-Digamos que fueron los esos bichos, porque confío en ti y no creo que mi preciado novio me engañe, ¿cierto? -añadio con un tono que trataba de sonar convincente. La abracé, dejando un beso casto en su mejilla y acariciando su suave cabello castaño. Nidia es hermosa, con su piel Morena y su figura que vuelve loco a cualquiera. Debería cuidar más de ella antes de que alguien más me la arrebate. Nos despedimos, quedando de vernos en la noche. Suspirando, entré a la casa y me dirigí a la ducha para tomar un baño relajante. Le dije a Ariadne que hiciera lo mismo, ya que iríamos a la clínica a buscar su medicina...
Después de dos malditas horas cambiando de ruta varias veces, finalmente llegamos a la clínica en la que se encuentra la farmacia más grande del país. Había una fila enorme y, por un momento, quise darme la vuelta e irme a casa, pero no lo hice. Tenía un motivo importante, y no podía olvidar que mi hermana necesitaba su tratamiento, que esta vez le duraría el mes. Decidí aprovechar y comprar para dos meses, porque quién sabe cuándo podría reunir otros seiscientos dólares de nuevo. Dejé a Ari sentada en una de las bancas mientras yo me ubicaba en la fila para esperar mi turno. Era desesperante estar de pie, y peor aún, bajo el fuerte calor con el sol brillando con todo su esplendor. Joder, empecé a sudar sofocado.
-¿Eres Ariadne? -escuché que alguien le hablaba a mi hermanita. Salí de la fila rápidamente, desconfiando de cualquiera que se acercara a ella.
-¡Eres mi amiguita Cassi! -exclamó Ari, abrazando a la desconocida. Me acerqué a ellas y jalé la mano de la chica, sorprendido al darme cuenta de que era la misma chica de la noche anterior. Hoy se veía diferente, con el cabello negro recogido en una coleta desordenada, lentes de sol oscuros, una camiseta negra y jeans azul oscuro. Su piel parecía pálida, o tal vez era su color natural.
-¿Quién eres? -pregunté, aún incrédulo.
-Es mi amiguita ella me cuidó ayer cuando me perdí y luego me llevó a la estación de policía -respondió mi hermana con alegría. En serio, esto era una jodida casualidad. ¿Era esta la misma chica que ayudó a Ari aquella tarde? Aún no lo podía creer.
-Mucho gusto, me llamo Cassandra Morretti. ¿Y tú? -se presentó ella con una sonrisa arrogante, luego me preguntó mi nombre.
-Elian Navarro, mucho gusto -me presente extendiendo mi mano. Ella la tomó y noté que su rostro lucía aún más pálido y sus ojos verdes cansados. Era increíble lo que hace el destino. Pensé que nunca más volvería a ver a esta chica, y ahora resulta que ella es la dueña de la pulsera de oro con diamantes.
-Hermano, dime cómo se ve mi amiguita -preguntó Ari, ansiosa por saber.
Aclaré la garganta, nervioso, y respondí.
-Ella es muy bonita. Tiene el cabello muy largo, hasta la cadera, y es de un negro muy oscuro. Tiene un cuerpo delgado y bien formado -mencione mirando a mi hermana por unos minutos mientras la mujer se mordía el labio, poniéndome más nervioso.
-¡Qué linda es! ¿Y sus ojos? ¿De qué color son? -preguntó, aplaudiendo emocionada. La mujer sonrió sincera cada vez que mi hermanita hablaba.
-Sus ojos son de un verde muy lindo.
-Ariadne, tú también eres una niña muy bella. Además, eres rubia y tu piel es suave. Me dio gusto volver a verte -Expreso la mujer, haciendo sonreír a mi hermana, quien mostró su dentadura con orgullo. Ella la abrazó y le dio un suave beso en la mejilla.
-Me dio gusto conocerte -dije, sincero, mientras ella se acercaba unos pasos más.
- Igualmente y no te imaginas cuánto -se acercó aún más y dejó un beso en mis labios, sorprendiéndome-. Espero que nos veamos pronto, Elian -dicho esto, se mordió el labio inferior, se puso sus lentes de sol y se inclinó hacia Ariadne suspirando mientras observaba cómo las dos conversaban como si se conocieran desde siempre.
******
CASSANDRA.
Que sorpresa trae la vida. Quien diría que este guapo hombre es el hermano de la pequeña Angel. ¿Será cosas del destino? No lo creo. En fin debo apresurarme o me desmayaré aquí mismo.
-Bueno debo ir a la fila-Comento el tal Elian.
-¿Vas a comprar medicinas para Ariadne? -quise saber, curiosa.
-Así es, señorita. ¿Y usted qué hace aquí? -me preguntó, ahora curioso.
-Unas pastillas que no logré conseguir en la farmacia del hospital, pero no son para mí -mentí, quitándole la receta que tenía en la mano. Él frunció el ceño, y antes de que pudiera decir algo, caminé hasta llegar al mostrador. Muchas personas empezaron a lanzarme palabras, pero no les presté atención.
-Necesito todo lo que está en estas recetas -dije al chico que atendía. Me miró estupefacto, pero no dijo nada. Sabía que había hecho mal al pasarme la fila, pero en serio necesitaba las pastillas antes de que me diera una embolia o taquicardia. Me he sentido muy mal desde esta mañana, y no quiero preocupar a mi nana. La vi molesta esta mañana, aunque aun así me felicitó y me regaló un rico pastel con relleno de fresa y un delicioso helado. Creo que tanto dulce me afectó.
-Señorita, debería apresurarse -escucho decir al chico, sacándome de mis pensamientos. Me entrega el recibo del total de mi compra, saco unos cuantos dólares y le pago. Cierro los ojos por un momento al sentir un ligero mareo. El chico me pregunta si me siento bien, y no puedo evitar arrugar el rostro.
-¿Crees que si me sintiera bien estaría aquí, apresurándome a pasar la fila? Necesito mis pastillas o me desmayaré, así que no me juzgues ni me apresures, ¿ok?
-Lo siento mucho, señorita -se disculpa mientras me entrega los paquetes. Le digo que se quede con el cambio, y él solo asiente con una sonrisa.
Qué idiota.
Camino hasta donde está Elian con su hermana, y al verme, se acerca.
-Vaya, pensé que los de la fila te iban a lanzar rayos láser con los ojos.
-No pasó, así que no importa. Bueno, debo irme -le digo, entregándole el paquete con las medicinas de Ariadne.
-Espera, ¿cuánto te debo por las medicinas? -Le sonrío y niego con la cabeza.
-No me debes nada, solo cuídala.
-No podría ser así, tengo el dinero y quiero pagarte. Sería injusto que una mujer pague por mí.
-Entonces te cobraré cuando yo quiera, así que pásame tu número -le exijo, levantando las cejas. Él ríe por lo bajo y Ariadne sonríe feliz sin decir nada; creo que se está divirtiendo escuchándonos hablar.
-Amiguita Cassandra, sería genial así nos llamas y podemos invitarte a mi casa a tomar un té.
Me acerco a Ariadne y la abrazo, diciéndole que así será, que pronto la visitaré, que no dude. Ella, feliz, grita "¡hurra!". Esta pequeña me transmite mucha paz, lo cual no entiendo del todo, pero quiero protegerla de cualquier cosa.
Elian me da su número y yo le doy el mío. Me despido, prometiéndole a Ariadne que la llamaré. Subo a mi coche y arranco a toda velocidad. Mi mano tiembla por la emoción de hace un rato. Busco la tienda más cercana y compro una botella de agua para tomar la pastilla. Las manos me sudan, y la cabeza no deja de punzarme. Quiero gritar de la impotencia. Bajo la cabeza hasta el volante y lloro porque me siento como una moribunda. Quisiera tener una inmensa felicidad antes de morir, pero no confío en nadie... bueno, en mis amigos sí, pero ellos tienen sus propios dilemas. Respiro hondo, limpio mis ojos y sigo mi rumbo. Marco el número del detective que está investigando a mi padre y al maldito que me robó una de mis empresas. Al primer pitido, él responde.
-Señora Morretti, ¿en qué puedo ayudarlo?
-Don Diego, quiero que investigue a un hombre. Se llama Elian Navarro Necesito información precisa. Dentro de unos minutos le paso su dirección y el lugar donde creo que trabaja.
-Está bien, cuente con eso. Mañana mismo le daré la información necesaria. Espero que se encuentre bien. Ya tengo información sobre lo que me pidió investigar.
Chasqueo los dientes y luego sonrío con malicia.
-Perfecto, esperaré tu llamada esta noche -cuelgo la llamada y, satisfecha, me dirijo a la agencia.