Capítulo 4 Se hundió junto con mi miserable matrimonio

Joshua nunca anticipó la drástica transformación de su esposa, quien habitualmente era dócil y manipulable.

Por eso, se sorprendió al ver a la mujer frente a él, pues estaba ataviada con ropa elegante y sexy. Y eso no era todo, se había bajado del Koenigsegg y caminado por el camino polvoriento, con una arrogancia que nunca había mostrado. Definitivamente esa era una actitud completamente opuesta a la de la servil cónyuge que conocía.

"¡Deja de soñar, Leanna! Ya tuve suficiente de tus jueguitos, con los que intentas captar mi atención", espetó él, con el semblante sombrío.

Acto seguido, le lanzó una mirada de advertencia y añadió: "Tus trucos solo hacen que te desprecie más".

Por primera vez, Leanna encontró divertida la actitud moralina de su marido. "No metas tus sentimientos en un asunto que es meramente transaccional. ¿No te sientes asqueado de caer tan bajo?", comenzó la mujer con una sonrisa, mirando con dureza a los adúlteros. Luego, se concentró en su marido, a quien le dijo con brusquedad: "Si de verdad amas tanto a Renee, ¿por qué no la seguiste al extranjero en aquel entonces? ¿Por qué te quedaste y te casaste conmigo? ¿Acaso tu amor no era lo suficientemente fuerte?".

"Sabes que mi abuelo usó al Grupo Griffiths para amenazarme. ¿O qué otra cosa crees que me habría detenido para perseguir al amor de mi vida...?", comenzó rápidamente el hombre, profundamente afectado por las palabras de su esposa.

"Entonces todo era cuestión de dinero, ¿no? Tu supuesto amor verdadero no es tan importante como para renunciar a ser el heredero del Grupo Griffiths, ¿verdad?", lo interrumpió con brusquedad su esposa.

Al instante siguiente, lanzó una sarcástica carcajada y añadió: "¡Joshua, deja de fingir que eres un amante leal!".

Al quedar expuesto ante la multitud, el hombre se sonrojó por la vergüenza. Dándose cuenta de ello, Renee salió en su defensa: "Leanna, no hace falta que te esfuerces tanto para crear una brecha entre Joshua y yo. Él tenía sus razones para actuar así".

Después, le lanzó una mirada provocadora a su interlocutora y agregó: "Soy muy consciente de que estás intentando sabotear mi relación con Joshua solo para quedarte con un porcentaje mayor de los bienes de la familia Griffiths. ¿O no fue ese el motivo por el que te casaste con él?".

Al escuchar aquello, el desprecio de Joshua por su esposa creció y decidió atacarla. "¡Lo sabía! Siempre has sido una interesada. Ya transferí un millón a tu cuenta y pronto el Audi también estará a tu nombre. Porque a diferencia de tu pequeña e insignificante familia, la mía no tiene problemas para hacerle frente a esa clase de gastos. De hecho, no me costó nada...".

"¡Esas son solo migajas! Eres un multimillonario y teniendo en cuenta que nos casamos por bienes mancomunados, y metiendo en la ecuación todos los carros y las casas, debería recibir al menos quinientos millones. ¿A quién pretendes engañar con el Audi de segunda mano de tu hermana?", replicó Leanna con dureza, quien aparentemente no se preocupaba demasiado por la reputación de su marido, ya que lo confrontaba abiertamente.

Luego, su mirada se posó en Renee, quien instintivamente retrocedió. "Si no me equivoco, ese collar que adorna a tu amorcito vale más de un millón, ¿no?".

"¿No te repulsa ni un poquito tu codicia? Yo le regalé ese collar a Renee, pues ella encarna la pureza y la bondad. En cambio, ¡tú solo eres una perra interesada!", respondió su esposo, colocándose protectoramente frente a su amante.

"Entonces, te niegas a pagar, ¿es eso?", respondió Leanna, desestimando sus palabras con un gesto de su mano.

Sin esperar respuesta, se dio la media vuelta y se volvió a subir al Koenigsegg.

Mientras los presentes, desconcertados por sus acciones, la miraban atentamente, el rugido de un motor resonó en el aire. El elegante superdeportivo negro avanzó como una flecha veloz, subiendo por los desiertos escalones que conducían al escenario con un ensordecedor ruido.

Joshua y Renee, quienes estaban con la guardia baja, fueron alcanzados por una lluvia de astillas de madera. La mujer soltó un grito agudo, mientras que el hombre, luchando contra su propio pánico, le dijo a su esposa: "Leanna, si vuelves a hacer algo como esto, te lo haré pagar...".

La aludida, imperturbable, ignoró sus amenazas. De hecho, comenzó a echarse de reversa, apenas y evitando chocar con el escenario en el proceso. "Joshua, te lo preguntaré una vez más. ¡¿Vas a dividir los bienes o no?!", gritó, con su voz atravesando la tensión.

El rugido del motor hizo que el empresario palideciera. Atrapado entre el agresivo auto y la poderosa presencia de Leanna, se olvidó por completo de escapar. Había tenido la intención de llamar a los guardias seguridad, pero descubrió que se habían ido, junto con la multitud que se escabullía. Ahora, solo quedaban ellos tres en este enfrentamiento.

¡En ese momento no tuvo dudas de que su esposa había perdido la cabeza!

Por su parte, Leanna saboreó el terror grabado en los rostros de los descarados amantes, mientras sus labios se curvaban en una sonrisa de satisfacción.

Joshua escuchó cómo el rugido del motor aumentaba y luego, para su horror, vio el auto avanzar disparado nuevamente contra el escenario. "¡De acuerdo! ¡Acepto tus condiciones de separación!", gritó.

Su esposa detuvo el vehículo en el acto, apenas a unos centímetros del escenario, pues el parachoques casi lo rozaba. Con una fuerte patada, abrió de golpe la puerta del carro, ahora maltrecha, salió con aplomo y se paró, con los brazos cruzados, frente a los temblorosos adúlteros.

Joshua inhaló profundamente, luchando por recuperar la compostura y dijo: "Pero tendrás que esperar hasta la próxima semana. Este fin de semana es el cumpleaños de mi abuelo, así que no podemos darle la noticia de nuestro divorcio".

En honor a la verdad, Richard siempre había sido amable con Leanna, así que ella no quería arruinar su fiesta de cumpleaños. Por eso, se encogió de hombros y contestó: "Solo asegúrate de cumplir la promesa que acabas de hacer. Estoy segura de que con tantos testigos, el heredero del Grupo Griffiths no se atrevería a retractarse, ¿verdad?".

El hombre apretó los dientes, incapaz de replicar.

Mientras tanto, Leanna dio un par de pasos al frente, pasó su mirada rápidamente por Renee, y luego la clavó en su cónyuge. "¿Te digo algo? El carro ya estaba destrozado tras el primer impacto, así que era imposible que volviera a chocar contra el escenario. Solo estaba acelerando el motor para asustarte", contó la chica, chasqueando la lengua.

Esa revelación hizo que su marido abriera mucho los ojos, en estado de shock.

Por su parte, ella alzó la ceja y le lanzó una mirada sarcástica, antes de continuar: "Un auto tan bonito, desperdiciado en alguien como tú".

Sin dedicarles ni un vistazo más, Leanna salió del teatro.

Joshua se quedó allí, momentáneamente aturdido. Todo lo que había pasado en ese día había sido tan rápido que apenas podía digerirlo. No fue hasta que la vio alejarse que empezó a sospechar que su aparentemente mundana esposa, con la que había compartido su vida durante los últimos tres años, era completamente diferente a la persona que aparentaba.

"Todo es mi culpa. ¡Si no hubieras intentado protegerme, nunca habrías cedido ante demandas tan absurdas!", dijo Renee, con la voz quebrada, agarrando a su amado; sus lágrimas hicieron que él volviera a prestarle atención.

El hombre envolvió a su amante en un abrazo, y comenzó a consolarla suavemente: "Esto no es tu culpa, sino de esa codiciosa mujer. Me tomó con la guardia baja y se aprovechó de ello".

"¿Y ahora qué hacemos? Has puesto todo tu tiempo y dedicación en crear la riqueza del Grupo Griffiths, y ella no ha aportado nada. ¿Por qué merece la mitad?", le preguntó Renee, con los ojos llenos de lágrimas.

De repente, se mordió el labio y añadió: "Sabes que te apoyaré sin importar lo que pase, pero me resulta casi imposible aguantar esta injusticia. Y si tu mamá y tu hermana se enteran de esto, se volverán locas".

"Aunque acepté sus demandas, las cosas no son tan sencillas como ella cree; no puede simplemente ir y tomar la mitad de todo", se burló Joshua.

Mientras tanto, afuera del caótico teatro, Leanna le marcó a Sloane. "¿Puedes recogerme en el Teatro de la Santidad?".

"Pensé que habías ido en el Koenigsegg a pedir el divorcio", respondió su desconcertada amiga, del otro lado de la línea.

Leanna miró su mano y notó que tenía un corte, que probablemente se había hecho durante el choque anterior. La herida era superficial, pero extensa, y ahora la sangre que brotaba de ella manchaba su mano.

"Ese carro se hundió junto con mi miserable matrimonio", respondió.