Capítulo 4 ¿Me estás amenazando

Gerard no lo pensó dos veces, se adelantó para tomar las llaves, y se hizo cargo del volante.

Freya abrió la puerta del acompañante y se acomodó en el asiento, con la mirada fija al frente, ignorando por completo a Kristian.

A Gerard se le formó un nudo de angustia en el pecho. ¿Y si a Freya se le ocurría decir alguna barbaridad? La sola idea hizo que sus dedos se aferraran con fuerza al volante.

Después de una pausa, se atrevió a decir: "Señora Shaw, usted...".

"Tú conduce", respondió ella, con una voz afilada y definitiva.

Gerard lanzó una mirada rápida al espejo retrovisor y vio que la expresión de Kristian era impenetrable. Tragó saliva con dificultad y sacó el auto de la zona de estacionamiento.

Durante el camino, un silencio pesado los invadió.

La tensión era insoportable. Los hombros del conductor se pusieron rígidos, sujetó el volante con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.

La pareja no dijo palabra alguna. Ambos irradiaban un frío tan intenso que podría haber agrietado los vidrios.

Gerard conocía bien los estados de ánimo de Kristian, ¿pero Freya? Hacía apenas un rato parecía alegre. ¿Qué diablos le había pasado?

Contuvo un suspiro. Esas preguntas no ayudaban en ese momento.

En el asiento trasero, la mirada de Kristian se desvió sin querer hacia el perfil de su esposa. Algo desconocido se retorció en su pecho, una emoción que se negó a nombrar.

Treinta minutos después, el auto se detuvo frente a la entrada del hospital.

Kristian tomó la muñeca de Freya y la arrastró hacia la sala VIP. La sujetó con fuerzas, de manera implacable.

Ella hizo una mueca de dolor y dijo con sarcasmo: "A este paso, no seré yo la acusada... a ti te arrestarán por agresión primero".

Como si lo quemara, él la soltó. Marcas rojas y dolorosas habían quedado grabadas en la piel de ella.

Freya le lanzó una mirada tan cortante que podría haber derretido el acero.

Por un instante, un destello de culpa surgió en el pecho del hombre, breve e indeseado. Pero desapareció apenas la imagen del rostro magullado de Ashley apareció en su mente.

"Sígueme", murmuró, y se giró bruscamente. No esperó a ver si su esposa obedecía.

La puerta se abrió de golpe. Ashley estaba recostada en la cama, su rostro se iluminó al ver al hombre. "Kristian", susurró, con dulzura y devoción.

En un instante, él llegó a su lado, y le acarició los dedos para tranquilizarla.

Freya entró, los miró y sonrió con ironía. "¿Prefieren que me vaya? ¿Quieren un poco de privacidad?".

Ashley se sobresaltó. "¡Señorita Briggs, no es lo que piensas! Solo estamos...".

"Suéltale la mano", la interrumpió Freya, "y quizás te crea esa mentira".

Se acercó a la cama y observó a la convaleciente por primera vez: rasgos delicados, figura frágil, ojos que transmitían una inocencia muy ensayada.

Ah... ahora entendía. Esa era la mujer que él amaba.

"Kristian...", Ashley apretó la mano del hombre; su labio inferior temblaba.

Freya sintió ganas de poner los ojos en blanco. La actuación era demasiada obvia.

Ashley quería que estallara, que hiciera el papel de esposa celosa y que le diera a Kristian otro motivo para odiarla.

Pero el hombre creyó que el gesto de Ashley era de miedo. Con voz suave, algo extraño en él, aseveró: "Tranquila. Estoy aquí".

Soltando una risa, Freya aclaró: "Yo también estoy aquí".

Qué descaro. ¿Estaban presumiendo de su aventura con ella presente? ¿Creía que lo toleraría?

Él la ignoró y murmuró algo que hizo sonrojar a Ashley.

La paciencia de Freya se agotó. "Gerard", llamó sin apartar la vista de la cama. "¿Hasta cuándo piensas esconderte junto a la puerta?".

El asistente se puso tenso. '¿Cómo diablos se dio cuenta?', pensó.

"Saca tu celular", le ordenó ella con una calma mortal. "Graba a tu jefe acurrucado con su amante. Veamos cómo les cae el escándalo a los accionistas del Grupo Shaw".

Gerard palideció. Nunca quiso verse envuelto en eso.

Ashley dio un respingo y se apartó de Kristian como si este quemara.

"¡Basta, Freya!", exclamó el hombre con frialdad. Ni siquiera la miró, su mano seguía apoyada en la espalda de Ashley. "Viniste a disculparte".

Freya sacó su celular, abrió la aplicación de video y sonrió. "Qué curioso, pensé que me trajiste para que fuera testigo de tu infidelidad en persona".

El cuarto se sumió en un silencio.

Ella guardó el archivo del video y puso el celular en su bolso. "¿Qué crees que haría tu madre si recibiera esto?".

El rostro de Kristian se endureció como mármol.

'Sigue siendo guapo', pensó la joven distraídamente. Ni siquiera la furia lograba opacar la línea definida de su mandíbula. ¡Era injustamente atractivo!

"¿Me estás amenazando?", preguntó él con voz baja.

"Solo admiro el paisaje", respondió ella, haciendo un gesto hacia ellos. "Los dos son tan... fotogénicos que podría enmarcar cada toma". Les dedicó una mirada burlona y continuó: "Pero dime, ¿de verdad quieres manejar las cosas así?".

Kristian no cedió. Su postura gritaba lealtad... pero hacia Ashley, no hacia Freya.

"Bien", dijo ella entonces y dejó caer su bolso sobre una silla.

El desconcierto se propagó por el lugar, pero Gerard fue la excepción. A él se le encogió el estómago. Tenía la corazonada de que ella tramaba algo.

Y no se equivocaba.

Freya lo tomó del brazo y dijo con tono despreocupado: "Hagamos esto rápido. Gerard y yo tenemos asuntos que discutir después".

La fachada imperturbable del asistente se derrumbó. "Señor, lo juro, la señora Shaw y yo, no es lo que...".

"¿Por qué estás tan nervioso?", preguntó Freya, dándole una palmadita en la manga, con una sonrisa de serpiente. "Mira a la señorita Bradley, que no se altera, y es ella la que está aferrada a mi marido".

Gerard se atragantó. La mirada de Kristian podría haber congelado lava.

Los dedos de Ashley se crisparon bajo las sábanas, su dulzura se resquebrajó dejando entrever algo más oscuro.

Kristian apretó la mandíbula. Ver el brazo de su asistente tomado por Freya de repente le pareció... incorrecto.

"Gerard", dijo Kristian con un tono que habría derrocado gobiernos.

El empleado intentó soltarse una, dos veces. Pero Freya no aflojaba su agarre.

¡¿Cómo era tan fuerte?! El pánico nubló sus pensamientos.

"Señor...", su voz se quebró. "No es lo que parece, yo...".

Kristian le lanzó una mirada glacial.

Sin embargo, ajustó la almohada de Ashley y apartó su mano de ella.

Freya soltó a Gerard con una sonrisa burlona. Se dejó caer en una silla y cruzó las piernas.

Él exhaló como un hombre al que le concedieron un indulto de último minuto.

Ashley los observaba, clavándose las uñas en su propia palma bajo las sábanas.

"Señorita Bradley". Freya entrelazó sus dedos. "Mi querido esposo me dijo que me acusas de contratar a tu atacante... y que tienes pruebas". Recalcó la última palabra, sin apartar los ojos de Kristian. "¿Quieres compartirlas?".