Capítulo 5 Épsilon Te Odio

Laura yacía sobre el sofá como un gato perezoso después de una siesta demasiado larga, con una copa de vino en una mano y la otra colgando al borde del mueble, como si estuviera a punto de declararle la guerra a la gravedad. La luz del atardecer se filtraba por la ventana, pintando su salón de tonos dorados y rosados, pero ella estaba demasiado ocupada recordando a *ese* Alejandro.

No el Alejandro aburrido, el de corbatas de moño y reuniones interminables, sino el otro, el de la mirada intensa, las botas gastadas y ese aire de peligro que le hacía preguntarse si besaba tan bien como blandía una espada.

-Al menos ese no usaba corbata de moño los viernes -murmuró, llevándose la copa a los labios con un gesto que pretendía ser sofisticado pero que terminó siendo más bien un intento fallido de no derramar el vino sobre sí misma-. Aunque, bueno, tengo que admitir que le quedaba sexy ese uniforme de revolucionario... -susurró, mordiendo suavemente el borde de la copa-. ¡Ugh, Laura, contrólate! ¡No puedes seguir fantaseando con un hombre que probablemente ni siquiera existe en este universo!

Dio un sorbo largo al vino, como si el alcohol pudiera borrar la imagen de Alejandro desabrochándose el chaleco mientras le lanzaba una mirada que prometía cosas que ni siquiera Netflix había logrado inventar. Pero no funcionó. Ni el vino, ni el sofá, ni siquiera el pijama que llevaba puesto, con su estampado de "I ♥ Netflix & Naps", lograban distraerla.

Sus ojos se posaron en Epsilon, el artefacto que descansaba sobre la mesa de café como si fuera un simple adorno y no un portal a universos alternativos llenos de hombres peligrosamente atractivos.

-Y tú, artefacto del demonio -dijo, señalándolo con el dedo mientras el vino se balanceaba peligrosamente en su copa-, ¿no tienes más mundos que mostrarme? ¿O ya te has quedado sin baterías? -bromeó, inclinándose hacia adelante para picar el dispositivo con un dedo-. Porque si vamos a seguir con esto de encontrar Alejandros alternativos, al menos podrías mandarme a un lugar con playa, cócteles y, no sé, quizás un Alejandro con un six-pack y una concha de coco en la mano. ¿Demasiado pedir?

Epsilon, como si hubiera estado esperando esa provocación, comenzó a vibrar suavemente. Al principio, fue un zumbido apenas perceptible, pero pronto se convirtió en una vibración que hizo temblar la mesa de café y, de paso, el corazón de Laura.

-¡Oh, no! -exclamó, saltando del sofá tan rápido que el vino se derramó sobre su camiseta, manchando el "I ♥ Netflix" con un tono carmesí que parecía gritar "I ♥ Alejandro"-. ¡Epsilon, no hagas esto ahora! ¡No estoy lista para otro Alejandro! ¡Ni siquiera me he puesto ropa decente!

Pero Epsilon no la escuchó. O quizás sí, y simplemente decidió ignorarla, porque el zumbido se intensificó hasta que el aire alrededor del dispositivo comenzó a brillar con un resplandor azulado. Laura miró desesperadamente su camiseta manchada, luego a Epsilon, y finalmente al sofá, como si pudiera decidir en cuestión de segundos si quedarse o huir.

-¡Maldita sea, Epsilon! -gritó, mientras el resplandor la envolvía-. ¡Si me mandas a otro mundo lleno de revolucionarios sedientos de sangre, te juro que te reprogramo para que solo puedas abrir portales a mundos llenos de gatos y abuelitas tejiendo!

Pero ya era demasiado tarde.

-¡Oh, vamos! ¡¿Justo ahora?! -exclamó Laura, viendo el resplandor azulado que empezaba a emanar de los grabados de Epsilon, como si el maldito artefacto hubiera decidido que era el momento perfecto para interrumpir su crisis existencial-. ¡Al menos déjame cambiarme! ¡Y esta era mi camiseta favorita! -protestó, mirando con desesperación la mancha de vino que ahora decoraba su pijama con el lema "I ♥ Netflix & Naps".

Treinta y nueve segundos antes, Laura había estado recostada en el sofá, disfrutando de su copa de vino y de una fantasía bastante vívida sobre Alejandro y su chaleco revolucionario. Pero Epsilon, como siempre, tenía otros planes. El dispositivo había comenzado a vibrar, primero suavemente, como un susurro, y luego con la intensidad de una licuadora en pleno ataque de nervios.

-¡Epsilon, te odio! -gritó, saltando del sofá y corriendo hacia su habitación, tropezando con sus pantuflas de unicornio, que parecían haberse aliado con el artefacto para hacerle la vida imposible-. ¡¿Por qué siempre tienes que hacer esto cuando estoy en pijama?!

Treinta segundos. Eso era todo lo que tenía antes de que el resplandor azulado la absorbiera y la enviara a quién sabe dónde. ¿Qué se pone una para viajar entre dimensiones? La última vez había acabado en un búnker subterráneo lleno de revolucionarios malhumorados y sin Wi-Fi, y con su suerte, esta vez probablemente terminaría en un planeta donde el aire acondicionado no existía y los hombres solo usaban taparrabos hechos de hojas.

-¡Al diablo! -se dijo, abriendo su armario con la determinación de alguien que está a punto de enfrentarse a una misión imposible-. Si voy a atraver el espacio-tiempo, al menos que sea cómoda.

                         

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