Capítulo 5 Has cambiado

Ashley lanzó una mirada fugaz a Kristian y, con un tono cargado de familiaridad, dijo: "Prefiero escuchar a Kristian".

Freya alzó la mirada, y sus ojos centellearon con intensidad mientras se volvía hacia él. "Querido, ¿puedo echar un vistazo?".

El hombre percibió la simpatía fingida en su voz, pero no reaccionó. En silencio, tomó el teléfono de la mesa, abrió una conversación y se lo entregó.

Freya revisó el historial de chat.

Un contacto guardado como "señora Shaw" había enviado un mensaje: "Ayúdame a deshacerme de Ashley, saldaré tus deudas y te daré un millón extra".

"¿Cómo sé que cumplirás tu promesa?", respondió el atacante.

"Soy la esposa de Kristian Shaw. Un millón no es nada para mí".

El atacante contestó con cautela: "Confiaré en ti esta vez. Pero si no cumples, no tengo miedo de causar un escándalo en el Grupo Shaw. Envíame su foto".

Instantes después, "señora Shaw" envió una imagen, junto con una advertencia: "No dejes rastros".

Freya terminó de leer. Su rostro era inescrutable. Alzó apenas una ceja y preguntó: "¿Eso es todo?".

Kristian la observó atentamente, buscando alguna señal de alarma, pero no encontró nada. "Eso es todo".

"No fui yo", declaró ella, mientras devolvía el teléfono con calma. "Con tus recursos, no debería ser difícil rastrear al dueño de esa cuenta".

"La cuenta es nueva. No tiene verificación de identidad", respondió Kristian, con tono frío.

"Entonces rastrea la IP de inicio de sesión", sugirió la mujer sin inmutarse.

Kristian clavó la mirada en ella y su expresión se oscureció ligeramente.

En todos los años que llevaban conociéndose, la inteligencia nunca había sido su cualidad más destacada.

Siempre había confiado en él para resolver sus problemas.

Pero ahora, analizaba la situación con una agudeza que no reconocía.

"No me digas que la IP también estaba oculta", añadió Freya al notar su prolongado silencio.

Sin responderle, Kristian dio una orden: "Gerard, que el departamento de tecnología rastree todas las IP asociadas a esta cuenta".

"Entendido", respondió el asistente, tomando el teléfono antes de salir de la habitación con premura, claramente incómodo con la tensión entre ellos.

Kristian no apartó la vista de Freya. "¿Estás absolutamente segura de que no fuiste tú?", preguntó con un tono helado, inescrutable.

Desde que había visto los mensajes, estaba convencido de que ella era la responsable. Todo en Freya últimamente desafiaba la imagen que tenía de ella.

Nunca le había interesado el dinero, pero durante el divorcio exigió una suma desproporcionada.

Siempre había sido gentil y reservada, y de pronto se mostraba aguda e implacable.

¿Acaso su aparente docilidad no había sido más que una fachada?

La aludida, impasible, cruzó los brazos. "En lugar de perder el tiempo interrogándome, ¿no sería mejor que averiguaras cómo el conductor supo dónde estaría la señorita Bradley hoy?".

Kristian entrecerró los ojos, pero no respondió.

Antes de que pudiera decir algo, la mujer añadió: "Ah, y una cosa más".

"¿Qué?", preguntó él.

"En un caso como este, lo lógico sería llamar a la policía", comentó, sosteniéndole la mirada. "No venir tras alguien irrelevante como yo".

El rostro de Kristian se endureció.

Curiosamente, en cuanto supo que Freya estaba implicada, su primer impulso fue confrontarla... no acudir a las autoridades.

Por un momento, el silencio se adueñó del ambiente, cargado de una tensión latente que ninguno expresó en palabras.

Kristian se quedó atrapado en su mirada. Esos ojos que alguna vez fueron cálidos parpadearon con lentitud, y sus largas pestañas se agitaron suavemente, como alas de mariposa.

Ninguno desvió la mirada. El momento se rompió cuando la suave voz de Ashley lo trajo de vuelta al presente.

"Kristian", murmuró.

Él giró apenas la cabeza. "¿Qué pasa?".

Ashley dudó un segundo antes de decir: "Quiero descansar".

Era una petición simple, pero el mensaje era claro: quería que se marcharan.

Freya, sin embargo, no tenía intención de irse todavía. Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en sus labios mientras daba un paso más hacia la cama. "Antes de que descanses... ¿no crees que deberías disculparte conmigo?".

"¿Qué?", replicó la otra, abriendo los ojos con una expresión de fingida sorpresa.

Kristian captó al instante la intención detrás de las palabras de Freya. Su voz descendió a un tono grave, lleno de advertencia. "Freya".

Ella no se inmutó. Su tono fue tan frío como el hielo. "Por ahora podemos dejar de lado tu intento de seducir a mi esposo, ya que eso es algo que no puedo controlar. Pero hay algo que debemos aclarar primero: tu falsa acusación".

"¡Lo siento!", se disculpó Ashley de pronto, empapada de remordimiento. Sus dedos se aferraron a las sábanas con nerviosismo. "Cuando vi que decía 'señora Shaw', simplemente... asumí que eras tú".

"¿Ah, sí?". La sonrisa de Freya se tornó cortante. "Yo asumí que organizaste este 'accidente' porque no soportaste ver a Kristian de compras conmigo".

"¡No fue así!", soltó Ashley a la defensiva.

"Freya", repitió el hombre, con la voz hirviendo de furia.

Ella se encogió de hombros, con una actitud deliberadamente despreocupada. "¿Ahora no puedes soportar una broma?".

"¿A esto le llamas una broma?", replicó él, avanzando un paso como si quisiera interponerse entre ambas. "Si vuelves a atacarla, tendrás que enfrentarte a mí".

La esposa soltó una risa seca, tan cortante como el chasquido del hielo al quebrarse. "Te enojas por una supuesta broma, pero cuando ella me acusó de intento de asesinato... ¿dónde estaba esa furia por mí?".

Kristian se quedó inmóvil y sus ojos se endurecieron hasta volverse gélidos.

"Kristian Shaw", pronunció su nombre como si dictara una sentencia.

Algo en su interior se removió.

Apretó la mandíbula, tratando de contener lo que sentía.

"¿Necesito recordártelo?". Su voz tembló apenas un instante antes de recuperar firmeza. "Seguimos casados. Y por si lo olvidaste, tu defensa hacia ella duele más de lo que crees".

"Kristian", intervino Ashley con voz suave, como buscando calmar las aguas. "Esto es culpa mía. No te enojes con ella".

Freya estuvo a punto de rodar los ojos al escucharla. Había tolerado sus jueguitos hasta el último momento, pero incluso la paciencia tenía sus límites.

"¿Desde cuándo los extraños se meten en asuntos familiares?", preguntó en un tono tan cortante que pareció congelar el aire.

"Solo odio verlos pelear...".

"Estamos peleando por tu culpa", dijo Freya con lentitud.

"Yo... lo siento", susurró Ashley, su tono denotaba una verdadera clase magistral de remordimiento fingido.

"Si con disculpas bastara, no existirían los tribunales".

"Ya basta", interrumpió Kristian, sujetando la muñeca de Freya. Esta vez su agarre no fue violento, sino firme. "Ven conmigo. Ahora".

La mujer no opuso resistencia.

Tomó su bolso y lo dejó guiarla fuera de la habitación.

Al llegar al final del pasillo, él la soltó. Su fachada de frialdad volvió a colocarse como una máscara. "¿Qué es lo que quieres?".

"Confrontarla".

Hubo un silencio.

"Hacerle saber que es una rompehogares".

"Ella no lo es", escupió él.

"¿Entonces soy yo la tercera en discordia?".

"No".

"¿Entonces quién?", insistió Freya.

La pregunta quedó suspendida entre los dos, como una espada en el aire.

Kristian fue el primero en apartar la mirada. Intentó responder, pero el rostro de la mujer que tenía delante lo detuvo: su expresión era dura, y su mirada, que antes había sido cálida, se había vuelto de piedra. "Has cambiado", dijo al fin.