Nuestro pacto de amor
img img Nuestro pacto de amor img Capítulo 1 El encuentro inesperado
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Capítulo 8 La cena desastrosa img
Capítulo 9 Fantasías prohibidas (Parte I) img
Capítulo 10 Fantasías prohibidas (Parte II) img
Capítulo 11 El piano img
Capítulo 12 Un pequeño accidente img
Capítulo 13 El recuerdo de mamá img
Capítulo 14 Haciendo la colada img
Capítulo 15 Pensamientos indebidos img
Capítulo 16 Una mirada intensa img
Capítulo 17 El expediente img
Capítulo 18 El pastel de cumpleaños img
Capítulo 19 Un grave error (Parte I) img
Capítulo 20 Un grave error (Parte II) img
Capítulo 21 La cena de aniversario img
Capítulo 22 A escondidas img
Capítulo 23 Besos apasionados img
Capítulo 24 Ansias de libertad img
Capítulo 25 Una escapada romántica (Parte I) img
Capítulo 26 Una escapada romántica (Parte II) img
Capítulo 27 Una visita muy extraña img
Capítulo 28 La primera vez (Parte I) img
Capítulo 29 La primera vez (Parte II) img
Capítulo 30 Una discusión absurda img
Capítulo 31 Una decisión sin marcha atrás img
Capítulo 32 El sabor de la libertad img
Capítulo 33 Una nueva vida img
Capítulo 34 La amenaza img
Capítulo 35 Una sorpresa para Darío img
Capítulo 36 La decisión más difícil img
Capítulo 37 El engaño img
Capítulo 38 Revelaciones (Parte I) img
Capítulo 39 Revelaciones (Parte II) img
Capítulo 40 El reencuentro img
Capítulo 41 Sentimientos encontrados img
Capítulo 42 Una frialdad cortante (Parte I) img
Capítulo 43 Una frialdad cortante (Parte II) img
Capítulo 44 Descubriendo la verdad img
Capítulo 45 No más mentiras img
Capítulo 46 De regreso a la playa (Parte I) img
Capítulo 47 De regreso a la playa (Parte II) img
Capítulo 48 El divorcio img
Capítulo 49 Revivir el dolor (Parte I) img
Capítulo 50 Revivir el dolor (Parte II) img
Capítulo 51 El secreto revelado img
Capítulo 52 La discusión con Darío img
Capítulo 53 La confesión de la abuela img
Capítulo 54 Conociendo a Doris (Parte I) img
Capítulo 55 Conociendo a Doris (Parte II) img
Capítulo 56 Conociendo a Doris (Parte III) img
Capítulo 57 La venganza de Carolina (Parte I) img
Capítulo 58 La venganza de Carolina (Parte II) img
Capítulo 59 Un nuevo comienzo img
Capítulo 60 Los errores del pasado img
Capítulo 61 Epílogo img
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Nuestro pacto de amor

Eva Gutierrez
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Capítulo 1 El encuentro inesperado

Iba a llegar tarde. Clara se había perdido en ese maldito barrio de ricos e iba a llegar tarde a su primer día de trabajo. Si esa gente decidía despedirla por eso estaría de nuevo en la calle.

Aunque su madrina mantuviera su custodia legal al menos en papeles, su vida ya era lo suficientemente difícil tratando de alimentar a sus propios hijos. Clara se había quedado con ellos durante casi dos meses después de la muerte de su madre, pero sabía que debía buscarse el sustento por su cuenta.

Había sido bastante afortunada de que, con la ayuda de conocidos que le debían favores a su madrina, hubieran logrado falsificar su expediente laboral para que dijera que su edad era diecinueve años y que venía con unas excelentes referencias de otro trabajo como empleada doméstica.

Y ahí estaba, corriendo con su maleta frente a la hilera de casas, cada una más grande y lujosa que la anterior. Necesitaba llegar lo «menos tarde» posible a la dirección escrita en el pedazo de papel que tenía en su mano libre. Su largo y liso cabello negro se le enredaba en la cara y la maleta rozaba la acera. Sin embargo, no podía detenerse ni un segundo.

Finalmente, vio una señalización que indicaba el número de la calle que llevaba buscando desde que se bajó del autobús. Una gran emoción y alivio la invadieron. Estaba muy cerca. Corrió hacia allí sin siquiera mirar hacia los lados. No tuvo en cuenta que estaba en medio de una intersección bastante peligrosa.

Entonces escuchó el chirreo de las gomas a su derecha.

Como en cámara lenta, se volteó y vio el auto acercarse tanto que no tuvo forma de esquivarlo. La iba a golpear. La maleta se le resbaló de las manos y cerró los ojos esperando el impacto letal. Pero nunca llegó.

Todo se quedó en silencio. Clara solo era capaz de escuchar su propia respiración. ¿Por qué no había recibido el golpe? ¿Cómo era que seguía viva?

Sin lograr moverse aún, abrió muy despacio los ojos y miró hacia el frente. Lo primero que vio fue el Mercedes-Benz negro que estaba a menos de diez centímetros de ella. Sus piernas temblaron solo de pensarlo. Lo segundo que vio fueron unos intensos ojos azules que la observaban atónitos detrás del volante.

Clara permaneció un instante mirando fijamente al dueño de ambas cosas. Después necesitó sentarse en el suelo.

Su pecho subía y bajaba con dificultad y sus manos no paraban de temblar. Era tan torpe que había estado a punto de morir.

El chico se bajó del auto y caminó con prisa hasta llegar a su lado. Se agachó para poder comprobar en qué estado se encontraba. Quizás pensaba que ella estaba loca por cruzar de ese modo la carretera y luego sentarse en el pavimento.

-¿Te encuentras bien? -preguntó él. Su voz era varonil y ronca.

Clara asintió con la cabeza y después se atrevió a mirarlo. Sus mejillas se encendieron de inmediato al detallarlo un poco más de cerca.

Tenía el cabello muy oscuro y lacio. Algunos mechones caían rebeldes sobre su pálido rostro. Sus rasgos eran suaves, pero sin dejar de ser masculinos, y llevaba un impecable traje azul marino que resaltaba incluso más el color de sus vibrantes ojos. Parecía haber sido esculpido por los mismísimos ángeles. Clara calculó que tendría menos de treinta años y era, sin dudas, el hombre más hermoso que había visto en toda su vida.

Se sorprendió al notar que la tomó con firmeza por el brazo y la ayudó a levantarse. Una vez que ambos estuvieron de pie, la expresión de preocupación del chico fue reemplazada por una de enojo.

-¿Acaso estás loca? -le preguntó con el ceño fruncido-. ¿Cómo se te ocurre cruzar la calle de ese modo? Casi terminas bajo las ruedas de mi auto.

-Lo siento -murmuró ella sin atreverse a mirarlo. Sí que había sido algo estúpido-. Es que... voy tarde a un lugar.

Él soltó un bufido.

-Pues casi no llegas. Ni tarde ni nunca -le dijo con un tono irónico.

Clara volvió a asentir.

-Ya dije que lo siento -recalcó, un poco más alto en esa ocasión. Odiaba que la regañaran como si aún fuera una niña pequeña-. Estoy bien, gracias por no matarme. Ya puedes seguir con tu camino.

El chico volvió a bufar, como si no pudiera creer en lo que acababa de escuchar. Sin embargo, se dio la vuelta y regresó a su auto.

-Pues entonces ya puedes apartarte del medio -dijo, aún molesto-. Yo también voy tarde a trabajar.

-¿Acaso en tu casa no te enseñaron modales para tratar con las señoritas? -preguntó Clara con ironía. La expresión del chico se transformó por completo y soltó una risa divertida.

-¿Con las niñas te refieres? -preguntó él con un tono burlón-. Con las que son normales, sí. Con las malcriadas como tú, no.

Y eso sí la hizo sentirse ofendida. ¿Cómo podía ser tan bello y fastidioso a la vez?

-Yo no soy ninguna niña -se apresuró a aclarar ella-. Y puede que sea una malcriada, pero al menos no soy una imbécil que va por ahí tratando mal a las personas.

-¿Qué? -dijo él con incredulidad, pero sin dejar de burlarse-. ¿Sabes qué, niña? La escuela primaria queda del otro lado. Quizás ahí puedan ayudarte, yo no tengo tiempo para lidiar contigo.

-Pues entonces vete a la mierda -respondió ella, muy enojada-. Así nos harías un favor a ambos.

Él soltó una nueva carcajada, pero Clara tampoco tenía tiempo para lidiar con idiotas. La iban a despedir antes de comenzar a trabajar si seguía tardándose. Suspiró profundo para calmarse y tomó su maleta. A diferencia de la vez anterior, miró a ambos lados antes de cruzar y comenzó a caminar rumbo a su futuro empleo, si es que no le habían buscado ya algún reemplazo.

Clara miró por última vez en dirección al chico cuando él encendió el motor del auto. Para su sorpresa, él también la estaba observando con una sonrisa divertida y una ceja elevada. Diablos, sí que era hermoso. Y también un imbécil. Clara le sacó el dedo medio a modo de respuesta. Después cambió la vista y siguió hacia adelante. Sus mejillas estaban encendidas nuevamente.

¿Qué diablos pasaba con ella? Ya se había avergonzado lo suficiente frente a ese cretino. Por suerte, jamás tendría que volver a verlo.

            
            

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