Con mi rostro ardiendo, más por la ira que por el golpe de Hanna, la sujeté del brazo que había osado a golpearme. Ella intentaba hacerse la valiente y digna. Quién sabe con cuántos hombres más a parte del viejo se había metido a la cama, y ahora se ofendía de que dijera la verdad. Ella no le llegaba ni a los talones a Melody.
- ¿Qué diablos haces? -suéltame -exigió, ejerciendo fuerza.
- Atrévete a volver a tocar mi rostro, y te juro que vas a conocerme. Puedo ser muy cruel Hanna, más de lo que crees.
- No te tengo miedo, haz lo que te venga en gana, y verás que no me quedaré de brazos cruzados. Ya no soy esa niña.
Pero con esto presioné más su brazo.
- No sé qué vio el viejo en ti, tal vez tu juventud, y quiso darse un gran banquete antes de que el diablo se lo llevara. Y por supuesto, tú aprovechaste esto para quedarte con la fortuna de un pobre diablo moribundo.
- Piensa lo que quieras -dijo inclinando su rostro-. ¿Crees que me importa tu opinión? Si me metí a la cama con más de cien hombres, no es algo que deba explicarte. Mi vida es solo mía -respondió logrando quitar su brazo para alejarse.
- ¡No he terminado! -grité.
- Pero yo sí -respondió antes de desaparecer de mi vista.
Apretando mis dientes, y con la indignación de tener que aguantar a esa mujer durante los próximos doce meses, pensé en que esto sería vivir el infierno en carne propia.
Debía buscar alguna manera de invalidar ese testamento. No era posible que para tener todo lo que por derecho debía ser mío, tenía antes que hacerle un hijo a ella. Tocar ese cuerpo que fue usado por el viejo, solo me producía asco.
- ¿Edzel?
Permaneciendo en mi lugar, sentí las manos de mi hermana tocar mi antebrazo.
- ¿Qué quieres, Iris?
- Nada, solo quería saludarte. No tuvimos mucho tiempo para hablar luego de darse la lectura del testamento de papá.
- Iris, ahora no estoy en condición para hablar de la locura que dejó ese hombre en un papel.
- Lo entiendo, pero ¿No crees que estás siendo cruel con Hanna?
- ¿Cruel? -me reí indignado-. ¿Y cómo debería reaccionar? Si ese viejo se aprovechó de un papel que firme para amarrarme a una mujer que no amo.
- Pero ¿Por qué odiarla?
- ¿No es evidente? Gracias a ella, ahora no puedo estar con la única mujer que quería como mi esposa. La presencia de Hanna es una maldición en mi vida.
- Estás equivocado Edzel, Hanna es una chica trabajadora y líder por excelencia. Y a pesar de que ella también fue engañada por un papel, no se amargó la vida. Siguió adelante. A pesar de ser muy joven, afrontó todo con madurez.
- Lo que sea, para mí solo es la causante de que no pueda estar con la mujer que amo.
Dejando a mi hermana en el balcón, recibí un mensaje. Observé el nombre de ella. La única especial en mi vida, entonces salí a darle el encuentro.
Metido en mi auto, manejé para verla. Ella vivía en un departamento que yo le había obsequiado.
Durante estos seis años, ella viajaba y venía a verme a Inglaterra, lugar en el que permanecí durante estos últimos años. Melody era la hija de uno de los accionistas de la empresa Erardi, mientras mi padre estaba con vida, pero luego de que el padre de Melody se retirara de los negocios, había dejado esas acciones a su única hija, aunque a ella jamás le interesaron los negocios, mandando muchas veces a un representante en su lugar.
*Flashback*
De piel suave, blanca, cabellos rubios y labios rojos. La conocí cuando empezaba mis primeros días en la empresa Erardi.
Su belleza había atrapado de inmediato mi atención, y ese par de piernas esbeltas. Era una mujer muy sensual. Tenía lo que no había encontrado en otras, hasta ese momento.
La conexión y química fue de inmediato. Cuando menos lo esperaba ya la tenía entre mis brazos. Disfrutando de sus besos y cuerpo.
Melody me seguía el ritmo como solo yo estaba acostumbrado. La pasábamos muy bien en la cama. Compartíamos esa pasión por el otro.
Y estaba dispuesto a aceptar su petición. Melody ansiaba ser mi esposa, y bajo ninguna circunstancia me negué. La quería en mi vida; de eso estaba muy seguro.
Hasta que llegó el maldito día en que me enteré que no podía hacerlo.
Esa mocosa de cabellos azabache, ojos azules, labios carmesí y delgada era la culpable, y lo peor de todo era que resultaba ser la misma que conocí años atrás. Una que se había ilusionado conmigo. Pero una parte era mi culpa, nunca debí ser amable con ella. Confesando un amor que a mí me importó poco.
Y apenas pasaron unos días, tomé mis maletas, para irme con Melody; ella me acompañó en mi viaje, y estuvimos juntos por un tiempo, pero ella tenía también una vida aquí. Una que yo aceptaba y comprendía. Ella me esperaría hasta que mi divorcio se diera, desde un principio me acompañó y yo iba a cumplir mi palabra.
*Fin Flashback*
Amaba con locura a Melody, tan comprensiva y adorable que me esperó, sin lugar a dudas, como ella no existía nadie. Era a la única que yo quería para compartir el resto de mi vida.
Quitando las llaves del auto para descender, miré de un lado a otro. Debía tener cuidado de los fotógrafos. Esto era una porquería, tener que mantener oculta a la mujer que amo, por una que no me despertaba el mínimo deseo.
Mierda, hasta cuando podría tolerarlo. Al regresar creí que todo se acabaría y por fin podría casarme con Melody, pero no. Un año, quedaba un maldito año más.
- Mi amor -lanzándose a mi cuello, recibí los brazos delicados y delgados de Melody. Su delicada sonrisa y boca roja me mostraban que por ella todo valía la pena-. Esperaba con ansias tu llegada -añadió-. Hay mucho por celebrar.
Lamentaba tener que romper su ilusión, porque ella creía que al fin me había divorciado. Decirle que aún no podía hacerlo, le rompería el corazón.
Sus manos se posaron en mi abrigo para quitármelo.
- Por fin Edzel, por fin eres libre -dijo abrazándome.
No tenía corazón para hacerlo, esto iba a ser más difícil de lo que creí.
- Melody -la tomé de los hombros para que me viera a los ojos.
- ¿Qué sucede? No te ves contento.
- Perdóname Melody -cuándo lo dije, ella parpadeó confundida, borrándose la sonrisa en sus labios.
- ¿Eh? ¿Qué sucede? ¿Por qué lo dices? Ya eres libre de esa mocosa que se interpuso en nuestro camino, al fin podremos casarnos.
- Aún no -negué con mi cabeza.
- ¿Cómo? Pero yo creí que el abogado al fin diría que se cumplió el tiempo.
- También pensé lo mismo, pero él maldito testamento pone como cláusula que para recibir la mitad de la herencia debo estar un año más en que el que se compruebe que tanto ella como yo vivimos como esposos bajo la misma casa.
- ¿Solo la mitad? Pero eso es absurdo Tú eres el dueño de todo, ella solo se aprovechó de tu padre, y ahora quiere conseguir más a cómo de lugar. Hanna, es una mujer muy astuta, estoy seguro que ella convenció a tu padre de que hiciera esto.
- Aún no puedo creer cómo es que se dejó engañar por una chiquilla. Es incluso menor que nosotros, y pretender que tenga un hijo con ella para recibir el resto es... Una completa idiotez.
- Pero debe haber algo que hacer. Ella no puede manejarte a su antojo. A mí... -se dio la vuelta ocultando sus ojos entre sus palmas -, me duele mucho -sollozó.
Eso de ninguna manera me agradó, nadie hacía llorar a mi mujer.
- Créeme que haré algo, linda -la tranquilicé abrazándola y besando su frente.
Melody levantó su rostro con sus ojos brillando por las lágrimas, causando mi rabia.
Maldita seas Hanna, ella era la única culpable y la haría pagar cada lágrima que Melody derramaba.
Luego de esa pequeña discusión con Edzel, llamé a la única persona que me daba ánimos en momentos así. Tenía tanta rabia acumulada que solo quería despejar mi mente.
Pasar un año entero en la misma casa con Edzel, verlo todos los días, soportar su mirada de desprecio, su presencia... Todo... Que la vida me diera fuerzas, para continuar.
Antes hubiera sido muy feliz. Aquella chiquilla hubiera brincado de alegría, con un corazón lleno de amor para dar. Mientras esperaba que el taxista me llevara al café, mi mente me llevó a esos días donde solo había una nube gris en mi cabeza.
*Flashback *
Solo lo vi de espaldas, siendo testigo de cómo él jalaba sus maletas fuera de la casa. De mi vida.
Debía suponer que esto ocurriría, sus palabras de desprecio y asco por mí, me daban como un martillo a la cabeza, y dolía... Dolía tanto vivir con la muerte acechándome, porque estaba muriendo, aunque no estuviera sangrando.
Mis manos que se apoyaban en el cristal de la ventana, sintieron esa gota que cayó. Estaba lloviendo dentro de mi habitación, gotas saladas que resbalaban de mis mejillas, por un amor no correspondido.
Pero lo que terminó por destruir este frágil cristal que latía, fue presenciar el momento en el que Edzel se reunía en la puerta del auto con una bella mujer. Los labios de él se posaron durante varios segundos en los de ella ¿Entonces eso era amor?
Incapaz de seguir observando. Cerré la persiana, traté de controlar mis emociones, pero los sollozos de mis labios soltaron mi dolor.
- ¿Qué caso tiene? -murmuré-. Nadie en este mundo me quiere. El único que me hizo sentir especial, es un verdadero monstruo.
Sin embargo, la única culpable era yo. Yo por haber creído que el amor existía. Que un chico de veinte podía amar a una mocosa como yo. Por haberme ilusionado y creer en el príncipe azul. Qué estupidez más grande.
- Edzel Erardi, destruiste mis ilusiones.
*Fin Flashback *
Después de haber llegado, miré el local frente a mí. Entré buscando entre los comensales a aquel muchacho de cabellera larga oscura y de mirada dulce como la miel.
Lo encontré sentado, leyendo algo en su celular. Él pareció sentir mi presencia, pues de inmediato levantó su mirada, se quitó las gafas que usaba para leer y me ayudó a tomar asiento.
- No pensé que aceptarías reunirte conmigo -le dije tras recordar el evento en el hospital.
Él apretó los labios; un gesto que hacía para mostrar su molestia.
- Estuve cerca de no venir, pero supongo que no tengo de otra más que escucharte.
En ese instante, una jovencita se acercó con una taza de café.
Sabía que Harry lo había pedido por mí. Aunque estuviera molesto, él nunca dejaba de preocuparse por mí. Me hacía sentir ese cariño que muchas veces me hacía falta. Él era como el hermano que nunca tuve.
- Gracias -le dije.
- Umm supongo. Bueno, te escucho.
Colocando mis manos alrededor de la taza, sentí el agradable calor que mis dedos congelados necesitaban.
- Lamento no habértelo dicho antes, pero era algo que yo también quería olvidar. Sabes lo mucho que me afectó ese matrimonio.
- Desgraciadamente lo sé -asintió, apoyando su rostro en su mano.
- Pues nunca pude divorciarme, y ahora debo permanecer todo un año con ese idiota ¿Por qué? ¿Por qué tiene que regresar justo cuando ya lo olvidaba? -mi rabia se evidenció en mis nudillos blancos que apretaban el mango de la taza-. Le daría toda mi parte de la herencia si con eso obtenía mi libertad. Daría lo que fuera, para no tener que soportarlo.
- Hanna -sintiendo la mano cálida de Harry en mi hombro, nuestras miradas se cruzaron. Él veía todo mi dolor, el cansancio de mi alma-. Da lo mejor de ti, no bajes la cabeza. Hay mucho por lo que debes sentirte orgullosa. Así que no quiero verte con esa mirada derrotada, porque detrás de esa mujer golpeada por la vida, está la que luchó por ser alguien mejor y no se quedó de brazos cruzados. Eres más que la esposa de un imbécil.
- Siempre dándome fuerzas -tomé su mano para pegarla a mi mejilla, dejando que una lágrima resbalara. Rápidamente, busqué en mi bolso mi pañuelo, pero no lo encontraba, hasta observar la otra mano de Harry extenderme el suyo.
- Y no te preocupes, nadie sabrá que lloraste. Se lo mucho que te molesta que te vean así.
Yo sonreí, aceptando el pañuelo-. Haces bien -le respondí-. Las lágrimas son derrota, y nunca permitiré que alguien me vea así.
Era cierto, jamás había dejado que alguien me viera llorar. Después de que Edzel me insultara en aquel balcón hace seis años y mi llanto fuera incesante, me hice el juramento de que nadie volvería a verme así. El sentimiento de ser alguien débil y demostrar que estaba rota; no es algo que quiero volver a proyectar. Hanna Mariani no volvería derramar más lágrimas.
...
Llegué a casa con la compañía de la Luna en plena noche. Las horas pasaban muy rápido cuando disfrutas de una conversación.
- Aquí tiene y gracias -dije al pagarle al conductor.
¡Qué día! Tantas cosas que sucedieron, y pensar que esta mañana solo soñaba con recibir mi título universitario. El día más esperado... Se convirtió en el peor.
Tras ser recibida por los empleados, solo quise llegar a mi habitación, darme una larga y refrescante ducha que borrara todos los errores de mi vida. Y dormir... Pensar que este día solo fue un mal sueño. Despertar siendo la niña querida de mi padre, olvidarme de la existencia de Edzel como todo ese maldito papel.
- Ya no había más que hacer... -suspiré rendida, llegando a las escaleras.
- ¡Qué maravilla! ¡Al fin la reina ha llegado!
Lo que me faltaba ¿Acaso no tenía derecho a un poco de calma? Al menos antes de irme a dormir.
- No tengo tiempo para tus tonterías, Kyle -respondí sin darme vuelta.
- Oh Claro, la señora es muy ocupada. Incluso para llegar a estas horas.
Estuve calmando mi mal humor, pero si él se iba a poner como una piedra en el zapato. Que se enterara de las consecuencias.
- En lugar de estar ahí parado sin mover un solo músculo. Procura hacer feliz a Iris, que bien para mal te adora como a su Dios.
- Oh, y por supuesto que la hago muy feliz -en su respuesta hubo un tono que me desconcertó. Acercándose hasta estar a centímetros de mí, me susurró muy bajo -. Pero parece que a ti te hace falta lo mismo.
- Cuida tus palabras -contesté sin temor alguno-. Conmigo no vas a jugar.
- Pero si yo no deseo jugar. Quiero ser muy serio. Tu querido cuñado tiene mucha experiencia en hacer feliz a una mujer, y con gusto yo podría... -*¡PLAF*
Esta era la segunda vez en un día que abofeteaba a alguien.
- ¡No se te ocurra! ¡Ni en tus sueños!
Contrario a la reacción de Edzel, Kyle soltó una sonrisa de lado. Era como si disfrutara mi reacción. Que tipo más extraño.
- Te ves como una mujer pequeña, delicada y frágil, pero dentro de ti hay tanta pasión que se desborda hasta en tu actitud. Estas en estado salvaje, solo hace falta que alguien dome a la yegua.
- ¡Callate! ¿Cómo puedes decir tal atrocidad? Eres un hombre casado. Respeta a tu esposa -le exigí.
- Lo hago, pero también soy hombre Hanna, y admito que desde que llegaste a esta casa has ido cambiando -diciendo esto, sus ojos me recorrieron desde los pies hasta mi rostro, provocando en mi unas náuseas terribles-. Habría que ser ciego para no ver en la bella flor que te has convertido. Una muy sensual y sexy.
- ¿Kyle? ¿Eres tú? -la voz de Iris se iba acercando.
- Sí mi reina. En un instante te haré compañía en la cama -contestó, para luego pasar por mi lado, subiendo las escaleras.
Que hombre más tenebroso. Su sola mirada me provocaba un temblor desagradable.
Esperé unos minutos, hasta asegurarme de escuchar la puerta de su habitación cerrarse, y cuando obtuve lo que quería, decidí que ya era hora de descansar.
Por lo menos en mis sueños nadie me perturbaría. Sería mi único momento de paz.
Estirando mi cuello de lado a lado, encendí la luz de mi habitación. Fui quitándome los tacones, el abrigo como el vestido, hasta quedarme completamente desnuda. Solté mi cabello, y con la tranquilidad que me daba, estiré los brazos detrás de mí cabeza. Mañana sería otro día, debía mantener la mentalidad en positivo.
De pronto, escuché que alguien intentaba abrir la puerta, por el tremendo susto que me llevé, quede totalmente inmóvil, hasta escuchar el ladrido de Cerbero. Como pude, logré alcanzar mi bata y salí a revisar de quien se trataba.
Ahí, con el rostro imperturbable y las manos en sus bolsillos, me miraba completamente serio.
- ¿Qué buscas ahora? -le pregunté a Edzel -. La hora de hacerme la vida imposible comienza desde mañana a las 8:00 am. Ahora deseo dormir.
- ¿Qué haces aquí? -cuestionó sin tomar en cuenta mis palabras.
- Es mi habitación.
- Por supuesto que no. Así que vete de una vez.
- Se ninguna manera haré eso.
- No tengo el humor para discutir contigo Hanna, has esto por las buenas o no responderé.
- ¡JÓDETE! -De inmediato quise cerrarle la puerta en la cara, pero su fuerza fue mayor y con un solo brazo me detuvo, entrando de todas maneras.
- ¡Ay! -me quejé al sentir mi espalda chocar contra la pared. Edzel me tenía acorralada con sus manos atrapando mis brazos.
- Mucho cuidado con tu boca mocosa malcriada. Vas a hablarme con respeto ¡OÍSTE! -sus ojos azules eran más fríos que el invierno. Se veía tanto el odio en ellos-. Yo no soy el viejo con el que te revolcabas para tener todos tus caprichos ¡Así que piensalo dos veces antes de insultarme!