Mientras supervisaba el corte de una tela de seda, su mente vagaba por los años pasados. Recordó cuántas veces había cancelado viajes de investigación o ferias de moda importantes porque Mateo tenía un "evento de networking crucial" al que ella debía asistir. Recordó cómo había vendido su primer y pequeño apartamento, el que había comprado con sus propios ahorros, para invertir en la primera empresa de Mateo, una que fracasó estrepitosamente. Él le había prometido que se lo devolvería todo, que estaban juntos en esto.
"Somos un equipo, mi amor," le decía. Y ella, tontamente, le creía.
Su teléfono vibró sobre la mesa de diseño. Era un mensaje de un número desconocido. Lo abrió con recelo.
Era una foto. Una selfie de Camila, sonriendo radiantemente. Llevaba puesto uno de los collares de diamantes que Mateo le había regalado a Sofía por su aniversario. El mensaje debajo de la foto decía: "Algunas cosas simplemente le quedan mejor a otras. ¿No crees?"
Sofía sintió un frío glacial recorrerle la espalda. La provocación era tan descarada, tan cruel. Borró el mensaje y bloqueó el número, pero la imagen quedó grabada en su retina. La sonrisa triunfante de Camila, la joya que simbolizaba su amor ahora adornando el cuello de su traidora.
Un asistente se le acercó con una paleta de colores. "Señora Sofía, ¿cuál de estos tonos prefiere para el forro?"
Sofía miró los trozos de tela. Recordó cómo Mateo siempre opinaba sobre sus colecciones. "Usa más rojo, Sofía, el rojo vende. Es pasional." Ahora se daba cuenta de que él no entendía nada de su arte. Para él, todo era una transacción, un producto para vender. Miró una muestra de azul profundo, un color que Mateo odiaba, decía que era "deprimente".
"Este," dijo Sofía, su voz firme. "Usaremos este azul."
Pasó el resto del día haciendo una lista mental. Vender todo. Transferir sus finanzas personales a una nueva cuenta. Empacar solo lo esencial. Cortar lazos. Cada acción era un paso deliberado para borrar su vida anterior. Era como arrancar una curita lentamente, un dolor agudo pero necesario.
Esa noche, para evitar a Mateo, se quedó hasta tarde en el taller, fingiendo trabajar. Necesitaba recoger unos documentos personales que había dejado en la oficina que compartían. Entró en el edificio de oficinas casi desierto. La luz de su estudio estaba apagada, pero escuchó voces provenientes de la sala de juntas.
Se acercó con cautela. Reconoció la voz de Mateo y las de dos de sus amigos, Ricardo y Javier. Se reían.
"Te juro que no entiendo qué le pasa," decía Mateo. "Debe ser la menopausia adelantada. Me salió con que quiere el divorcio. Así, de la nada."
"No manches, güey," dijo Ricardo. "¿Y qué vas a hacer? Con el trato europeo en puerta, no te conviene un escándalo."
"Exacto," respondió Mateo. "Por eso tengo que manejarlo con cuidado. Le daré un par de días para que se calme. Ya sabes cómo son las mujeres. Un bolso nuevo, un viaje a París, y se olvidan de todo."
Sofía apretó los puños. La condescendencia en su voz era nauseabunda.
"Pero, neta," intervino Javier, con un tono más serio. "¿Y qué onda con Camila? Llevas años con ella. Pensé que ibas a dejar a Sofía por ella."
El corazón de Sofía se detuvo. ¿Años? Había pensado que era algo reciente, una aventura estúpida. Pero, ¿años?
Mateo suspiró, un suspiro teatral. "Camila es... un postre delicioso. Es joven, me adora. Me hace sentir poderoso. Pero Sofía... Sofía es el plato principal. Ella tiene el nombre, el talento. Es mi boleto dorado. Siempre lo ha sido. ¿Dejarla? Sería como matar a la gallina de los huevos de oro. Camila lo entiende. O tendrá que entenderlo."
El aire se volvió denso, pesado. Sofía se apoyó contra la pared, sintiendo que sus rodillas cedían. Años. Había vivido en una farsa durante años. Cada beso, cada "te amo", cada promesa, había sido una mentira calculada. No era solo una infidelidad. Era un plan de negocios. Ella era la gallina de los huevos de oro. Un activo. Un medio para un fin.
El dolor fue tan inmenso, tan abrumador, que se transformó en una calma helada. Ya no había nada que salvar. No había nada que llorar. Todo había sido un espejismo.