Pensé detenidamente en la desición que habíamos tomado Ashton y yo, apoyados por mi madre, de crear un club en conjunto. Si mi hermana fue capaz de ignorar a su madre y a su hermana tanto tiempo, me daba cierto temor lo que podría hacer Ashton, si tomara en algún momento una decisión parecida. Sobre todo ahora, que teníamos tanto en conjunto. Un negocio que ideamos los dos, pero que además de unirnos en más de una forma, suponía una carga laboral para ambos.
Yo seguiría asistiendo a la universidad en las mañanas,mientras Ash lo haría en el horario de la tarde. Ya teníamos nueva escuela y Sila también iría en mis horarios, al menos no estaría sola. Camila iba en horario completo, ella estaba apresurada por terminar su educación y tenía serios problemas familiares. Necesitaba graduarse pronto y comenzar a trabajar. De hecho quería hacerlo en las noches en el club, pero aún no lo teníamos claro.
Ashton había decidido, siempre contando con Aidan claramente, vender todos aquellos autos que alguna vez ví, cuando estuve en su loft. Según él, esos autos de lujos, no eran más que ganancias de las noches de apuestas en la dimensión del sexo. Y con eso montamos el club, además de dinero que quedó de la venta de la casa de mis padres.
No me pareció mal su idea, cuando quizo utilizar ese dinero ganado ilegalmente para tratar de mejorar la vida de varios.
Mientras nosotros creabamos el club "El deseo" para salir adelante ahora que estábamos solos todos, sin ningún apoyo económico; aquello era una buena obra para darle un empleo más saludable a las chicas que quedaron sin trabajo al destruirse el otro club. Muchas de ellas, no tenían como pagar sus estudios, así como otras no conocían otro estilo de vida.
La idea de nuestro club, era provocar sensaciones extremas de deseo, pero jamás promover la prostitución. Allí nada avanzaría más allá del deseo. Estaba prohibido tener relaciones sexuales en el club.
Mientras yo lucubraba sobre los últimos tiempos y los próximos proyectos, me vino a la mente una conversación que tuve con Camila, cuando Muriel fue encarcelado.
Ella estaba segura, que el podría haberse librado de la cárcel, si Amaia estuviera para presentarse al juicio y decir todas las cosas que sabía de él. Cosas positivas claro está. Eso me hizo llegar a la conclusión, de que si Amaia sabía cosas sobre Muriel, el podría saber algunas de ella.
- ¿Dónde vas?- me detuvo mi madre con su pregunta cuando bajé, lista para salir a la calle.
- Mamá, no te preocupes que no haré como Amaia, no me voy a largar sin decir nada a nadie. Tengo algo que hacer. - me taladró con la mirada. Caminando hacia mí, se detuvo muy cerca de mi rostro antes de decir.
- Créeme Aitana, que te vas a arrepentir de tu dureza con tu hermana. Porque así como a tí, a ella también la parí yo, te aseguro que se lo suficiente sobre mi hija, como para notar que algo muy malo tuvo que haberle pasado para actuar como lo hizo. Y cuando ese algo sea de tu conocimiento, te repito... ¡Que te vas a arrepentir!
Salí de mi casa dando un portazo, y subiendo a mi auto, partí hacia dónde supuse podía obtener alguna información.
Nos habíamos quedado con dos transportes, la moto de Ash y un coche para mí. Aidan mantenía sus propiedades aparte y conservaba su apartamento, pero desde que desapareció mi hermana no había podido ir allí.
Se perdía algunas noches y no sé dónde se quedaba pero allí, no era.
Veinte minutos más tarde llegué a la prisión dónde estaba Muriel, no tenía permiso para verlo, pero me dejaron pasar sin mucho trámite.
-¿Aitana?, Acabas de cargarte mi permiso para ver a mi mujer. Espero que sea importante.
Se sentó frente a mí con cara de no entender el motivo de mi visita.
- Perdón, no sabía nada. ¿Cómo lo arreglo? - pregunté apenada.
- Sería un detalle si llamaras a Camila y le dijeras que no venga hoy, que tendrá que ser mañana.
- Perdóname, no pensé lo que hacía, de hecho ni siquiera creí que me fueran a dejar pasar. Pero me sentí asombrada cuando sin esfuerzo pude verte.
- Es que tengo permitido desde hoy, una visita diaria y como esperan a mi mujer supongo que no sé fijaron en que mujer venía a verme.
- ¡Oh! En serio lo siento, pero ya que estoy aquí, necesito saber algo.
Le conté todo lo que había pasado. No sé porqué me sentía segura hablando con él, sobre esta historia. Lo que no esperé jamás, fueron las respuestas que me dió.
- Tu hermana, ha pasado por muchas cosas, que no estoy seguro si tú soportarías con mejor talante que ella. No la juzgues Aitana, no tienes derecho. Hace mucho tiempo tengo una relación más cercana con ella, y no te imaginas las cosas que hizo por protegerte. No merece tu actitud con ella. Andrew es mucho más que el cabrón que le hizo lo que le hizo, tu no tienes una idea del alcance de las acciones de ese hombre. El día que Aidan sepa porque su hermano lo detesta como lo hace, entenderás que Amaia es un daño colateral de esta historia y que si no llega a hacer lo que me cuentas que ha hecho, no podría sobrevivir. Así que no me vuelvas a hablar de tu hermana de esa forma, va a pesarte un día. Y recuerda también que todos nos equivocamos, nadie es un ejemplo de acción Aitana.
Se levantó de su silla, visiblemente molesto. Pero no entendía porqué. Me señaló con un dedo y sonriendo de lado me dijo completando su frase con un guiño...
- ¿Te crees que tú adorado Ashton es la mejor elección que has hecho? ¿En serio lo crees? Todos nos equivocamos Aitana, y te aseguro que todos tenemos secretos que a nadie contamos.
Piénsalo. - ahí, colocó su guiño y cuando me levanté sin lograr entender lo que decía, se fue por dónde mismo vino. Dejadome con más preguntas de las que traía.
Al final no había logrado saber algo de mi hermana, para llevarme una mala sensación acerca de mi novio.
Amaia
Su voz era como un golpe de memoria. Veía a toda velocidad nuestra historia en mi mente. Había sido tan intenso que sus recuerdos eran vehementemente dolorosos y fabulosos a la vez.
Seguía teniendo el mismo efecto en mí, que la primera mirada que compartimos. Una corriente poderosa recorría mi cuerpo, solo de ser tocado por su voz. Solo de ese pequeño acercamiento entre los dos y ya me ponía a sus pies.
El era poder, pasión, fuego y deseo.
Solo su voz y la bendita palabra que le gustaba usar conmigo y que tanto me gustaba escuchar de el, además de un maldito teléfono nos unía ahora. Era tan cercano como distante.
- ¿Por qué me llamas ?- sentí mi voz temblar al salir de mí.
- Porque puedo, porque eres tan mía como yo quiera que seas y porque pequeña, no puedo más. Me está matando tu línea divisoria. Bórrala ya, es tiempo de que vuelvas a mí.
Joderrrrrr, no sé si es su voz,su quejido al hablar, aquel susurro o él mismo, lo que me hace replantearme todo en el mismo segundo en el que su voz avanza nuevamente por mis sentidos.
- ¡Mía, nena! ¡Tan mía como yo tuyo!... Si quieres que juguemos al gato y al ratón cariño, te prometo que disfrutaré cada segundo de tu caza, pero es importante que sepas que nunca dejaste ni dejarás de ser mía.
- Aidan, ya no somos nada. No podemos. No insistas. Solo trabajaremos juntos por lo visto pero eso es todo. Ya no somos nosotros. Ya no nos pertenecemos y nunca más lo haremos.
Sus carcajadas me hacen retirar el teléfono de mi oído y llevar el dorso de mi mano a la frente.
¡Dios, como lo amo!
- Pequeña, mientete lo que quieras pero no a mí, no a mí. Yo no soy ni tan iluso ni tan conformista como tú.
- Aidan, basta. Por favor, basta.
- Ah, pequeña, dentro de nada estarás rogando justo lo contrario. Sueña conmigo nena, yo vivo haciéndolo contigo.
Y así colgó. Me dejé caer sobre la cama de golpe y rompí en un llanto salido de tan adentro de mí ,que supe, que él tenía razón. Que seguía siendo tan suya, que me mataba a mi misma imponiendo esta cruel distancia.
Pero no estaba lista, no estaba lista para la voracidad de nuestra unión. La dimensión de nuestro amor. Éramos demasiado juntos. Demasiado...
Un mensaje de número privado me despertó a las tres de la mañana.
* Debe reportarse en una hora en la central... Su comandante*
Maldito Aidan, sabía que esto de su comandancia lo usaría para llevarme hasta él.
Me levanté con molestia, tomé una ducha y luego de vestirme y tomarme un café para activar mis neuronas salí de casa.
Necesitaría demasiado de mi autocontrol para resistir estar bajo el mando de él.
Llegué a la central y dejando mi auto en el sótano, subí por el ascensor privado que me mostraron debía usar para ir hasta la oficina de mi comandante.
Maldito sea...
Toco la puerta solicitando permiso y escucho un extraño adelante, desde dentro.
Sin demora empujo con fuerza la puerta y entro sin mirarlo a los ojos, cierro la puerta de espaldas a él y aprieto mis párpados tomando aire antes de girarme.
Cuando me doy la vuelta después de un sonoro suspiro me encuentro con unos ojos azules intensos, una barba negra bien tupida y un hombre sonriente observandome.
Se ve joven, no tanto como yo, pero si bastante joven para ser comandante. Pero... un momento.
¿Comandante?
- ¿Quien eres?- pregunto sin siquiera presentarme.
- Empezamos mal agente. Soy su superior, al que le está faltando el respeto ahora mismo al realizarle esa pregunta.
Soy, su comandante.
No sé si mi incapacidad de movimientos se debe a que me alegra o me entristece lo que dice el tremendo comandante que tengo delante.
Guapo es... Las cosas como son.
- Perdón, comandante. Es solo que me asignaron uno ayer, y comprenderá que es un poco raro tener otro hoy. - dije disculpándome y sentándome en una silla que me señaló frente a él.
- Esta será la última vez, que me haga preguntas como esa agente.
Que voz tenía, era tan fuerte y cálida a la vez.
- Lo siento, no volverá a pasar.
- Estoy seguro. Ahora debo decirle que si el comandante Miller fue retirado de este caso, es justamente por un motivo que usted conoce muy bien y por otro que desconoce.
- No lo sigo, comandante...
Me callo esperando que me diga su nombre. Definitivamente empezamos con el pie izquierdo.
- Archer, agente Jhonson, soy el comandante Archer.
Asocio su nombre inmediatamente al del comandante que trabajaba supuestamente con Andrew.
- ¿Archer, de ...
- Si Amaia, soy el hijo de el hombre que defraudó a toda la agencia, y el motivo por el cual debo llevar a cabo esta misión contigo, para limpiar mi prestigio en este sitio. Pero, el otro motivo por el que tu anterior comandante ya no lo es, es justamente porque al ser tu esposo, no pueden trabajar juntos. Un error del sistema el haber ignorado ese detalle ante la asignación. Pero ten presente que yo no soy el fraude que fué mi padre, yo sí haré bien mi trabajo. Por lo que espero lo mismo de tí.
Madre mía, todo esto sería una bomba para Aidan. Estaba segura que estaría aquí pronto. Necesitaba irme antes de que llegara.
- Comandante, ¿Podemos vernos en otro sitio? Dónde usted diga, pero yo necesito salir de aquí ahora. Por favor.
Me acerco a el por encima de la mesa casi rogándole. Su expresión es inescrutable.
- He leído muy bien, la información que me han dado de su historial como para saber el porqué de su apremio, pero no volveré a complacerla Amaia, tiene hasta mañana por la mañana para estudiar la misión.
Me entrega una carpeta llena de documentos y me levanto con prisa.
- Muchas gracias por la comprensión comandante.
- Ah... Y puedes llamarme Daniel, cuando estemos solos. Para el resto del tiempo soy comandante Archer.
Y salgo de allí bajo la sonriente mirada de mi nuevo superior, dando un asentimiento hacia el.
Estaba frente al ascensor, esperando que se abrieran las puertas para largarme de allí sin demora. En cualquier momento llegaría Aidan y yo no quería estar para enfrentarlo.
Aún no me sentía lista, quería esperar lo que pudiera antes de verlo. Alargando la intensidad de su presencia lo más posible.
El sonido del ascensor indicando que estaba en el piso me alivió.
Apreté a mi torso la carpeta que me había dado Archer y me preparé para subir en cuanto abriera.
En el primer resquicio de separación de las puertas del ascensor mi mirada colisionó con la de él. Sus ojos me veían con desespero, los conocía demasiado bien como para saber que esa mirada era de ansiedad, desesperado porque se abrieran las puertas y se acortara nuestro espacio.
Sin tener tiempo a pensar con claridad, me dispuse a salir corriendo de allí, así fuera por las escaleras.
Y justo cuando me impulso a correr, una mano toma mi muñeca y tira de mí, rompiendo todos mis planes.