-Por supuesto que sí, Adam- le sonrió grandemente- sabes que siempre eres bienvenido- le sonrió, rogando internamente para que no fuese una de esas noches con Adam que terminaban en discusión- Entraron en el lugar, Adam dejó la bicicleta junto a la puerta y siguió hasta la sala caminando tras Adeline.
-¿Quieres cenar algo?- le preguntó ella amablemente.
-La verdad no tengo hambre, no quisiera comer nada pesado- dijo sonriendo.
-De hecho, pensaba preparar sandwiches de jamón de pavo, queso, tomate y lechuga. ¿No se te antoja?
-Ya me abriste el apetito, Adeline- le regaló una hermosa sonrisa- vamos a la cocina y te ayudaré a prepararlos.
-Bien- juntos y con mucha fluidez prepararon los sandwiches rápidamente y luego fueron a la mesa, acompañaron con un vaso de zumo de manzana- quedaron deliciosos.
-Asi es. . . Adeline. . .
-¿Si?- preguntó ella masticando.
-¿Quién es ese hombre del café?- la miró fijamente- nunca antes lo había visto.
-Es un nuevo amigo, me esperó para poder tomar un café juntos.
-¿Cuál es su nombre?- aunque pretendía que su voz fuese serena, lo cierto es que había sonado muy tensa.
-Lucas- respondió con la mirada fija en la expresión de Adam- ¿Me dirás lo que ocurre?- le preguntó.
-Sabes lo que ocurre- suspiró- lo sabes bien- sus labios se apretaron en tensión.
-Adam, ¿ en serio vas a estar celoso de todo el que se acerca a mi?- preguntó incrédula.
-Por supuesto que sí, Adeline, me importas, te quiero y lo sabes, ¿por qué tendría que ocultar que estoy celoso?- demandó saber con el ceño fruncido.
-Ya lo hemos hablado muchas veces, esto es innecesario. . . Adam, somos amigos, sólo buenos amigos, nada más.
-Pero salíamos, éramos felices juntos- dijo con mirada triste.
-Bien sabes que no es cierto Adam, teníamos demasiados conflictos, discusiones sin sentidos, diferencias, nuestra relación amorosa no era para nada saludable, sabes que lo mejor fue alejarnos como pareja, nunca debimos dar ese paso y poner en riesgo nuestra amistad, supe desde el primer momento que no funcionaría.
-Porque nunca le diste la oportunidad real para que funcionara, siempre ponías límites- la miró triste.
-Lo nuestro empezó mal, siguió mal, y para evitar un desastre mayor, y perdernos definitivamente, lo mejor era terminarlo- dijo decidida.
-No empezamos mal, Adeline- la miró con dolor- no puedo creer que digas eso.
-Si, si lo hicimos, llevamos años siendo amigos, una noche de tragos y cero control nos llevó a la cama, eso es empezar mal, Adam, no era la manera en la que debía suceder.
-¿Por qué no me amabas como yo a ti, o porque tu primera vez no debió ser estando ebria?- le preguntó enojado.
-Adam, yo si te amo, te adoro muchísimo- le sonrió- eres de las pocas personas que amo con mi corazón, de esas personas que si llegarán a faltarme se haría contigo un enorme trozo de mi corazón, pero mezclar la amistad y el amor, no traería buenos resultados jamás. El tiempo que pasamos juntos como pareja, fue. . .extraño, muy agradable pero también muy extraño, nos estábamos haciendo daño Adam, alejarnos fue lo mejor.
-¿Realmente nunca disfrutaste cuando hacíamos el amor?- preguntó con la voz cargada de dolor.
-Lo disfruté muchísimo, de hecho, el sexo fue la mejor parte de estar juntos, pero no había una conexión real de mi cuerpo y mis emociones. Te amo, pero no como tú lo esperas, y tienes que entender que no es sano que sientas celos de cualquier hombre que se me acerca- se puso de pie y caminó alejándose de la mesa- el problema recide en que lo que yo sentía por ti, era un cariño que se mezclo con deseo sexual, un arrebato de pasión. . .
-Mientras que mi amor por ti, fue, es y siempre será sincero, Adeline- llegó hasta ella y la abrazó desde atrás, respirando la fragancia de su cabello, Adeline tembló ante su tacto, en ella había quedado esa sensación de satisfacción carnal que Adam siempre le dejaba, él sabía cómo tocarla, dónde, junto a él conoció y descubrió su sexualidad, se sintió mujer muchas veces, pero aunque lo deseara, sabía que dejarse arrastrar por el deseo no era una decisión inteligente. Contuvo la respiración cuando las grandes manos de él, se posaron sobre sus senos, acariciándo aquellos montículos por sobre la tela, estrujándolos con sensualidad.
-Adeline. . .- susurró junto a su oído, haciéndola estremecer.
-Adam. . . detente- fue un gemido.
-¿Es lo que realmente quieres?, sabes que podemos pasarla muy bien, Adeline, que yo te adoro, no importa si no me amas, yo tengo suficiente amor para los dos, por ahora me puedo conformar solo con que me desees- cada palabra susurrada contra su cuello, acompañada de besos la hacía estremecer. ¿cómo podía ordenarle a su cuerpo que no sintiera, ni respondiera ante Adam?, ¿ cómo explicarse que cada vez que intimaban arruinaban un poco más su relación de amistad, y él se volvía más obsesivo por un nuevo encuentro? La lengua sobre su cuello estaba enloqueciéndola, Adam la hizo girarse entre sus brazos y justo cuándo iba a hablar, él se apoderó de su boca, estrechandose hacia ella, pegando sus cuerpo haciéndole sentir la prueba de su ardiente deseo, Adeline sentía que le faltaba el oxígeno y el calor comenzaba a ascender, él la levantó en peso y caminó con ella hasta el sofá dónde se sentó con ella a horcajadas sobre él, las masculinas y rápidas manos de Adam la libraron de su camisa y un segundo después de su sujetador, cuando la cabeza de él descendió para apoderarse de uno de sus senos, Adeline no pudo más que dejar caer la cabeza atrás y gemir de placer al sentir como él succionaba con fuerza de su erguido pezón, con su lengua enrrollandose al rededor de su sensible montículo, enviando escalofrío a todo su cuerpo y humedad al centro de su deseo.
A sus dieciocho años cumplidos, sólo había tenido un amante y ese era Adam, él le había enseñado a dar y recibir placer, por más que intentara negarlo sentía mucha satisfacción en sus brazos, aunque todo lo que le hubiese dicho antes fuese cierto. No lo amaba, al menos no de la manera que él esperaba y lo que sentía por él, era la pura reacción física de su cuerpo.
Se estremeció, cuando él se alejó para quitarse la camisa, ella observó su musculoso cuerpo, trabajado pero no en exceso, él amaba el ejercicio y el deporte, lo cual había logrado definir su cuerpo de manera maravillosa.
-No me hagas esto, Adam- se mordió el labio inferior, él sabía que su masculino pecho era una debilidad para ella.
-Quiero hacerte ésto y mucho más- sus pulgares se deslizaron sobre los pezones, haciéndola estremecer, y las cortas uñas se hundieron en la piel de su espalda, haciéndolo gruñir.
-Adam. . . Por Dios- sus caricias la enloquecían.
-Lo deseas, lo deseo- dijo llevando sus manos al botón de sus jeans- démosle al cuerpo lo que pide. Sé mía una vez más, déjame hundirme en tu dulce paraíso, enloqueceme con el movimiento de tus caderas- sus palabras la escendían - quiero hacerte gritar- poniéndose en pie, rápidamente la desnudó y se libró él de su propia ropa.
-Ésto es algo físico, nada más- dijo ella con respiración agitada, acariciando el masculino pecho, descendiendo hacia el abdomen- sólo placer, nada más.
-Está bien- le dijo cuando comenzó a hundirse en ella, Adeline gimió y se arqueó hacía él, en cuanto sintió como comenzaba a llenarla. - joder Adeline. . . me encantas- se deslizó un poco más y ella abrió los labios como quien se ahoga por ausencia de oxígeno- tu cuerpo es una delicia- y dicho aquello, terminó de entrar con firmeza, el placer la estaba enloqueciendo y cómo poseída comenzó a moverse contra él en busca de su liberación, usándolo para saciar ese anhelo carnal, gritando de éxtasis mientras su cuerpo rebotaba contra el de él y se apoderaba de un puñado de su cabello.
-¡ADAM!- gritó meciéndose contra él, mientras Adam estaba aferrado a sus caderas, intentando profundizar aún más la penetración.
-Vamos, cariño- gimió él aumentando el ritmo, queriendo enloquecerla. La amistad se estaba yendo por la borda con cada embestida, y como aquél día en que ambos habían estado tomándo y riéndo, estaban volviendo a caer en aquel círculo vicioso de placer, en dónde él luchaba por convencerla de su amor a través del placer y ella luchaba porque él entendiera que el placer no la llevaría al amor, que nunca pasarían a ser algo más que amigos que ocasionalmente se otorgaban satisfacción, porque fuera de la cama solo volvía a verlo cómo un buen amigo. Mientras se movía contra él luchaba por su anhelado orgasmo, se decía que no podía seguir así.