Tenía setenta años, terminal y moribundo en la cama de un hospital madrileño, a mi lado mi fiel esposa Sofía, con quien había compartido cuarenta años de lo que todos creían un matrimonio perfecto y una vida de éxito en el negocio del vino.
Pero entonces, en su último aliento, Sofía me susurró una verdad que destrozó mi mundo: nuestros dos hijos, a quienes amaba y crié, no eran míos, sino fruto de su amor con un bailaor de flamenco de su pasado.
Antes de que pudiera procesar esa traición devastadora, esos mismos hijos, Alejandro y Carlos, entraron en la habitación junto a su verdadero padre, Mateo, y se rieron abiertamente, revelando su plan para despojarme de mi fortuna y mi legado, ordenándome que me retirara "con dignidad".
La humillación y la furia me ahogaron: ¿cuarenta años de mi vida, mi amor, mi empresa, todo había sido una mentira elaborada para robarme hasta mi último céntimo, incluso mientras moría?
En un acto final de rabia, llamé a mi abogado para reescribir mi testamento y dejar todo a la caridad, solo para ser brutalmente golpeado por los hombres que creí mis hijos, muriendo solo y traicionado... hasta que abrí los ojos y me encontré cuarenta años en el pasado, en el día exacto en que Sofía, embarazada del hijo de Mateo, planeaba "proponerme matrimonio", dándome una segunda oportunidad para reescribir mi destino.