Capítulo 2 1.

Bianca

-¡Quiero el divorcio! -le grité a la cara al que se supone que es mi esposo.

-Estás exagerando, Bianca. -su indiferencia y falta de empatía me hacían pensar en todo lo que habíamos vivido.

No puedo creer que de éste hombre me enamoré en mi adolescencia y pensé, solo pensé que nuestro amor duraría toda la vida.

Pero no fue así, Iván Méndez se había convertido en el peor esposo desde hace años.

Él ya no me quería y eso se notaba, y yo tampoco me esforzaba por gustarle de nuevo, ya estaba decepcionada de todo ésto.

Justo hoy le había encontrado muchos mensajes de una mujer pelinegra y unas fotos de su cuerpo desnudo. Más que sentirme molesta, me sentía triste porque a mis cuarenta años, no tengo el cuerpo tan perfecto como antes.

Mis tetas estaban un poco más abajo que antes y de los lados de la cadera tengo piel colgando, no es algo para morirse, pero si algo que me genera muchas inseguridades.

Ya no quiero sentirme así.

-Hoy mismo hablaré con mis abogados, ya basta de obligarnos a algo que no queremos.

Él se quedó tieso, jamás pensó que lo fuera a dejar ir así tan rápido.

-Pensé que podíamos arreglar las cosas, -su comentario fue de tan mal gusto que fue inevitable mostrar una mueca de desagrado.

-No hay arreglo, Iván. Desde hace años no me respetas, y lo mejor es dejarlo hasta aquí, ya Bárbara es mayor y entenderá.

Y con eso, lo dejé en nuestra habitación, tomé mis cosas de la cama y fui a acostarme al cuarto de invitados.

El cuarto estaba adaptado a las necesidades de Mateo, el mejor amigo de mi hija, era tanto el tiempo que estaba aquí que le dimos esta habitación para que no molestara a mi hija cuando venía su novio Lucas a quedarse con ella.

A mí Barbie la tuve muy joven, Iván y yo solo teníamos veintiún años los dos y estábamos tan enamorados que nos habíamos casado a los diecisiete y habíamos empezado a vivir juntos en una casa que le heredaron a él al casarse.

Ambos estudiamos y nos hicimos profesionales, pero cuando tuve a mi hija me dediqué al hogar y dejé mi profesión contadora de lado.

Sin embargo, Iván si siguió en su cima, ahora siendo uno de los ingenieros civiles más reconocido en el sector.

Nuestra vida no fue tan mala pero el estar él siempre pendiente de su trabajo y yo de nuestra hija, nos distanciamos y en vez de hablarlo, él decidió engañarme con todas las mujeres que se le cruzaron en el camino.

Sumida en mis pensamientos, me recosté en la cama y apoye mi cara en la almohada del lado izquierdo y un aroma varonil me envolvió completamente. Era el perfume de Mateo.

Si sabía que siempre olía muy bien ese muchacho, pero no tan así como lo sentí en su almohada.

Dejándome llevar por la fragancia, caí rendida en un sueño profundo.

Me removí con incomodidad al escuchar un ruido y una maldición dicha por una voz varonil.

Inmediatamente abrí mis ojos y por un momento pensé que era Iván que había venido a seguir las discusión hasta aquí, pero lo que encontré fue la silueta de un hombre fornido luchando para quitarse la camisa.

Rápidamente encendí la lampara del tocador haciendo saltar del susto a Mateo que giró a mi dirección con cara de trauma, pero al verme relajó sus fuertes y ahora desnudos hombros.

Sentí mis mejillas calentarse rápidamente al verlo, pero esperaba fielmente que la semi oscuridad me ayudara.

-Señora Bianca, -me llamó él sacándome de mis pensamientos lujuriosos.

Mentalmente me reprendí por mirar así al chico que siempre ha estado aquí en mi casa pegado como lapa a Barbie.

-Discúlpame por invadir tu espacio, no sabía que vendrías hoy.

Le dije mientras me quitaba mi cobija de encima.

-Esta es su casa, soy yo el invasor. -me dijo mirándome fijamente.

Me reí por lo bajo porque tenía razón y me puse de pie, olvidándome completamente de la pijama poco normal que llevaba.

Pero las uso sin ningún motivo sexual, netamente por comidad ya que tengo un marido que ni me ve.

Sin embargo, esta vez no fue así.

Mateo me observó de pies a cabeza de una manera tan fija y con una tensión formándose a nuestro alrededor que me sentí sofocada.

Mi pijama consistía en una bata de seda con detalles en encaje en la parte de mis pechos y este se traslucía un poco, y ni hablar de lo corto que era.

Lo miré a la cara en el momento exacto en el que tragó saliva bruscamente.

-Será mejor que me vaya, -susurré. -Lamento incomodarte.

Él dió un paso hacia mí, dejando una distancia considerable entre nosotros.

-No me incómodas, Bianca. -no era primera vez que me tuteaba. Pero si primera vez que su voz varonil y ronca me hacía sentir nerviosa.

Yo asentí en su dirección y me envolví en la cobija para que no viera mi cuerpo casi desnudo y no viera mis imperfecciones.

-¿Barbie está sola? -le pregunté, esperando a que la respuesta fuera afirmativa para así dormir con ella.

-Si, está sola -me respondió y dió un paso más hacia mí. -¿Quieres que duerma allá y te quedas aquí?

Su cercanía y su tono de voz me relajaban un poco y hasta me sentí segura. Pero iba a aprovechar que Barbie estaba sola para dormir con ella.

-No, quédate -le respondí con la voz entrecortada.

Solo quería salir de aquí para ir a llorar con mi hija, ya que ella conoce por todo lo que he estado pasando con su padre.

Mateo se acercó más a mí y extendió si mano a mi rostro para tocarme la mejilla suavemente.

Yo di un respingo por su cercanía y sostuve la respiración.

-El señor Iván es un imbécil, -sus palabras me dejaron seca. -Yo no dejaría ir a una mujer tan hermosa como usted.

Mis ojos se humedecieron y puse mi palma sobre su mano.

-Que bueno que eres un chico listo, espero que no dejes ir a la chica que te cautive en algún momento.

Le respondí y le quité la mano de mi mejilla suavemente y lo dejé ahí viéndome como me iba. -Buenas noches, Mateo.

-Buenas noches, Bianca.

Eso fue lo último que escuché antes de cerrar la puerta a mis espaldas y caminar hasta la habitación de mi hija con las piernas temblorosas.

Me sentía eufórica y nerviosa. Nunca me había sentido tan fuera de control como ahora.

Llegué a la habitación de mi hija aún envuelta en la cobija y entré sin tocar, sabía que no estaba Lucas aquí.

La conseguí preparando su lado favorito de la cama y al verme me detalló con ojo crítico.

-¿Lo hizo de nuevo? -preguntó lentamente.

Yo asentí con los ojos humedecidos. -Le pedí el divorcio.

Ella corrió hacia mí y me abrazó fuertemente.

Es increíble la conexión que tenía con mi hija, es como tener a mi pequeña amiga siempre a mí lado.

Ella ama a su papá con locura, pero también sabe todo lo malo que ha hecho porque ella lo llegó a descubrir un par de veces.

-Vamos a la cama.

Me susurró y me llevo a su cama donde nos acurrucamos como antes cuando era una bebé.

Ella ahora es una mujer que entiende por lo que estoy pasando y sinceramente no sé qué haría sin ella.

(....)

Me removí en la cama y sentí el peso de alguien encima de mí, al abrir los ojos me fijé que era mi hija quien estaba con medio cuerpo encima del mío durmiendo plácidamente.

Sinceramente ésto me recargo las energías y no me sentía tan triste como ayer.

La verdad es que mi tristeza no era por la infidelidad, sino porque me había perdido a mi misma en un matrimonio que pensé que lo sería todo y no fue así.

Ahora me sentía vieja y descuidada y es un sentimiento que sinceramente no le desearía a nadie.

Por pensar en esas cosas de nuevo varias lágrimas salieron de mis ojos hasta que escuché toques en la puerta de la habitación de mi hija.

Pensando en quién podría ser me removí en la cama y Barbie cayó a mi lado abrazando la almohada esta vez.

-Pase, -dije lentamente, con el pensamiento de que era Iván.

Pero mi cerebro dio un cortocircuito cuando el que abrió la puerta fue Mateo, lo hizo con dificultad ya que traía una bandeja cargada de comida.

Me sonrojé notoriamente y lo sé porque mi piel pálida a veces de jugaba unas malas pasadas.

-Buenos días, Bianca, -lo escuché saludar y mostró esa sonrisa preciosa que se carga.

-Buenos días, Mateo. -respondí tímidamente.

-Les traje el desayuno, al ogro que tienes por hija y a tí.

Me dijo mientras se acercaba a la cama. Le sonreí en agradecimiento y me entregó la bandeja donde había comida variada y ligera.

-Te prometo que no hice mucho desastre en tu cocina.

Me reí cortamente y asentí, giré un poco el cuerpo para acariciarle el rostro a Barbie.

-Despierta cariño, -ella se removió buscándome hasta acurrucarse pegada a mí. -Despierta.

Ella abrió lentamente sus ojitos grises como los míos y me sonrió.

-Te amo, -me dijo y fue inevitable no verla con ternura.

-También te amo, mi vida, -le sonreí aún acariciándole el rostro. -Mateo nos trajo el desayuno a la cama.

Ella frunfio6el entrecejo y quitó la mirada de mi y la puso en su amigo.

-Pero si tú quemas hasta el agua, -yo me reí por las ocurrencias de mi hija.

-Eres tú la que quema todo, enana.

Finalmente, Barbie se sentó en la cama y observo la bandeja asombrada, -Vaya, vaya. Tremendo secreto te guardabas, animal.

-Les hice el desayuno para impresionar a tu madre, no a ti.

Mi hija soltó una carcajada contagiosa y comenzó a comer lo que había en los platos al igual que yo.

La comida estaba muy buena y Mateo salió un momento de la habitación para buscar su plato y se sentó en la cama a comer con nosotras.

Mi hija hablando trancado hasta por los codos y yo preocurando no mostrar lo que se veía a través de la bata.

Anoche fue diferente porque no había luz, pero hoy era diferente a la luz del día.

-Hagamos tarde de piscina hoy, ¿Si? -me dijo mi hija y yo asentí.

Quería distracción y no hay mejor compañía que la de mi hija.

-Llamaré a la tía Sophia y a Lucas, -nos dijo mientras se levantaba de la cama y marcaba algo en su celular antes de entrar al baño.

Nos quedamos Mateo y yo con los platos vacíos en la bandeja entre nosotros.

-¿Estás bien? -me preguntó mirándome directamente a los ojos.

Un poco avergonzada, asentí en su dirección tratando de arreglarme el cabello sobre mi hombro.

-Estoy bien, más adelante sentiré mejor, -le respondí.

Él asintió en mi dirección y bajó un momento la mirada por todo mi rostro.

Me sentía nerviosa por esta actitud que tenía conmigo.

Si es cierto que desde pequeño él le decía a Bárbara que estaba enamorado de mi y que cuando estuviera grande desearía tener una mujer pelirroja a su lado.

Lo veía como un juego, porque es mejor amigo de mi hija y es vecino de nosotros en el vecindario, y unos años más grande que Barbie.

Han sido inseparables desde que lo conocimos a él y sus padres y ahora vive aquí prácticamente y nunca me ha molestado, ni a Iván tampoco, siempre lo trataba como de la familia y en tal punto lo es.

Por eso me siento un poco incómoda con los gestos que tiene ahora.

-Quiero que sepas que siempre te he admirado como madre, mujer y esposa, -soltó eso dejándome sin habla.

Nos miramos fijamente. -Sé lo que pasa ahora y no porque Bárbara me lo haya dicho, sino porque hay que estar muy ciego para no darse cuenta de todo lo que has estado sufriendo tú sola.

Mis ojos empezaron a picar por mis lágrimas contenidas.

-Siempre he pensado que eres una mujer excepcional y espero que puedas superar todo ésto que te tiene así y que vuelva ese brillo que siempre veía de niño y que me hacía decirle a tu hija lo mucho que estaba enamorado de ti.

Reí un poco por esas palabras y más por su carita bonita diciéndome todas esas palabras.

-Mi intención no era hacerte llorar, -dijo en tono de broma y acercó su mano a mi mejilla para borrar los rastros de lágrimas.

-Dices cosas muy bonitas, Mateo, -susurré con la voz entrecortada.

-Digo la verdad, Bianca y aún sostengo la promesa que hice de pequeño, -yo fruncí el entrecejo viéndolo directamente a los. -Me prometí tener una mujer como tú a mí lado y no descansaré hasta tenerla.

Sus palabras me dejaron helada, pero no pude responder porque él se acercó a mi y me besó la frente delicadamente.

-Iré a buscar mis cosas a mi casa para la tarde de piscina, vuelvo después.

Y con eso, tomó la bandeja de la cama y se fue de la habitación.

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