Ava había terminado su rutina del día y se sentía más agotada de lo que había anticipado. Las series de sentadillas, las extensiones y las prensas, cada una más difícil que la anterior, la habían dejado sin muchas fuerzas, pero satisfecha. Mientras se estiraba, Aaron, su entrenador, se acercó con una sonrisa.
-Vas muy bien -dijo, observando cómo ella intentaba recuperar el aliento-. Se nota el progreso. Este mes has superado las marcas anteriores en un par de repeticiones. Si sigues así, esos objetivos que tienes en mente no se te escaparán. - Ava asintió, tomándose un sorbo de agua. Su ropa deportiva, un conjunto negro que había comprado el mes pasado, pegada a su piel por el sudor, le recordaba lo cansada que estaba, pero también lo bien que se sentía al saber que estaba en el camino correcto.
-Sí, lo sé. Es raro, pero siento que ya no me duele tanto al día siguiente. Estaba esperando más dolor... -rió, aunque su risa se mezclaba con la respiración entrecortada-. Y todo eso me ayuda a sentir que realmente estoy mejorando. - Aaron se apoyó contra una de las columnas, observándola con una leve sonrisa.
-Eso es lo que pasa cuando eres constante. Y no olvides que esto es solo el comienzo. A este paso, no habrá meta que te quede fuera de alcance. Solo tienes que seguir trabajando duro. - Ava lo miró, agradecida, y guardó su botella de agua en su mochila.
-Gracias, Aaron. Si todo sigue así, tal vez pronto me puedas ayudar con otro objetivo... -dijo, sonriendo mientras terminaba de guardarse las últimas cosas en la mochila. Aunque las palabras estaban cargadas de inocencia, una ligera risa escapo de sus labios.
Finalmente, salió del gimnasio y se dirigió hacia su BMW estacionado en la acera. Mientras encendía el motor y salía del aparcamiento, pensó en la cita que había planeado con Lili para ese día en el centro comercial. La idea de comprar algo nuevo la había animado, y la necesidad de desconectar por un rato también era fuerte.
Sin embargo, al girar hacia la carretera, en lugar de tomar el camino hacia el centro comercial, sin pensarlo, giró hacia la dirección que la llevaría a la casa de Elliot. Recordó sus palabras de la mañana: "Estoy un poco indispuesto por el resfriado que cogí en las montañas el fin de semana. Tal vez más tarde te llame para vernos..."
Ava se mordió el labio inferior, dudando un momento. Quizá no era el plan más sensato, pero el hecho de que él estuviera mal la hacía sentir como si fuera una de esas raras ocasiones en las que tenía la oportunidad de ser su "salvavidas". Decidió hacerle una visita rápida, solo para ver cómo estaba. Mientras conducía, pensó en lo que podía hacer para aliviarlo. En el camino, hizo una parada en una farmacia y entró rápidamente a comprar algunos medicamentos.
-Un antigripal, paracetamol, y algo de vitamina C, por favor -le pidió al farmacéutico, mientras registraba mentalmente todo lo que necesitaba.
Ya con las medicinas en la mano, sacó su teléfono y le envió un mensaje a Lili:
"Lo siento, llegaré tarde. Estoy pasando por la casa de Elliot, tiene un resfriado. Nos vemos después."
Ava presionó "enviar" y volvió a poner el teléfono en su bolso. Con una mezcla de ansiedad y ternura, continuó su camino hacia la casa de Elliot.
Al llegar, aparcó frente a la entrada y, al salir del coche, notó que la puerta del porche estaba entreabierta. Con la intención de sorprenderlo, comenzó a acercarse al umbral, pero justo antes de tocar la puerta, escuchó las voces provenientes del interior. Aún no estaba visible para ellos, pero las palabras eran claras.
-No puedo seguir así, Elliot -la voz grave de un hombre, profunda y cortante, resonó en sus oídos. Era la voz de su padre. -¿De qué estás esperando para dar el siguiente paso? ¿No ves lo que está en juego? - Elliot respondió, un tono irritable en su voz, que Ava reconoció como uno de sus estados más tensos.
-Déjame en paz, papá. Sabes perfectamente que no se trata solo de un anillo y una fecha. -Una pausa. La discusión parecía caldearse aún más-. La razón por la que me casaría con Ava, si es que eso es lo que insisten, es porque nuestra situación económica está... en números rojos. Necesitamos la influencia de su padre, su capital, para solucionar los problemas de la empresa.
Ava se quedó paralizada, una ola de confusión la golpeó. Un peso invisible le oprimió el pecho. Recordaba cómo Elliot la había mirado con ternura, cómo le había hablado con dulzura, con promesas de un futuro compartido. Pero todo eso, todo ese amor que había sentido, parecía desmoronarse ahora en algo frío y calculado. En algo que no tenía nada que ver con lo que ella había imaginado.
Casi sin pensar, retrocedió, y con el corazón golpeándole como un tambor en el pecho, se dio la vuelta. No quería que la descubrieran, no quería escuchar más. Con la prisa de quien ha sido atrapado en una mentira que no sabe cómo enfrentar, se apresuró a entrar al coche y arrancó el motor.
Con las manos temblorosas, condujo hasta su casa. Al llegar, no pudo más. Se quedó dentro del auto, con el motor apagado, la puerta aún cerrada. Y las lágrimas empezaron a caer. No pudo evitarlo. Sintió su corazón romperse en mil pedazos. Todo lo que había creído sobre su relación con Elliot se desmoronaba ante sus ojos.
Pasaron varios minutos antes de que su padre llegara. Al verlo acercarse, Ava limpió rápidamente sus lágrimas, tratando de recomponerse, pero su padre ya la había visto. La miró con preocupación, y sin preguntar, abrió la puerta del coche.
-¿Qué pasa, hija? - preguntó, al ver su rostro enrojecido y las marcas de las lágrimas en su piel.
Ava lo miró, respiró hondo y, con una mezcla de tristeza y alivio, respondió:
- Papá... no me siento lista para casarme. No quiero hacerlo ahora. Y lo que es peor, no quiero hacerlo por las razones equivocadas. - Necesito tiempo, y creo que debo irme a Nueva York. Quiero enfocarme en mi carrera antes de tomar decisiones tan importantes.
Su padre la abrazó sin decir una palabra, pero en su mirada estaba aquel amor que ella necesitaba más que nunca. Después de un largo silencio, le respondió con suavidad:
-Haz lo que creas que es lo mejor para ti, Ava. No te apresures, lo único que te pido es que seas feliz.
Ava sonrió a través de sus lágrimas, aliviada. Aunque su futuro seguía incierto, en ese momento sabía lo que necesitaba hacer.