesto a matar.
―Olvidé decirle, senador Carrington ―intervengo con oportunidad―, que esta noche estará en las manos de dos de las mejores chicas de nuestro club, como retribución a las molestias ocasionadas ―dejo la copa en la mesa y me levanto del mueble―. Espero que disfrute de nuestra estadía.
Su enorme sonrisa y el brillo que aparece en sus ojos codiciosos, me deja en claro que la propina de esta noche será más que satisfactoria. Me alejó de allí y decido buscar a Rob para agradecerle en persona que haya resuelto el problema y evitado un inconveniente con unos de nuestros mejores miembros. Camino en dirección hacia los camerinos, lugar en el que las chicas se preparan para sus presentaciones, no obstante, me detengo súbitamente al ver a una desconocida parada en medio del corredor.
¿Qué carajos?
Una vez que se da la vuelta y se detiene debajo de una de las bombillas, me quedo sin aliento. Su precioso rostro angelical y esa candidez reflejada en su mirada, grita a pureza e inocencia. Incluso, puedo darme cuenta de que, debajo de ese montón de harapos de baja calidad que viste y que la hacen ver como la digna representante de una congregación religiosa que ha consagrado su vida a Dios, se esconde una preciosa figura llena de curvas sinuosas que hacer arder la sangre dentro de mis venas como ninguna mujer lo había hecho hasta ahora.
Una sonrisa cínica tira de las esquinas de mi boca.
―Hora de divertirse, Lud ―me digo a mí mismo, antes de moverme hacia ella―. Quizás esta noche no iba a ser tan aburrida como lo habías pensado.