- Si de mi dependiera... - Yunen apretó de tal forma sus labios que solo una línea fina quedo a la vista, dejando en claro lo molesta que estaba.
- Lo se suprema, pero esto está más allá de nosotros. - reconoció con pesar Ikigaí, porque de todo ser viviente, él era quien más sabía lo que el destino les deparaba, los secretos que cada ser guardaba y que pronto saldrían a la luz. - Por ahora, me llevare a estos tres. - y dicho aquello el cabello azul de Ikigaí brillo una vez más, ahora para envolver a los tres seres que tanto habían lastimado a Kalila. - Las tierras del tigre blanco esperan por nosotros. - Yunen tuvo que girar su rostro, para no quedar ciega ante la energía que libero Ikigaí, eso fue lo último que vieron de los cuatro, un halo de luz azul casi cegador.
- Que solo la felicidad de este día perdure en sus memorias, que nada opaque su alegría y que la diosa luna guie a mi querida Kalila. - era la primera vez en mil años que Yunuen hacia uso de la magia en su familia, no era algo que la hiciera feliz, pero sabía que el día había llegado, ese futuro que deslumbro hacia 18 años atrás, cuando tomo a Kalila en brazos, el fin de todo ser sobre natural acababa de comenzar, o el fin de todas las guerras, cualquiera de las dos opciones, estaba en manos de Kalila y su corazón eclipsado.
Los habitantes del pueblo veían con temor a su luna cambiante, pues el hechizo lanzado solo afectaba a sus nietos, Kek, Dante y Vito, solo sonreían y besaban a su luna única, mientras Kalila sonreía, pero la tristeza en sus pupilas dejaba en claro que ni ella, ni Chloe habían olvidado que tanto el pueblo como sus lideres habían llegado a la conclusión de que Declan, Tahiel y Ukara, habían mancillado la pureza de Kalila, e incluso la habían matado.
- ¿Pero que le sucede al pueblo que no celebra con nosotros? - la queja de Kek los hizo ver a Yunen, quien dejando brillar sus ojos, les dejo más que claro a todos, que tenían prohibido decir ni media palabra de lo acontecido minutos antes.
El día llego a su fin, con una Kalila nerviosa, por no saber dónde estaba Ikigaí, y una Chloe, llena de amargura.
- Esto es lo que viste, ¿verdad? - dijo apenas sus compañeros la dejaron sola para ayudar a empacar a Kalila, quien partiría a la universidad, en tierra de humanos, al menos eso creían ellos.
- Te dije que ella enfrentaría un dolor inmenso, que cargaría con algo que... está condenado incluso en nuestro mundo, pero así es el destino, si pudiera cambiar algo lo haría. - respondió con honestidad Yunen.
- No es justo, ella nunca lastimo... - comenzó a quejarse la humana, pero Yunen la interrumpió.
- Ella no, pero recuerda que dentro suyo, hay un alma condenada, la niebla... era un cazador, un humano que se ganó el corazón de Levana, la enamoro y embarazo... pero no reparo en que él también la amaría, aun así... acabo con ella. - Yunen haciendo uso de la magia que solo la suprema posee, tomo la mano de Chloe, y la llevo a los más profundos recuerdos de Levana.
- Yo te amaba tanto. - susurro la vampiro viendo los ojos rasgados del cazador, mientras esté enterraba una daga de plata en su corazón, aun luego de oír de su amada que estaba preñada de él.
- Si tan solo fueras humana. - respondió con dolor, y en el momento que Levana cerró los ojos, dejo un último beso en sus labios, para luego cortar su garganta.
El cazador no podía vivir sin su amada, la luna escucho su pedido y cientos de años después, la niebla renació en Kasumi, un nuevo cazador, uno que se enamoró de una humana, Aysel, ese fue su pedido, él lo dijo y la luna se lo concedió, le dio una oportunidad para ganar su paz eterna, pero nuevamente el odio a lo desconocido o diferente pudo más, Kasumi se enamoró de Aysel, quien tenía el alma de Levana en su interior, y el oriental, quiso quitar eso, las demás almas que opacaban, según él, la mortalidad de Aysel, pero esta vez Levana, Yunen, Luna y Aysel, no estaban solas, sobre ella se levantaba su lobo protector, su mate y media alma, una vida que era solo de ellas, Anuk, el gran lobo llego a tiempo de evitar que Kasumi matara a su compañera, y el alma del cazador fue condenada una vez más, la última oportunidad de cambiar su final.
- Por la diosa. - murmuro aturdida Chloe, ver de primera mano el dolor que la niebla había causado y saber que parte de esa energía estaba en el interior de su hija, provocando que pagara culpas que no eran de ella, sino de un ser condenado. - Aun así... es tan cruel para mi niña. - una lagrima rodo de su mejilla, no era fácil saber o intuir lo que su pequeña había sufrido.
- Lo es, pero el destino es así, a veces lo que no te mata te hace más fuerte, tanto como para acabar con todo. - Yunen no se olvidaba el resto de su visión, como Kalila mataba a cada uno de ellos, incluso sus padres, pero había una oportunidad, aunque no estaba segura si era eso, o las ganas de que el destino cambiara, Yunen había visto un eclipse en su visión, la unión del sol y la luna pocas veces sucedía, y cuando eso pasaba, todo era posible, incluso encontrar la paz, de un alma condenada.
Mientras en los bosques prohibidos del oriente, cuatro seres irrumpían en el mágico territorio, tres de ellos lo desconocían por completo, pero para Ikigaí, era regresar a sus dominios, luego de una muy larga ausencia.
- ¿Dónde estamos? - indago Ukara, viendo la espesa niebla que le concedió al lugar un poco de misterio.
- Estos no son bosques de la luna. - acoto Tahiel, ya que su olfato era muy bueno y allí no detectaba sangre de brujo, vampiro o lobo.
- ¿Qué lugar es este flacucho...? - Declan debió de ser consiente que aquel "flacucho" tenía más poder que cualquier brujo que conociera, pues estaban muy lejos de sus tierras, pero el pensar nunca le fue bien al vampiro, él al igual que sus amigos, eran guerreros, fue por eso por lo que se fue contra Ikigaí, quien, al fin, dejo ver quien era realmente.
- ¿Te atreves a desafiarme? - pregunto divertido Ikigaí cuando el vampiro lo tomo del cuello. - ¿A mí? El gran Ikigaí.
Declan estaba a punto de reír por sus dichos, "¿el gran Ikigaí?" se preguntó con burla en su mente, pero antes de poder decir así sea media palabra, el cuerpo de Ikigaí estallo, de la misma forma en la que la ropa de Tahiel se rasgaba al convertirse en lobo, estos tres vieron la piel del flacucho desgarrarse frente a ellos, para dejar a la vista de todos algo que no sabían que nombre ponerle.
El cuerpo parecía el de un león o tigre, aunque su piel era la misma que la de una serpiente o dragón, de color azulado y blanco, una mezcla tan perfecta que los dejo sin habla, aunque también podía ser el hecho de estar viendo dos cabezas, si, de un solo cuerpo nacían dos cabezas, la de un tigre y la de un dragón y de ambas el fuego salía quemando todo a su paso.
- Por la diosa. - dijo con miedo Ukara, aun así, trato de que el aire, que siempre fue su aliado desviara las llamas que buscaban quemarlos por completo, sus manos se movieron rápidas, ráfagas de ventisca fría que chocaban con las lenguas de fuego, pero que sin embargo no desviaban las llamas.
- ¡Te ordeno que te detengas! - Declan podía paralizar a cualquier ser siempre que viera sus ojos, creyó poder detener a esa cosa que estaba frente a ellos, fue por eso que tomo la cabeza del dragón, aun bajo el riesgo de ser calcinado, algo de lo que no se podría salvar ni por su resistente piel, creyó tener una oportunidad, ya que el dragón dejo de lanzar fuego y solo se quedó viéndolo, pero entonces las fauces del tigre lo tomaron de las costillas y casi partiéndolo a la mitad, lo lanzo casi cuatro metros lejos, rompiendo con el poder que tenía sobre la cabeza de dragón.
- ¡Suficiente! - Tahiel exploto como Ikigaí lo había hecho segundos antes, el lobo se lanzó con fuerza sobre el mitad tigre, mitad dragón, pero el resultado fue el mismo, mientras el lobo mordía el cuello del tigre, en esta ocasión fueron los dientes del dragón los que casi despedazaron al moreno, quien salió despedido aullando de dolor.
- ¡Rápido! ¡por aquí! - la voz de un humano irrumpió el bosque, y fue cuando los tres descendientes de la luna pudieron oler que estaban rodeados de cazadores. - Es un hombre lobo el que aúlla. - aseguro la misma voz, y casi de inmediato, un grupo de humanos llego a ellos, cargando todo tipos de armas, unas que estaban diseñadas para matar a cualquier ser.
El rugido que salió de ambas cabezas de Ikigaí, los detuvo en seco, mientras los descendientes de la luna se agrupaban para resistir el ataque.
- ¡Es una quimera! - dijo con pánico una cazadora, dejando caer sus armas y colocándose de rodillas.
- Es Ikigaí... - acoto un hombre mayor con asombro y respeto. - Ha regresado. - y acto seguido coloco una rodilla en el suelo boscoso.
Declan los veía y no lo creía, no era propio de los suyos estudiar o así sea pensar en los hijos del sol, y de los cazadores, lo único que sabían y que les importaba era que eran sus enemigos, uno no podía vivir si el otro lo hacía, ¿Cómo pensar o así sea suponer que los hijos del sol eran sus aliados?
- Cazadores, creí ser claro cuando les permití habitar mis tierras, podrían montar sus ciudades, pero los bosques que las rodean son solo míos y en ellos los humanos no deben ingresar. - poco a poco Ikigaí tomo su forma humana, dejando ver a un joven flacucho, aunque de músculos bien marcados, con un dragón rojo tatuado en su pecho y un tigre blanco en su espalda, ambos tatuajes brillaban como si el fuego saliera del dragón y el agua del tigre.
- Lo sentimos gran Ikigaí, pero oímos al hombre lobo...
- Son mis visitantes, no pueden herirlos. - advirtió el peli azul, tomando una hoja de ceibo a la que le enredo uno de sus cabellos, entonces, una túnica celeste apareció entre sus manos, la cual se colocó sin demora, viendo de forma censuradora a la cazadora que estaba con los ojos muy abiertos viendo su desnudez. - No es bueno, codiciar lo que no es tuyo. - susurro en el oído de la humana al tiempo que dejaba ver una sonrisa mordaz, causando el asombro de Ukara, quien hasta el momento veía al peli azul, como alguien aniñado y quizás tierno, al menos con Kalila.
- Lo...lo siento quimera...
- ¡Shhh! Su nombre es Ikigaí, no lo llames de otra forma. - ordeno el cazador de mayor edad.
- Perdón. - susurro bajando la mirada y temblando al sentir a Ikigaí caminar a su alrededor.
- ¿Qué hare con ustedes? - pregunto casi con aburrimiento, ese mismo ser que en su forma humana no causaba más que admiración.
- No ingresaremos nuevamente... - comenzó a decir el mayor, pero Ikigaí lo tomo con su cabello y lo llevo justo al frente de él, para poder ver sus ojos marrones.
- No, claro que no lo harán, pero no me conformare solo con eso. - informo con ojos brillantes y el cazador tembló.
- Puede pedir lo que desee... - la risa de Ikigaí era como la melodía más hermosa que alguien pudiera oír alguna vez, hipnotizante y un poco espeluznante.
- Claro que lo hare, y tú lo cumplirás, aún falta una invitada más a mis dominios, aunque más bien serán dos.
- No molestaremos a sus visitantes. - aseguro, sabiendo que era él quien daba las ordenes de los cazadores que habitaban aquella ciudad.
- Me temo que es algo que no podrás cumplir y lo entiendo, pero quiero que sepas, que a quien tu anhelas, es mi compañera y la del fénix, por lo que, si no quieres perecer junto con tu gente, cuida muy bien lo que harás. - fue cuando coloco al hombre una vez más en el suelo boscoso, que la niebla espesa comenzó a retroceder, era Ikigaí quien la manejaba, era él quien se encargaba de darle un aspecto siniestro al bosque para que ningún curioso irrumpiera en su reino.
- No comprendo...- comenzó a decir el humano, ya que era más que lógico, al menos para él, que la compañera de Ikigaí y Nuriel debía ser alguien poderoso y por supuesto un humano no lo era y al ser él cazador, jamás anhelaría a esa mujer.
- Claro que no humano, recuerda que estás hablando con Ikigaí, soy quien sabe la razón de ser de cada vida de este mundo, aunque algunas... están opacadas por sus malas decisiones, ¿sabes porque soy un dragón y un tigre? - el humano negó, mientras Declan trataba de acercase seguido de sus amigos, no sabía si debía tener más cuidado de Ikigaí o de los cazadores, los que ahora comprendía que no eran aliados de los hijos del sol, solo era Ikigaí permitiéndoles tener un lugar en el mundo. - Porque el bien y el mal deben coexistir, pero al final, solo uno triunfa. - para cuando Ikigaí termino de hablar, los gritos de la humana los hicieron voltear, se estaba quemando, o al menos su cuello estaba siendo marcado por el cabello de Ikigaí, como si de cables calientes se trataran. - Te dije que no es bueno codiciar lo que no es tuyo, deja de verme de esa forma. - Tahiel podía oler el deseo que la humana emanaba cada vez que veía a Ikigaí, pero este pronto fue sustituido por un aroma agrio, era miedo al verlo.
- ¡Perdón! ¡lo lamento! - suplico entre gritos la pelinegra.
- No, no es verdad, pero ahora si lo lamentaras. - aseguro Ikigaí al tiempo que la liberaba.
- Ikigaí... - dijo con enfado el hombre canoso y el mencionado giro para verlo con ojos violetas.
- Será mejor que regresen a la ciudad, hoy no estoy de humor para tratar con ustedes.
Ikigaí no tuvo que repetir dos veces aquello, ya que los cazadores tomaron a la joven que aun gritaba de dolor por las quemaduras de su cuello y dejaron el bosque, tan rápido como habían llegado.
- ¿Qué rayos eres? - indago Declan cuando estuvieron una vez más solos.
- Creí que lo habían oído, soy una quimera, la única, aunque los humanos se encarguen de decir que existen muchas, incluso con cabeza de cabra. - se oía divertido, como si solo segundos antes no hubiera estado a punto de matar a la humana.
- Si reaccionaste de esa forma porque esa cazadora te deseaba... ¿Qué sucederá cuando aparezca el otro compañero de Kalila? ¿Qué pasara cuando su otro compañero desee a Kalila? - Tahiel podría ser un lobo rudo, pero era observador y buen entendedor, y no le gustaba a la conclusión que había llegado.
- Es por eso por lo que ustedes están aquí, ¿recuerdas la orden de la luna cambiante? Deberán proteger a Kalila... y eso incluye que deberán cuidarla de nosotros y nuestros celos, además de los cazadores.
- Kalila es una cazadora, ellos no le harán daño. - dijo con un susurro Ukara, pues comenzaba a pensar que le quedaba poca vida.
- No, claro que no le harán daño, pero querrán llevársela.
- ¿Por qué? - de pronto los dientes de Declan estaban expuestos, y la ira lo recorría al completo, igual que el dolor en el pecho, ese que él conocía muy bien, ese que le llagaba cada vez que alguien decía que Kalila se iría con los humanos.
- Porque el hombre con el que hable... es Asher, el padre de mi Lila, y la querrá recuperar a como dé lugar. - antes que los descendientes de la luna pudieran decir algo, un destello proveniente de un árbol llamo su atención.
- Ikigaí. - la voz suave de Kalila se esparció por el lugar, provocando que cuatro corazones latieran en sincronía.