La vista no habría cambiado de no haber sido por Kaldar quien vio como el rojo teñía lentamente el agua de uno de los estanques y junto a este el cráneo aplastado de lo que parecía un felino negro de gran tamaño. Sylvanas tomo su arco y Kaldar sus sables al acercarse, la sangre era fresca no había pasado mucho, el cuerpo no estaba y fuera lo que fuese que mato al animal, lo había hecho con letal precisión. Sylvanas apretó el arco y susurro algo a la nada, Kaldar no la escuchó, aun así, entendió sus palabras, sin más el guardián hizo desaparecer los sables y tomo asiento en una gran roca a orillas del estanque mientras su compañera se aventuraba en la espesura en su desafío de caza.
La madera crujía a cada paso de Sylvanas, estaba ansiosa, había tomado ya tres flechas y tensado el arco y sus movimientos cada vez se hacían más veloces, pero también ruidosos. Sin previo aviso una gran esfera de hierro llena de púas golpeo a la joven arquera lanzándola contra un sauce cercano destrozándole la coraza, al mismo tiempo que una fuerte carcajada acompañaba el recoger de la cadena que unía a la masa con su dueño. La sangre se escapó en un escupitajo de la elfa quien sin muchos esfuerzos se puso en pie, mientras escuchaba la voz de cierta mujer escondida en el bosque.
-¡A que juegas viniendo aquí niñata, lárgate antes de que use ese cráneo de puta tuyo como jarra para bebidas!
-¿Todavía te escondes de los desafíos Mirina? -preguntó burlona la elfa.
-¡¿Desafío?, eres un fracaso como elfa niñata, ¿qué desafío puede venir de ti?!
La respuesta llegó como flecha, un violento impacto anunció el fallo de la arquera mientras la sombra de su objetivo se movía rápidamente entre la espesura, no la dejaría volver a atacar. Sin más Sylvanas descargó sus flechas una tras otra sobre Mirina, forzando a la veloz guerrera a salir de la arboleda con un violento golpe de sus masas encadenadas, la arquera bailo rápidamente entre los garrotes de acero evadiéndolos por muy poco, tensando su última flecha con serenidad, mirando a los ojos a una colérica Mirina. La guerrera recogió las cadenas y con fuerte movimiento de muñecas las hizo girar cual tornado mientras reía a carcajadas mirando a Sylvanas.
-¡Estás muerta zorra! -gritó Mirina con fuerza, poco antes de que una violenta explosión la paralizara. El olor era nauseabundo olor de las cenizas, la carne quemada, los gritos y el resplandor de las llamas la hizo entender, las flechas de Sylvanas nunca fueron a por ella directamente, sino del bosque.
-¡Hija de puta que le estás haciendo a mi bosque!
-Controla esa lengua amazona, o tu querido bosque no será lo único que desaparezca.
-¡Controla esas llamas de mierda, ahora!
-¿Como quieras, pero como sé que no me mataras una vez las apague?
-¡Di tus condiciones elfa!
-Primero mantendrás un tratado de no agresión y un tratado comercial con Silva durante diez años y daréis por terminada todas las agresiones contra los elfos del bosque, eso solo para empezar; el resto lo discutiremos luego.
-¡Como quieras, pero apaga ese maldito fuego de una buena vez!
-Como desees -dijo Sylvanas al tronar sus dedos, momento en el que el incendio se extinguió cual vela.
Durante el camino Sylvanas se mantuvo a espaldas de Mirina apuntándole al cuello la flecha que le quedaba. Mirina ignoraba este hecho como podía, caminando con aparente tranquilidad en las direcciones que le indicaba la elfa. Kaldar aplaudió un par de veces al ver a Sylvanas con poco más que la coraza rota al regresar, centrándose luego en la fornida mujer notando las cicatrices de garras que le bañaban el torso, brazos y piernas, así como los guanteletes y grebas de hierro y hueso que le protegían. Entonces habló.
-Mirina de Hipos, Decimotercera Reina Amazona, la llamada Berserker del Dorado -comentó con una sonrisa algo siniestra incluso para él.
-Así que fuiste tú quien me derrotó -afirmo Mirina al ver la sonrisa del hombre frente a ella, al mismo tiempo que disfrutaba el adivinar la cara que tendría Sylvanas.
-Yo no te derrote, solo di los medios para que te derrotaran.
-Y pensar que un don nadie como esta elfa me estaría manteniendo a raya. Kaldar un combate contigo sería mucho más interesante.
-Callaos... Mirina terminaremos aquí nuestra conversación -interrumpió la elfa. Molesta, tensando su arco con fuerza, apuntando al cuello de la guerrera.
-¿Ya te vas Sylvanas?, acabas de llegar ¿qué paso con esas energías? -comentó burlona, Mirina.
-En estos momentos la diplomacia contigo sería un chiste de muy mal gusto.
-Así que venias para eso... Bueno hay cosas que puedes hacer para ganarte mis respetos.
-No seas arrogante guerrera, aun en el exilio tengo mi orgullo.
-Escúchame bien elfa, si lo que necesitas es un pacto de no agresión entre ese pueblucho que tomaste y mis tierras no tengo problemas en aceptar, pero no pienses que llegaras más lejos con méritos tan bajos.
-Entonces será mejor que...
-Dijiste que hay cosas que podíamos hacer Mirina, ¿que preocupa a tu gente? -irrumpió Kaldar, cortando las palabras de Sylvanas.
-Hombres... -Dejo escapar la guerrera con clara desgana, al mismo tiempo que con preocupación.
-¿Desde cuándo?
-Ya hará dos primaveras.
-Imposible, es raro que no hayáis tenido entrada de hombres a vuestras tierras por tanto tiempo.
-Tenemos nuestros propios problemas espectro.
-¿Ulster verdad?
-Esos hijos de puta rompieron el acuerdo de paz y comercial y desde entonces no tenemos machos para enfriar el ardor de nuestras hembras.
-Esa es solo la mitad de la historia reina guerrera, estáis escasas de crías y vuestro vínculo con el Plano Esmeralda y su Arcano está diluyéndose; ¿o me equivoco?
-No afirmaré ni negaré nada.
-Con eso me basta -, concluyó Kaldar
-Entonces que te parece esta oferta Mirina, Silva hará un nuevo tratado comercial con Amazonia, os traeremos una caravana con regularidad personal masculino para vuestras hembras a cambio del tratado de no agresión.
Una sonrisa escapo de la facie de Kaldar ante las palabras de Sylvanas; esperando la reacción de Mirina ante tal oferta, sobre la cual ya había comenzado a valorarla con seriedad.
-Muy bien Sylvanas, pero tengo un pequeño problema ahora; ¿Qué grado de comunión natural tiene vuestra gente con la naturaleza?
-Supongo que el mismo que el de un humano promedio, salvo alguno que otro de los practicantes de alquimia, herboristería o chamanismo que tiene una comunión decente.
-Eso es un problema grave elfa, va en contra de nuestras creencias el criar guerreros que no tienen una alta comunión natural.
-¿Qué te parece si aquellos que no cumplan esos parámetros son enviados a Silva y os quedáis con los más capacitados?
-Solo si haces un balance de población y mandas solo a los que más comulgan con la naturaleza, se claramente para que quieres a los defectuosos.
-¿Entonces aceptas?
-Solo si tu familiar acepta preñar a cien de nuestras hembras y estas crías se mantengan en nuestras tierras.
Una estruendosa carcajada resonó por todo el bosque. Sylvanas solo pudo quedar con la cara desencajada ante la reacción de su compañero, quien solo logro parar de reír pasado un buen rato.
-Esa fue buena Mirina, no me importaría enseñarles unas cuantas cosas a tus amazonas, aunque cierta señorita aquí presente no está muy de acuerdo -comentó tras un par de bocanadas de aire.
-Mira que eres aprovechada Mirina, entonces quiero de regreso a los hombres vivos que te envíe una vez la época de apareamiento haya acabado sea cuales sean los resultados y los nacidos con menos potencial que los que tu tribu considera mínimos serán enviados Silva.
-Perfecto...
Mirina sonrió y aporreo con fuerza el suelo con sus masas pulverizando la tierra y rocas en el área de impacto mientras la esfera y sus púas ardían al rojo vivo. Aquel golpe actuó como cornetas a la cual un pálido alce hecho de luz acudió sin demora, manteniéndose a la distancia, pero atento al pacto que se realizaría.
-Bajo las leyes del Plano Esmeralda, Yo Mirina de Hipos como Reina de Amazonia acepto los términos de este contrato y prometo seguirlo bajo el Código de Guerra Amazónico.
-Yo Sylvanas Cantosombrío, regente de Silva doy testimonio y firma de este contrato y fijo su vigencia durante cinco primaveras a partir de este día.
Un suave mugido resonó por el bosque al tiempo que el alce desaparecía en un fugaz rayo de luz.