Capítulo 4 Capitulo 4: La propuesta

Terminada la lectura del testamento, un profundo silencio se apoderó del ambiente. Incluso el abogado parecía asombrado.

- Supongo que es una broma ¿Verdad? -dije imponiendo mi voz.

- Señora, estamos en una lectura seria y fidedigna. No es una broma.

Con los nervios de punta, me pasé las manos por la cabeza. Esto debía ser un mal sueño. Sí, seguro era eso. En cualquier momento la alarma de mi celular me despertaría. Yo y Edzel... ¡No! absolutamente nunca.

- Las visitas se harán una vez al mes, y si se da el caso en que se conciba un hijo. La herencia pasará de inmediato a ustedes, tal como se dijo. Con permiso -el hombre pasó a retirarse.

Poco a poco la sala que estaba con los integrantes de la familia; fue quedando abandonada, del mismo modo que yo. Miré a mis lados y sólo noté a los asientos vacíos.

- Imposible... -susurré para mí- ¿Cómo yo...? Definitivamente ¡No! ¿Tener un hijo con Edzel?

Para mi fue una gran estupidez que no tenía posibilidad de que siquiera en pensamiento sucediera. Él fue claro el día que nos enteramos de nuestro matrimonio «Repulsión» Eso dijo sentir por mí.

*Flashback*

Desde aquel primer beso, pasaron tres años y jamás supe de aquel muchacho que me robó ese sabor de mis labios. Yo, ahora con quince años. Era una jovencita de cambios apenas perceptibles. Mi cabellera azabache caía hasta mi cintura, mis ojos azules deslumbraban por el despertar a nuevas experiencias, y mi contextura era la de una muchachita ni muy delgada ni muy robusta. Estaba cerca de terminar mis estudios en la escuela. Era inmensamente feliz, a pesar de ser la que menos atención recibía. Y digo era, porque una vez más el mundo me daría una cachetada a la realidad.

Una pequeña y joven como yo, estaba destinada a ser usada como objeto de riquezas.

Así es, Mi madre finalmente había logrado lo que yo imploraba que no sucediera. Me había comprometido con un hombre mucho mayor; que había enviudado hace más de diez años.

Lloré, grité, supliqué, quise apelar al corazón de mi madre ¿Y que obtuve? Una bofetada que permaneció como una marca roja que ardía en mi mejilla, hasta oír la declaración del juez.

Me había casado con un señor al que solo al mirar me transmitía temor ¿Cómo este hombre podría ser mi esposo? Era incluso mayor que el esposo de mi progenitora.

Con los ojos aún nublados del llanto que había dejado ir antes de iniciar la ceremonia, observé a quienes creí mi familia. Seguro ahora estaban dichosos. Por fin habían obtenido lo más importante, dinero y prestigio en la sociedad.

- Vamos muchacha -me dijo el señor con el que ahora viviría. Me tendió la mano y yo solo bajé la mirada a mis pies, pasando de largo.

Un auto nos esperaba afuera. Miré atrás por última vez, entonces, mi madre se acercó y me abrazó.

No recordaba la última vez que sentí sus brazos dándome calor, pero por un instante creí que se apiadaría de mí.

- Ma...

- Sé obediente y escucha a tu marido, no quiero tenerte de regreso, así que compórtate o te daré la mayor zurra que ni en tus peores pesadillas has visto -susurró a mi oído. Sus labios me dejaron un beso en la mejilla y se alejó con una sonrisa en el rostro.

Fui una venta, eso es lo que hicieron conmigo. Cual objeto de subasta, fui otorgada al mayor postor.

- Tu marido te espera, Hanna -dijo la mujer que me dio la vida.

Sin decir nada más, me dirigí al vehículo. Giovani; el hombre que me compró, ya estaba en el asiento.

Tomé mi lugar, y sólo me rendí al destino que me esperaba. Después de todo ¿Qué más podía hacer? Solo tengo quince años, Quería vivir como las demás jóvenes de mi edad, reír, soñar, enamorarme... Entre otras cosas más.

Durante todo el camino, Giovani no dijo nada, hasta llegar a una enorme y hermosa residencia. Había visto muchas, pero esta era la más lujosa.

- ¿Aquí voy a vivir? -pregunté con temor.

- Así es Hanna, desde hoy eres la dueña y señora de todo esto.

- ¿Papá, eres tú?

Caminando con pasos lentos. Una joven mayor que yo de cabellos castaños, mejillas llenas con hoyuelos en ambos lados y brillo en su mirada azul, apareció ante nosotros.

- Sí cariño -recibiendola en su pecho, Giovani besó su frente con gran ternura.

Me recordaba al cariño que compartíamos mi padre y yo.

- ¿Y ella es...? -me señaló.

Él se apartó para presentarme.

- Su nombre es Hanna, y es mi esposa -cuando de su boca salió esa declaración, la mirada de la joven se espantó.

- Princesa - entró otro hombre alto de piel canela, quien besó la mejilla de la joven-. ¿Qué sucede, todo bien?

- Kyle -lo nombró ella-. Mi padre dice que esa pequeña muchachita...es su esposa. E-esto es una broma ¿Verdad? ¿Papá? -cuestionó a Giovani.

- No, eso no puede ser posible, se ve que es menor que tu, princesa -agregó él tipo que no dejaba de apoyar las manos en los hombros de la dama.

- No, no es una broma -contestó Giovani-. Hanna es mi esposa.

- ¿¡Pero es una niña!? -gritó la joven.

- Iris -la llamó su padre-. Ya te había dicho que pensaba casarme en algún momento, tu madre falleció hace diez años.

- Lo sé, pero... ¡No con una niña!

-Suegro, con todo respeto, esa muchacha podría ser su hija -añadió Kyle.

- No necesito la aprobación de nadie, y tampoco he pedido opinión. Solo estoy comunicando la decisión que ya tomé.

- ¿Mi hermano lo sabe? -preguntó Iris.

- Está es una decisión que tomé solo. Tu hermano se enterara cuando decida volver de gastarse el dinero en tonterías -finalizó, para luego dirigirse a mí-. Vamos arriba Hanna -me dijo.

Detrás de él, seguí su camino. Llegamos a una habitación la cual él abrió.

- Pasa pequeña, no temas -me sonrió.

Cómo muerta en vida y mis ojos apagados, entré.

Este era un despacho, después de que él pasara, aseguró la puerta con llave.

- Aquí no nos escucharán -murmuró-. Por favor, siéntate Hanna, tengo que hablar contigo.

Giovani ocupó su asiento y yo el mío.

- Veo en tu mirada que estás aterrada, y eso es completamente normal -sacando un pañuelo de su bolsillo me lo entregó-. No llores más. Solo te puedo decir una cosa, aquí nadie te va a lastimar.

Acepté el pañuelo, limpiando las lágrimas que rodaban de mis mejillas.

- Seré directo Hanna, ya que tiempo es lo que menos tengo.

Al decirlo, sentí su voz con un extraño gesto ¿Dolor?

- ¿De qué habla, señor?

- Voy a morir -fue tan directo que apenas pude procesarlo.

- ¿Cómo?

- Es difícil de explicar y peor de entender, y te pido que lo mantengas en secreto. Nadie en esta casa lo sabe.

- ¿Pero y su hija?

- Ella es muy sensible, si se lo dijera, rompería en llanto, y no quiero que me mire con lástima. Ya suficiente tiene con el tipejo que escogió como esposo -suspiró bajando la mirada a sus dedos que descansaban en el escritorio-. Mi intención es solo una Hanna, quiero que alguien me haga compañía. No sentirme solo en mis últimos días.

- Entonces...

- Puedes estar tranquila. Tendremos habitaciones separadas, para que te sientas segura.

Lo que me decía ya me hacía sentir un poco más de tranquilidad, mas la pregunta en mi cabeza seguía rondando.

- ¿Pero, por qué yo?

Poniéndose de pie, buscó en uno de sus estantes algo que tenía muy bien cuidado.

- Supongo que conoces al hombre de la derecha -me dijo sonriente.

- ¡PAPÁ! -grité tomando la foto en mis manos-. Es mi papá.

- Él y yo éramos muy buenos amigos en la universidad, me dolió mucho enterarme de su muerte.

- Lo extraño -sollocé.

- Yo también. El caso es que nunca pude darme el tiempo de ir a visitarlo, mientras vivía. Mi adicción al trabajo y mis malos hábitos me llevaron a acortar mi vida. Entonces, el día que me enteré de mi estado, quise despejar mi mente, para asumirlo como mejor se pudiera -tomó asiento para descansar-. Asistí a una fiesta, ahí vi a tu madre. No me reconoció, pues jamás fuimos presentados.

- Así que usted fue el hombre con el que hablaba esa noche.

Su respuesta afirmativa con la cabeza, despejó mi duda.

- Tu madre buscaba comprometerte con cualquier tipo que tuviera dinero. Lamento que esa clase de mujer haya sido la esposa de mi amigo.

Aunque hablara de mi madre, no podía objetar a sus palabras.

- Yo no podía dejar que cayeras en manos de algún depravado, y le ofrecí dinero para que me diera tu mano. Ella no se opuso y aceptó feliz. Solo le pedí tiempo para que creciera un poco más, lo suficiente para poder entender.

- Me siento contenta de que mi padre haya tenido un amigo como usted, pero me lastima confirmar las sospechas que tuve de mi madre. Para ella no fui más que un objeto.

- Ahora podrás estar bien. Estudiarlas, escogerás la profesión que desees tener. Aquí nadie te obligará a nada.

Y las cosas fueron así. Con el pasar de las semanas notaba que mi presencia se sentía extraña, especialmente por el esposo de Iris, que me miraba como un insecto fastidioso. Pero nadie me gritó, nadie me golpeó. El señor Giovani fue como un padre, que me aconsejaba y se mostraba orgulloso por mis calificaciones e interés en los negocios.

Pero... El diagnóstico del médico se cumplió, sólo seis meses después de mi matrimonio.

El gran vacío que dejó en mi corazón fue enorme, pues su cariño fue tan grande y noble que lograron sacarme de esa depresión en la que me había metido mi madre.

Su funeral fue, por más decir, lleno de lágrimas. Iris estaba destrozada. Se negaba a la idea de haber perdido a su padre. Yo podía entenderla, pues era lo mismo que yo sentí cuando perdí al mío.

Y fue ese dolor lo que provocó que ella se acercara a mí. Me habló de la admiración a su padre y cuán grande era su amor por él.

...

A los tres días, llegó un abogado a casa. Por supuesto que entendí el motivo de su presencia, así ocurrió tras la muerte de mi padre.

Él hombre estaba ahí para leer el testamento.

Cada uno estaba expectante del anuncio, siendo Kyle el más interesado.

Sentada al frente de todos esperé a que diera inicio a la lectura.

- Me parece que falta alguien -comentó el abogado.

- Sí, es mi hermano, pero él no está en este país, hace mucho que viajó -respondió Iris.

- Eso es extraño, pues tengo la llamada de su confirmación.

Hasta ese momento nunca había visto ni sabía el nombre del hijo de Giovani, sólo sabía que era el hermano mellizo de Iris y que él era el mayor.

De pronto, escuchamos unas voces. Una era del mayordomo y la otra era profunda y masculina.

Haciendo eco con sus zapatos, este hizo su presencia.

- ¡Edzel! -exclamó Iris levantándose con dificultad del asiento.

- Hermana -la recibió en un abrazo.

-Joven Edzel Erardi, llega justo a tiempo. Estaba por dar inicio a la lectura del testamento de su padre.

- Supongo que no tengo opción -contestó tomando asiento a mi lado.

Y sucedió lo que nunca creí que volvería a ocurrir. Nuestras miradas se encontraron, de inmediato me reconoció y yo a él. Mi pecho se llenó de una emoción indescriptible. Quería decirle tanto, pero no era el momento.

Él en cambio frunció su ceño y me apartó la mirada. Fue como un golpe a la cara.

- Muy bien, demos inicio a la lectura.

Él abogado empezó a hablar, su voz sonaba como un ruido sin significado en mi mente, pues yo no dejaba de mirar al hombre que se había robado más que un beso desde la primera vez que nos vimos.

Edzel Erardi, fue ese primer amor que experimenté en mi corazón, al que no pude quitar de mi cabeza durante estos tres. Estaba enamorada.

-... Por ello declaro que mis bienes serán manejados por mi hijo y su esposa, bajo la responsabilidad de mis abogados -tras decir esto, hizo una pausa.

- ¿Esposa? -preguntó Edzel-. Yo no estoy casado.

- De hecho, si lo está señor Edzel, y ella está en este lugar -señalándome con su mano me indicó como la esposa de él.

- ¿¡QUÉ!? -pegó un grito– ¡Yo jamás me casé con ella!

- Lo siento señor Edzel, pero aquí está su firma, la de la joven y por supuesto la del señor Giovani, quien era el tutor legal de la ahora señora Hanna.

- Eso no puede ser -prácticamente él arrancó el papel de las manos del abogado y tras leerlo maldijo con ira-. ¡Viejo maldito! Esta fue la firma que hice para obtener el adelanto de mi herencia.

- Bueno, le informo que lo que usted firmó, fue acta de matrimonio y que la joven aquí, es su esposa.

- Pero papá se casó con ella -intervino Iris.

- No señora, lo que su padre hizo, fue solo convertirse en el tutor legal de la muchacha.

- ¡Pues no lo acepto! -dijo Edzel.

- Sí lo desea puede solicitar el divorcio señor Edzel, pero la condición en el testamento para que usted reciba la herencia es de permanecer casado por un tiempo de seis años con la joven. Transcurrido el período, se leerá la otra mitad del documento. De lo contrario, el dinero y bienes pasarán a ser de propiedad pública.

- ¿Y no hay más para nosotros? -quiso saber Kyle, quien no había sido ni siquiera en el testamento.

- Como lo dije, todos los hijos y esposa del señor Edzel, recibirán un dinero cada mes. Hasta cumplirse los seis años.

Edzel se levantó con violencia, dejando a todos sorprendidos de su reacción.

El abogado había terminado su trabajo, sin más que hacer, se marchó, y cuando esto ocurrió. Mi impulso por ir a hablar con Edzel me ganó. Había tanto que quería decirle, y más ahora al saber que era mi esposo.

Lo encontré en el balcón, apoyando sus manos en las barandas.

- ¿Edzel? -lo llamé-. No sé si me recuerdes, pero...

- No te me acerques -me dijo sin siquiera verme-. Maldita mocosa, me has arruinado la vida.

Mis manos que estaban en mi pecho cayeron lado a lado, con una mirada llena de confusión.

- Edzel, pero...

- ¡QUÉ! ¿¡NO LO ENTIENDES!? -se giró gritándome con fuego en sus ojos.

- Porque me hablas así. Yo creí que te agradaba. Ese beso...

- ¿¡BESO!? ¿Enserio te ilusionaste con eso?

- Pero me gustas, yo te amo...

Pensé que al confesar mis sentimientos, él recapacitaría, pero fue el peor error.

- Ja, ja, ja ¿Me amas? ¿Y crees que yo puedo amar a alguien como tú? -dando pasos para mírame cerca me habló claro y fuerte-. A mi solo me das repulsión. Borra aquel beso de tu memoria, eso no existió.

- ¿Me mentiste? ¿Y tu propuesta?

Él se burló una vez más, conforme lo hacía sentía mi corazón desgarrándose.

- Yo jamás me casaría contigo, si ahora estamos en este lío, es por la trampa de ese viejo. No sé qué artimañas usaste para enloquecerlo, pero te funcionó. Así que mantente lejos, ni siquiera esperes dormir en mi cama. Tocarte sería como besar el fango con la mierda más grande.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, me sentía tan lastimada que sólo quería que la tierra se abriera para desaparecer.

- Por tu culpa, ahora la única mujer que amo no puede ser mi esposa. Y guarda tus lágrimas, maldita mocosa. Porque no vas a conmoverme. Por ti no voy a dejar a Melody, metetelo en la cabeza.

Y así solo transcurrió una semana, cuando él hizo maletas para marcharse con ella.

*Fin Flashback*

De aquella niña con el corazón roto que vio a su amor irse con otra, ya no había más que cenizas. Ahora soy una mujer que se superó. Edzel no iba a manipular más mi vida a su antojo.

- Hanna -me llamó acercándose tras de mí.

Estábamos en el mismo balcón en el que una vez me insultó de la peor manera posible.

-¿Qué es lo que quieres? -le dije girándome a verlo-. Si vas a insultarme, vas a tener que morderte la lengua.

- Insultarte sería rebajarme. Solo quería estar aquí, para olvidar esta pesadilla que parece no tener fin.

- Pues no creas que eres el único. Para mi, verte todos los días será como vivir en el inframundo.

- ¿Qué estás insinuando?

- Se qué lo entendiste o es que esa mujerzuela te ha quitado también las neuronas.

- ¡Cierra la boca! -me gritó-. Te dije que midieras tus palabras al hablar de ella.

- Y yo te repito que hablo como se me dé la gana. Vete con ella que seguro con gusto te dará ese hijo.

- Lo haría con gusto. Tú no tienes ni punto de comparación con ella. Lo que Melody me da es solo deseo y amor, en cambio por ti solo puedo sentir asco, prefiero recibir sólo la mitad de la herencia antes que meterte a mi cama.

Esta vez no me quedé llorando como la última vez. Apretando mi mandíbula, le. lancé una fuerte bofetada que hasta a mi me ardió la mano.

            
            

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