Salir a esta hora de la empresa no es común en mí, pero tenía un antojo incontrolable de comprar unos deliciosos helados de fresa, un deseo tan fuerte como el de devorar a alguien. Na, miento un poco, o tal vez es una realidad. En fin me sentía nerviosa últimamente, a punto de hacer una locura para reclamar mi herencia robada por un sinveguenza hombre llamado Padre. Estacione el coche en el parking de la gran tienda de "Versace" Al bajar, aseguré la camioneta y caminé con desgano. Al entrar al vestibulo subir, escuché sollozos provenientes de una esquina cerca de la entrada. Me asomé y vi a una niña llorando, debe tener unos al rededor de ocho años. Parecía asustado. Me acerqué a ella inclinandome y le pregunté por qué estaba sola y llorando.
-Hola, pequeña -dije suavemente, intentando atraer su atención-. ¿Por qué lloras? ¿Dónde están tus padres?
Sus ojitos estaban fijos en un punto, como si estuvieran perdidos en un mundo invisible. Moví la mano varias veces frente a ella, pero no mostró ninguna señal de haberlo notado. Parecía tan pequeña y vulnerable, su rostro enrojecido por las lágrimas, mientras su pequeño cuerpo temblaba ligeramente. Su expresión era de confusión y miedo, como si no entendiera qué estaba pasando a su alrededor. Ahora entendía, tenía una discapacidad de visión.
-Estoy esperando a mi hermano. Su novia me dejó aquí y no ha vuelto por mí. Tengo miedo.
Esto es en serio. ¿Quién será el hermano de esta niña y por qué razón la novia de su hermano la tiene que dejar aquí? Quizás se fue a hacer alguna diligencia.
-No logro entender por qué te dejó aquí,- mencione mientras la niña baja la cabeza y sigue llorando.
-Ella me dijo que soy un estorbo en la vida de mi hermano. No sé qué significa eso, pero a veces ella es mala conmigo.
Qué maldita perra. Espero no encontrarme algún día con esa alimaña. ¿Cómo puede ser capaz de dejar a una pequeña indefensa a su suerte? La observo nuevamente. Sus ojos apagados son azules como el cielo. Mi corazón late tristemente, algo que no había sentido en años por nadie. La melancolía me invade. La llevaré a la estación de policía. Quizás su hermano la esté buscando. Pobre criatura.
-Vamos a tomar un helado. Luego te llevaré a la estación. Seguro que tu hermano, desesperado, llegará allí.-La pequeña sonríe alegremente. Es un angelito en medio de tantas cosas malas en este mundo.
La niña me comentó que su nombre es Ariadne, y no sabe del porqué no puede ver. Su hermano es su unica familia, trabaja todo el día, sin descanso. Por eso le pidió a su novia que fuera por ella. Qué absurdo que una chica trate de esa manera a un angelito indefenso. Dios, las cosas que uno debe ver en este país son crueles.
Pensé que yo era cruel, pero veo que hay personas peores que yo. En fin.
Mientras devoramos unos deliciosos helado, la pequeña habla alegremente y me cuenta un poco de su vida.
No tiene padres; su hermano la cría desde que ella tenía dos años. La pequeña derrama unas cuantas lágrimas mientras habla. Mi corazón se retuerce al escuchar estas cosas; a veces es mejor no saber lo que les pasa a las personas inocentes.
Cuando terminamos el helado, llevo a Ariadne a la estación. Ella parece más alegre y sonríe a menudo. Ya eran más de las cinco de la tarde, y tenía que ir a dejarla antes de meterme en lios. Al llegar a la estación de policía, registro a la niña como extraviada. La observo una vez más; está sentada con los ojitos aguados. Espero que su hermano pueda localizarla pronto. Es una lástima que no tengamos su número o dirección.
Indignada, me acerco a ella y le doy un suave beso en la mejilla. Ella sonríe ante mi gesto. Realmente no tengo idea, pero esta pequeña ha tocado lo más profundo de mi corazón. Sin saber por qué, una lágrima baja por mi mejilla. Ella está sola, sin una madre, al igual que lo estuve yo. Es una triste realidad. Agradezco a Dios haberla puesto en mi camino. Quizás es el destino, porque si otra persona la hubiera encontrado, quién sabe dónde estaría ahora. Hay tanta maldad en este mundo que no quiero imaginar a otra pequeña vagando por las calles de esta gran ciudad.
Dejé mis pensamientos a un lado al escuchar la voz de la niña.
-¿Señorita, cómo se llamas? - Sonriendo, le respondí.
-Cassandra Morretti, pero si algún día nos vemos, tú me puedes decir Cassi.
La nena sonrió posando una pequeña mano en mi mejilla. Dios mío, ¿por qué me siento tan triste y tan jodidamente necesitada de cariño o afecto de esta pequeña? Me alejé de ella y, antes de irme, saqué mi pulsera con diamantes, que tiene grabado mi nombre. Se la coloqué en la muñeca, Ella quedó sorprendida, pero luego me abrazó, dándome las gracias.
-Recuérdame siempre Ariadne.
Con un asentimiento, me abrazo derramando un par de lágrimas. Me despedí pidiéndole al guardia que la cuidara bien y que se fijara en la identificación antes de entregar a la niña. Al salir de ahí y me dirigí a casa, con el corazón saltando de tristeza por ese ser tan indefenso. Espero un día volver a verla. Y quizas ella sea la elegida de quedárse con todo lo que tengo, no importa, mi dinero, no importa nada, desde siempre he sido una mujer sin escrupulos, sumergida en una vida monotona, busco como divertirme, hasta que mis dias lleguen a su final.
Subo a mi coche y sonrio por que hoy conoci a un verdadero Angel.