Casada con el monstruo
img img Casada con el monstruo img Capítulo 1 Prólogo
1
Capítulo 6 Opresor img
Capítulo 7 Atadura img
Capítulo 8 Liberación img
Capítulo 9 Misterio img
Capítulo 10 Llegada img
Capítulo 11 Tres meses img
Capítulo 12 Pequeño secreto img
Capítulo 13 Maleza img
Capítulo 14 Beso img
Capítulo 15 Encuentro img
Capítulo 16 Descubrimiento img
Capítulo 17 Revelación img
Capítulo 18 De noche img
Capítulo 19 Amargo img
Capítulo 20 Profecía img
Capítulo 21 Suceso extraño img
Capítulo 22 Infértil img
Capítulo 23 Sol y luna img
Capítulo 24 Relato img
Capítulo 25 El retrato img
Capítulo 26 Salida secreta img
Capítulo 27 Monstruos img
Capítulo 28 Consecuencias img
Capítulo 29 Destino img
Capítulo 30 El sacrificio img
Capítulo 31 Recipiente humano img
Capítulo 32 Doloroso amor img
Capítulo 33 El acto img
Capítulo 34 Consumados img
Capítulo 35 Verdades img
Capítulo 36 Visita img
Capítulo 37 Confesión img
Capítulo 38 Confesión 2 img
Capítulo 39 Asesinato img
Capítulo 40 Una salida img
Capítulo 41 Fachada img
Capítulo 42 Visión img
Capítulo 43 El orígen img
Capítulo 44 Pasado img
Capítulo 45 Confrontación img
Capítulo 46 Aparición img
Capítulo 47 Fracaso img
Capítulo 48 El reflejo img
Capítulo 49 Candente img
Capítulo 50 Cambio img
Capítulo 51 El cajón img
Capítulo 52 Encierro img
Capítulo 53 El páramo img
Capítulo 54 Plan img
Capítulo 55 La tumba img
Capítulo 56 Es hora img
Capítulo 57 El final img
Capítulo 58 Se acabó img
Capítulo 59 Fin img
img
  /  1
img
img

Casada con el monstruo

Nicolle Mercado
img img

Capítulo 1 Prólogo

En una noche lluviosa, fue cuando tuve mi primer encuentro con él. Su insistente llamado a mi puerta despertó el miedo que yacía dentro de mí, pues vivía en medio de la nada, en un bosque que conocía al dedillo por haber crecido allí. Sin embargo, rara vez recibía visitantes, salvo las personas que conocía de la ciudad cuando salía a vender frutas para ganarme la vida.

Al abrir la puerta, me encontré con unos ojos dorados tan siniestros como devoradores. Sentí que consumían mi alma con el reflejo de su iris. Temblé, me estremecí, y ni siquiera pude articular palabra al verlo por primera vez. Su cabello era tan negro como el vacío de su ser, empapado por la lluvia, su piel tan pálida, labios delgados pero carnosos, y pese al frío, se veían rojos. Nunca había visto a un hombre tan hermoso en mi vida; una belleza completamente letal. Puedo afirmar que fue amor a primera vista para mí, aunque dudo mucho que él sintiera lo mismo.

-Hola- lo saludé después de escudriñarlo de arriba abajo. -¿Quién eres?.

-Soy Benjamín-respondió con una voz áspera y ronca que erizó los vellos de mi nuca-¿Puedo pasar? Me perdí en el bosque y la lluvia me tomó por sorpresa cuando intentaba regresar.

-¿Qué hacías en este bosque?-pregunté con desconfianza, ya que, como mencioné antes, rara vez recibíamos visitantes en estos senderos. Mis vecinos estaban bastante lejos de aquí.

-Solo estaba explorando, buscaba aire fresco-dijo con una sonrisa torcida que debería haberme hecho desconfiar, pero por alguna razón, me dejó enrojecida, como si estuviera bajo un hechizo. Cuando miraba sus ojos, sentía que penetraba en mi alma y la escudriñaba a su antojo. -¿Me permites pasar? Te aseguro que no tengo malas intenciones, solo necesito refugiarme hasta que pase la lluvia.

«Debí haberle dicho que no, debí haber optado por no creerle»

-Está bien- cedí, y le abrí las puertas de mi acogedora cabaña.

Por su vestimenta, supe que era alguien importante y adinerado. Llevaba una larga gabardina y un traje de dos piezas, exactamente como los hombres que había visto en las revistas de la ciudad.

Lo hice sentarse en una de mis sillas de madera, le ofrecí una toalla y un poco de chocolate caliente. Era una locura; no debería haber confiado en un extraño, en alguien que jamás había visto en mi vida, mucho menos después de una excusa tan pobre. Sentía como si estuviera siendo controlada, porque al final, me encontré sentada a su lado, sirviéndole un poco de sopa que había preparado, y Benjamín parecía complacido con mi compañía.

Esa noche, Benjamín se marchó una vez que la lluvia cesó, desvaneciéndose en la oscuridad y dejando atrás su suave aroma amaderado. Demostró ser todo lo contrario a un hombre desconfiable; fue sumamente respetuoso, educado y amable conmigo. Aunque él no compartió detalles de su vida, yo sí le hablé de la mía: le conté sobre mi vida solitaria en esa cabaña y cómo subsistía vendiendo frutas en el mercado de la ciudad. Pareció no importarle mi origen ni mi falta de conocimiento; siempre mantuvo una actitud amable, independientemente de las circunstancias.

Lo más sorprendente fueron los días siguientes. Benjamín volvió a aparecer en la puerta de mi cabaña con un ramo de rosas rojas, un gesto que me conmovió profundamente, ya que nunca antes un hombre me había obsequiado flores tan hermosas. Le pregunté por qué había regresado, si nuevamente me daría la excusa de haberse perdido, pero él simplemente sonrió con picardía, sin negar el incidente, y me confesó que deseaba volver a verme.

Lo invité a entrar nuevamente en mi cabaña, ofreciéndole su cálido cobijo. Parecía disfrutar de mi compañía, ya que le costaba marcharse, y yo comencé a echarlo de menos cuando no estaba presente. Así transcurrieron los días, con Benjamín visitándome regularmente, trayendo consigo rosas, algunos regalos y compartiendo largos momentos juntos.

Sin darme cuenta, me enamoré perdidamente de él. Era inevitable no sentirme atraída por un hombre tan apuesto y encantador como Benjamín Worsley. Finalmente, un día reuní el coraje para confesarle mis sentimientos. Me costó mucho expresarlo, pero esa noche, en la cabaña, antes de su partida, le dije que me gustaba. Él respondió con una sonrisa, pero no pude interpretar su significado; no supe si le agradó mi declaración o si compartía mis sentimientos. Fue una sonrisa imposible de descifrar.

Para mi sorpresa, Benjamín sacó una pequeña caja de terciopelo rojo con un anillo de diamantes dentro y me propuso matrimonio. Estaba tan emocionada que no dudé en darle el sí y abrazarlo; era la primera vez que tomaba esa decisión y sentirme entre sus brazos era como desvanecerse en una suave nube.

Estaba tan enamorada que no me importó lo rápido que sucedieron las cosas. Benjamín parecía tenerlo planeado, ya que había comprado el anillo con anticipación. ¿Acaso también le gustaba yo? Por supuesto que sí, de lo contrario, ¿por qué me habría propuesto matrimonio?.

Después de esa noche, Benjamín se marchó. Le rogué que se quedara, pero dijo que no podía sin darme razones. Lo dejé ir, esperando que regresara al día siguiente, pero pasaron tres días sin verlo. Finalmente, al cuarto día, vino por mí para casarnos.

Le reclamé por su ausencia, pero él mencionó que tenía asuntos de trabajo y detalles de la boda que atender. A pesar de todo, me sentí feliz de casarme con él, especialmente cuando me regaló un collar con un colgante de flor, asegurándome de que era especial.

No dudé en aceptar su propuesta de irnos juntos ese mismo día. A pesar de mi falta de experiencia en el mundo, me sentía increíblemente afortunada de tenerlo todo con el hombre que amaba. Sin embargo, pronto descubrí que Benjamín Worsley sabía cómo clavarme las espinas.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022