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"... Conforme, pero algo agotado por las negociaciones con Danna, opté por acompañarla a la puerta, no sin antes, aprovechar la oportunidad de colocar mi juguetona mano al final de su espalda. Sentir el bamboleo latino de sus caderas; esas mismas que emitieron unas ráfagas de electricidad que recorrieron la mía desde mi nuca hasta el final de la misma para finalmente rodear mi cintura e iniciar el bombeo en mi cilindro carnoso fue una majestuosidad del presente a entregarse al futuro
Ella, sin mucho disimulo, intentó apurar su paso al sentir el calor de mi mano, así que, extendí la abertura de mis dedos para abarcar mayor espacio corporal. En ese momento le sugerí que se relajara, y que deberá acostumbrarse a mis toques y caricias. Danna asintió, buscando relajación, bromeó diciendo que parecemos pin y pon, ambos reímos, ya que de ser sincero su cabeza llega, escasamente, a la altura de mi pecho. Juraría que era tan menuda que mis manos podrían cubrir con facilidad su sensual espalda... «¡Rayos!, pero sus caderas se mueven casi como la danza del vientre, tal vez, ella, necesite sus manos para cubrir a "troncón", mi cilindro carnoso», pensé con una picardía pletórica de lujuria.
De sus provocativos labios se desplegó una sonrisa natural haciéndome fijarme en el pequeño lunar que estaba, sensualmente, ubicado en el borde de la boca. Antes de abrir la puerta, giré a Danna dejándola frente a mí, tomé sus delicadas manos, las aprieto suavemente y busqué besar sus mejillas. Ella no me correspondió, pero tampoco me rechazó. Me despedí, recordándole que mañana inician los seis meses.
A través de la puerta, observé cómo Rita, mi secretaria, la miraba con intensidad, casi podría asegurar que Danna había adquirido una enemiga feroz, pero esa disputa no era asunto mío. Ellas que se encarguen; si deciden pelear por mí, ¡pues bien! Un poco de acción podría hacerle bien a esta tediosa oficina. No obstante, Danna no se mostró afectada por la mirada retadora de Rita. Al cerrar la puerta, me pregunté si mi troncón encajaría en esa pequeña cueva, me encogí de hombros y solté una risa varonil, imaginando cómo me abriría paso en ella.
Dos horas después, al salir a almorzar, aproveché la ocasión para entrar al centro comercial y comprar el celular para Danna. Elegí uno modalidad de pareja, así podré mantenerme informado de cualquier llamada y comunicación que haga con él, incluí un sistema de localización permanente y claro, a nombre de ella, cumpliendo con dos de sus exigencias.
De inmediato preparé, nuevamente, otro juego de dardos; Usé el primero al guardar mi número con el nombre de "mi hombre" esperando que eso le permita empezar a crear un enlace emocional conmigo.
Le sugerí pasarla buscando por su casa, pero ella se negó, recordándome, que no debo involucrarme en su vida privada, así que la recogeré cerca de una estación del metro en el centro de la ciudad.
Al volver a casa, me dejé caer sobre la cama; tenía dos horas para alistarme para nuestra primera cita. Cerré los ojos y comencé a imaginar cómo vestiría Danna. Si mis corazonadas son correctas, seguro llevará una falda corta con unos tacones de unos diez centímetros, o tal vez un short blanco que muestre sus piernas, o incluso un enterizo con un escote audaz que no dejará nada a la imaginación. Tenía la certeza de que su maquillaje sería seductor y llamativo, resaltando sus labios irresistibles. Solo pensarlo hizo que mi mente se agitara, así que decidí calmarme tomando una ducha y entregándome a "manuela", sonreí al recordar que así llamaba a mi mano izquierda cuando estaba en modo de autoplacer.
Elegí un conjunto casual ligeramente deportivo; un suéter azul opaco ajustado al cuerpo, dejando marcados mis bien tonificados bíceps y abdominales, combinando con unos pantalones negros casuales, un cinturón y zapatos a juego. Me miré al espejo satisfecho con mi apariencia, algo de perfume, Santos de Cartier, y listo. Como aún disponía de casi una hora, me dispuse a disfrutar de un buen whisky dieciocho años en las rocas, tomando asiento en mi sofá preferido.
Cuando estaba a punto de encender mi carro, recordé algo importante. Corrí para abrir la puerta de mi casa, atravesé la sala, ¡rayos, rayos y más rayos!, me devolví antes de empezar a subir las escaleras que daban a mi cuarto, giré sobre mis talones, me serví otro trago, pero en esta ocasión seco. Tras secar el vaso subí rápido las escaleras, entré a mi habitación, abrí la mesa de noche y allí estaban varios paquetes de preservativos estimulantes con sabor a fresa, mis favoritos... «Creo que tres serán suficiente por hoy», me dije.
Vía ya a recogerla en una estación del metro, me hizo sentir algo incómodo, pero vuelve a mí la última conversación que tuvimos hoy en la empresa. Una pequeña risa salió de mí al recordar cuando me preguntó si debía vestir de alguna forma en particular. Le dije que era una salida casual para conocernos un poco, que se vistiera como cualquier chica que va a comer, informalmente, con su novio... «Todo con la intensión que empezara a pensar en mí como eso, su hombre».
La vi aproximarse a mi vehículo; para mi asombro estaba vestida supercasual con pantalón de lino color verde esmeralda tipo pescador, una camisa unicolor blanco ligeramente traslúcida, unas sandalias blancas que dejaban al descubierto casi la totalidad de sus pies, el cabello recogido con una cola en lo alto de su cabeza y muy poco maquillada. ¡Rayos, rayos!, esto me dejó algo desconcertado, pues esperaba que se vistiera más sensual como todas las otras mujeres con las que siempre había salido.
El viaje al restaurante fue un poco incómodo y silencioso. Traté de suavizar el ambiente, poniendo algo de música. Al llegar me permitió que le abriera la puerta y la ayudé a bajar, allí pude notar sus hermosos pies.
-¡Dios!, qué pies tan lindos tienes- Le dije sin ninguna vergüenza -créeme cuando te digo sinceramente nunca había visto unos pies así- Un torrente de saliva inundó mi boca, obligándome a tragar, mientras mis instintos sexuales se activaron... «¡Rayos y mil veces rayos!», me dije.
Eran, literalmente, perfectos, sin marcas y sus dedos estaban bellamente alineados de manera armónica con pequeñas uñas pintadas con un color rosa suave casi emulando un velo de novia y para rematar, una delicada tobillera descansaba al final de su pierna izquierda. Creo que me quedé viéndolos por más tiempo de lo que ella hubiese querido, porque empezó a sentirse incómoda.
-¿Te podría pedir un favor?- Le dije esperanzado -¿Podrías usar siempre sandalias o calzado abiertos cuando salgamos?- puse mi mejor cara de súplica.
-Sí, no hay problema, señor -dijo algo sonrojada.
-Daniel, dime Daniel, Danna, debes recordarlo, se supone que estamos en una relación, no puedes seguir llamándome señor -Le susurré al oído.
Entramos al restaurante, era una tasca española propiedad de un gran amigo, nos habilitaron una mesa en cuanto llegamos. La animé a pedir lo que se le antojara. Luego de verla examinar la carta con detenimiento optó por una entrada de melón con jamón serrano y como plato principal conejo con una guarnición de vegetales al vapor. Yo por mi parte elegí paella madrileña y una botella de vino merlot. En ese momento ella me informó que no bebe vino tinto, pero que disfrutaría un vino blanco si no era mucha molestia, a mí realmente no me importó, así que accedí gustosamente.
Estuvimos hablando de todo y de nada, en ocasiones la vi sonreír y sonrojarse al escucharme parlotear tanto, debo reconocer que fue muy grata su compañía, las horas pasaron volando sin darme cuenta.
Ella volvió a asombrarme al comer todo de su plato, ya que yo estaba acostumbrado a cenar con mujeres tan obsesionadas con su apariencia que solo comen lechuga y comidas sin salsa ni sal, eso fue nuevo para mí. Le recomendé un postre, pero lo rechazó, sin embargo, nuevamente me sorprendió cuando dijo que prefería caminar, mientras disfrutábamos un cremoso helado de pistacho.
La caminata fue amena, me contó algo de su vida universitaria y allí aproveché de informarle que estudiamos en la misma aula-mater, pero con dos años de diferencia. Tuve la oportunidad de entregarle el celular explicándole algunas funciones básicas, claro está, no le dije que todas las llamadas y comunicaciones por escrito también se verían reflejadas en mi celular. En cuanto vio mi número de contacto en la pantalla su cara fue algo difícil de leer, al final no sé si le gustó o le desagradó el nombre de, mi hombre, pero no se quejó.
Le informé que mañana tendríamos una cena de negocio, algo formal y la recogería por el mismo lugar para ir a comprar todo lo necesario para ella. Danna, solamente, asintió con la cabeza, despidiéndose con unas buenas noches y se bajó del carro en dirección a la estación del metro.
Al día siguiente, a pocas horas de la cena, nos encontramos en, L'modé, una tienda propiedad de Fanny, una amiga. Le solicité un conjunto tipo coctel que combinara con sandalias, ya que deseaba volver a disfrutar de ver esos lindos pies. Bastó que se probará tres vestidos cortos para elegir el adecuado, pagué, pero dejé una cuenta abierta, le hice saber a Danna que deberá comprar toda la ropa en esta tienda al igual que puede solicitar o consultar cualquier duda con mi amiga. En caso de estar muy atareada solo debía explicar el tipo de actividad y Fanny se encargaría de elegir y enviar todo a la oficina o a su casa.
¡Dios!, debo reconocer que lucía hermosa con ese vestido a media pierna, con un suave estampado de flores, y claro, unas delicadas sandalias que dejaban ver sus bellos pies en plenitud. Y justo cuando pensé que estaba lista, sacó una tobillera distinta a la anterior y se la colocó en el tobillo izquierdo.
-Bien, ahora si estoy lista -sonrió al ponerse de pie.
Le agradecimos a Fanny y nos dirigimos a la cena. En el trayecto entablamos una ligera, pero necesaria charla para acortar la brecha que nos separaba, ya que sentía como iba poniéndose cada vez más nerviosa conforme nos aproximábamos a nuestro destino. Por lo tanto, para relajarla le expliqué que debe estar calmada y que solo debe ser ella misma, en caso de tener que responder alguna pregunta personal, sea sincera porque mantendremos nuestra verdad como que trabajamos juntos, estudiamos en la misma universidad, que tenemos años conociéndonos, pero omitiremos el contrato, de resto seremos totalmente sinceros.
Por experiencia sé que la mejor manera de esconder la verdad bajo una mentira es cambiando pocos detalles de la realidad.
No es que yo sea un mitómano nato, pero debo reconocer que, en algunas citas, más de las deseadas, he tenido que mentir con tal de que troncón sea liberado. Después de todo quien más que yo para ayudar a mi fiel amigo, dándole un descanso a manuela.
Para ambientarnos más y aumentar nuestro feeling en cada semáforo le tomaba de la mano, en ocasiones la apretaba, en otras la acariciaba con mi pulgar, todo con tal de parecer lo más natural y convincente posible frente a terceros. Ya para el último trayecto ella mantuvo la mano sujetada, con su rostro mirando las luces de la ciudad que se reflejaban a través de la ventana... «Tranquilo troncón, seguro que esta noche si hay acción», me dije, mientras recordaba haber tomado los condones de mi gaveta. En este momento me asaltó una gran duda; ¿tomé tres o cuatro condones?, ¡rayos!, apreté el volante, tratando de recordar», rogando haber contado cuatro.
Al estacionar la observé, apretar los labios, bajó la mirada hacia la tobillera, suspiró, buscando ánimo.
-Daniel, espera un momento, por favor -pronunció en voz baja.
Giré mi cuerpo un poco hasta quedar de frente a su perfil, ante mí, Danna activó el espejo de la visera del vehículo para retocarse el sutil, pero natural maquillaje, el cual le quedaba asombrosamente bien. No satisfecha aún extrajo de su cartera un pequeño perfume.
-¿Te importa? -preguntó mostrándome el frasco. Sentí como mi tic nervioso me hizo subir mi párpado derecho, pero niego, suavemente, con mi cabeza. Ella sonrió, mientras lo destapaba.
El verla colocar su dedo índice en la diminuta boca del frasco, ver cómo, endemoniadamente lento, frotó circularmente su dedo pulgar por su dedo índice para impregnarlo con el perfumado líquido. Hizo que mis instintos sexuales se activaran, cual depredador, yo estaba a punto de brincar sobre su presa. «Necesito ese movimiento sobre mi glande», pensé, tragando saliva, cerré los ojos para controlar a la bestia enjaulada dentro de mi ropa interior. Ese aroma impregnó mis fosas nasales, pero viví la peor parte al verla aplicar, sensualmente, el perfume en sus pequeños tobillos desnudos, el sonido que hizo la tobillera al ser rozada me sacó de la película porno que se acababa de iniciar en mi mente.
«¡Rayos, rayos y más rayos!, en qué lío me ha metido Morgan. De aquí solo tengo dos caminos, uno al cielo ganando la apuesta u otro al infierno perdiendo la cordura con esta bendita mujer», opté por reubicarme y concentrarme en mi estrategia fijando mi meta de ganar la apuesta.
-Estás muy linda, creo que seré uno de los más envidiados, ¿lista, mi cuevita?, comámonos al mundo -La animé con una pícara sonrisa.
-¿Cuevita? -sonrió intrigada. Mientras yo hice un juvenil puchero y subí mis hombros. A la par que le ofrecí mi brazo, cortésmente, del cual se prendió con agrado, volteó a verme, subió el rostro y empinándose en sus pies, me agradeció al oído por lo de linda..."