Capítulo 5 Un acto de amor.

Despues de aquello Amanda y Adeline se abrazaron, sintiendo plena gratitud.

Amanda estaba feliz, podría ser madre, podría... tendría un hijo.

Adeline estaba feliz, podría salvar a su abuela... su abuela viviría.

Volvieron juntas a ver al doctor Smith, quien se sorprendió que Amanda hubiese encontrado tan rápido un vientre para su hijo, el medico las atendió e indicó los exámenes necesarios que Adeline debía realizarse, además la indicación de que la viera la ginecóloga. Se dedicaron a hacer los exámenes de sangre, la revisión ginecológica, mucho mas tarde le aseguraban que su salud femenina estaba bien, debía esperar algunos resultados de examen de sangre que se le entregarían al día siguiente.

Amanda y Adeline se dirigieron a pagar los costos de la operación, y lo que se debía de la hospitalización, y todo, aseguraron que al ser un monto tan alto debían esperar la confirmación del banco, al obtenerla podrían proceder a realizar la operación.

-Gracias, gracias, gracias Amanda- los ojos de Adeline no dejaban de producir lágrimas mientras abrazaba a la mujer, Amanda sonreía y le devolvía el abrazo.

-Todo estará bien, yo tambien tengo mucho que agradecerte- compartieron números telefónicos y direcciones- ahora debo hablar con Jeremy y contarle todo lo sucedido, espero que esté dispuesto a apoyarme en esto.

-Me has contado lo bueno que es, estará dispuesto a apoyarte en todo. Ahora debo ir a ver a mi abuela y luego iré a casa, te esperaré para llevarte a casa- le dijo con una sonrisa.

-Te esperaré, así podré dejarte en casa, mañana podemos venos para buscar los exámenes, si mi conversación con Jeremy va bien, podrían conocerse mañana, me daría mas tranquilidad si se conocen lo mas pronto posible.

- Se hará cuando me digas, estoy disponible.

Adeline entra a la habitación, el suave zumbido de los aparatos médicos llena el aire. Su corazón se aprieta al ver a su abuela Mery conectada a tantas máquinas, pero la sonrisa de la anciana ilumina la habitación.

-Hola, mi vida -dice Mery con voz suave, intentando levantarse un poco en la cama.-Adeline se acerca, le da un beso en la frente y se sienta en la silla junto a la cama.

-Hola, abuela. Te he extrañado tanto.

-Yo también te he extrañado, cariño. Siempre iluminas mis días -responde Mery, sus ojos brillan con amor y orgullo-. Estoy tan orgullosa de ti, Adeline. Has sido tan fuerte.-Adeline sonríe, pero su corazón se siente pesado.

-Hago lo que puedo, abuela, pero has sido tu la que ha sido muy fuerte. No voy a dejar que te vayas. Te necesito aquí conmigo.

Mery suspira, su mirada se vuelve más seria.

-A veces, mi niña, es importante saber cuándo es momento de dejar ir. He vivido una vida plena y hermosa, gracias a ti y a tu madre, a tu abuelo... los he amado con mi alma.

-No, no hables así -interrumpe Adeline, su voz temblando-. Vas a operarte muy pronto, y todo va a estar bien. Te prometo que vas a salir de esto.-Mery frunce el ceño, preocupada.

-¿De dónde sacaste el dinero para la operación, Adeline? No quiero que pongas en riesgo tu futuro por mí.

-Lo conseguí como un préstamo, abuela -dice Adeline rápidamente, tratando de restarle importancia-. No te preocupes por eso. Solo quiero verte bien otra vez.- Mery la mira fijamente, su preocupación evidente.

-Adeline, cariño, no quiero que te sientas culpable. No quiero que sacrifiques tanto por mí.

-No es un sacrificio, es un acto de amor -responde Adeline, tomando la mano de Mery entre las suyas-. Y cuando te recuperes, te prometo que te contaré toda la verdad sobre cómo conseguí el dinero.- Mery aprieta suavemente la mano de su nieta.

-Lo único que deseo es tu felicidad. Siempre has sido mi razón de ser.

-Y tú eres la mía, abuela. Vamos a superarlo juntas, como siempre lo hemos hecho.- Mery sonríe, sus ojos llenos de amor.

-Eres una niña valiente, Adeline. Te quiero más de lo que las palabras pueden expresar.

-Y yo te quiero a ti, abuela. Siempre estaré aquí, luchando por ti.

La habitación se llena de un silencio cálido, donde el amor entre ambas se siente palpable, un refugio que las sostiene en medio de la tormenta.

Adeline salió de la habitación de la clinica con un nudo en el estómago. Había sido un día largo y agotador, pero la visita a su abuela le había dado un poco de esperanza. Al cruzar el pasillo, se encontró con Amanda, quien la esperaba con una sonrisa cálida.

-¿Cómo estás? -preguntó Amanda, con una expresión de preocupación en su rostro.

-Un poco mejor, gracias. La abuela parece más tranquila -respondió Adeline, sintiéndose agradecida por la compañía de su amiga.

Juntas, caminaron hacia la salida de la clínica, y una vez en el exterior, se encontraron con Joseph, el chofer de Amanda, que las esperaba junto a un elegante automóvil negro. Adeline subió al asiento trasero, sintiéndose un poco más aliviada ahora que solo debían esperar la aprobación del banco para la operación de Mery.

Durante el trayecto hacia la casa de Adeline, la conversación fluyó con naturalidad. Hablaron del futuro, del hijo que compartirían, de lo agradecida que ambas estaban, lo que hizo que el viaje pareciera más corto. Joseph, mientras tanto, se mantenía atento a la carretera, dejando que las dos mujeres disfrutaran del momento.

Finalmente, llegaron a la casa de Adeline, un lugar acogedor aunque un poco desgastado por el tiempo. La fachada mostraba signos de que necesitaba algunas reparaciones, pero había un encanto en su sencillez. Adeline se sintió un poco nerviosa al pensar en que Amanda podría juzgar su hogar, pero rápidamente se recordó a sí misma que esas cosas no importaban.

-¿Quieres entrar un momento? -preguntó Adeline, haciendo una pausa en la puerta.- Amanda sonrió, pero sacudió la cabeza con amabilidad.

-Gracias, pero no puedo. Debo llegar a casa.- Adeline asintió, comprendiendo la situación. Agradeció nuevamente a Amanda por todo lo que había hecho por ella y su abuela.

-Gracias por todo lo que haces por mi, Amanda y también por mi abuela.

-Tú también has hecho mucho por mí, Adeline. Gracias por aceptar llevar a mi hijo. Significa más de lo que imaginas -respondió Amanda, con una mirada de gratitud en sus ojos.

Con un último abrazo, Amanda subió al auto y se despidió, mientras Joseph encendía el motor y comenzaba a alejarse. Adeline se quedó en la puerta, observando cómo el coche se perdía en la distancia, sintiendo una mezcla de agradecimiento y soledad. Sabía que los días venideros no serían fáciles, pero con el apoyo de personas como Amanda, tenía la esperanza de que podría afrontar lo que estaba por venir.

                         

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