Capítulo 7 Tristeza

Blake

Han pasado varios días luego de haber perdido todo control de mí y mi padre parece ya no tenerme la misma confianza. Pero ¿qué puedo esperar a cambio, si no solo ha sido una vez, sino dos veces las que no pude controlarme? Aunque la segunda todo fue gracias a Lirio que no terminé probando esa sangre tan dulce y adictiva de nuevo.

-No estoy seguro de irme y dejarte a ti a cargo del clan mientras esté ausente. Rompiste la regla más importante, Blake. Te dejaste llevar por el deseo y ahora tenemos que lidiar con ese humano. Además de que, muy seguramente, los otros lideres ya deben estar enterados y es cuestión de tiempo para que soliciten una reunión para darte el castigo que mereces - suspiró-. Entre todos los vampiros, ¿por qué tuvo que ser mi hija la que se descontroló?

-Lo lamento mucho, padre - bajé la cabeza, avergonzada de mis actos-. Sé que fallé. Recibiré mi castigo sin oponerme.

-Eres la siguiente líder. ¿Crees que esto no va a perjudicar tu posesión? Nadie va a tomar en serio a una líder que no puede controlarse. Recuerda que el mundo de los vivos y el nuestro no puede mezclarse por nada del mundo y tú lo has hecho al probar de su sangre. No serás un buen ejemplo para los vampiros más jóvenes.

-No seas tan duro con tu propia hija, mi amor - mi madre intervino, acercándose a mí y apoyando sus manos en mis hombros-. A cualquiera le pudo haber pasado. La sangre de ese humano es demasiado tentativa. Te recuerdo que tú tuviste que controlarme a mí.

-Pero ¡fue la siguiente al cargo de esta familia la que se dejó llevar! - golpeó su escritorio con fuerza bruta, destrozándolo al instante-. Jamás había pasado algo así en nuestra familia. Estamos en la boca de todos. Ahora bien, nuestra hija va a tener que atravesar por un castigo y eso es imperdonable.

-Eso es porque jamás habíamos tenido a un humano en nuestro territorito - mi madre se hizo frente a mí, en un ademan protector al ver a mi padre tan fuera de sí-. Dame el castigo a mí.

-¿Te volviste loca, mujer? - gruñó él y suspiré, lo que menos quería era que mis padres discutieran por mi culpa.

-Madre, no es necesario que intervengas por mí ni pelees con papá por mi culpa. Recibiré el castigo que los tres lideres me impongan. Soy lo suficiente mayor para asumir las consecuencias de mis errores, ¿no lo crees? Sé que fallé por un impulso que no pude controlar y que fue más fuerte que yo. También aceptaré si no me eligen a mí como la siguiente líder. Después de lo que pasó, eso solo demuestra que no estoy lo suficientemente calificada para asumir el cargo.

Hubo un corto silencio entre los tres, que fue roto por el fuerte suspiro que dejó escapar mi padre al volver a sentarse en su silla.

-No te quiero ver cerca de ese humano. Tienes prohibido que lo hagas. Si me desobedeces, le pediré a Lirio que te castigue todo un mes.

-No me volveré a acercar a él - me apresuré a responder, pues no quería volver a experimentar ese dolor de cabeza tan intenso y esa inapetencia que me provocó.

-Ambrose y tú estarán a cargo. No me puedo fiar de ti, pero tampoco puedo estar cien por ciento seguro de tu hermano. Tú acabas de manchar tu hoja con la sangre de ese humano y tu hermano no le interesa ni un poco este cargo -resopló-. ¿Qué diantres estoy pagando con ustedes?

-Eres un exagerado. No puedes condenar a mi hija de esta manera por un simple error y por un impulso que, tú más que nadie, sabe lo difícil que es de controlar. La sangre humana es nuestra vitalidad.

-Mujer, no quiero discutir contigo.

-¡Pues yo sí! - lo enfrentó y volví a suspirar-. Es injusto que la trates así, cuando Blake lo único que ha hecho es seguir tus pasos al pie de la letra. No hay nadie mejor que ella en este clan que sea capaz de asumir el liderazgo y lo sabes. Te recuerdo que tú también has cometido errores y eres un vampiro demasiado impulsivo y que lleva la contraria a todos. Así que no puedes tirarle la piedra solo a nuestra hija.

-Mi amor - mi padre suavizó la voz, acercándose a ella con cautela-, lo menos que quiero es ver sufrir a mi hija, pero ha roto la regla más importante y por más que intervenga, no podré salvarla de su castigo.

-Eres uno de los lideres.

-Y seria una pelea de dos contra uno - la estrechó entre sus brazos y acarició su largo y hermoso cabello blanco-. Haré todo lo posible para que no sea un castigo tan severo.

El castigo era lo que menos me importaba. Ni siquiera ser la líder era tan importante en mi vida. Lo que temía era no encontrar a mi otra mitad a tiempo. Si moría durante el castigo, ¿cómo iba a poder amar? Quería tener una vida así de feliz y bonita como la de mis padres, pero eso lo veo cada vez más lejos.

Me sumí en mis pensamientos y recordé ese exquisito sabor en mi paladar. La sangre de animales e incluso la que nos suministra el mismo gobierno jamás me había sabido tan rica y dulce como la de ese humano. Recordar su olor, su sabor, la misma textura de su sangre y ese contacto tan electrizante de su piel fue algo que no había experimentado antes. Es demasiado adictiva y ansío volver a probarla, pero tengo saber controlar ese impulso.

Mi calor corporal aumenta cada vez que lo tengo en la mente. Quisiera poder acércame a él y perderme de nuevo en su olor y en su sabor, pero una parte de mí se contiene para no perjudicarlo. Si todavía mi padre no lo ha asesinado es porque hemos intervenido. Ese chico cometió un error y no tenía ni la menor idea en qué lugar se estaba metiendo, por esa razón Lirio trabaja en un encantamiento que le pueda borrar todos los recuerdos sin que su vida en el mundo humano se vea perjudicada.

Salí del despacho de mi padre sin que ellos se dieran cuenta, además de que estaban muy concentrados dándose caricias que tampoco se fijaron que mi presencia se había desvanecido.

Tomé la forma de una sombra y vagué por los pasillos del castillo hasta que terminé en el calabozo en el que Wyatt se encontraba. Sentado en la cama y abrazado a sus propias piernas, dibujaba círculos invisibles sobre la manta mientras su expresión lucia bastante penosa. Sus ojos se veían brillosos y, en cuestión de segundos, una lágrima descendió por sus mejillas. Mi corazón se hundió hasta mi estomago y sentí como si lo apretaran con mucha fuerza y luego lo destrozaran en cientos de pedazos.

¿Por qué duele tanto verlo tan triste? ¿Por qué siento ganas de estrecharlo entre mis brazos y consolarlo? No me gusta sentirme así y tampoco me gusta ver esa expresión tan fea y deprimente en él.

                         

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