Levante los vista confundida y muy preocupada. Me hago una idea clara de quién puede ser. Aunque yo no sepa con quien putas me case, es obvio que mi supuesto esposo sí que lo sabe, y parece que mejor de lo que imagine. Conoce mucho más de lo que me puedo pensar, cosa que me demuestra que tal vez no fue un error de un par de borrachos.
Guardo todo en la caja dejando como estaba. Voy a dárselo a Yenefer o a alguien de la empresa. No quiero levantar la cabeza y ver la mirada de reproche de Nicolás, ya piensa que soy una cobarde estúpida que no piensa las cosas y ahora se lo estoy confirmando con semejante cagada.
–Di lo que tengas que decir ahora.
Su opinión va a dolerme y rebajarme al suelo para pisotearme y escupirme. Es de las pocas personas con poder sobre mí para bajarme la autoestima y le odio un poco por haber rasgado mi coraza un poco en tantos años donde no se lo he permitido a nadie.
–Debes usarlo.
Es lo único que dice. Su voz no es ruda ni hipócrita, es relajada. Me lleno de valor para verle los ojos y no hay nada, solo el siendo sincero. No sabe lo que implica todo aquello.
–Es un regalo muy costoso, póntelo y lúcelo y ya está, deja los prejuicios.
Lo saca de la caja. La manzana es pecado, el rojo pasión y representa lo dulce de lo prohibido. En otras circunstancias donde viniera de otra persona no dudaría en ponérmelo. Sin embargo, la mirada de Nicolás me insta a levantarme y despejarle mi cuello para que pueda colgarlo.
–Mia. –Dice.
–¿Qué?
He escuchado perfectamente, pero quiero estar segura de no estar alucinando con los destellos del diamante. Se me hace un nudo en el vientre. Trago saliva en el tiempo en que el tarda en responder.
–Allí lo dice.
Me lo enseña, es verdad. En la parte que pega con mi pecho, se lee en letra cursiva la palabra mía.
–«Señorita Hope, el bloque cero la espera en la sala de reuniones» –Avisa Mara por los altavoces.
Nicolás me da un beso en la frente.
–Es un regalo de un admirador tuyo que seguramente gasto una fortuna, usalo. -Recalca.
Si tan solo el admirador no estuviera tan comprometido conmigo, tal vez la idea me tuviera fantaseando. Le agarro la mano, conduciéndolo a la sala de reuniones de mi piso.
Todo el personal del bloque cero está esperando fuera. Lucen como esperaba verlos, resacosos y no con mejor aspecto que yo. Algunos tienen sueros hidratantes en las manos. Nicolás se va a saludar al señor Harry, el director de hotel.
–Lucen del asco, chicas.
Kate la jefa de cocina y Melisa la de lavandería me dan besos en las mejillas. Aunque pude hablar esto solo con su comandante, Yenefer, me gusta tener la opinion de todos por igual.
–Espero que tengas algo bueno para citarme aquí después de darnos alcohol durante toda la noche. –Comenta Melisa dándose cachetadas para darse color.
–Luces sensacional, Aprill. –Me elogia Kate con la vista fija en el diamante.
–Gracias. ¿Ya Yen está aquí?
–¡Aquí estamos, flor! –Grita Tom cruzando el pasillo con Yenefer de la mano.
Tomamos asiento en nuestros lados respectivos en la mesa cuadrada. Yo en la cabeza, Yenefer a mi derecha y Nicolás a mi izquierda.
–Primero quiero felicitarlos por su excelente labor. Heart of Reaven vuelve a ocupar el primer puesto en turismo del país a nada de haber abierto taquilla, consiguiente una racha de cinco años seguidos. Las planillas noticiarías no dejan de pedir por la nueva apertura de Reaven.
La sala estalla en aplausos y algarabías que se dirigen a Yenefer, sonríe tímidamente a mi lado.
–Dado a nuestros éxitos hemos estado en el foco de atención de todo el mundo. Nuestro buzón ha estado lleno de solicitudes para expandirnos al área de investigación marina, usando nuestras instalaciones y transatlánticos para dicha labor.
–El señor Black me comento de eso antes de que el crucero terminara. –Menciona Yenefer revisando las carpetas que mi secretaria le deja.
El señor Black es un cliente bastante frecuente, yo tengo la teoria de que le gusta Yenefer vestida de comandante y por ello no se pierde un viaje.
–El señor Black es uno de ellos, solicito a Eva para retomar su investigación maritima.
Eva es uno de los cruceros que cuenta con su propio submarino abordo lo cual le permitiría dar un paseo por las profundidades cundo lo deseara. Era un plus para cualquier buzo o biólogo marino.
–He decidido darle cavidad a este proyecto. Daremos inicio con la investigación del señor Ferria. –Le señalo–. Ha solicitado los servicios de Reaven y como los únicos capacitados y disponibles para llevar a cabo esta labor con excelencia son ustedes.
–Gracias, Flor. –Comenta Tom
–No puedo romper una cápsula de sus contratos por lo que estoy en el deber de tener su consentimiento antes de aceptar dicha propuesta.
Todos se miran entre ellos por un momento. Yenefer en quien tiene la palabra.
–Todos saben nuestra respuesta. Así que Yenefer, estamos a tu disposición. –Comenta el señor Harry.
No me molesta que la lealtad del bloque cero este con Yenefer, porque se la ha ganado en los años que lleva aquí. Me mira de soslayo, pero Nicolás elige el momento menos indicado para pasar la punta de su zapato por mi pantorrilla descubierta.
Paso saliva, nerviosa. Estoy en el trabajo y aunque me tome las cosas relajadas con mi personal, no es ético de mi parte que me deje manosear frente a ellos. Le pateo las piernas, los zapatos deportivos altos dan fuerza a mi golpe. Abre los ojos y sonríe después. Ruedo los ojos.
«Jodido Fastidioso»
–Tomare el mando. –Afirma Yenefer sonriente.
Sonrió orgullosa del personal que tengo. Son almas que pertenecen al agua, prefieren navegar entre las olas a estar en tierra firme. Me llenan de orgullo siempre que zarpan y regresan encabezando la lista de los mejores y pasajeros satisfechos que me mandan mensajes para exigirme que abra taquilla; algunos me chantajean incluso con regalos.
–Les envare un informe detallado. El señor Ferria te enviara por correo el plan y ruta de navegación. –Me dirijo a Yenefer que asiente–. Tom, ya instalaron las maquinas, necesito que veas que todo está en orden.
–¿Tan rápido acabaron?
Sonrió por su reacción.
–El poder del dinero. Trabajaron toda la noche y parte de la mañana.
–Salgo para allá entonces. –Se despide dándome un beso en la comisura de los labios– Un placer conocerlo, Señor Ferria. –Se estrechan la mano.
–Pueden marcharse. –Le informo al bloque cero. Yenefer no se mueve, sabe que no entra en la orden.
–El viaje se extenderá como máximo una semana. –Explica Nicolas apoyando los brazos cruzados en la mesa–. Tenlo en cuenta a la hora de abrir taquilla.
–Creí que los servicios eran privados.
–Lo serán siempre y cuando se solicite con antelación. –Reviso las carpetas con autorizaciones de embarque que debo firmar para el puerto. Me pongo en la labor.
–Quiero poder disfrutar del crucero en las noches como un viajero normal. Pero quiero el piso de las suites y las vistas submarinas solo para mí.
–Hecho.
Me muerdo el labio inferior concentrada en mis papeles. Nicolás siempre con su afán de silencio y tranquilidad. Por mí que reserve todo el crucero si le da la gana.
–La ruta se la envió por correo para que me dé su opinión.
–Voy a preparar todo. –Yenefer se pone en pie–. Es probable que no sea necesario abrir taquilla, la lista de espera está bastante extensa. Por cierto, Aprill, en el refugio recataron un contenedor con medusas que pensaban traficar hasta Venezuela.
Hago una mueca. El refugio de animales siempre esta alerta. Me duele que usen a los animales para un acto tan atroz y banal.
–No muchas se salvaron. –Me da una carpeta que abro enseguida.
Muchas imágenes de las medusas en un agua negra que parece ser petróleo. Nicolás me las arrebata.
–Los contenedores estaban sucio de petróleo. ¿Qué clase de cerdo hace eso? –Murmura Yenefer.
–Lo humanos. –Nicolás arroja la capeta con las fotos dentro en la mesa
–Iré al refugio para ver en que puedo ayudar.
–Llámame si necesitan algo de mí.
Asiente. Ella lleva la mayor carga del refugio, siendo una de las socias mayoritarias. Yo financiaba lo que necesitara y los ayudaba cuando mis servicios de bióloga marina cuando fueran requeridos, pero poco más. Aunque fuera un proyecto mío, contenía muchos recuerdos que evitaba a toda costa manteniéndome en sus sombras. Yenefer lo entendía y me apoyaba, con eso me era suficiente.
–Trabajare desde casa el resto de la tarde. Me siento del asco. –Le da un gran trago al suero hidratante y se aparta los cabellos de la cara.
–Te ves como asco. Como vomito cubierto de elegancia.
Me da un golpe en el hombro con la carpeta.
–Estoy enojada contigo, Aprill.
–Bueno, yo también lo estoy. Te hare espacio en la lista de insultos hacia mi persona. –Articulo con la vista clavada en la madera de la mesa. Me sentía muy decepcionada de mi misma y no quería que ninguno de los dos me diera la lata con esa ahora.
Aunque Nicolás ignorara ese acontecimiento. Por ello necesitaba subirme en Margot con mis amigos y con mis abogados. Debía mantener este asunto alejado de todos, incluyéndolo a él. La preocupación de lo que pasaría en adelante seguía ahí, carcomiéndome lentamente como un parasito. Sentí la necesidad de contárselo a Nicolás, aunque solo fuera para que me diera un buen regaño. Sin embargo, eso era solo cosa mía. El diamante que decoraba mi cuello no era más que un adorno de alguien que yo no conocía ni me importaba. Solo debía conseguir que firmara un estúpido papel que nos dejara libre.
Yenefer se despide con un beso en la comisura de mis labios y un apretón de manos para Nicolas. Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Nicolás me quito los papeles de la mano, aparto la silla de la mesa haciendome levantar.
–¿Qué haces?
–¿Qué crees?
Me sube a la mesa tomándome de las axilas. Sus labios toman los míos y su lengua me acaricia las encías.
–Estoy en el trabajo
–Los limites solo aplican dentro de tu casa, no aquí.
Me levanta la falda hasta la cintura y se prende de mis pezones erectos a través del top. Tiene razon, los limites no aplican aqui y a el no le puedo decir que no cuando mis ganas seguramente sobrepasan las suyas.Presiono uno de los botones del lado de adentro de la mesa y ruego que sea el de los seguros de las puertas y ventanas y no el que activa el altavoz en la oficina de Mara.
Llevo las manos a los cabellos de Nicolás, saboreándolo con la misma furia con la que él me recibe. Me toma de los muslos impulsándome hacia abajo para frotarme la dureza de su pene atreves de la tela de mis bragas.
–Nicolás. –Gimo contra sus labios.
–Calla.
Introduce dos dedos en mi boca y con la otra mano hace a un lado la fina tela de mis bragas y me acaricia de arriba abajo. Curvo la espalda hacia el que aprovecha para sacarme los pezones por debajo y prenderse de ellos con unas ansias animal.
Mi mente recobra algo de cordura un instante e intento sacar su mano de mi interior.
–Aquí no, por favor.
Estaría dispuesta a irme a un hotel si me lo pedía con tal de no dejarme someter aquí. Si lo hacía, su recuerdo estaría presente cada vez que viniera a trabajar y no quería eso, porque mi mente no tiene la capacidad de borrar recuerdos tan abrasadores y fulminantes como lo que los gemelos Ferria están creando en mi interior. Mi puesto de trabajo es mi pequeño refugio en contra de la tormenta que se desata fuera, haría todo porque nada afectara eso. No obstante, Nicolás es intenso, agarra mi voluntad y la patea lejos de mí, censura mis sentidos y me lleva a un limbo delirantemente placentero. En esos momentos de placer, dependía de él y eso era terriblemente agobiante.
–Quiero que vengas conmigo en el crucero. -Dijo sobre mis labios. Senti su calido aliento estremecerme.
Mi rendición ante el me daba la posibilidad de pensar, un poco, pero era suficiente para que mis labios se apartaran de los suyos y responder en un hilo de voz.
–No puedo.
Suelto un chillido cuando la cabeza de su pene hace contacto con mi clítoris húmedo de mi deseo por él. Se encargó de que estuviera bastante preparada para recibirlo de un empellón que me deja los pulmones secos.
–Claro que puedes, eres la maldita jefa. –Masculla con los dientes apretados.
Respire profundo para canalizar el placer que me hace vibrar en ese momento y tener mi mente lo bastante clara para no sucumbir. Me resulta tremendamente difícil.
–Lo sé, pero tengo cosas inmediatas que necesitan mi atención ahora.
Suelta un gruñido salvaje que me pone los pelos de punta. Me tomo por el culo clavándome una y otra vez en su miembro. Nuestras bocas no encuentran punto de separación y cuando lo hacen se pierden en cualquier parte del cuello o mandíbula del otro.
El diamante rojo brilla entre los dos cubiertos por la fina capa de sudor. De pronto me pareció asqueroso llevarlo, que tocara mi piel. La sombra de otro hombre. Nicolás bombeaba con rápido y profundo, saliendo con tanta fuerza que el choque de nuestros sexos resuena en toda la habitación insonorizada.
Me sorprendí con la rudeza de mis propios gemidos y los de él que no se quedaban atrás. Envolví mis piernas en sus glúteos.
–Fuerte –Exijo susurrante.
Nicolás me empujó hacia atrás de forma que mi espalda queda sobre la madera fría de la mesa y sube mis piernas también. Quedo expuesta a que tomara de mi cuerpo lo que quisiera para llevarme al tan anhelado clímax.
–Vas a ir conmigo, Aprill. No es una propuesta.
Mete los dedos en mi boca para que no diga nada y magrea mis pechos. El clímax nos tomó a ambos con violentas contracciones. Mis músculos internos aprietan su pene y su semen caliente me inunda con pequeños chorros.
Me paso las manos por la cara. Nicolás se deja caer sobre mi cuerpo, descansando la mejilla entre mis pechos.
–No puedo ir contigo. Lo siento. Tengo cosas importantes.
Suelta un gruñido.
–No voy a insistirte. Voy a terminar de alistar las cosas con tu amiga. Ocúpate de tus cosas importantes, al fin y al cabo, la investigación de mi hermano es solo cosa mía.
Salió de mi de golpe. La sensación de pérdida y vacío que llego a posteriori no me agrado para nada así que controle mis impulsos y le permití sin articular palabra que se arreglara la ropa y se fuera igual de rápido. Quería detenerlo y pasar el día juntos para hacer pausas activas entre ambos.
Cogí algunos pañitos del mueble del archivador y me limpié los muslos. Luego me acomode la ropa en el cristal oscuro de las paredes.
Salí dándome aire con las manos, sofocada. El olor de Nicolás seguía en mí. Mara estaba en su mesa cerca de mi despacho. Cuando pase por su lado me miro sonrojada y con una sonrisa pícara.
La ignore. Había presionado el botón de las cámaras o el del sonido y había escuchado todo. Le di un espectáculo de sexo en la oficina que esperaba que la hiciera disfrutar cada que lo recordara. Ya lo había visto, tenia cosas mas importantes que hacer como para lamentarme siquiera.
Me encerré en mi despacho el resto del día, sin noticias de Nicolás, pese a que le escribí para que almorzáramos. No me respondió y tampoco insistí. Yo tampoco rogaba, estar conmigo era un jodido privilegio y si él no lo sabía ver, era su problema, no el mío. Yo seguiría siendo más diva de lo que ya lo era antes de que regresara.
Las horas cuando estas concentrada se pasan en un chasquido. Ya el sol se escondía cuando levante la vista de pantalla de mi ordenador. Tome mi teléfono y me acerque al gran ventanal que tenía vista al mar. Antes de tener a Gaia el mar lo fue todo para mí, mi carrera giraba en base a mi pasión. Hasta que conocí a Reaven Ferria y me dio un nuevo motivo para amarlo y también me lo arrebato llevándose lo otros motivos con él. Fue de repente, doloroso, sin aviso y sin compasión.
Nicolás, pensé en suplantar a su hermano con él la primera vez que nos acostamos, pero no funciono. Nicolás es una bestia vestido de hombre que consumía y destruía a su paso, mientras que Reaven era un ángel bajado del cielo. La diferencia de personalidad no permitía que se pudiera hacer de la vista gorda. Aun así, seguía cayendo cada vez con más fuerza a sus exigencias y en algún punto simplemente deje de luchar. Nicolás me aceptaba con todos mis gustos y defectos, cosa que ni mi padre hace y mi hermana muy poco. Por ello cada vez que lo veía, mis sentimientos se disparaban y se convertían en un revoltijo.
El teléfono me sonó en la mano. Lo levanté esperando ver el nombre del hombre que se paseaba por mi mente, pero en lugar de eso, encontré el nombre de mi hermana. Suspiré y me senté, porque sus llamadas nunca eran de buen augurio.
–¿Qué pasa?
Escuche su risa y el sonido del tráfico. La imagine saliendo de dar clases de ballet y dirigirse a la casa de nuestro padre a ver a Gaia. La envidie en ese momento.
–Un saludo no te dejaría en la quiebra, Aprill. –Me reprendió.
–Estoy trabajado y dado que nunca me dices nada bueno no quiero alargar lo inevitable. Suéltalo ya.
–Pues vale, ya es hora de que eso cambie. Aunque depende de cómo te lo tomes...
La irrumpí antes de que le diera la vuelta y se enrollara en otras cosas. Tiene el don de hablar sin parar durante horas. Todo lo opuesto a mi. Mientras a ella le encanta el ruido, yo amo el silencio de las cosas.
–Dilo y ya está.
–Estoy en el aeropuerto con Gaia.
Me quede de piedra.
–¿En qué aeropuerto?
–Pues en el Rafael Nuñez.
Me levante de golpe. Aquella noticia me reactivo el alma en un instante. Están aquí, a unos kilometros. A mi alcance.
–Voy para allá.
–Vale, llevo un vestido azul...
–Kiara, reconocería a mi hija entre un millón de personas.
Cuando me despedí ya me había alistado para salir de la oficina. Debía adelantar mucho trabajo que ya había postergado, pero los momentos con mi hija no tenían negociación. Esta por encima de todo.