La mafia del corazón
img img La mafia del corazón img Capítulo 8 Juegos peligrosos
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Capítulo 10 El regreso del Volpe img
Capítulo 11 ¿Traición img
Capítulo 12 Don Moretti img
Capítulo 13 El cumpleaños img
Capítulo 14 El compromiso con otra img
Capítulo 15 La cazadora img
Capítulo 16 Estamos a mano... img
Capítulo 17 Monstruo img
Capítulo 18 Esto no ha acabado img
Capítulo 19 Sin piedad img
Capítulo 20 Trabajo sucio img
Capítulo 21 ¿Una cita img
Capítulo 22 ¿Quién es Daniel img
Capítulo 23 Amiga al rescate img
Capítulo 24 La estatuilla img
Capítulo 25 La limpieza img
Capítulo 26 Vigilancia img
Capítulo 27 El escape img
Capítulo 28 Mi prometida img
Capítulo 29 Mio Dio dammi pazienza img
Capítulo 30 Asuntos pendientes img
Capítulo 31 Dominio img
Capítulo 32 Buena chica img
Capítulo 33 Inevitable img
Capítulo 34 Familia img
Capítulo 35 Cuando el pasado vuelve img
Capítulo 36 Todo por ella img
Capítulo 37 El té img
Capítulo 38 Emboscada img
Capítulo 39 Pizza img
Capítulo 40 La fiesta img
Capítulo 41 Formalidades img
Capítulo 42 No volverán a molestarte img
Capítulo 43 Temores img
Capítulo 44 Amore img
Capítulo 45 No te dejaré ir jamás img
Capítulo 46 Esto es personal, Nicola img
Capítulo 47 El secuestro img
Capítulo 48 Cobrando deudas img
Capítulo 49 Tørturas img
Capítulo 50 Verdades img
Capítulo 51 Encontrarlas img
Capítulo 52 El mensaje img
Capítulo 53 Caos img
Capítulo 54 Cualquier cosa por ti img
Capítulo 55 No hay piedad img
Capítulo 56 Shadow img
Capítulo 57 Mi maldito sótano img
Capítulo 58 Es el final del camino img
Capítulo 59 No es tuyo img
Capítulo 60 Ella es la Pantera img
Capítulo 61 La Pantera no siente img
Capítulo 62 Traidora img
Capítulo 63 Úsame img
Capítulo 64 Está vivo img
Capítulo 65 Confianza rota img
Capítulo 66 Éramos niños img
Capítulo 67 Ella no es tu amiga img
Capítulo 68 Caímos en su trampa img
Capítulo 69 Te amo más que eso img
Capítulo 70 Lo que sentimos no va a cambiar nada img
Capítulo 71 Valentina Mancini img
Capítulo 72 Confía en mí img
Capítulo 73 ¿Qué hace ella aquí img
Capítulo 74 Eso es por atarme img
Capítulo 75 Eres mía, Valentina img
Capítulo 76 Lo siento, amore mio img
Capítulo 77 ¿A quién estás protegiendo, Shadow img
Capítulo 78 ¡Ve a vestirte! img
Capítulo 79 Cásate conmigo img
Capítulo 80 ¿Te estás escuchando img
Capítulo 81 Ella ha olvidado quién la creó img
Capítulo 82 Los quiero vivos img
Capítulo 83 ¡No vas a salir vivo de aquí! img
Capítulo 84 Por la familia img
Capítulo 85 Los declaro marido y mujer img
Capítulo 86 ¿Acaso esperabas menos de mí img
Capítulo 87 Noche de bodas img
Capítulo 88 Deja de jugar img
Capítulo 89 La muerte de Alessandro es mía img
Capítulo 90 Una guerra que ganar img
Capítulo 91 A mi manera, pero te quiero img
Capítulo 92 Relájate img
Capítulo 93 Bella mia img
Capítulo 94 Eres una chica ruda img
Capítulo 95 ¡Basta de mentiras! img
Capítulo 96 No eres un Don. Eres un cobarde img
Capítulo 97 ¡No, esto no va a acabar así! img
Capítulo 98 Ella no es un ángel... img
Capítulo 99 ¡Por Dios no te caigas! img
Capítulo 100 Tu fin no será rápido img
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Capítulo 8 Juegos peligrosos

Nicola

-Nicola, -la voz de Renata tembló mientras me entregaba la carpeta con los documentos que había solicitado. -¿Qué pasó para que salieras?

Levanté la vista de los papeles que sostenía en mis manos. Me la quedé mirando durante unos segundos, sin decir nada, solo observando cómo sus ojos nerviosos buscaban alguna señal en mi rostro.

Pero no sentía nada. Ninguna presión en el pecho, ni ese familiar cosquilleo en la espalda que me recorría cada vez que consideraba la idea de abandonar mi habitación.

Cinco años.

Habían pasado cinco años desde que me encerré apartado del mundo exterior.

Todo había comenzado después de esa maldita cena de compromiso fallida. Pasé semanas en coma después de lo que ocurrió aquella noche. Un error que casi me costó la vida.

Cuando desperté, mi cuerpo estaba débil, mis movimientos torpes y descoordinados. Cada paso que daba me recordaba lo lejos que estaba de la fuerza y el control que solía tener.

Los dolores de cabeza eran constantes, acompañados por mareos que hacían que incluso las tareas más simples parecieran insuperables. Pero más que el dolor físico, lo que realmente me atormentaba era el vacío, la sensación de haberle fallado a mi familia.

Mi padre no se resistió cuando tomé la decisión de mantenerme en mi habitación. No lo hice por miedo o por lástima. Lo hice porque sabía que no quería que nadie me viera así de vulnerable. Sabía que, en este estado, cualquiera podría aprovecharse y atentar contra lo que más me importaba: mi familia.

Instalé las cámaras de seguridad que controlaban nuestras diferentes empresas, los lugares donde se cerraban nuestros negocios, y por supuesto, nuestra casa.

Vigilaba cada rincón, con detalle, todas las habitaciones... excepto la de Bianca. Siempre había mantenido su privacidad intacta, incluso cuando me consumía la necesidad de protegerla de todo y de todos.

Y, hace un par de horas, había añadido otro lugar más a mi lista. El apartamento de Valentina.

El pensamiento de ella me invadió, una imagen nítida de su figura esbelta, de su mirada intensa, de la forma en que me había hecho sentir vivo otra vez. Algo en ella despertaba partes de mí que había enterrado hace años, y eso me aterraba tanto como me fascinaba. Su existencia se había convertido en una especie de obsesión, y aunque sabía que estaba mal, no podía evitarlo.

-No creo que hayas salido por el cumpleaños de tu hermana... -La voz de Renata interrumpió mis pensamientos, y el sonido de sus palabras me provocó un dolor de cabeza punzante.

Cerré la carpeta con un movimiento brusco, queriendo cerrar la conversación con ella de la misma manera.

-Gracias por traer los documentos, -dije, mi tono era distante. Me volví hacia la puerta de la cocina, dispuesto a dejar atrás su molesta presencia. -Pero la próxima vez, que sea tu padre el que venga.

Sentí el peso de su mirada clavada en mi espalda, pero no me detuve. Estaba harto de su insistencia, de la manera en que siempre intentaba acercarse a mí, como si creyera que, de alguna manera, podría entrar en mi mundo. Pero justo cuando estaba por salir, volvió a hablar con un tono dulce que solo me provocaba más irritación.

-¿Seré tu cita para mañana? -preguntó, estirando una mano hacia mí para alcanzarme.

Me detuve un segundo, apenas girando mi cabeza para mirarla por encima del hombro. Solté un bufido, lleno de desdén, antes de dejar que una sonrisa irónica se dibujara en mis labios.

Mi cita. Qué insistente que era.

Lo cierto era que Renata llevaba años detrás de mí, siempre con esa fachada de "amor" que intentaba mostrar, pero sabía la verdad. Lo único que quería de mí era mi dinero y el poder que venía con mi nombre. Era lo único que había en su mente, por mucho que intentara disimularlo detrás de sonrisas y palabras bonitas.

Y eso, jamás lo tendría.

-No te hagas ilusiones, Renata, -respondí, mi voz baja y gélida. No tenía tiempo para sus juegos, no tenía paciencia para su falso amor.

Subí a mi habitación, dejando los papeles sobre el escritorio. Me acerqué a las pantallas que ocupaban una gran parte de mi espacio personal para organizar mis pensamientos.

Todo lo que había leído en esos documentos era una confirmación de lo que ya sospechaba: teníamos un traidor dentro de uno de nuestros clubes. Algo que no podía dejar pasar, y que requería que actuara de inmediato.

Miré las pantallas durante unos segundos, seleccionado y observando las imágenes de mis clubes. Pero esta traición era algo que no podía manejar desde la distancia. No, esto era algo con lo que tenía que lidiar personalmente.

Tomé el teléfono y marqué varios números. Las llamadas que hice fueron breves y directas. No había tiempo para perder en conversaciones innecesarias. Todo debía estar en marcha esa misma noche.

Ya no podía permitirme seguir escondido en las sombras, observando desde lejos. Era el momento de volver a tomar el control de todo. Era el momento de que el Volpe volviera.

Mi familia, nuestro imperio, necesitaban a alguien que no temiera ensuciarse las manos. Y yo siempre había sido ese alguien.

Me dirigí al baño, buscando una manera de enfriar el fuego que aún ardía en mi interior. Me desnudé rápidamente y me metí bajo la ducha. El agua fría golpeó mi piel con fuerza, haciéndome estremecer, pero también ayudando a calmar el calor que había estado acumulándose desde mi encuentro con Valentina.

Sin embargo, no importaba cuánto intentara concentrarme en otra cosa, no podía evitar cerrar los ojos y dejar que los recuerdos de ella inundaran mi mente.

El contacto de su piel contra la mía, la manera en que su cuerpo se había amoldado al mío como si hubiera sido hecho para encajar perfectamente. Su calor, su aroma... todo me invadía de nuevo, desafiando cualquier intento de control.

El agua fría no era suficiente para apagar el deseo que había despertado en mí. Mi mente volvía una y otra vez a ese momento en la cocina, al breve instante en que el mundo había dejado de existir y solo estábamos ella y yo, atrapados en una tensión tan densa que apenas podíamos respirar.

Dejé escapar un suspiro pesado, apoyando mi antebrazo contra la pared de la ducha mientras con la otra mano agarraba mi longitud dura, tal vez esto me ayudaría a pensar con claridad.

Gemí bombeando furiosamente mi miembro en mi puño, recordando como había lamido sus labios, como me miraba, provocándome, como ella también quisiera una parte de mí.

Mi mano se movió más rápido, y apreté los ojos y los dientes, trabajando para forzarla a salir de mi cabeza.

El placer me atravesó, dejando que mi orgasmo y los rastros de lo que había hecho se perdieran junto al agua que aún caía sobre mí piel.

Abrí los ojos de golpe, sabía que esta obsesión no podía continuar, que debía mantenerme alejado de ella. Pero, al mismo tiempo, sabía que lo que había comenzado entre nosotros no se detendría tan fácilmente.

Terminé de bañarme y apagué la ducha con un movimiento brusco, sintiendo el frío del aire en mi piel mientras salía del baño.

Me sequé rápidamente, vistiéndome con un traje a medida. El Volpe estaba de vuelta, y no habría espacio para la debilidad.

Mientras me preparaba para salir mis ojos se desviaron instintivamente hacia las pantallas. No podía evitarlo, era una especie de reflejo que se había convertido en parte de mi rutina.

Mis dedos se movieron casi sin pensar, deslizándose entre las diferentes cámaras que tenía bajo mi control, hasta que me detuve en una en particular: la habitación de Valentina.

En cuanto apareció su imagen en la pantalla, todo mi cuerpo se tensó. La respiración se me aceleró de golpe, y sentí cómo una oleada de calor me recorría desde el estómago hasta la garganta. Allí estaba ella, en su cama, pero algo no estaba bien.

Su figura se movía bajo las sábanas, pero no era un movimiento de simple incomodidad o cansancio. No, era algo que despertó en mí una reacción inmediata.

            
            

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