Nuestro pacto de amor
img img Nuestro pacto de amor img Capítulo 7 Casi atrapada
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Capítulo 8 La cena desastrosa img
Capítulo 9 Fantasías prohibidas (Parte I) img
Capítulo 10 Fantasías prohibidas (Parte II) img
Capítulo 11 El piano img
Capítulo 12 Un pequeño accidente img
Capítulo 13 El recuerdo de mamá img
Capítulo 14 Haciendo la colada img
Capítulo 15 Pensamientos indebidos img
Capítulo 16 Una mirada intensa img
Capítulo 17 El expediente img
Capítulo 18 El pastel de cumpleaños img
Capítulo 19 Un grave error (Parte I) img
Capítulo 20 Un grave error (Parte II) img
Capítulo 21 La cena de aniversario img
Capítulo 22 A escondidas img
Capítulo 23 Besos apasionados img
Capítulo 24 Ansias de libertad img
Capítulo 25 Una escapada romántica (Parte I) img
Capítulo 26 Una escapada romántica (Parte II) img
Capítulo 27 Una visita muy extraña img
Capítulo 28 La primera vez (Parte I) img
Capítulo 29 La primera vez (Parte II) img
Capítulo 30 Una discusión absurda img
Capítulo 31 Una decisión sin marcha atrás img
Capítulo 32 El sabor de la libertad img
Capítulo 33 Una nueva vida img
Capítulo 34 La amenaza img
Capítulo 35 Una sorpresa para Darío img
Capítulo 36 La decisión más difícil img
Capítulo 37 El engaño img
Capítulo 38 Revelaciones (Parte I) img
Capítulo 39 Revelaciones (Parte II) img
Capítulo 40 El reencuentro img
Capítulo 41 Sentimientos encontrados img
Capítulo 42 Una frialdad cortante (Parte I) img
Capítulo 43 Una frialdad cortante (Parte II) img
Capítulo 44 Descubriendo la verdad img
Capítulo 45 No más mentiras img
Capítulo 46 De regreso a la playa (Parte I) img
Capítulo 47 De regreso a la playa (Parte II) img
Capítulo 48 El divorcio img
Capítulo 49 Revivir el dolor (Parte I) img
Capítulo 50 Revivir el dolor (Parte II) img
Capítulo 51 El secreto revelado img
Capítulo 52 La discusión con Darío img
Capítulo 53 La confesión de la abuela img
Capítulo 54 Conociendo a Doris (Parte I) img
Capítulo 55 Conociendo a Doris (Parte II) img
Capítulo 56 Conociendo a Doris (Parte III) img
Capítulo 57 La venganza de Carolina (Parte I) img
Capítulo 58 La venganza de Carolina (Parte II) img
Capítulo 59 Un nuevo comienzo img
Capítulo 60 Los errores del pasado img
Capítulo 61 Epílogo img
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Capítulo 7 Casi atrapada

Clara no lograba cerrar los ojos de la estupefacción que sentía. Tampoco lograba quitarse la mano de la boca, aunque le parecía que su mandíbula tocaría el suelo.

¿Acaso estaba soñando o realmente acababa de escuchar a sus patrones tener sexo desenfrenado? Se pellizcó un brazo para asegurarse de que no era una pesadilla y, para su pesar... no, no lo era.

Aún no lograba olvidar los gritos de placer de Carolina ni las embestidas de Darío contra la cama. Por un momento había pensado que la iban a romper y que moriría ahí aplastada. Dios, ¿por qué solo a ella le pasaban ese tipo de cosas?

Se quedó inmóvil por un rato, con la esperanza de que pronto se acabarían de alistar y se irían a la empresa. Sí, eso iban a hacer, y ella podría escapar de ahí. Y luego haría su máximo esfuerzo para olvidar toda esa escena.

-Darío, cariño -chilló Carolina desde el baño y Clara se sobresaltó-. ¡Alcánzame una bata, por favor, esa criada incompetente debe haberlas cambiado de sitio!

Oh, no podía ser, incluso a solas con su futuro esposo en la habitación esa bruja aprovechaba para hablar mal de ella. Aunque... sí que las había cambiado de sitio, una esquina del ropero le había parecido un lugar mejor para colgarlas, lo único que Carolina tenía que hacer era tomar una antes de entrar a ducharse. Al parecer incluso eso era mucho trabajo para ella. En fin, lo tendría en cuenta para la próxima.

-Voy enseguida, cariño -respondió Darío y se levantó de la cama.

De manera inconsciente, Clara se encogió más. De repente, tuvo miedo de que sus patrones fueran a verse desnudos de nuevo y que decidieran repetir la sesión. No, ella no podía resistir escucharlo una vez más. Hizo una mueca de solo pensarlo.

Tenía que aprovechar para escapar, así que apenas vio que Darío caminó hacia el otro lado de la habitación y lo perdió de vista, Clara se escabulló con rapidez y salió de su escondite. Salió corriendo a hurtadillas, con el corazón latiéndole como loco.

Cuando abrió la puerta, sintió que ya estaba libre, que todo había funcionado. No obstante, olvidó que justo afuera en el pasillo había una mesa de adorno con otro de los jarrones caros de la casa...

En su intento de huida, tropezó con la mesa y casi vio ese otro artefacto horrible y ridículamente costoso caer al suelo, pero logró atraparlo a tiempo y evitar que se rompiera. Lo que sí no logró fue mantenerse en silencio.

-¡Mierda, mierda! -chilló, desesperada, y abrió mucho los ojos.

Se quedó inmóvil por un segundo, tratando de controlar la situación, y apenas logró salir de su trance puso el jarrón en su sitio de nuevo. Listo, había evitado que la despidieran de una vez por todas, al menos ese día.

Sin embargo, dio un salto al sentir la puerta de la habitación de sus patrones abrirse de repente.

-¿Clara? -preguntó Darío con el ceño fruncido y medio cuerpo fuera del cuarto. Estaba envuelto en una bata de baño-. ¿Qué ocurre? ¿Por qué acabas de gritar?

-Oh... -dijo ella y tragó saliva. Al ver la cara de molestia de su patrón se puso muy nerviosa-, L-lo... l-lo siento... Yo... yo estaba limpiando la mesa y se me resbaló el jarrón, ¡pero no pasó nada! ¡Esta vez no rompí nada, lo juro!

Tragó saliva al ver que Darío no relajó su expresión en lo absoluto, al contrario: se puso aún más tenso.

-¿Cuánto tiempo llevas aquí afuera? -Fue lo que le preguntó.

Oh, llevaba más tiempo de lo que podía contarle, muchísimo más. De hecho, demasiado, y no afuera precisamente.

-Yo... acabo de llegar... Estaba en la cocina, pero recordé que no había limpiado esta mesa en la mañana... así que...

-Bien, déjalo por el momento. Más tarde la limpias -le ordenó-. Y ten más cuidado, por favor. Te ayudé una vez, pero no podemos tener en la casa a alguien que va rompiendo cosas por todas las esquinas.

Clara quiso responder, pero se tragó sus palabras y solo asintió. Eso había sido bastante grosero, pero ¿qué podía esperar de ese tipo de gente? Ni siquiera estaba sorprendida.

Apenas Darío entró al cuarto, ella suspiró profundo y desapareció por las escaleras rumbo a la cocina.

-«No podemos tener en la casa a alguien que va rompiendo cosas por todas las esquinas, mi, mi, mi, mi, mi...» -farfulló Clara en tono de burla mientras apresuraba su paso-. ¡Imbécil!

En el resto de la tarde y de la noche, aunque trató de mantenerse ocupada de todas las formas posibles, Clara no lograba sacar de su cabeza todo lo que había escuchado en esa habitación. Aunque sabía que no podía pensar en esas cosas, una pequeña parte de su mente le decía todo el tiempo que Darío sí que sabía lo que estaba haciendo cuando había hecho a Carolina gritar de ese modo...

Se reprendía a sí misma cada vez que tenía uno de esos pensamientos intrusivos, ella ni siquiera podía atreverse a pensar en él de ese modo, ¡era su jefe y estaba a punto de casarse con una mujer de su misma clase social! Una mujer que, si bien era insoportable, también era hermosa y tan rica como él.

Clara no era más que una pequeña hormiga insignificante a su lado, una hormiguita pobre, desdichada y que además no tenía idea de nada que estuviera relacionado con el sexo real, pues sí, aún era virgen. Lo poco que conocía lo había aprendido por su cuenta, y por mucho que su cabecita perversa le recordara lo precioso y ardiente que era su jefe, sabía que ni siquiera podía permitirse fantasear con él.

Hacerlo sería una estupidez total, y ella ya tenía su vida demasiado complicada como para meterse en más problemas.

Sin embargo, esa noche cuando se fue a la cama no podía sacarse la imagen de Darío vestido solo con la bata de baño. Ella sabía que no estaba usando más nada debajo, y la curiosidad la estaba matando. ¿Qué escondería el maravilloso Darío Andrade bajo esa prenda de ropa?

Después de todo, Carolina era una mujer extremadamente afortunada: tenía todo lo que quería y además tenía a un novio como él.

Las historias de los cuentos de hadas sí que eran reales, solo que no les pasaban nunca a personas tan insignificantes y ordinarias como ella. Se sintió muy triste al pensarlo y al recordar a su madre. La vida sí que era injusta para algunos.

Así, en un revolico de lágrimas silenciosas y de recuerdos, logró quedarse dormida y olvidar, al menos por esa noche.

                         

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