Una Noche Apasionada con mi Jefe
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Capítulo 7 Capítulo 7

Cuando entré en la casa, mi hermana y mi madre estaban sentadas en el sofá, esperándome.

"Amelia, ¿dónde estabas? Me tenías preocupada. Ni siquiera respondiste mis llamadas", comenzó a decir mi mamá.

Suspiré y me senté lentamente.

Estaba agotada.

"¿Cómo llegaste a casa?", pregunté con curiosidad.

No pude tomar un taxi y ella había llegado antes que yo.

"Cuando te marchaste fui a despedirme de Gabriel y él le dijo a su chofer que me trajera".

Asentí en señal de que comprendía.

"¿Qué te pasó en la cara?", preguntó Alicia, mi hermana.

"Papá me pegó".

"¡Qué!", exclamó Alicia. "¿Por qué? ¿Cómo?". Se apresuró a salir de la sala.

"No te lo tomes a pecho, Amelia. Deberías haber ignorado a Cloe en vez de.".

"¿En serio estás tratando de justificarlo?".

"Cariño.".

"Toma. toma esto". Alicia regresó y me dio una bolsa de hielo.

"Gracias", murmuré.

"Solo digo que si hubieras ignorado el arrebato de Cloe, entonces...".

"Entonces ella se daría cuenta de que puede pisotearnos más. Realmente necesitas deshacerte de esa debilidad que sientes por papá. ¡Él nos odia! ¡Para él somos unas extrañas!".

Las lágrimas me quemaron los ojos.

Odiaba que mi madre fuera así.

Débil. era jod*damente débil.

Si yo fuera ella, lo único que sentiría por mi padre sería odio; pero estaba segura de que ella todavía lo quería.

Era tan molesto.

"Es tu padre". Su voz se quebró y yo ya no quise continuar con la conversación.

"Me voy a la cama".

************

Entré en mi habitación, abatida, y me desplomé sobre la cama.

Me alegré de que mañana fuera fin de semana.

Mi mente estaba dispersa y no tenía idea de cómo soportaría mi trabajo.

Me acosté mirando al techo, preguntándome cuándo finalmente sería feliz y no tendría que preocuparme por nada.

Casi una hora después llamaron a mi puerta y Alicia entró.

"¿Todavía te duele la mejilla?".

Me senté y forcé una sonrisa.

Siempre había querido ser quien soportara todos los problemas, para que ella no tuviera que hacerlo; por eso siempre me aseguraba de estar bien, por su bien.

"Ya estoy bien".

Se sentó lentamente a mi lado.

"No dejes que esto te deprima, hermana. No vale la pena".

Asentí. "Tienes razón".

"Lo que deberías hacer es buscar a un buen tipo".

Puse los ojos en blanco. "No... Después de Jaime, creo que el amor no es para mí".

"No digas eso, solo tienes que seguir buscando. Y hablando de buscar: mi mamá me dijo que te informara que un amigo suyo le mostró tus fotos a un profesor y le gustaría conocerte pronto".

Me burlé. "Debería haber sabido que esta conversación acerca de tener novio estaba encaminada a esto".

Me tomó la mano. "Estoy de acuerdo con mamá. Solo conócelo. ¿Quién sabe? Podría ser el indicado".

Me reí. "¿Tú qué sabes? Dile que lo pensaré. Quiero dormir un poco", respondí y me acosté de nuevo.

¿Realmente debería volver al mundo de las citas?

Quizá no todos los hombres eran como Jaime.

Y así fue como una semana después me encontré en un restaurante frente a mi cita.

Él llevaba puestos un pantalón azul marino, una camisa blanca y lentes.

Ya habíamos intercambiado cumplidos. Se llamaba Elvis Roy.

Ordenamos y empezamos a comer.

Pero simplemente no me sentí atraída por él, ni nos veía teniendo otra cita.

Decidí darle una mala impresión para que no quisiera volver a verme.

"¿Puedo hacerte algunas preguntas?".

Él sonrió. "Claro".

"¿En qué tipo de casa vives?".

Era posible que si le hacía este tipo de preguntas en nuestra primera cita me viera como una cazafortunas.

En mi opinión, los hombres odiaban a las interesadas.

"Soy dueño de una casa dúplex y un complejo de departamentos. Vivo en la dúplex con la esperanza de compartirla con alguien algún día, y rento los departamentos".

No pareció ni un poco ofendido con mi pregunta, así que lo presioné:

"¿Tienes un Ferrari?".

Su sonrisa se acentuó. "Tengo un Benz y un Land Rover, pero puedo conseguir un Ferrari si eso es lo que quieres".

Pasé saliva.

Esto no iba como lo había planeado.

¿Por qué no le molestaban mis preguntas?

"No tengo un trabajo tan bien remunerado como el tuyo y tengo muy mal carácter", continué.

"No importa. En cuanto al carácter: estoy seguro de que todos tienen sus defectos".

¡Arg!

Para asustarlo definitivamente, decidí contarle todo acerca de mí.

"Eres un profesor rico y guapo; los hombres como tú no deberían estar con mujeres como yo".

"¿Qué te pasa?", preguntó, genuinamente confundido.

"No tengo una buena relación con mi padre y vivo con mi madre y mi hermana, a quienes cuido. Mi exnovio me dejó porque, según él, no soy lo suficientemente amable y femenina".

"¿Algo más?", indagó.

Todavía había una sonrisa en sus labios.

Negué con la cabeza y bebí lentamente mi jugo.

Ahora él debería alejarse.

"Eres bastante graciosa, Amelia. Honestamente, odio las citas a ciegas, pero cuando vi tus fotos quedé fascinado por tu belleza y tenía muchas ganas de conocerte. Puedo ver que no quieres llevar esto más lejos, pero está bien que seamos amigos, ¿verdad?".

Sonreí y asentí. "Sí".

Bajé mis defensas y después de eso tuvimos una conversación muy divertida y amena.

Eventualmente disfruté la cita y yo sonreía cuando insistió en llevarme a casa.

Me paré frente al restaurante esperando que él fuera por su auto al estacionamiento.

"¿Amelia?".

Al escuchar mi nombre, miré de reojo y vi a Vadim Marcos, mi superior en el trabajo.

"Buenas noches, gerente", lo saludé.

En ese momento, Guillermo salió del restaurante con un hombre de mediana edad.

Separé los labios.

Si había alguien a quien odiaba encontrarme era a él.

            
            

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