LA DIOSA DESTINADA AL REY ALFA OLVIDADO
img img LA DIOSA DESTINADA AL REY ALFA OLVIDADO img Capítulo 1 Aradne se alarmó
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Capítulo 6 ¡Suéltala u olvidaré quién eres! img
Capítulo 7 Voy a borrar la feromona de otro alfa de tu cuerpo img
Capítulo 8 Horus irrumpió en el despacho sin tocar la puerta img
Capítulo 9 Aquí te traje ropa para que te cambies img
Capítulo 10 Aradne se sentía como si un rayo eléctrico la hubiera atravesado img
Capítulo 11 Cuéntenme, ¿qué pasó con Aradne img
Capítulo 12 Gedeón entró en la habitación con cautela img
Capítulo 13 Aradne se despertó sobresaltada por un ruido img
Capítulo 14 Sus pensamientos se agitaban img
Capítulo 15 Ahora eres mi loba img
Capítulo 16 Ella corrió hacia las criaturas img
Capítulo 17 Aradne no sabía qué le preocupaba más img
Capítulo 18 ¡Es una hechicera! img
Capítulo 19 Aradne palideció img
Capítulo 20 Gedeón llevaba días sin poder conciliar el sueño img
Capítulo 21 Sí, mi madre era un ser bondadoso img
Capítulo 22 Pues quienes no quieran luchar img
Capítulo 23 Gedeón ¡Esta no es tu victoria! img
Capítulo 24 Horus, tengo que verlo img
Capítulo 25 Eres un orgullo para nuestra raza img
Capítulo 26 Aradne se adentró en el bosque img
Capítulo 27 Estoy lidiando con un problema complejo img
Capítulo 28 En la frontera sur img
Capítulo 29 ¿Cómo se te ocurre besarlo frente a sus hombres img
Capítulo 30 ¿Quién eres tú img
Capítulo 31 ¿Que está aliada con esas alimañas img
Capítulo 32 ¡Aradne, están atacando a la manada Gord! img
Capítulo 33 Asher se sentía inquieto img
Capítulo 34 Gedeón, encontré a tu mate img
Capítulo 35 ¿Por qué no nos divertimos un rato primero, lobita img
Capítulo 36 Gedeón y Lucio lograron rescatar a Asher img
Capítulo 37 Ariadne sentía cómo la sangre le hervía img
Capítulo 38 Gedeon y Ariadne llegaron a la entrada de Corinto img
Capítulo 39 Por fin te dignas a venir img
Capítulo 40 Mara, te has equivocado de salón img
Capítulo 41 Ya estoy harta de escuchar tantas estupideces img
Capítulo 42 Cachorra malcriada img
Capítulo 43 Ramses se ofreció a ir para conocer esa zona de Esmer img
Capítulo 44 Marie observó cómo Ramsés la ignoraba img
Capítulo 45 ¡Oh, mira lo que has hecho, niño! img
Capítulo 46 ¿Por qué no despiertas img
Capítulo 47 Gracias a Marie img
Capítulo 48 ¡Quítense del medio, debo despedirme del rey! img
Capítulo 49 ¿De dónde provienen las granadas img
Capítulo 50 Estamos aquí para tomar este reino img
Capítulo 51 Evolet dio varios pasos hacia adelante img
Capítulo 52 La batalla estalló con una intensidad desbordante img
Capítulo 53 Cleo, quiero un helado de limón img
Capítulo 54 Eiden, al verse liberado, corrió hacia Cleo llorando img
Capítulo 55 Jonás, ¿por qué Cleo y Eiden estaban solos img
Capítulo 56 La oscuridad empezaba a envolver el cielo img
Capítulo 57 Pueblo de Corinto img
Capítulo 58 Clemente, pálido y derrotado bajo la cabeza img
Capítulo 59 Hasta que te dignas aparecer img
Capítulo 60 Aradne se sentaba en la banca img
Capítulo 61 Trysa avanzaba hacia la ciudad de Drea img
Capítulo 62 Los siete lobos restantes se lanzaron con fiereza contra Rocco img
Capítulo 63 Estoy de acuerdo con el alfas Ramsés img
Capítulo 64 Cleo, tomaría el control del personal img
Capítulo 65 Odín avanzaba a través del umbral de su manada img
Capítulo 66 La hija ingrata img
Capítulo 67 Marie se dirigió al campo de entrenamiento img
Capítulo 68 ¿Qué has dicho img
Capítulo 69 Odín tomó la mano de su mate img
Capítulo 70 ¡Niña estúpida! img
Capítulo 71 La casa de Bonifacio era un caos img
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LA DIOSA DESTINADA AL REY ALFA OLVIDADO

Yun Leben
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Capítulo 1 Aradne se alarmó

En el país de Skoll, existen tres grandes imperios: Safe, Oregon y Nardis. El último es el más pequeño de ellos. Durante los últimos veinte años, las tierras de Nardis, especialmente en la manada Corinto, gobernada por el Rey Nesfer, había caído una maldición. Una espesa niebla se cernía sobre las nubes, ocultando al sol y manteniendo la manada en penumbra. La sequía reinaba, y la tierra apenas ofrecía frutos. Criaturas deformes merodeaban en las noches el bosque de Corinto, convirtiéndolo en un lugar peligroso y hostil que alejaba a los comerciantes y viajeros.

Los guerreros alfa, al servicio del rey Nesfer, lideraban la búsqueda de la bruja de ojos violetas, un ser celestial destinado a liberarlos de la maldición que asolaba sus tierras.

En una zona montañosa del imperio Nardis, vivía Aradne. Hasta sus veinte años, su vida había sido tranquila, aunque siempre vivía en constante agonía cada vez que los guerreros del rey llegaban a la aldea buscando jóvenes de ojos violetas, obligándola a esconderse.

Un día, mientras se encontraba en su habitación, la puerta se abrió bruscamente, sobresaltándola.

-¡Hija, ha llegado la hora de que vayas a la cueva detrás de la cascada a esconderte! ¡Los guerreros del rey Nesfer están revisando la aldea! -exclamó su madre, con voz entrecortada.

Gloria Recordaba el día en que la había encontrado flotando dentro de una cesta en el río. Rumores habían llegado a la aldea de que los guerreros del rey Keseo buscaban a una mujer de ojos violetas que había escapado embarazada de la manada Corinto. Por un instante, consideró entregar a la bebe a los guerreros, pero al escuchar su llanto y ver esos ojos violetas indefensos, sintió en su corazón una nostalgia que no le permitió abandonarla. Así que la tomó en sus cálidos brazos y la crió como su propia hija, siempre temerosa de que algún día alguien de la aldea la delatara y se la arrebataran de su lado.

Aradne se alarmó. Desde que murió el antiguo rey alfa hace un año y su hijo tomó el trono, la búsqueda de la bruja se intensificó y se llevaban a las jóvenes de ojos violetas que encontraban a su paso. Había escuchado rumores de que las torturaban y luego las hacían desaparecer. Se decía que buscaban a una bruja y que su muerte era necesaria para acabar con la maldición que azotaba el bosque de Corinto.

-Mami... -unas lágrimas de alarmadas se asomaban en sus ojos. Desde niña sabía que era diferente a las otras personas de la aldea. Su madre le había contado la historia de cómo la encontró-. Estoy cansada de esconderme de esos guerreros, pero no quiero morir como las otras chicas.

Su madre se acercó y la abrazó. Tenía miedo de que esta vez la apartaran de su lado, pero intentó que su voz sonara fuerte mientras le acariciaba su larga cabellera rizada.

-Mi niña, si la diosa Selene te puso en mi camino para que te salvara, es porque tiene un propósito en la vida y no es precisamente morir por una maldición de la que tú no tienes la culpa. -Se separó y le dio un beso en la frente-. Ahora, sal de aquí antes de que te encuentren.

Ella se limpió las lágrimas que todavía se deslizaban por su mejilla. Con una sonrisa fingida hacia su madre, le dio la espalda y salió de la cabaña. Corrió por el denso bosque, y al cruzar el sendero hacia la cascada sintió cómo alguien la agarraba de la falda de su vestido. Temblorosa, se giró y se quedó atónita al ver al hombre frente a ella. Aquellos ojos azules, intensos y aterradores, se encontraron con los suyos. Un escalofrío recorrió su cuerpo, dejándola paralizada.

Gedeón sintió un estruendo en su interior. Aitor, su lobo, gruñó y él maldijo en silencio, pensando: "Entre todos los alfas que sirven a mi primo, tenía que ser yo quien la encontrara. Hubiera sido mejor no saber de su existencia". Durante mucho tiempo había sido difícil localizar a una mujer de ojos violetas. Él, como uno de los alfas más poderosos, siguió las señales del clima próspero de esa zona, creyendo que la bruja que buscaba podría encontrarse en esas montañas, y acertó. Frunció los labios y con voz áspera expresó:

-Ya es tarde para huir, bruja. Vendrás conmigo.

-Señor, déjeme ir. Yo... yo no le he hecho nada a usted, ni al líder alfa -expresó, arrastrando las palabras.

-No seas tonta, bruja -Intentó agarrarla por el brazo, pero ella lo esquivó-. Será mejor que colabores. Mis hombres no serán tan piadosos contigo. -Enarcó una ceja-. Tu deber es acompañarnos hasta la manada Corinto; tu rey alfa te espera. Sabes que debes morir para salvar a tu gente. -La tomó con fuerza del brazo y la arrastró hacia donde estaban sus hombres.

Dos guerreros sostenían a su madre, mientras la gente de la aldea los observaba. Algunos con rabia, conscientes de que por culpa de la joven eran visitados por los guerreros, quienes revisaban sus cabañas, sus cosechas y confiscaban su comida. Sin embargo, no se atrevían a delatar a la chica, porque el líder de esa aldea les había advertido que quien delatara Aradne sería expulsado junto con toda su familia de lo que ellos consideraban su hogar. Otros lobos que apreciaban a la chica, la miraban con pesar y apretaban los puños, deseando defenderla. Pero al ver las miradas sanguinarias de esos lobos, sentían miedo de morir; tres jóvenes eran retenidos por sus padres para que no intervinieran.

Gloria, al ver el pánico en los ojos de su hija, comprendió en ese momento que nunca más la volvería a ver. Un escalofrío recorrió su cuerpo y un ruido estremecedor salió de su garganta.

-¡Suéltenla! ¡Suelten a mi hija, tengan piedad de ella! Aradne no es a quien buscan. ¡Suelten a mi Aradne! ¡No se la lleven de mi lado! -Fue interrumpida por un dolor punzante en su rostro, uno de los guerreros que estaba cerca le dio una cachetada.

-Cállese, vieja estúpida, si no quiere morir aquí mismo.

-¡Mami! ¡No le hagan daño a mi mamá! Yo me voy con ustedes, pero suéltenla -se escuchó una voz desgarrada. Aradne sentía la presión punzante en su brazo, pero no podía desafiar al hombre grande que la sostenía.

Gedeón, al ver la escena, increpó a sus hombres con un gruñido áspero:

-Dejen a la mujer en paz. Ya tenemos lo que vinimos a buscar. Es hora de irnos. -Empujó a Aradne hacia uno de los caballos-. Átenle las manos y móntenla en el caballo -Giró la cabeza hacia uno de sus hombres- Jonás, mantenla vigilada. -Luego, les dio la espalda a los presentes, caminó hacia su caballo y esperó a que sus hombres hicieran lo mismo.

Aradne dio un último vistazo a sus amigos, quienes eran sostenidos por otros lobos para que no intervinieran, luego a su madre que lloraba desconsolada, arrodillada en el suelo. Sintió cómo bruscamente era levantada en el aire y colocada en el caballo. Luego de que le ataran las manos, solo podía ver cómo su hogar desaparecía de su vista, comprendiendo que desde ese momento su vida cambiaría. En ese instante, solo le quedaba rezar en silencio a la diosa Selene para que la ayudara a escapar y, si su destino era morir, que no fuera dolorosa.

            
            

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