Capitulo 05
POV Amanda.
Al llegar, toqué la corneta para hacerla salir.
"Por amor a Cristo, Amanda... ¿por qué la impaciencia? ¿Alguien murió? ¿Es esa mujer insoportable llamada Elena?" preguntaba con sarcasmo, pues casi siempre que estaba irritada el motivo llevaba el nombre de esa perra, mi amiga.
"Súbete, vamos a un café a hablar. Después de todo, son las tres de la tarde", repliqué.
Durante todo el camino, ella trató de averiguar más; aún así, yo me mantuve en mis trece y no dije nada. Ella había nombrado a Elena, y no había estado muy alejada de la realidad. Todo residía en que yo deseaba simplemente hablar, no necesariamente de lo que había ocurrido.
Fuimos hasta nuestra cafetería favorita. Ordené varios pastelitos y varias tazas de café. Carolina me miraba con la boca abierta, con la taza de café suspendida en el aire.
"Es obvio que no estás bien, pero aun así lo preguntaré: ¿estás bien?", inquirió ella.
"Sí... es decir, no... Sin embargo, no quiero hablar de eso, es la segunda vez que le digo tal cosa a alguien el día de hoy", aclaré.
"¿Qué pasó esta vez?", siguió insistiendo mi amiga, haciendo girar sus ojos. Ella bebió un sorbo de café, y después esperó. No se podía decir que con paciencia, pero sin decir nada.
Me cubrí el rostro con las manos, más por cansancio que por cualquier otra cosa. Tomé un sorbo más de café, mientras Carolina esperaba con esa aparente paciencia. En realidad, ella bufaba, pero no volvía a hablar hasta que yo lo hiciera.
"¿Quieres dejar eso? Me estás poniendo más nerviosa, no necesito eso", le exigí casi.
"Bueno, habla. Sabes que no me gusta quedarme con la intriga", respondió ella con calma, encogiéndose de hombros.
"No hay mucho que decir. Hay un abogado que...", empecé a decir, pero Carolina me interrumpió.
Exhibía una enorme sonrisa. Era tan grande, que podía ver todos sus dientes. Fruncí el ceño enseguida, pues no entendía esa actitud. Ahora era yo la intrigada. Carolina se había comenzado a reír, y me dieron muchas ganas de darle un golpe en un brazo para que se callara. Debía dejar de querer golpear a la gente. Aunque nunca llegaba a hacerlo. Por lo menos sabía controlarme.
"Nunca pensé que vería este día llegar", por fin habló ella.
"¿De qué hablas? Pero si no me has dejado contarte, ¿eres tonta, o qué?", pregunté, más enojada de lo que ya estaba.
"¡Te gusta alguien!", soltó ella.
"¿¿Qué?? Pero si solo he dicho un abogado, y has empezado a gritar como una loca", yo no entendía nada.
"Ah... ¿no era eso? Pensé que sí, porque por lo general es Elena quien te lo hace pasar mal", Carolina se veía ahora decepcionada.
¿Cómo debía sentirme con eso? Ella estaba segura de que le iba a hablar de un hombre. Eso me hizo pensar en todo el tiempo que había estado sola. Mi amiga me esquivaba la mirada... oh, por Dios... hasta mi mejor amiga me creía patética. Sentía un ardor en las mejillas; seguro estaba tan roja como un tomate, quizás por la rabia y la vergüenza que aquello me había reportado, pero no lo manifesté. Traté de seguir hablando como si nada.
"Como decía... este abogado, Andy
, envió a uno de mis clientes a la cárcel. Por más que lo intenté, no quiso conformarse con la libertad bajo palabra...". De ese modo, le conté todo a mi amiga. No me detuve hasta que hube contado todo, y ella no me interrumpió. Sentí alivio por eso. Ella me dejó desahogarme. No era algo grave, pero... el estrés me dejaba agotada.
"Pero por lo que me has dicho ese hombre es tranquilo, ¿no? ¿Muy profesional? No creo que solo haya aparecido para robarte el puesto. No te lo tomes tan a pecho. Oh, pero qué digo, tú todo te lo tomas a pecho...", concluyó con sarcasmo Carolina, y se rió.
"Ay sí, muy graciosita que eres... se cree mucho el idiota con su cara bonita y su cuerpo atlético", dije sin darme cuenta, y mi amiga volvió a reír.
"¡Lo sabía! ¡Te gusta! Oh, esto es grande. ¡Y lo odias! Te debe gustar más de lo que creía.
¡No puedo creerlo!", Carolina me estaba empezando a impacientar.
"Cállate. No, no me gusta. Para nada", dije eso, y desvié la mirada. Fingí que me interesaba un borracho que acababa de tropezar con la acera. Cuando le regresé la mirada, ella no había desistido.
"Sí, sí te gusta", dijo Carolina, tajante.
"Que no, ¿de acuerdo? Él es un idiota, y sé que es solo el comienzo. Ya te dije lo que me comentó en los baños. Es un arrogante de mierda", repliqué con energía.
Carolina no había quedado convencida. Ella proseguía alegando que yo estaba prendada de Andy, cuando la realidad era muy distinta. La llevé a su casa, y me abrazó diciendo: "No te resistas." Ella sí que sabía sacarme de mis casillas.
Ya era tarde para volver a la oficina, pero recordé que había dejado unos papeles importantes allí, y regresé.
Puse un pie en la oficina, solo uno, y Gloria me abordó. Esa mujer dedicaba más tiempo al chisme que a su trabajo. Menos mal no era mi secretaria, y era una buena fuente de información. Cada cierto tiempo, sí decía algo que me interesaba. La vi, y le sonreí. Mis ojos no acompañaron a esa sonrisa. Estaba cansada para fingir que me interesaba ser amable, pero a Gloria eso le tenía sin cuidado. Era probable que ni siquiera lo hubiera notado.
"¿Te has ido toda la tarde? Bueno, no importa. A la firma ha llegado un caso grande. Una empresa importante. Te lo has perdido, amiga. Debes informarte cuánto antes vi al abogado guapo ir Asia ya." Cuando Gloria pronunció esas palabras, sentí que mi mente se desvanecía..
Estuve a punto de colapsar. "Andy", pensé. Sí, ese imbécil estaría ya instalado tratando de hacerse con el caso. No me importó nada más. Dejé botada a Gloria y corrí como loca hasta la oficina del socio que quedaba presente, pues Gloria así me lo indicó. La razón la tenía nublada, dejé a Gloria hablando sola y me dirigí como un bólido a esa oficina. Uno de los socios al verme abrió mucho los ojos, pero disimuló después con una sonrisa.
"Amanda, te estábamos esperando. Siéntate, el licenciado Barr aquí llegó -Solo hace unos minutos -aclaró, y yo hice una mueca, pues no me lo creía.
-He estado con unos clientes -mentí-. Pero mi secretaria me ha dicho que me buscaba. Aquí estoy. Esperaba que eso fuese verdad.