Capítulo 2 El plan perfecto

Daniel sonríe más, su rostro se ilumina. -Este es el plan perfecto. Encontrarás a una mujer que le encantará a la prensa. Alguien que conecte con la gente.

-¿Entonces quieres que me case con una plebeya? -resoplé, apoyándome en el alféizar, mirando a la gente en la calle mientras se dirigían al palacio -. Y yo que pensaba que en la política la gente se casaba para tener contactos y control.

-Tienes que pensar en una perspectiva más amplia, responde Carlos . -Casarse con alguien que no tiene nada que ver con la presidencia , la política ni la nobleza es casarse por conexiones. Necesitas una conexión con la gente. Ella lo sería.

Me doy la vuelta y los enfrento a ambos, tapándome el puente de la nariz. Ambos sonríen como tontos, como si fuera la mejor idea que han tenido. No entiendo cómo dos hombres tan inteligentes, a su vez, han podido inventar algo tan absurdo como casarse con una mujer que no conozco.

Respiro hondo, intentando controlarme. -¿Y qué vas a hacer? ¿Hacerle audiciones a esta mujer? ¿Crees que no se darán cuenta? Tenemos que darles más crédito del que les estás dando ahora. Si empiezas a buscar a mi próxima esposa, incluso en secreto, se va a enterar.

-Sí, por eso vas solo. -Daniel se levanta, me pasa un brazo por los hombros y me arrastra de vuelta a la mesa, haciéndome señas para que me siente-. Vas a salir y a integrarte con la gente. Encuentra a una mujer que necesite dinero. Mucho dinero.

Si pudiera, me estaría echando vapor por las orejas ahora mismo. -Ah, ya veo. No hay ninguna mujer que quiera casarse conmigo, ¿así que vamos a sobornar a una para que lo haga?

Carlos niega con la cabeza, frunciendo aún más el ceño mientras nos mira a Daniel y a mí. -No, no podemos permitir que sobornes a mujeres. Eso sería un problema mediático de otro nivel, algo con lo que no estoy dispuesto a lidiar ahora mismo.

-No veo por qué tenemos que lidiar con esto , espeté. -Simplemente iré a más eventos benéficos y organizaré más bailes. Invitaré a la gente del pueblo al castillo. Demuéstrales que no tienen que preocuparse por mí. Demuéstrales de alguna manera que me preocupo por ellos.

-¿Tú?

Por un instante, pienso en echar a Carlos de la sala de reuniones. Podría despojarlo de todos sus poderes como asesor, obligándolo a volver a vivir en el pueblo, en cualquier cuchitril que encuentre, en lugar de la lujosa mansión que tiene en el campo.

Sí. Puede que no sea John , pero sí me importan sus intereses. Simplemente no sé cómo hacérselo creer. John estaba mucho mejor preparado para este puesto que yo. Era apto para la presidencia .

-Bueno, quizá deberías haber estado ahí, junto a tu hermano, aprendiendo a ser presidente . -Jorge olfatea el aire y me mira con desprecio.

Si no fuera por el hecho de que sirvió como asesor de mi padre antes de morir, él estaría fuera de esta habitación ahora mismo.

No sé cuánto tiempo más podré soportarlo, pero sé que estoy llegando al final de mi cuerda.

John era ocho años mayor que yo. No quería que me quedara cerca. Tenía un futuro laboral en el que concentrarse. Se suponía que tendría hijos mucho antes de morir, hijos que tomarían el control de la presidencia y me dejarían vivir en paz.

Daniel sonríe con suficiencia mientras se sienta a mi lado, apoyando los talones en la mesa y reclinándose en su silla. -Primo, yo tendría cuidado con lo que dices sobre dejarte en paz y no llevar la presidencia . No tienes precisamente un club de fans llamando a tu puerta ahora mismo. No necesitas empeorar las cosas.

-Eso es exactamente lo que intentas hacer con este asunto del matrimonio. Estoy a punto de enumerar todas las maneras en que esto puede salir mal cuando Carlos se aclara la garganta.

-Creo que deberías tomarte un tiempo para pensarlo , dice, levantándose de la mesa. Me hace una reverencia antes de dirigirse a la puerta de madera y salir, cerrándola con un golpe sordo tras él.

En cuanto nos quedamos solos, me vuelvo hacia Daniel . -Debes estar volviéndote loco. No puedo creer que pienses que debería casarme con una mujer cualquiera para intentar ganarme la aprobación del país.

Me mira fijamente. -¿En serio, primo? ¿Qué tienes que perder?

CRISTINA

La Cristina del presente está enojada con la Cristina del pasado por no pensar en el desorden que quedaría por todo su apartamento cuando decidió empacar en el último minuto.

Gimo mientras me levanto de la cama, estirándome antes de casi caer sobre la maleta en el medio del suelo.

Me agarro al borde de la cómoda y desenredo mi pie del vestido lencero de largo midi que pienso ponerme en cuanto baje del avión y llegue a Mykonos.

Suspirando, miro el reloj. Todavía me quedan varias horas para empacar, pero no tengo ni idea de qué llevar.

¿Qué te pones para el viaje de despedida de soltera de fin de semana de tu mejor amiga a Sara ?

Mi teléfono empieza a vibrar en algún lugar de la montaña de ropa que encontró su destino en la silla de la esquina, y me quejo. ¿Por qué demonios me llama alguien a las seis de la mañana?

Me arrastro hacia un lado, escarbo entre la pila y hago caer la mayor parte en cascada al suelo mientras busco el teléfono.

Cuando lo encuentro, hay varias llamadas perdidas y mensajes de Gala . La llamo de inmediato; mi primer pensamiento es ir a la boda.

-¿Por qué no estás en el aeropuerto ahora mismo? pregunta tan pronto como se conecta la llamada.

-¿Eh? ¿Porque el vuelo no sale hasta dentro de doce horas? Nos reservaste para seis esta noche.

Gala suspira, con la gente charlando de fondo. -No, Cristina . Reservé los vuelos para las seis esta mañana. Estoy aquí con tu billete, pero tú no estás. No te vas a perder el fin de semana, ¿verdad?

-¡No! -Se me llenan los ojos de lágrimas mientras empiezo a meter pantalones cortos y camisetas en la maleta, sin importarme si alguna de ellas servirá para hacer conjuntos. -Lo siento mucho, Gala . Llamaré a la aerolínea ahora mismo a ver qué puedo hacer para conseguir otro billete. Prometo que iré.

            
            

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