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El aroma del café recién hecho llenaba el aire mientras Amanda y Adeline se sentaban en una mesa de un acogedor café. Las luces tenues creaban una atmósfera íntima, propicia para compartir secretos y anhelos.
Amanda miraba su taza, las manos temblorosas rodeando la cerámica caliente. Después de escuchar la historia de Adeline, su corazón estaba lleno de emociones contradictorias. Finalmente, tomó una respiración profunda y comenzó a hablar.
-Adeline, no sé por dónde empezar -dijo Amanda, su voz temblaba ligeramente-. He estado guardando esto solo para mi esposo y para mi. - Adeline la miró con compasión, sus ojos reflejaban una comprensión profunda.
-Tienes todo el tiempo del mundo, Amanda. Estoy aquí para ti.- le tomó la mano con calidez.
-Bueno, tengo treinta y cinco años -continuó Amanda, su mirada fija en la mesa-. Me casé con Jeremy hace cinco años y medio. Desde el primer día, supe que era el hombre de mi vida. Nos amamos con locura, pero... -hizo una pausa, la tristeza asomando en su voz-. He querido ser madre desde que lo conocí. Llevo dos años y medio sometiéndome a estudios -dijo Amanda, su voz quebrándose-. Y cada vez que me dicen que no puedo ser madre, siento que el mundo se me cae encima. El médico me ha aconsejado acudir a una clínica de fertilidad. Extraer mis óvulos, fecundarlos con el esperma de Jeremy y... y... colocarlos en el vientre de una madre gestante.
Las palabras salieron de su boca como un susurro, pero cada una de ellas era un grito de desesperación. Adeline sintió su corazón apretarse.
-Amanda, eso suena difícil -dijo Adeline, tomando la mano de su amiga con ternura-. Pero es una opción. ¿Has hablado con Jeremy sobre ello?
Amanda sacudió la cabeza, la angustia reflejada en su rostro.
-No se lo ha dicho, el doctor me lo ha sugerido hoy, es mi única opción de ser madre. No se lo he dicho a Jeremy pero se que me apoyará incondicionalmente, pero si se opone... -hizo una pausa, respirando hondo-. No voy a renunciar a esta oportunidad. Es mi única esperanza de ser madre.
Adeline apretó su mano, transmitiéndole fuerza.
-Amanda, entiendo tu desesperación. Pero hay esperanza. A veces, los caminos que no imaginamos pueden llevarnos a donde queremos estar.- Amanda miró a Adeline, sus ojos llenos de lágrimas.
-¿De verdad crees eso?
-Claro que sí -respondió Adeline con firmeza-. La vida está llena de sorpresas. No te rindas, incluso si las cosas parecen oscuras ahora. Lo que deseas es posible, solo necesitas un poco de ayuda.
-Tienes razón -dijo Amanda, su voz un poco más fuerte-. No puedo rendirme. Si Jeremy se opone, encontraré la manera de convencerlo. Este es mi sueño, es nuestro sueño y no puedo dejarlo escapar.
Adeline sonrió, sintiendo una chispa de esperanza brillar entre ambas.
-Lo harás, Amanda. - Amanda sonrió débilmente, sintiendo un alivio al compartir su carga.
-Gracias, Adeline.
Ambas se observaron, compartiendo no solo la tristeza, sino también la esperanza que acababa de nacer entre ellas. En ese café, rodeadas del murmullo de otras conversaciones, encontraron un refugio donde las palabras se convertían en promesas y los sueños, en posibilidades.
Amanda miró a Adeline con la esperanza brillando en sus ojos. Sabía que la situación era delicada, pero también creía firmemente que ambas podían beneficiarse de este acuerdo, era cierto que no se conocían, pero quizás la vida las había cruzado para que compartieran sus penas y pudiesen ayudarse mutuamente... quería creer que Adeline era una respuesta a su clamor.
-Adeline, sé que no os conocemos de nada, pero sé que podríamos ayudarnos mutuamente, no tengo problemas de dinero, mi esposo y yo tenemos mucho, y estoy dispuesta a ayudarte, pagaré la operación de tu abuela, la hospitalización, sus medicamentos, todo lo que necesite, solo te pido, te ruego que me ayudes... necesito una madre gestante, necesito un vientre que lleve a mi bebé, ayúdame Adeline, ayúdame a ser madre, por favor, sé que el destino no nos cruzó por casualidad, yo soy tu salida y tu eres la mía.
Adeline se quedó en silencio, procesando las palabras de Amanda. El miedo la envolvía, pero también había una chispa de esperanza. La idea de ayudar a su abuela y, al mismo tiempo, ayudar a Amanda a hacer realidad su sueño de ser madre era tentadora. Sin embargo, la idea de llevar el hijo de alguien más era una carga emocional que no podía ignorar. ¿Y si después no podía despedirse del niño?, ¿Cómo podría no desarrollar un vinculo emocional con el niño que crecería dentro de ella?, y lo peor es que no tendría derechos al bebé, ese niño nisiquiera llevaría su sangre...
-No sé... -murmuró Adeline, sus manos temblorosas entrelazadas-. Dar a luz a un niño que no es mío... No sé si puedo soportarlo. Es un dolor que no puedo siquiera imaginar, ¿cómo puedo darlo a luz y luego alejarme de el?
-Lo entiendo, Adeline. Pero, ¿y si te dijera que estaríamos contigo en cada paso del camino? Cuidaríamos de ti, te apoyaríamos emocional y físicamente. No estarías sola en esto. Además, cuando el bebé nazca, siempre te dejaré estar cerca, verlo crecer, conocerle, estar en fiestas. Sé que sería mi hijo, mi hijo y de Jeremy, pero también sé que también tendría una parte de ti, tu escencia... además, salvarás a tu abuela, no tendrías que preocuparte por dinero, es más podríamos hacer exámenes, si todo sale bien, mañana mismo podrías operar a tu abuela y yo me encargaré de todos los gastos.
-Amanda... me asusta todo esto, no se si sea capaz- hubo un largo silencio en el que la mente de Adeline trabajaba a mil por segundo- No se si...- hubo otro largo silencio, Amanda se limpio las lagrimas, no podría presionar así a Adeline ,pero le caía bien, era una buena chica que estaba pasando un mal momento, ella tenía como ayudarla, podía aligerar su carga.
-Tranquila Adeline, sé que es enorme lo que te pido, NO te preocupes, ya encontraré a alguien más-le sonrió- he esperado mucho, puedo esperar un poco más, pero tu abuela no puede, así que sin importar qué, voy a ayudarte, voy a pagar la operación de tu abuela.- le dijo con una sonrisa.
Adeline sintió que su corazón latía con fuerza. La generosidad de Amanda era abrumadora. La idea de que alguien estuviera dispuesta a ayudar a su abuela de esa manera era conmovedora.
-Podría pagarte por cuotas y...
-No debes preocuparte con eso- le regaló una enorme sonrisa- será un favor... algo así como una cadena de favores, en el futuro cuando puedas ayudar a alguien más, hazlo.
Adeline lo pensaba, si Amanda estaba dispuesta a ayudarla... aunque ella no llevara a su hijo...
-Yo también quiero ayudarte- la miró a los ojos con miedo, si, queria ayudarla pero, al mismo tiempo, la presión de lo que significaría ser una madre gestante la llenaba de dudas. - ¿Y si algo sale mal? -preguntó, su voz casi un susurro-. ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte para soportar el dolor del parto?
Amanda tomó la mano de Adeline, apretándola suavemente.
-No tienes que hacerlo si no quieres, te he dicho que de igual forma te ayudaré.
-Pero si quiero ayudarte, es solo que me asusta.
-Podemos hacer los exámenes necesarios para asegurarnos de que estás bien. Quiero que te sientas segura en esto. Si decides ayudarme, prometo que estaré a tu lado y haré todo lo posible para que esta experiencia sea lo más positiva posible.- Adeline sintió que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. La generosidad de Amanda era abrumadora, y su corazón se debatía entre la gratitud y el miedo.
-Lo haré Amanda- dijo decidida- si estás conmigo lo haré. Por gratitud, por mi abuela, por ti y tu esposo, te ayudaré Amanda, si lo haré.