Un hijo para mi jefe
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Capítulo 2 2

En la empresa.

―Jandé, llegas un poco tarde. El jefe ha llamado y ha dicho que no vendrá hasta unas horas después, creo que están preparando una sorpresa para la mejor empleada del año. ―murmuró la recepcionista de la primera planta.

―Está bien, gracias por avisarme, aunque no entiendo por qué no me lo informó directamente a mí el jefe, yo soy su asistente. ―Dijo, Jandé.

―No lo sé, quizá se le haya pasado por alto tu contacto, espero ser yo la afortunada de ser galardonada este año, por algo es que él se comunicó conmigo, es decir, me tiene en su mente. ― Comentó la chica, mostrando su brillante dentadura.

Esta recepcionista siempre le ha tenido envidia a Jandé desde que llegó a trabajar por primera vez, ella alega en su interior que quien merecía el puesto de asistente de presidencia debió ser ella y no una recién llegada.

Jandé corrió a su escritorio, está asustada por los acontecimientos de esta mañana. Sin embargo, se ha metido en su mente que estas son horas de trabajo y lo de su casa debe quedar afuera de la empresa y enfocarse en sus asuntos laborales.

Pero eso no ha sido posible, pues su esposo no la deja tranquila pidiéndole que se comunique con cualquier abogado para que comience a llevar el caso del divorcio. Ella se siente hostigada y prefirió apagar su celular.

A las tres de la tarde todos los empleados fueron llamados a la sala de juntas. Allí se ha preparado el evento de premiación que se realiza cada año. Con la diferencia de que hoy se ha adelantado la fecha, pero nadie sabe el motivo por el cual el presidente ha tomado esa decisión.

―Este año he tomado a bien premiar a la mejor empleada de la empresa, esa chica que es muy ruda y a la vez apasionada en lo que hace. Ella es Jandé Marroquín. ― anunció Imanol Volkover, el presidente y dueño de dicha empresa.

Con humildad y agradecimiento, Jandé recibió su reconocimiento y, al finalizar el evento, todos volvieron a sus puestos de trabajo.

―Jefe, le agradezco que haya sido tan bondadoso conmigo al elegirme. -expresa la chica, llena de emoción y humildad a pesar de los problemas que están sucediendo en su vida personal.

―No te equivoques, no se trata de bondad. Ese premio te lo has ganado por tu arduo esfuerzo y dedicación para sacar adelante esta empresa, sabes que sois mi mano derecha y esta es la mejor forma de agradecértelo. -expresó el hombre que viste un traje apto para tallar sus músculos.

Tienes libre el resto del día, te lo mereces y no te niegues a aceptarlo. Es más, para que veas que soy un buen jefe, te llevaré a donde tú quieras ir. ―Propuso Imanol de forma muy amable y sonriente.

―A mi casa, quiero ir a mi casa, pero no quiero que usted me lleve, eso sería un demás. -responde tímidamente.

―A tu casa te llevaré y no se diga más.

Jandé rodó sus ojos, nunca ha visto comportarse de esa forma tan amable a su jefe. Él siempre ha sido frío y arrogante, es como si algo lo atormentase cada día y se lo desquite con ella por el simple hecho de ser su asistente.

―Si gustas, podemos ir a cenar, aún tenemos tiempo. ―Propuso Imanol ya cuando iban de camino.

―No es necesario, en la empresa hemos comido algo y es suficiente para mí. ―Respondió la joven.― Esta es mi casa, por favor, vuelva pronto a la empresa.

Disculpe por no hacerlo pasar, lo que pasa es que no estoy en un buen momento.

¡Nos vemos mañana, jefe!

Jandé bajó con prisa del auto, ni siquiera le dirigió una mirada a su jefe que la observa correr como loca. Quiso preguntarle si le pasa algo, pero luego se marchó asumiendo que le ha dado vergüenza que él la haya venido a dejar después de comportarse como un idiota desde que ella se convirtió en su asistente.

―¿Quién es ese imbécil que te ha traído a casa y por qué vienes tan temprano? -Le interroga su esposo, que está detrás de la puerta recibiéndola, no como se merece.- Vienes de acostarte con tu amante y me has hecho creer que estás en la empresa, ¿verdad? ―Le reclama Darío. Y es que desde el auto ella se percató de que él estaba observando por una ventana y supo que si no bajaba de inmediato se armaría la guerra.

―Darío, mi jefe, es quien me ha traído, mira, me han elegido como la mejor empleada del año y...

Jandé no terminó su frase, pues se ha percatado de que en sus manos no trae el reconocimiento que le han entregado, ni siquiera su cartera la trae consigo. Fue hasta entonces que recordó haberla dejado olvidada en el asiento del auto de Imanol. Se llevó las manos a su cabeza en señal de angustia, pues hasta su celular se ha quedado en el bolso y no tiene cómo llamarle a su jefe para que le devuelva sus cosas.

―Ves, te he atrapado en tus mentiras, ni para eso eres buena, tanto que fingí amor y ha sido en vano estar casado con una buena para nada. -escupió con odio el malvado esposo.

―No, Darío, por favor, no me lastimes. ―Suplica ahora que el hombre la tiene tomada del cuello y la ha pegado contra la pared, exigiendo que le dé un puñado de dinero.

―¡Suéltala! ¡Que la sueltes, imbécil! ―Se oye la voz ronca de un hombre que resuena con autoridad por toda la pequeña casa.

―¡Qué haces aquí! ―exclamó con rabia Darío al ver al hombre que ha llegado y en sus manos trae las pertenencias de Jandé. ―Lárgate de mi casa, mendigo callejero. ―Exigió al reconocer que es el mismo hombre al que le pagó una noche para estar con Jandé y acusarla de infidelidad, no le ha importado verle ahora vestido con traje muy fino, total, en la basura lo puede encontrar y aparentar ser la persona que no es.

            
            

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