Encuentro con mi Novio en La Boda de Mi Amiga
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Capítulo 2

A la mañana siguiente, el timbre sonó con insistencia.

Eran ellos. Isabel y Javier.

"Sofía, cariño, no te fuiste ayer sin despedirte, ¿verdad? ¡Y no me has felicitado!", dijo Isabel, entrando como si nada.

Javier entró detrás, su presencia llenando el pequeño apartamento. Sus ojos recorrieron el espacio, deteniéndose en cada detalle que él había elegido. Su expresión era una mezcla de desdén y fastidio.

"Sigues viviendo aquí", dijo, no como una pregunta, sino como una acusación. "Rodeada de mis cosas. ¿No te cansas de tu propia obsesión?"

"¿Obsesión?", respondí, mi voz temblorosa de ira. "Esperé tres años. Tres años de mi vida buscándote, preocupada, pensando que te había pasado lo peor."

"Fue una autocompasión patética", espetó él, su crueldad me golpeó como una bofetada. "Yo seguí con mi vida. Tú deberías haber hecho lo mismo. Ahora, por favor, desaparece de la nuestra. Isabel no necesita este drama."

Isabel, que hasta entonces había permanecido en silencio, intervino.

"Javier, no seas tan duro. Sofía, tienes que entenderlo. Él necesitaba empezar de cero."

Entonces, ella soltó la bomba final, con una naturalidad escalofriante.

"Además, llevamos en España un año organizando la boda. Ha sido una locura."

Un año.

Había vuelto hacía un año.

El mismo año en que yo toqué fondo. El mismo año en que terminé en un hospital después de intentar quitarme la vida porque no podía más con la ausencia, con el silencio.

Mientras él elegía flores y trajes con mi "mejor amiga", yo luchaba por encontrar una razón para seguir respirando.

La revelación me dejó sin aire. El último vestigio de amor, la última excusa que mi mente podía inventar para su comportamiento, se hizo añicos.

No hubo más palabras. Los miré a los dos, a la pareja feliz, a los arquitectos de mi destrucción.

"Fuera", dije, mi voz apenas un susurro. "Fuera de mi casa."

Cuando se fueron, me quedé de pie en medio del salón, sintiendo el peso de cada mentira, de cada traición. Esta vida en Sevilla, construida sobre un amor falso y una amistad podrida, ya no era mía.

Cogí el teléfono y marqué un número que no había usado en años.

"Alejandro", dije cuando mi hermano contestó. "Soy yo."

Hubo un silencio al otro lado.

"Sofía... ¿estás bien?"

"Quiero volver a casa", dije, las palabras saliendo con una determinación que no sabía que tenía. "Acepto. Dile a papá que acepto el compromiso. Conoceré a ese hombre."

Esa misma noche, empaqué una sola maleta. Bloqueé a Javier, a Isabel y a cada uno de nuestros "amigos" en común. Dejé las llaves del apartamento en el buzón del casero.

Tomé el último tren a Jerez de la Frontera, dejando atrás tres años de espera y una vida de mentiras.

No fui a la fiesta de cumpleaños que Isabel había organizado para mí esa noche.

Que celebraran solos.

                         

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