Capítulo 4 Capitulo 004

Capítulo 004

-No se preocupe, señora, despertará pronto. Su cuerpo está demasiado débil, así que se le administraron medicamentos muy fuertes, pero pronto estará despierta.

La señora Nani, al escuchar eso, se sintió un poco más tranquila. Cuando Max regresó, la señora Nani le dio la información que le dejó el médico.

Max caminó por el pasillo hacia el consultorio. El doctor Mayer no tuvo que buscar mucho, pues el nombre estaba en la puerta. Procedió a tocar.

-Pase -le indicó la voz del doctor.

Max abrió la puerta.

-¿Quería hablar conmigo, doctor? -preguntó Max.

-Sí, señor.

-Maximiliano Hamilton, ese es mi nombre -respondió Max.

-Oh, claro. Pues, señor Hamilton, tengo algo que decirle respecto a los exámenes de sangre que le hicimos más temprano. Pero, por favor, siéntese.

Max procedió a sentarse en la silla frente al escritorio del doctor.

-¿Qué pasa con mi sangre, doctor? ¿Acaso tengo alguna enfermedad? -preguntó Max con una voz fría y serena.

El doctor lo miró a los ojos y se encontró con su mirada fría , como si fuera un robot y. Esto dejó a Víctor desconcertado, pero tosió incómodamente y continuó con el tema.

-Señor Hamilton, en la prueba que me pidió que hiciera comparativa con el ADN de la señorita Yudith, indica que ustedes no son familiares de sangre.

-Pero inronicamente si tienen el mismo tipo de sangre por lo que si es apto para donarle.

-¿Cómo? -preguntó Max desconcertado-. ¿Está seguro de lo que me está diciendo, doctor?

¿No somos parientes de sangre?.

-Claro que sí, señor Hamilton. Esta prueba es un 99.99% segura, no hay margen de error.

Max no sabía qué decir. El aire se le hizo sofocante de repente. Pasó muchos años de su vida pensando que ella era la hija de la relación ilícita entre su padre y su amante, quien había llevado al suicidio a su madre.

Entonces el doctor volvió y habló, sacando a Max de sus pensamientos.

-Señor Hamilton, mientras más rápido hagamos la transfusión será mejor para la paciente. Más tarde le enviaré a una enfermera para que lo asista.

-Está bien, doctor. Haga los arreglos.

Dicho esto, Max salió de la oficina de Víctor, aturdido.

Lo que Max no sabía era que la insistencia de Víctor por hacer esa transfusión de sangre a Yudith se debía a que descubrió que su anemia había crecido mucho más desde el último examen que le hizo unas semanas atrás. Al verla tan joven, tan bella y tan frágil tendida en esa cama, no supo si fue su responsabilidad como doctor o algo más, pero sintió una gran necesidad de ayudarla.

Max caminó con pasos lentos, por el pasillo como si tuviera miedo de llegar a la habitación. Pero cuando iba llegando a la puerta alcanzó a ver a Cecilia parada afuera de la habitación. Cuando Cecilia lo alcanzó a ver, corrió hacia él y lo abrazó.

-¿Qué haces aquí? -le preguntó Max.

-Vine a saber cómo estabas. Supe que estabas en el hospital, pensé que te habías lastimado, así que vine a cuidar de ti. Pero tu criada me explicó que esa mujer, la que estaba enferma, es la que tú cuidas. Así que decidí esperarte aquí.

-¿Y cómo supiste que estaba aquí?

-Un conocido te vio aquí y, como todos saben que eres mi prometido, me pasó la información -respondió Cecilia, con un rostro de inocencia.

-Está bien, vamos, te llevaré a casa.

-Está bien.

Entonces Cecilia lo cogió del brazo y salieron juntos. El doctor, que iba saliendo del consultorio, alcanzó a ver la escena, pues el pasillo quedaba de frente a su puerta.

Max arrancó el auto, pensaba llevar a Cecilia a su casa, pero ella lo convenció para que la llevara a comer algo primero. Él aceptó, pues tampoco había comido mucho durante el día. Así que se detuvo en un restaurante que era muy reconocido en la ciudad y bastante caro.

Enseguida una camarera les atendió. Cecilia pudo notar que Max estaba distraído, pero no le preguntó nada al respecto. Conocía más que nadie el carácter de Max. No le gustaba que se entrometieran en sus asuntos.

Después de la cena, Max llevó a Cecilia a su casa. Durante todo el camino, Max no dijo ni una sola palabra.

Cuando llegaron a la entrada de la mansión, Cecilia se volvió hacia él y le tomó de la mano.

-¿Max, acaso estás enojado conmigo? Has estado raro, no dijiste una sola palabra durante todo el camino -susurró con una voz suave y dulce-. ¿Es porque fui al hospital?

Max tomó un respiro unos segundos antes de responder.

-Cecilia, no estoy enojado contigo. Pero la próxima vez, llámame antes de hacer cualquier cosa. ¿Está bien?

-¿Por qué? Max, soy tu novia y todos lo saben, ¿por qué no puedo ir a buscarte? ¿Acaso es por esa mujer? ¿Estás preocupado por ella ahora?

-No es así, Cecilia -respondió Max con la mirada un poco baja.

-Está bien, Max, confío en ti. Vamos, te prepararé una taza de té.

-Lo siento, Cecilia, pero por ahora no puedo. Tengo trabajo pendiente.

-¿Trabajo pendiente? No me digas que piensas ir a cuidar a esa mujer de nuevo. ¿Olvidaste que es la hija de la amante de tu padre?

-¡Ya basta! Cecilia, tengo que irme. Ahora espera hasta que yo te llame.

Te prometo que la próxima vez, cuando esté libre, te llevaré a comer algo delicioso...

Cecilia se desmontó del auto y no dijo una palabra más. Solo levantó la mano para decirle adiós a Max, mirando cómo el auto se hacía más pequeño a la vista.

Max regresó al hospital. Cuando entró, vio que Yudith ya estaba despierta. Se acercó más a ella para ver su condición. Ella lo vio, pero lo ignoró completamente.

Él se sentó a su lado y le puso la mano en la frente, verificó que la fiebre estaba mucho más baja. Ella, por supuesto, volteó la cara para evitar su toque, y su mirada pero estaba un poco congestionada, así que le dio un poco de tos. La verdad es que tenía la garganta muy irritada, hasta el punto de que no podía hablar aunque quisiera las palabras no le salían.

La señora Nani se acercó y le explicó a Max que Yudith debía tener hambre, pues hacía días que no había comido. El doctor dijo que solo podía comer comida blanda, ya que tenía el estómago muy débil.

Max se quedó mirando el rostro de Yudith por unos segundos, se veía bastante pálida. Así que se paró y bajó al primer piso, cruzó la calle y entró a una tienda frente al hospital que ofrecía comida para pacientes. Compró una papilla caliente y regresó tan rápido que hasta la señora Nani se sorprendió.

La señora Nani tomó la comida y le sirvió un poco a Yudith.

A pesar de que Yudith estaba muy enojada con Max, no podía negarse a comer, aunque fuera él quien la comprara. Pues ya estaba decidida a regresar a su casa junto a su abuelo. Por ahora solo iba a ignorarlo, comer y recuperarse.

Cuando le dieran el alta, iba a pensar en una forma de alejarse de él. Max ya le había robado tres años de su vida. No le iba a permitir que le robara el poco tiempo que le quedaba de vida.

No estaba dispuesta a seguir pagando por los pecados cometidos en el pasado de otras personas que no tenían nada que ver con ella. Ella ni siquiera recordaba el rostro de su madre. En los tres años que llevaba conviviendo con Max tampoco jamás vio o conoció a su dichoso padre.

Entonces, ¿por qué tenía ella que pagar las injusticias de otros?

            
            

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