Capítulo 4 Malos Modales.

Estaba algo ansiosa mientras esperaba en las afueras de la galería de arte donde trabaja su amiga Alexa, tuvo suerte de que esta induciera una conversación sobre dicho personaje unos días atrás, su primera tentativa fue la negación, ante el nombramiento de dicho sujeto.

No disimulo su cara de susto ante aquella pregunta, uso algunos apelativos ofensivos aunque para ella eran sutiles según sus averiguaciones extraoficiales era un troglodita, amante de los burdeles, ya que tiene fama de ser un asiduo comprador de placeres carnales.

Si sus planes salían como había pensado el artículo anónimo sobre el saldría muy pronto, más con la complicidad de Fabiola, será una bomba que hará estremecer toda la sociedad italiana, se caerá de un pedestal el señor perfecto.

Faltando unos minutos, divisó una limusina negra acercarse al edificio donde está la galería de arte, no se equivoco, esta se paró frente al lugar, el chofer se desmontó y abrió la puerta. Un ejemplar Italiano salió a la luz, las fotos no le hacían justicia, sintió un ligero temblor sacudir sus huesos, decir apuesto era ser injusto ante tal monumento, debía medir un 1.90, su rostro indescifrable iba a la par con la dureza de sus facciones, todo en el parecía inmaculado, desde su traje de diseñador hasta la cola que recogía su largo pelo. Seguro muchas mujeres la habían halado mientras esté la hacia conocer la luna con esa boca pecaminosa. Tuvo que darse algunos toques en la cara para salir de su ensoñación, "¡que horror ya la estaba hipnotizando a ella!" pensó mientras recuperaba la compostura.

En algo tenían razón los medios tabloide, se notaba algo altivo pero no hasta el punto de ser desagradable o arrogante, más bien la clase y elegancia que emana le daban esa distinción superior.

Salió por unos momentos fuera de su coche, lamentablemente no había tenido tiempo de alquilar una camioneta para realizar la persecución por ese día, estiró un poco los pies, por lo regular usaba ropa de aspecto masculino, era más práctica debido a la intensidad en la que se mantenía a diario, solo en ocasiones contadas usaba vestido. Se escondió detrás de un pequeño arbusto cuando vio a su amiga acompañar a la salida a Giuseppe, al verlo abordar el elegante vehículo corrió a su coche, no sin antes lanzarle un beso Alexa que se había percatado de su presencia.

Por suerte el tránsito no estaba congestionado, pudo seguirlos sin contratiempos, incluso en momentos uso la estrategia de tomar calles paralelas para no ser tan evidente.

La limusina parqueo en unos de los lujosos hoteles del conglomerado Longoria, sin duda no habría noche de lujuria ese día.

Que más daba llamó a Dereck para que le autorice una habitación en el hotel, el era socio, era lo mínimo que podía hacer por su hermana menor.

-Acaso estás loca Betty, tienes tu apartamento, ¿cual es la necesidad de amanecer en ese hotel hoy?- Empezó el interrogatorio, al parecer esa batalla estaba perdida.

-Mi apartamento se inundó está tarde, deje la llave del fregadero abierta por descuido.-Mintio descaradamente, lo malo es que Dereck la conocía bastante bien.

- Algo tramas, de ser verdad ve a casa de nuestros padres, allá sobran las habitaciones, adiós, ahora tengo una reunión muy importante.

Cerró, no había de otra, espero hasta la 1 de la madrugada, el señor Ferro no salió, tampoco vio avistamientos de ninguna puta cerca.

Le tocaba marcharse sin nada que agregar.

En la semana se mantuvo en guardia, casi no durmió, apenas pudo visitar al señor Marcos, luego de sufrir un pre infartó, Alexa fue su salvavidas el jueves cuando le pidió darle cobertura al evento en la galería, un buen artículo sería de mucho apoyo para ella, temprano hablo con la jefa de redacción del medio informativo en el que trabaja, la autorizo, sin duda Guissepe Ferro asistiría, con suerte encontraría algo interesante.

No sabía que usar para esa ocasión, su sentido de la moda era bastante obsoleto, pensó llamar a su amiga o su tía Serafine, luego se arrepintió, busco algo cómodo, se miro en el espejo, era bonita, aunque no la típica belleza de revistas, 1,65 de estatura, demasiadas curvas, la perfectas modelos no tenían el trasero grande menos los pechos tan voluptuoso como ella, sus genés latinos habían ganado en ese aspecto, su abuela era de orígenes brasileños. Miro su rostro delicado, hoy se veía aún más bronceado, lo cual hacia destacar aún más sus ojos grises, su pelo ondulado necesitaba un corte urgente, hoy lo usaría atado en una discreta cola baja.

Luego de inspeccionar su cuerpo, optó por usar un pantalón y una simple camisa a cuadros, se recogió el pelo en una coleta y listo. No pensaba estresarse, además no era correcto llamar la atención.

Se arrepintió al ver todos los presentes muy elegantes, Alexa era una de esas, estaba hermosa...a ella no le importaba mostrar sus curvas menos ahora que parecían más prominentes.

Ahora tocaba aplicar su espionaje.

Giuseppe Ferro sentía el peso de unos ojos misteriosamente hermoso a sus espaldas, todo la noche le pareció sentir que lo estába persiguiendo, su rostro exótico se le hacía semejante a una gata Angora, una belleza salvaje a juzgar por sus enormes ojos grises, aunque su cuerpo guardaba muchos secretos, el atuendo inadecuado que usaba para la ocasión, dejaba mucho que desear, un desastre en grandes proporciones, igual sus modales, su desorden al caminar era todo lo que odiaba en una mujer.

Estaba teniendo una conversación bastante amena con Michael Longoria y su esposa Fedora Rossetti cuando la observó arrebatarle una bandeja a uno de los meseros e ir atragantandose como una inusual cerda por todo el salón, no pudo ocultar su desagrado, fue bastante evidente ante las personas con las cual conversaba.

Por suerte la velada fue un éxito, la gatica Angora dejo su acecho, el se retiró sin dificultad luego de recibir su cuadro de vuelta.

Su visita a Miami había terminado, para su malestar no había podido recibir las atenciones de las chicas de Mony Sinclair, tendrá que conformarse con las atenciones de las de su tierra. Subió a la limusina y sintió como el chófer ponía el vehículo en marcha, aún sintiendo el peso de una mirada a sus espaldas.

            
            

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