Capítulo 2 ¿Un nuevo hogar

Narra: Lise.

*Flash*

-Padre-al tocarlo me aleja de él-no puedes hacerme esto. No ah mi, soy tu única hija. Por favor, no-le imploro con desesperación y lágrimas cubriendo todo mi rostro-por favor. Te prometo que seré mejor hija, te lo prometo-intente tomar su brazo. Pero en lugar de obtener su protección, solo recibí un empujón de su parte, su mano derecha se elevo. Mis ojos se abrieron con asombro y solo me quedé estática, esperando el fuerte golpe en mi mejilla derecha, pero no fue así. La fuerte mano del hombre estéticamente perfecto, detuvo la mano de mi padre con imponencia, ocasionando que este no me pudiera golpear.

-Ya no tienes derecho de ponerle un solo dedo en sima. Te recuerdo que ya pague por ella, y eso significa que es solo mía.

*Flash*

Ese recuerdo, esas crueles palabras son la que vivirán en mi, por el resto de mi vida. Siempre soñé con ser libre y visitar nuevos países, y ahora me encontraba en un avión privado. Realmente lujoso, ah yo no sé dónde. Limpio mis lágrimas mientras observo el paisaje a través de la ventana del avión. Creí que algún día lograría salir del infierno que era mi vida.

Pero ahora, todo se había ido por el drenaje. Y es que estaba condenada ah vivir por el resto de mi vida con un hombre, el cual pago por mi. Un pelinegro imponente que de seguro cree, que puede arreglar todo con dinero.

Y lo que más me dolía, era que no podría volver a ver ah mi tía Hélène. Alfredo o incluso, ah la familia Rinaldi, no volvería ah saber nada de las personas que amo. Y es que por primera ves en toda mi vida, me encontraba paralizada por el miedo propio. Y es que lo cierto.

Es que no lo conocía, no sabía su nombre, ni mucho menos quien es su familia. Mi corazón se aceleró al ver como traspasaba las cortinas azules que se encontraban en el avión. Para así sentarse en frente de mi, mis manos se encontraban temblorosas.

El causaba que mis nervios se elevarán aún punto. En el cual no podía controlar, su manera imponente y serio, causaba que sintiera aún más temor por el hombre que me había comprado.

-¿Deseas algo de comer?. Luces un poco hambrienta-no conocía nada de él. Quizás solo me compro para poder hacharle ah mi comida veneno y verme morir lentamente. Yo niego con temor, este suelta un gran suspiro-de acuerdo-la manera en la que hablaba me daba la impresión que era ruso, o por lo menos. Ese era su asentó-como quieras panda-él solo se levanta de su asiento y desaparece una vez más en lo que hay a través de esas cortinas azules. El llanto amenazaba con hacerse presente, toda esta situación me inquietaba. Y es que no conocía la razón, por la cual él me había comprado en esa subasta que simplemente. Me desgracio la vida.

Narra: Hélène.

-¿Pero que crees que has hecho?. Has subastado ah tu única hija como si no tuviera valor alguno-le reclamo con dolor. Esta no es la vida que se merecía, Lise jamas tuvo que tener un padre tan cruel, como lo es Faddei. Él eleva su mano derecha, abofeteándome con bastante fuerza mi mejilla derecha, y ocasionando que caiga de inmediato al suelo.

-Ya cállate. ¿Con que derecho me reclamas lo que haga o deje de hacer con mi hija?. Eres tú la que le has ocultado ese secreto toda su vida-con mi mano derecha limpió la sangre que botaba mi labio inferior-lo mejor será que te mantengas en silencio. Como lo has hecho durante todos estos años.

Narra: Lise.

No sabía adónde nos encontramos con exactitud. Lo único que sabía era que el avión había aterrizado al rededor de cuarenta y cinco minutos. Las calles eran elegantes, se notaba que era una ciudad por su brillo y número de edificios finos. El auto paro en un grande portón, el cual fue abierto para que nosotros pasáramos, quede sorprendida al ver el tamaño de semejante propiedad.

Abro mi boca con asombro, la propiedad era extremadamente grande. Era como ver un parque de sueño, con fuentes y arbustos a los alrededores. La casa, o mejor dicho. Mansión, era exquisita.

Era extremadamente enorme. Las paredes eran blancas y poseía grandes ventanales de vidrio, la casa tenía como unos cuatro pisos aproximadamente. En las habitaciones de arriba, podías admirar preciosos balcones que sobre salían, volteo un poco y recuperó la postura, para verlo sonreír un poco. Los autos fueron estacionados en frente de la mansión, cinco autos que nos acompañaron todo el camino hasta llegar aquí, pararon de igual manera. Los conductores de esos cinco autos negros y realmente amplios bajaron, la puerta derecha del lado del pelinegro es abierta. Él solo sale del coche, esto realmente era muy confuso para mí.

¿Acaso este era mi nuevo hogar?. Era una pregunta que realmente me inquietaba, me encontraba tan perdida en mis pensamientos, que ni siquiera me percate al momento en que me abrieron la puerta del auto. Y como me encontraba arrecostada en dicha puerta, caigo a el camino de rocas.

-Disculpe-el conductor se agacha con nerviosismo.

-Descuide-automáticamente, él conductor me ofrece su mano derecha. Yo con una amplia sonrisa, la aceptó-no pasa nada-este me ayuda ah levantarme. No pasaron ni medio minuto, cuando el pelinegro ya se había acercado ah mi y me había sujetado con fuerza de mi mano derecha. Su personalidad era imponente y autoritaria, era algo arrogante y sin sentimientos. Al encontrarme dentro de la mansión. No lo podía creer, en la entrada, alado de las largas y tan lujosas escaleras. En el techo se encontraba un candelabro muy fino, las paredes eran blancas. Y la casa se encontraban adornadas con piezas exquisitas de oro.

Este me guía por la casa, hasta entrar ah lo que supongo que es su oficina. Había una gran repisa, que mantenía cientos de libros. Las paredes eran de un color crema, también habían dos lujosos sofás color negros. Un gran escritorio de metal se encontraba también, y en el habían documentos. Y una grande laptop. El mounstro me suelta, para así quitarse su chaqueta negra y ponerla en un clóset que se hallaba a lado izquierdo de la oficina, en la pared para ser exacta. Este solo se sienta en la silla que estaba en frente del escritorio de metal, para así tomar una pelota que justamente usan. Para hacer terapia en las manos. La pelota era roja.

-La señora de Mancini será tu ama de llaves. Cualquier cosa que llegues ah necesitar, debes hacermelo saber primero-la manera en como decía las cosas. Me hacia sentir como si ya lo tuviera todo planificado, desde mi compra hasta traerme aquí sin mi consentimiento. No pude evitar soltar una sonrisa llena de dolor-Dormiras en el tercer piso. En la primera habitación-el llanto amenazaba con hacerse presente. Pero fuy yo justamente la que me contuve, no lo conocía. No sabía por cuánto tiempo me tendría en este lugar o que planeaba hacerme. Así que por ningún motivo, podría demostrarme débil. Unos suaves toques se escucharon en la puerta-adelante-una señora de cabello negro. Y con uniforme de mucama se adentro ah la oficina.

-Todo está listo para la señorita Lombardo-¿Como era que sabía mi apellido?.

-Gracias. Puedes retirarte-la señora solo asienta. Para así dejarme una vez más ah solas con él. Este se levanta de su asiento y se para en frente de mi con los brazos cruzados-eres nueva. No espero que sepas las reglas de este lugar, pero la señora de Mancini te indicará lo que sete es permitido hacer y lo que no-sonrió una vez más con amargura.

-¿Como...?-su presencia me complicaba el habla, si bien podía sentir algo por él. Era temor-¿Cómo es que ella sabe cuál es mi apellido?-pregunto curiosa por saber todo lo que debía saber.

-Eso es lo menos importante ahora. Lo que realmente importa es que estás aquí-él guarda como si nada sus manos en los bolsillos de sus jeans-lo mejor será que vallas ah tu habitación-él se aleja de mi. Y una vez más se sienta en la silla en la cual estaba sentado hace unos minutos-date una ducha y descansa un poco. Mañana será un largo día, vendrá una persona importante, así que ya debes estar lista ah las ocho de la mañana-no sabía lo que estaba jugando conmigo. Si su objetivo era asustarme, ya lo había conseguido.

Pero si su verdadera meta era hacerme llegar ah la orilla de la locura. Pues ya estaba muy cerca de ella, la señora fue la que me sacó con amabilidad de la oficina del mounstro. Ambas subimos las escaleras, la mansión se veía grande desde afuera. Pero no sé comparaba con como era adentro, era extremadamente amplia y lujosa. La decoración era simplemente exquisita.

La dulce señora de aproximadamente cincuenta años fue la que me indico mi habitación, así que de está manera me adentro ah ella y no lo puedo creer. Las paredes eran de color rosado claro, habían muebles ya en ella de color blanco. Y una preciosa alfombra de peluche color rosado claro, la cama era extremadamente grande. La habitación olía de maravilla, dentro de la habitación. Se hallaba un precioso baño. Más grande que mi antigua habitación.

Esto era demasiado, por lo menos para mi si lo era. Cierro la blanca puerta con dolor, y al percatarme de que me encontraba sola. Me tiró al piso perfecto para así poder soltar todo lo que tenía dentro. Las lágrimas salían sin parar, una tras otra. Odiaba todo lo que estaba ocurriendo, y ciertamente. Aún creía que mi padre tenía una valiosa explicación para hacer todo esto.

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