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-No puedo hacerme esto, abogado. No puedo hacerme esto -le dijo con desesperación. La vida de mi abuela está pendiendo de un hilo. Usted sabes que ella es lo único que tengo. El seguro ya no aguanta más, su seguro médico no puede cubrir por más tiempo su tratamiento. Necesito acceder a mi dinero, es mío después de todo. ¿Qué importa si lo tengo ahora o dentro de tres años?
-Importa, señorita Foster -le dijo -. Si dependiera de mí, evidentemente pondría todo ese dinero en sus manos. Sin embargo, no es algo que yo pueda controlar. Las leyes son las leyes y no puedo saltármela. Estoy para hacerlas cumplir, no para incumplirlas, entiéndame señorita Foster.
-Usted no lo entiende, abogado -le dijo con los ojos llenos de lágrimas a punto de dejarlas fluir- . Mi abuela, el único ser que amo que queda con vida, está muriendo y yo soy la responsable de que eso no suceda, es mi responsabilidad. Tengo un fideicomiso a mi nombre con el dinero necesario para salvarle la vida y usted me dice que no puedo acceder a él solo porque no tengo 25 años. ¡Mi abuela se muere, necesito solucionarlo!
-Esa es la cláusula que le permitirá acceder al fideicomiso. Es necesario que usted tenga 25 años, señorita Foster. No puedo hacer más por ayudarla, solo esperar.
-¿Es que acaso no lo entiende?, ¿Esperar?, ¿esperara a qué?, ¿a que mi abuela se muera? Mi abuela no puede esperar, su salud no puede esperar. Necesito hacer algo por ella ahora y no tengo absolutamente nada. Hasta vender la casa llevaría mucho tiempo, el trámite, y necesito cubrir los gastos médicos de ella ahora.
-Realmente quisiera ayudarla y le pido que me disculpe, Adeline -se disculpó el abogado-. Quisiera poder hacer algo más por usted, pero estoy atado de manos. No hay nada que pueda hacer por ayudarla, la cláusula es clara: solo puede cobrar su fideicomiso cuando tenga 25 años.
Adeline, salió del bufete de abogados con el ánimo en el piso. Su corazón estaba destrozado y la angustia estaba haciendo mella en ella. No sabía qué hacer o a quién recurrir. No tenían manera de ayudar a su abuela y la desesperación estaba acabando con ella. Hasta Carlos, quien había sido su novio durante el último año, le había dado la espalda, argumentando que no podía soportar la enorme carga que reposaba en ella. Hacerse cargo de su abuela enferma era algo que él no estaba dispuesto a compartir. Eso la entristeció sobremanera, pues aquel año junto a él había sido maravilloso, al menos hasta que su abuela comenzó a enfermar y tuvo que restar tiempo con su novio para invertirlo en los cuidados del único ser que se había ocupado de ella.
Desde muy temprano había conocido la desgracia. Tenía diez años cuando viajaba con sus padres en el auto. Parecía ser un día normal y sin ninguna complicación, hasta que un camión pareció perder el control y se estrelló contra ellos. Sus padres habían muerto instantáneamente y ella había quedado maltrecha. Aquel fue el primero de los muchos golpes que la vida le daría, quizás con la intención de fortalecerla o de derribarla, aún no lo tenía claro. Tuvo una recuperación lenta en el hospital y, debido a ello, ni siquiera pudo asistir al funeral de su padre. No tenía familiares cercanos, ningún hermano mayor que pudiese hacerse cargo o un tío. Su madre era hija única y su padre había sido el mayor de dos hermanos, y lamentablemente el único que había estado con vida, ya que el menor de los Foster había perdido la vida en una caída de caballo.
Su abuela paterna estaba bastante enferma, por lo cual no podía hacerse cargo de ella. Fue así como fue a tener los cuidados de su abuela materna, quien se había convertido para ella en una amorosa madre, atenta, cariñosa y dedicada a su cuidado. Nada les había faltado y, sobre todo, en los momentos de angustia, en los que recordaba constantemente aquel accidente que la había dejado huérfana, su abuela solía acostarse con ella y abrazarla mientras la arrullaba y le prometía que todo estaría bien.
Cinco años más tarde, perdió a su abuelo paterno y la noticia fue tan desgarradora para ella, tanto como para su abuelita, que no soportó la pérdida de quien fuese en vida el amor de su vida. Ella terminó muriendo de tristeza antes de que la enfermedad que habitaba su cuerpo acabara con ella. Fue así como su abuelita Mary se convirtió en el único familiar vivo cercano. Su abuela la había llenado de un amor constante y ella quería devolverle todo ese amor y todo ese cuidado. Ahora que su abuela estaba interna en el hospital y que estaba batallando por mantenerse con vida, Estela no sabía qué hacer o a qué aferrarse. Pensó que con un poco de presión podría acceder al fideicomiso que le permitiría pagar la operación y los cuidados de su abuela. Sin embargo, se sentía terriblemente frustrada al descubrir que nada podía hacer. La única manera de acceder a ese fideicomiso era esperar tres largos años hasta que cumpliera 25 años de edad, pero su abuela no tenía tanto tiempo. Su abuela no podía esperar tres años, su abuela necesitaba la operación ahora.
Sintiéndose desmoralizada y al borde de una nueva crisis de llanto, se dirigió al hospital. Después de largas horas de espera, logró reunirse con el encargado del hospital con la intención de explicarle cuál era su situación. El hombre la escuchó atentamente y se sintió apenado por las tragedias que arropaban a la joven.
-Quisiera ayudarla, señorita Foster, pero no puedo hacer nada. No está en mis manos.
-Por favor, doctor, debe haber algo que pueda hacer, por pequeño que sea, alguna esperanza. Solo necesito un poco de ayuda para mantener a mi abuela con vida.
-Créame que quisiera ayudarla, realmente tengo la intención de hacerlo. Podría conseguir tres días más de hospitalización sin que tenga que cancelarlo. Podría hablar con los médicos que la atienden y llegar a un acuerdo para que el pago a efectuar sea el mínimo. Sin embargo, no puedo prometerle más que eso. Su abuela necesita una operación y la necesita con urgencia. De no ser intervenida pronto, me temo decirle que tendrá que prepararse para lo peor.
El corazón de Adeline se oprimió de pena y dolor. No quería abrazar la idea de que perdería a su abuela. Es por ello que necesitaba encontrar una salida, una ayuda, alguien que estuviese dispuesto a confiar en que ella pagaría la totalidad de la deuda.